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General: Cuba no es marxista
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De: unodostres  (Mensaje original) Enviado: 13/07/2010 23:49
1. INTRODUCCIÓN

La situación económica y social de Cuba actualmente es bastante compleja debido al desgaste por la resistencia a la potencia imperialista más poderosa de la historia durante medio siglo, al bloqueo económico implacable y las amenazas militares, al efecto devastador de varios huracanes, y desde hace dos años, a la crisis económica internacional. Todo ello ha provocado un deterioro de la situación interna y de la capacidad de resistencia de algunos sectores la población. Pero el hecho más remarcable, es el surgimiento de una corriente crítica formada por algunos intelectuales, corriente que se reclama socialista, revolucionaria y «auténticamente marxista», y que defiende que se necesitan cambios profundos y acelerados en el sistema político y económico cubano debido precisamente a que el camino recorrido desde el año 1959 hasta el presente no tiene nada que ver con el socialismo. Sus miembros más destacados son principalmente Pedro Campos y Roberto Cobas. Como veremos después, en realidad sus propuestas poco tienen que ver con el socialismo, pero en cambio harían palidecer de envidia a los fisiócratas del siglo XVIII, a Adam Smith y sobre todo a los patriarcas del neoliberalismo como Milton Friedman, Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, estas propuestas son potencialmente catastróficas para el pueblo cubano, ya que dejarían a millones de cubanos desamparados al igual que sucedió con el paso a la economía de mercado en la antigua Unión Soviética entre 1987 y 1991, que provocó millones de muertos (ver gráfico al final del texto).

Los numerosos artículos de opinión de estos autores, que suelen publicarse en destacados medios de internet de la izquierda alternativa fuera de Cuba, contrastan con la escasez de artículos (excepto los de Noel Manzanares Blanco y poco más) que aparecen defendiendo las políticas oficiales que se han desarrollado en Cuba desde 1959 hasta hoy. Todos estos autores parten de similares planteamientos: unas opiniones altamente críticas de las políticas y del sistema socioeconómico vigente en Cuba, que no tendría nada que ver con el socialismo, y una percepción extremadamente catastrofista de la situación política, económica y social del país. Todos estos autores además defienden el «marxismo auténtico» contra el «Estado neoestalinista» y la «burocracia inmovilista». Finalmente, todos ellos tienen la convicción de que el conjunto de problemas que tiene Cuba son única y exclusivamente de carácter interno, como afirma Pedro Campos:

«Cuba tiene un gran problema, un problema principal del que dependen todos los demás, su actual modelo económico-político y social, sustentado en la propiedad del estado y el trabajo asalariado, burocratizado, centralizado y dirigista, heredado del neo-estalinismo, -en verdad un capitalismo monopolista de estado arropado de socialismo-que estancó el avance del proceso de socialización de la propiedad y las decisiones que le debió seguir» (1).

Así pues, según se deduce de sus artículos y a diferencia de lo que proclama oficialmente el gobierno y la prensa de Cuba, no existen factores externos al país que puedan crear graves problemas y un deterioro notable a la economía y al nivel de vida de la población. Más bien serían justificaciones de la llamada «burocracia estalinista», para impedir realizar los cambios radicales e imprescindibles que supuestamente debe hacer el gobierno de Cuba de forma urgente. Como recetas para construir un «socialismo auténtico» se mencionan entre otras la «democracia participativa», la «autogestión», destruir a la «burocracia» y al Estado, y suprimir el papel dirigente del PC de Cuba o el propio partido.

Antes de seguir queremos hacer una aclaración previa: no vamos a negar que el pueblo de Cuba está atravesando desde hace muchos años una situación de grave escasez de bienes y servicios, que hacen muy dura la vida cotidiana para la mayoría de la población. Esta situación provoca la descomposición moral, la pérdida de valores, el robo, la corrupción y un alejamiento grave respecto al proyecto revolucionario por parte de ciertas capas sociales que a medio plazo puede poner en peligro la continuidad de la Revolución (como la propia prensa cubana y muchos dirigentes cubanos denuncian continuamente de forma autocrítica). Tampoco vamos a negar que existan dirigentes políticos y directores de empresas corruptos, al igual que ciertos comportamientos antidemocráticos que puedan frenar la participación popular, y es también evidente que en medio siglo de trayectoria revolucionaria se habrán podido cometer errores económicos y políticos graves (normalmente debidos al voluntarismo) y, finalmente, es cierto que el cooperativismo, la pequeña propiedad privada, el mercado y la ley del valor pueden ser necesarios en una etapa determinada del socialismo, siempre calculando sus evidentes efectos negativos a largo plazo. Pero como veremos, entre lo que proponen los “auténticos marxistas” cubanos y el socialismo media una galaxia.

2. LA REALIDAD DE CUBA SEGÚN LOS “AUTÉNTICOS MARXISTAS” CUBANOS

Veamos ahora cuáles son las conclusiones implícitas y explícitas que cualquier lector puede captar de la economía y la sociedad de Cuba leyendo sus escritos, y los problemas objetivos que conscientemente omiten los “auténticos marxistas” para dar una imagen destructiva del sistema socioeconómico de Cuba:

  • Los efectos de la crisis económica mundial sobre la economía cubana y el bloqueo yanqui a Cuba, son invenciones de la «burocracia neoestalinista» (o por extensión, de «los hermanos Castro» situados en el vértice de esta «burocracia»), y las dificultades económicas y los problemas de abastecimiento son imputables únicamente a toda la estructura del Estado y a las ambiciones de la «burocracia». Aunque ésta engañe al pueblo esgrimiendo el fantasma del bloqueo, el país tiene acceso ilimitado a créditos financieros blandos en el extranjero y a adquirir cualquier tipo de mercancía. Las noticias que la prensa publica sobre miles de millones de pérdidas por el incremento de precios en los transportes desde el extranjero debido al bloqueo, así como de medicamentos, equipos médicos, mercancías de todo tipo, alimentos, etc., que afecta directamente a la economía y al consumo de la población, son mentiras del «estalinismo»: el bloqueo norteamericano es irrelevante y solo sirve para justificar a una «burocracia inmovilista» que, aunque tenga un discurso patriótico, en realidad ha pactado con los Estados Unidos para que nada cambie y así repartirse el país cuando se derrumbe la revolución.
  • Los cuantiosos recursos económicos que destina Cuba para el ejército y la defensa, perjudicando gravemente a la economía y al nivel de vida de la población, no son para prevenir una agresión militar de los Estados Unidos, sino para contentar los caprichos de los militares o para que la «burocracia neoestalinista» justifique su «inmovilismo». El tradicional pacifismo y la noble amistad de los EE.UU., que siempre han sido respetuosos con los gobiernos de Cuba, y que nunca han invadido o bombardeado ningún país de América Latina ni han cometido jamás actos de terrorismo, no justifica tales derroches en defensa por parte de una «burocracia neoestalinista» que sólo quiere esconder su responsabilidad en la situación económica actual, desviando la atención del pueblo con amenazas inventadas y alarmismos injustificados. Además, la gran base militar norteamericana de Guantánamo no representa una amenaza para Cuba, sino una garantía de seguridad debido a que el ejército norteamericano puede proteger más eficazmente a la Revolución cubana de posibles agresiones extranjeras. Sólo una «burocracia estalinista» que pretende mantener sus privilegios a cualquier precio y engañar al pueblo es capaz de deformar esta evidencia. Y los Cinco prisioneros en cárceles del imperialismo, enviados por la «burocracia» a EE.UU., no se encontraban allí para prevenir actos de terrorismo, sino en viajes de turismo y de vacaciones, disfrutando de sus privilegios de burócratas.
  • La economía cubana no está gravemente deformada por 500 años de colonialismo español y neocolonialismo yanqui que han impuesto el subdesarrollo, el monocultivo de la caña de azúcar, el agotamiento de los suelos de cultivo y de recursos mineros como los de las minas de Matahambre en Pinar del Río y El Cobre en Santiago de Cuba, tras varios siglos de extracción de mineral. Si Cuba hubiera implantado el “verdadero socialismo” y no se hubiera atado a la URSS, ahora superaría a la economía de EE.UU. o de Europa. Además, el entorno económico natural de Cuba no es el de Guatemala, El Salvador o República Dominicana, ya que el colonialismo y el neocolonialismo desarrolló la economía cubana al nivel de los países más desarrollados. El sistema económico dirigido y estatalizado, y la incompetencia y la corrupción de la «burocracia neoestalinista» han hundido la economía al nivel de los países del Tercer Mundo.
  • La crisis energética de Cuba que limita gravemente la economía y afecta sensiblemente a la población (dificultades con el transporte, cortes de luz), no se debe a la falta de petróleo: el país dispone de reservas ilimitadas a poca profundidad que se pueden extraer fácilmente. Si se dan concesiones a las multinacionales para explorar en aguas profundas de la zona marítima, no es porque en la isla haya poco petróleo y además de mala calidad, como argumenta la «burocracia» para justificar su incompetencia, sino que es debido a que ésta no ha tenido interés o no lo ha sabido encontrar, o porque espera corromperse haciendo negocios privados con las multinacionales.
  • La economía centralizada y dirigida por el Estado no es un instrumento para establecer las prioridades económicas en beneficio de la mayoría de la población y poder disponer de un mecanismo que permita recortar las diferencias sociales y reequilibrar las desigualdades territoriales. Por el contrario, se trataría de un mecanismo económico arbitrario y antidemocrático, impuesto por la burocracia violentamente a los trabajadores para corromperse con el robo o bien para apropiarse la plusvalía de los obreros. Asimismo, el hecho de que Cuba sea una potencia mundial en biotecnología o en medicina no debido al desarrollo promovido por el «Estado neoestalinista», sino gracias a la acción de valientes científicos autogestionarios y “auténticamente marxistas” que, desafiando la cárcel y la represión de la burocracia, han logrado crear cooperativas autogestionarias de investigación biotecnológica y médica que compiten a nivel mundial.
  • Finalmente, existen graves déficits democráticos en Cuba, de tal manera que la situación de la democracia en Cuba es comparable o incluso peor a la de “democracias” como Colombia, donde recientemente la fiscalía colombiana acaba de anunciar el hallazgo de 3.100 cadáveres asesinados por los paramilitares (2), eso sin contar el asesinato cotidiano de dirigentes sindicales, campesinos, defensores de los derechos humanos y militantes de izquierdas. 
  • Ha quedado así “demostrado” que no existen factores externos que afecten gravemente a la economía y la sociedad de Cuba, por lo que hay que ponerse manos a la obra para demoler el actual sistema político y económico, y edificar sobre los escombros de la «burocracia estalinista» el «verdadero socialismo», el llamado socialismo autogestionario.

    3. LA DEFINICIÓN DE CUBA SEGÚN LOS “AUTÉNTICOS MARXISTAS” CUBANOS

    Dos rasgos fundamentales definen a la Cuba actual según Pedro Campos, líder de los “auténticos marxistas”: el hecho de que no haya una verdadera democracia en Cuba, y el hecho de que no haya socialismo. Veamos que implican las opiniones de Pedro Campos:

    a)                                  La falta de democracia auténtica: «Una de las cosas que debe cambiar, antes de las próximas elecciones, es el carácter indirecto y representativo de tipo burgués de nuestra actual democracia, muy distante de la que necesitamos y correspondería al Socialismo, donde el poder debe ser ejercido por medio de la participación directa, sin intermediarios, por los trabajadores y el pueblo, de manera que pueda hacerse realidad la República democrática revolucionaria de los trabajadores.» (3)

    Por lo tanto, es cuestión de implantar la «democracia directa», pues como todo el mundo sabe y nos lo ha mostrado sabiamente la prensa extranjera, las recientes elecciones a delegados populares han sido antidemocráticas porque sólo han participado poco más del 90% de los electores (y seguro que la mayoría fueron chantajeados para acudir a votar). Este «grave déficit democrático» es debido a la «democracia representativa» de Cuba, puesto que toda representatividad es burguesa: cualquier candidato en Cuba que haya sido elegido para representar a un colectivo determinado, es un burgués en potencia que espera la ocasión para aprovecharse de los trabajadores, o bien tiene alma de corrupto y de burócrata. Una vez instaurada la democracia directa, «auténticamente socialista» y suprimida la maldita burocracia, todo el mundo tendrá derecho a opinar y a decidir continuamente sobre cualquier cosa que se le antoje, desde las trayectorias y rutas de los aviones comerciales, la inclinación y diámetro de los túneles, el tipo de vacunas que hay que investigar, o el tipo de armamento y organización que debe tener el ejército. Gracias a los “socialistas auténticos”, la indignación profunda del pueblo contra una «burocracia estalinista» que le impide pasar todo su tiempo libre discutiendo en asambleas, quedará reparada. Además, para evitar la delegación de poderes que viola la «esencia de la democracia y el socialismo» y el pecado de la «representatividad burguesa» que supone el enviar delegados a otros territorios e instituciones en representación de un colectivo, cada asamblea tendrá soberanía para organizarse territorialmente y decidir sobre todos los aspectos de su territorio: moneda propia, régimen económico, fronteras, policía, ejército, leyes, relaciones internacionales, etc.

    Los “socialistas auténticos” ocultan las formas de democracia directa que existen en Cuba, omitiendo varios hechos incontrovertibles: 1) la igualdad de oportunidades de toda la población de presentarse como candidato, independientemente del nivel de renta que tenga, a diferencia de los países capitalistas, donde se necesita una fortuna para ser candidato o contar con grandes aparatos de partidos corrompidos y financiados por los grandes bancos; 2) la consulta directa de numerosas decisiones mediante miles de asambleas laborales y otras; 3) la posibilidad de revocar candidatos elegidos por parte de los electores.

    Es indudable que lo más deseable es facilitar siempre que haya condiciones las formas de participación directa y el control popular de todos los procesos políticos y económicos. Pero Pedro Campos y los suyos, se aferran desesperadamente al aspecto formal (la inexistencia de una “democracia directa” en todos los aspectos de la sociedad cubana), para afirmar que en Cuba existe una democracia burguesa: la democracia cubana sería similar a la de EE.UU., Nigeria, Israel o Colombia. Así pues, si seguimos los razonamientos formalistas de Pedro Campos y su grupo, tanto en la Grecia de los esclavos o en las monarquías feudales que a veces convocaban asambleas, como en situaciones actuales de democracia directa (Suiza, mediante referéndums vinculantes, o EE.UU. mediante la elección directa de los jefes de policía locales, no muy marxistas precisamente), hay mucho más de «socialismo verdadero» que en la Cuba «capitalista».  

    Pero al contrario de lo que afirma Pedro Campos, la democracia directa no significa automáticamente socialismo, ni democracia indirecta o representativa significa obligatoriamente capitalismo, y además es demagógico pretender que puede implantarse la democracia directa en cualquier ámbito de la sociedad: ¿alguien con un mínimo de seriedad se imagina que los pasajeros de un avión realicen asambleas para decidir quién será el piloto y cómo debe volar el avión? Cualquier marxista sabe que el problema fundamental no reside en el formalismo, sino en conocer a qué grupos sociales beneficia la acción del Estado. Los argumentos ultrademocratistas, que quedan muy bien ante cierta izquierda extranjera, pero que pasan por alto la naturaleza del Estado en Cuba y sus condicionantes externos, acercan a Pedro Campos y sus amigos a una concepción del ser humano cercana al ultraliberalismo radical, aunque dejan sin responder una pregunta clave: ¿En Cuba, el Estado beneficia a los grandes bancos y a una oligarquía explotadora y parasitaria, como sucede en Colombia, España o EE.UU., o bien beneficia a la gran mayoría del pueblo?

    b)                                El hecho de que el Estado controle la economía: en Cuba no hay socialismo, sino «capitalismo monopolista de Estado» como nos dicen los «auténticos marxistas»:

    «La esencia de esa idea del socialismo, como un capitalismo monopolista de Estado manejado por el Partido Comunista, es la que también se ha desarrollado en Cuba -razones aparte-, y nos guste o no, está regida por las mismas leyes de la producción capitalista, especialmente la obtención de ganancias, por la sencilla razón de que está sujeta a la misma organización asalariada de la producción y el trabajo» (4).

    ¿Qué es el capitalino monopolista de Estado? Lenin empleó este término para definir las relaciones que se establecieron entre los grandes monopolios capitalistas y las instituciones del Estado, con el objetivo de explotar con más intensidad a la clase obrera:

    «La guerra imperialista ha acelerado y agudizado extraordinariamente el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La monstruosa opresión de las masas trabajadoras por el Estado, que se va fundiendo cada vez más estrechamente con has asociaciones omnipotentes de los capitalistas, adquiere proporciones cada vez más monstruosas» (5).

    Como vemos, Lenin quería definir la naturaleza de los países imperialistas, básicamente la interdependencia del capital financiero y los grandes grupos industriales nacionales con el poder y las instituciones del Estado. El capitalismo monopolista se apoya en una integración corporativa del proletariado nacional en su proyecto expansionista hacia el exterior, busca la manera más eficaz de incrementar la explotación de la clase obrera garantizando los beneficios monopolistas de la oligarquía financiera e industrial, y practica una política exterior imperialista, racista y militarista, que históricamente generó las dos guerras mundiales y la creación de la OTAN con todas sus secuelas. Por lo tanto, se deduce según esta definición, Cuba no sólo es un país capitalista sino también un país imperialista que «oprime monstruosamente a los obreros». Pero ¿es Cuba un país capitalista? Veamos como definió Marx al régimen capitalista. Según Marx, éste tiene dos características:

    «Primera: Éste régimen crea sus productos con el carácter de mercancías. Pero el hecho de producir mercancías no lo distingue de otros sistemas de producción; lo que lo distingue es la circunstancia de que en él el ser mercancías constituye un carácter predominante y determinante de sus productos. La segunda característica (…) es la producción de plusvalía como finalidad directa y móvil determinante de la producción. El capital produce esencialmente capital y, para poder hacerlo, no tiene más camino que producir plusvalía». (6)

    ¿Es Cuba un país capitalista? Según la definición de Marx, Cuba está muy lejos del capitalismo:

    a)          La producción de mercancías no es determinante en la economía cubana, ya que los precios de una gran cantidad de productos o servicios elaborados o consumidos en Cuba (medicamentos, educación, salud, deporte, transportes, libros, alimentos, etc.) no dependen parcial o totalmente de la ley del valor (ley que establece que el valor de una mercancía depende de la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir tal mercancía) ni de la oferta y la demanda en un mercado libre, al estar los precios regulados o subsidiados por el Estado, y la economía dirigida o planificada hacia objetivos priorizados socialmente, de tal manera que una gran cantidad de productos y servicios pierde su carácter de mercancías.

    b)        Para producir una plusvalía que enriquezca a los capitalistas incrementando constantemente sus capitales, se necesita que los medios de producción sean privados y estén en poder de una burguesía que controla los capitales, las inversiones, los mercados, y la política del Estado; y por otra parte, se necesita una la libre disposición de una masa de trabajadores que no poseen medios de producción y deben vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Este salario no equivale a la totalidad de su fuerza de trabajo, sino a un parte de la misma; la parte restante se convierte en plusvalía que engrosa y reproduce los capitales privados y la riqueza de la burguesía, proceso realizado con el control y la represión de los obreros desde las instituciones del Estado. ¿Existen en Cuba este tipo de relaciones sociales y son dominantes? Según afirman los “auténticos marxistas” cubanos así es.

    Uno esperaría que Pedro Campos y sus colegas, después de haber hallado descubrimientos tan espectaculares como que Cuba es un «capitalismo monopolista de Estado», como buenos marxistas que se consideran, demostraran con estudios detallados la existencia de la explotación al proletariado, por ejemplo mediante datos precisos o flujos de capitales e inversiones que indiquen qué grupos sociales salen perjudicados y cuáles salen beneficiados por las políticas del Estado y el gobierno… Pero lamentablemente, tenemos que recurrir a la fe cristiana o a la santería para creernos a Pedro Campos. Tampoco encontramos en los “auténticos marxistas” una identificación concreta de la burguesía o la oligarquía explotadora cubana: ¿es la administración del Estado? ¿El Parlamento? ¿Los militares? ¿Los directores de empresas? ¿Los afiliados al PC de Cuba? ¿Los «hermanos Castro»?... Oscuridad absoluta en ente punto. Porque si fueran marxistas consecuentes, una vez detectada la existencia de una clase explotadora, deberían llamar al pueblo a hacer una revolución y derrocar al gobierno.

    Por otra parte, como reconoce todo el mundo, uno de los problemas históricos de la economía cubana ha sido la baja productividad en muchos sectores, y la presencia de fenómenos no muy acordes con la tesis del «capitalismo de Estado», como la existencia de decenas de miles de trabajadores que reciben salario íntegro sólo por estudiar o el exceso de plantillas (se habla de más de un millón de trabajadores que deben ser recolocados) en muchos centros de trabajo, además de otros elementos de ayuda social llamados «paternalistas» por sus detractores. Una burguesía que se contenta con tasas de crecimiento mínimas o negativas, que subvenciona a un millón de trabajadores y paga salarios por estudiar a otras decenas de miles, es sin duda la más estúpida de la historia del capitalismo.

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    Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
    De: unodostres Enviado: 14/07/2010 00:01

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    Añadamos además a la descripción de Cuba como «capitalismo monopolista» que este tipo de capitalismo, típico de la época del imperialismo, se caracteriza por una parte por el dominio de grandes monopolios y multinacionales que controlan ramas enteras del mercado para enriquecerse adicionalmente mediante precios arbitrarios; y por otra parte, por el saqueo imperialista de los países oprimidos mediante el intercambio desigual, la deuda externa o el simple saqueo de sus recursos naturales. ¿Forma parte Cuba del sistema imperialista? Pedro Campos y los suyos deberían demostrárnoslo con algo más que con pobres descalificaciones a los miembros dirigentes del PCC y del gobierno cubano.   

    Finalmente, hay un dato relevante que Pedro Campos omite: un importantísimo sector de la economía cubana no está en manos del Estado, sino de cooperativas o pequeños propietarios: por ejemplo, según informó recientemente el ministro de economía, el 41% de la superficie agrícola y el 70% del valor de la producción agropecuaria corresponde a cooperativas y campesinos individuales (7). Actualmente, como los “socialistas auténticos” conocerán, esta proporción se va decantando todavía más en contra de la propiedad estatal, debido al proceso de entrega de tierras inactivas del Estado en usufructo a campesinos individuales y cooperativas. Agitar el fantasma de la estatalización, no cuadra mucho con la realidad de un amplio sector de la economía, pero sirve para agitar determinados prejuicios contra el papel del Estado en la economía.

    Como vemos, tanto en el problema de la democracia, como en el problema de la estatalización de la economía, no se puede demostrar, al contrario de lo que pretenden Pedro Campos y los suyos, que Cuba sea un «capitalismo monopolista de Estado» regido por una democracia burguesa.

    4) LA ADULTERACIÓN DE MARX Y DE LA HISTORIA POR LOS “AUTÉNTICOS MARXISTAS” CUBANOS

    Dos ideas acerca del salario y las cooperativas torturan a Pedro Campos sin descanso: 1) el «pago por equivalentes» de Marx frente al «trabajo asalariado estalinista» y 2) el cooperativismo de Marx y el «trabajo libremente asociado» frente al «socialismo de Estado estalinista». ¿Son ciertas estas oposiciones, o bien corresponden a idealizaciones destinadas a poder criticar con más dureza el sistema vigente en Cuba? ¿Qué pensaba realmente Marx de las cooperativas y de la retribución de los obreros en el socialismo?

    Veamos en primer lugar lo que piensa Pedro Campos acerca del mercado, la ley del valor y el intercambio de equivalentes (intercambio o compraventa de mercancías de valor similar, o sea, que contienen una cantidad de trabajo similar):

    «La nueva forma de trabajo [libremente asociado, n.d.a.] no tiene ya como fin la producción de mercancías, para obtener ganancias provenientes de la plusvalía. La producción se realiza con el fin de resolver las necesidades de los productores y la población. El intercambio de productos entre las distintas unidades empresariales, al no tener el lucro como propósito, no se realizaría de acuerdo con los precios arbitrarios del mercado capitalista que esconde la explotación, sino que posibilitaría, por primera vez en la historia, que sea real la ley del valor, y los productos empiecen a intercambiarse por su verdadero valor, de acuerdo con la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción» (8).

    Pedro Campos y su grupo pretenden haber descubierto la esencia del verdadero socialismo, pero en realidad no hacen más que repetir los principios de la economía liberal o neoliberal. Veamos sus errores:

    a)          Primera confusión: al contrario de lo que afirma Pedro Campos, Marx expresó la idea de que el mercado (suponiendo que sea un mercado de libre competencia y no de monopolios) no asigna precios arbitrarios a las mercancías, sino precisamente precios muy cercanos o exactamente correspondientes a su valor real:

    «¿Qué relación guardan, pues, el valor y los precios del mercado? (…) Los precios del mercado no hacen más que expresar la cantidad media de trabajo social que, bajo condiciones medias de producción, es necesaria para abastecer el mercado con una determinada cantidad de dicho artículo. (…) Hasta aquí, el precio de una mercancía en el mercado, coincide con su valor. De otra parte, las oscilaciones de los precios del mercado, que unas veces exceden del valor o precio natural y otras veces quedan por debajo de él, dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda. (…) Si la oferta y la demanda se equilibran, los precios de las mercancías en el mercado corresponderán a sus precios naturales, es decir a sus valores» (9).

    Por lo tanto, como vemos, en el capitalismo de libre competencia, liberal o neoliberal, las mercancías se cambian (salvo circunstancias excepcionales) por su valor real, es decir, por los famosos «equivalentes».

    b)        Segunda confusión: no es en el mercado donde se genera el beneficio y la acumulación de riquezas (excepto en los mercados monopolistas), porque en el mercado de libre competencia se intercambian (se compran y se venden) mercancías por valores iguales («intercambio justo» de «equivalentes»), así que no puede haber ganancia en la compraventa. Volvamos a leer la opinión de Marx:

    «Si en términos generales y abrazando períodos de tiempo relativamente largos, todas las clases de mercancías se venden por sus respectivos valores, es absurdo suponer que la ganancia (…) brote de un recargo de los precios de las mercancías o del hecho de que se las venda por un precio que exceda de su valor. Lo absurdo de esta idea se evidencia con generalizarla. Lo que uno ganase constantemente como vendedor, tendría que perderlo continuamente como comprador» (10).

    Eso no significa que no haya una burguesía comercial que se beneficie con la compraventa, pero tal beneficio procede de repartirse la plusvalía con la burguesía industrial, no por el hecho de vender la mercancía por encima de su valor:

    «Puesto que el capital comercial no engendra de por sí ninguna plusvalía, es evidente que la plusvalía que corresponde a este capital en forma de ganancia media forma parte de la plusvalía producida por el capital productivo total. (…) El que la ganancia mercantil constituye un simple recargo, un alza nominal del precio de las mercancías por encima de su valor, no pasa de ser una mera apariencia» (11).

    c)          ¿De dónde sale entonces la ganancia del capitalista? No de la compraventa, el comercio o el intercambio en el mercado, sino de una parte del trabajo del obrero, adicional al salario que recibe, que se la embolsa el capitalista como plusvalía mediante unas relaciones sociales que ocultan la esencia de la explotación:

    «Aunque sólo se paga una parte del trabajo diario del obrero y la otra parte sigue sin retribuir, y aunque este trabajo no retribuido o plustrabajo es precisamente el fondo del que sale la plusvalía o la ganancia, parece como si todo el trabajo fuese trabajo retribuido» (12).

    Veamos ahora las cuestiones relativas la retribución de los obreros. Según Pedro Campos, el sistema de trabajo asalariado, que sería característico tanto del capitalismo como del «socialismo estalinista», es injusto y va contra lo deseado por Marx, y como alternativa propone:

    «La adopción mayoritaria del sistema de trabajo cooperativo llevaría de la mano a cambiar el ingreso según el pago de la fuerza de trabajo, el salario, la forma en que lo hace el capitalismo, que se extiende por un tiempo inicial en el socialismo, por la repartición equitativa de una parte de las utilidades [el beneficio neto, la diferencia entre coste de producción y ganancia, n. d. a.], fórmula más justa, que no llega a ser la comunista “según las necesidades”. Tal fórmula posibilita a su vez que se vayan modificando paulatinamente las leyes y categorías de la producción mercantil, como las leyes del valor y de oferta y demanda y el intercambio de mercancías se vaya convirtiendo en intercambio de equivalentes, lo cual supondría ya el triunfo de la sociedad socialista.» (13)

    Poco tiene que ver esto con socialismo y mucho con políticas de ajuste neoliberal: si se hace depender el salario de los beneficios netos de una empresa, no estamos hablando de socialismo, donde la propiedad de los medios de producción es colectiva, sino de capitalismo autogestionado. Vincular los ingresos de los obreros según los beneficios de la empresa se aleja del concepto de equivalente que se pretende defender como retribución, y plantea dos problemas añadidos: 1) si una empresa fuera deficitaria y no obtuviera beneficios, automáticamente los trabajadores se quedarían sin ningún ingreso, y 2) si dos trabajadores de dos empresas diferentes que producen la misma mercancía pero tienen productividades diferentes, obligatoriamente los más productivos podrán vender una mercancía mucho más barata que los menos productivos, con lo cual acumularán muchos más “equivalentes” a expensas de los “equivalentes” de los otros, esto a pesar de que teóricamente la oferta y la demanda permitan un «intercambio justo de equivalentes» en el mercado.

    ¿Cuál era la concepción marxista de lo que debía retribuirse a los obreros en el socialismo? Marx, en la Crítica al Programa de Gotha, arremetió contra la concepción de Lassalle que afirmaba:

    «La emancipación del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo». (15)

    Compárese a Lassalle con «la repartición equitativa de las utilidades (beneficios netos)» de Pedro Campos.

    Frente a esta concepción, Marx respondía: «¿Que es el “fruto del trabajo”? ¿El producto del trabajo o su valor?». Y explicaba que antes que retribuir al obrero con el “fruto del trabajo”, había que descontar los fondos para reponer los medios de producción, para incrementar la producción, y los fondos destinados a prevención por accidentes, etc. Posteriormente, la masa sobrante sería destinada a los fondos de consumo de los obreros. Pero previamente, habría que realizar otra deducción antes del pago: los pagos de la administración («burocracia»), los ingresos para financiar instituciones comunes (escuelas, hospitales, etc.), y los fondos destinados a sostener a personas que no pueden trabajar (jubilados, niños, etc.) (14). Por otra parte, Marx no explicitó, pero las amenazas imperialistas así lo requieren, que también habría que destinar una gran parte de fondos para el ejército y a la defensa. Tampoco explicó Marx la manera como se debería organizar y gestionar toda esta serie de instituciones comunes y la administración de las empresas. En el caso de Cuba, se realiza apoyándose en el «Estado neoestalinista» y tratando de estimular la participación popular. Pero a Pedro Campos, para buscar el apoyo de Marx, no se le ocurre nada mejor que utilizar una cita completamente amputada:

    «En la crítica al Programa de Gotha, Marx expresa: “…en el régimen de intercambio de mercancías, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, y no en los casos individuales.” Será pues, en el nuevo sistema de producción basado en la autogestión obrera, donde el intercambio de equivalentes comience a ser real, no solo como término medio, sino también en los casos individuales.» (16)

    Si Pedro Campos se hubiera molestado en plasmar el texto de Marx al completo, el lector tendría una idea diametralmente diferente de lo que se pretende demostrar. ¿Cuál era la opinión de Marx sobre la retribución de los obreros, si ésta no podía ser ni un «reparto equitativo del fruto del trabajo» de Lassalle, ni la «repartición equitativa de las utilidades» de Pedro Campos? Es un equivalente a la cantidad de trabajo que ha dado el obrero en la producción, medido en tiempo de trabajo o en intensidad (productividad) del trabajo, según el mismo principio que rige en la economía de mercado, el «intercambio de equivalentes», pero ya sin la característica de valor debido a que los medios de producción son colectivos:

    «En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente. (…) El productor individual obtiene de la sociedad -después de hechas las obligadas deducciones- exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. (…) La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de ésta bajo otra distinta. Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancías, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, porque bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercancías equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.» (17)

    Por otra parte, Marx habló efectivamente de que en el mercado capitalista el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, debido a que los precios en el mercado pueden oscilar por encima o por debajo de sus valores reales de forma pasajera (esto puede suceder en momentos puntuales de especulación de mercancías, en caso de monopolio, etc.). Por lo tanto, en el capitalismo liberal o neoliberal ya se produce un «intercambio justo de equivalentes» aunque sea como término medio. ¿Ese es el “socialismo” que quieren implantar en Cuba los “auténticos marxistas”? No es el mercado espontáneamente el que puede cambiarse a sí mismo de naturaleza, es una acción consciente y reguladora exterior al mercado la que puede modificar la ley del valor, y ésta puede ser de dos tipos: el monopolio capitalista, o un Estado que regula los precios y controla o orienta la producción, las finanzas y el comercio. 

    ¿Cuál es por tanto la característica del “intercambio de equivalentes” en el socialismo, a diferencia del salario en el capitalismo?: la propiedad pública de los medios de producción, la planificación económica, que restringe o suprime la ley del valor (controlando precios, subvencionando determinados sectores e invirtiendo no en función de la máxima rentabilidad del capital, sino de otros criterios como puede ser el bienestar social, la defensa, etc.), el hecho de que los beneficios obtenidos no se emplean para enriquecer a una elite minoritaria, sino para realizar programas que beneficien a una mayoría, y para mantener en funcionamiento las instituciones comunes que deben sufragarse con fondos de algún lugar.

    Pedro Campos, la idealización de las cooperativas y la historia-ficción

    Toda la confusión acerca del cooperativismo en Marx por parte de los “auténticos marxistas” cubanos reside en la identificación abusiva del concepto de trabajo social o cooperación con las cooperativas, que no son más que una de las formas que puede adoptar el trabajo social. Pero la cooperación puede adoptar muchas otras formas, entre ellas y mucho más que en simples cooperativas, el trabajo dirigido por el Estado en base a intereses generales democráticamente establecidos o consensuados.

    En primer lugar, digamos que Marx no pudo ni soñar que el socialismo podría triunfar antes en una pequeña nación caribeña subdesarrollada que en un país capitalista adelantado, y por lo tanto no tiene ningún valor trasplantar un pronóstico de la Europa occidental del siglo XIX a la Cuba del siglo XXI. Nunca podremos saber si el socialismo en los países desarrollados hubiera sido diferente al cubano, ni si hubiera existido la imagen del «trabajador libremente asociado» y del cooperativismo que Marx se imaginó (seguramente pensada ante todo con fines de agitación revolucionaria ante un Estado que oprimía salvajemente a los obreros). La especulación sobre lo que hubiera sucedido no es ninguna ciencia y la historia quiso que el socialismo comenzara en lugares muy alejados y con condicionantes radicalmente diferentes a los imaginados por Marx, que no conoció ni la época del imperialismo, ni la descolonización, ni la formación de monopolios económicos y multinacionales. Aferrarse dogmáticamente a lo que era correcto hace 200 años para los países de Europa y jamás imaginado para una pequeña isla caribeña bloqueada, no es precisamente una seña de marxismo.

    Los que rechazamos el dogmatismo, tratamos de ir más allá del populismo de las bonitas frases hechas y fórmulas mágicas y preferimos analizar el proceso histórico que motivó la existencia del «socialismo de Estado»: las revoluciones triunfaron en países coloniales, semicoloniales o escasamente desarrollados, con una clase obrera débil y con unas relaciones sociales capitalistas poco maduras en general. Fueron revoluciones agredidas y bloqueadas por el imperialismo implacablemente, que no tuvieron más solución que recurrir al Estado para la política de defensa, industrialización, desarrollo económico y transformación social. En Rusia, primer país socialista, las veleidades autogestionarias y contra el Estado no cuadraban bien frente a un enemigo mucho más poderoso que demostró sobradamente su intención de ahogar en sangre a la Revolución, y por ello hubo que emplear el Estado para defenderse de la agresión y como instrumento de aceleración del desarrollo. Hasta Lenin, que había pronosticado una rápida desaparición del Estado en su obra El Estado y la revolución, tuvo que archivar ésta indefinidamente una vez los condicionantes del poder y las circunstancias que vivió le impusieron otros caminos.

    Por otra parte, en el discurso liberal de los «auténticos marxistas» se encuentra a faltar un hecho muy importante: la mayor reestructuración económica de la Cuba revolucionaria, entre 1990 y 1994, que implicó la apertura de mercados libres, la doble moneda, el autofinanciamiento de las empresas, la cooperativización del campo, el fin del monopolio estatal del comercio exterior, etc., se realizó desde el «Estado estalinista», lo cual refuta sobradamente la campaña sobre el supuesto «inmovilismo» de los «estalinistas».

    ¿El Estado puede generar una burocracia que distorsiona la economía y el funcionamiento social? Por supuesto. Pero lamentablemente, es el precio que han tenido que pagar los pueblos oprimidos allá donde han tratado de construir sociedades alternativas. No obstante, tampoco se puede acusar automáticamente a cualquier funcionario o dirigente de «burócrata» como hacen sistemáticamente Pedro Campos y su grupo para desprestigiar ante la izquierda internacional al modelo socioeconómico cubano.

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    Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
    De: unodostres Enviado: 14/07/2010 00:08
    Mi fanatismo,el respeto a la opinión ajena.José Martí

    orrio@enet.cu

    La Habana,10/07/13.- Uno de tantos comentarios aparecidos en Kaos/Cuba, a propósito de la publicación de los artículos Cuba: el “extraño” caso de la familia Suñé-Cabrera (1) y El Misterio de la Santísima Trinidad: corrupción, burocratismo, contrarrevolución, me invita a apuntar algunas consideraciones sobre el ejercicio de la libertad de expresión en la patria de José Martí, quien en su momento afirmó que “El respeto a la libertad y el pensamiento ajenos, aún del ente más infeliz, es mi fanatismo; si muero, o me matan, será por ello”.

    Dicho comentario expresa que “Claudia tiene toda la razón, los problemas los deben debatir los cubanos, debe ser un debate internoy crítico ¿qué sentido tiene sacarlo fuera? Y es que es normal, los revolucionarios cubanos están hasta los cojones de la campaña mediática contra Cuba absolutamente desproporcionada respecto a lo que es la realidad internacional, llena de embustes, infamias y donde se practica la política del embudo y de la lupa y el telescopio con todo lo que sucede en la Isla, como para que Orrio venga contando historias de desahucios o de limpieza en las calles. ¿En que benefician esos artículos de cara al exterior de Orrio, Campos y compañía? En nada. Hay que ser más realistas y más consecuentes y no hacer el juego al enemigo. Ante la adversidad unión y sino jodidos estamos.”

    Efectivamente, quien se identifica como Claudia Benítez tiene razón al expresar que los problemas de Cuba son asunto exclusivo de los cubanos. Pero aclaro: DE TODOS LOS CUBANOS, porque en esas discusiones se tiende a excluir a la emigración criolla y a negarles el derecho que la Constitución de la República les consagra, aunque sea por omisión.Acepto que quienes actúan como agentes del Gobierno de los EE.UU. en cualquiera de sus formas, renuncian a ese fuero porque devienen delincuentes por delitos penados internacionalmente, y por lo tanto se autoexcluyen del derecho al debate.Pero ésa es una minoría ínfima. Son muchos más los presidiarios privados de ese derecho por mandato de Ley, mientras cumplen su pena, que quienes sirven a gobierno extranjero cualquiera..


    Otra aclaración,o más exactamente, una deducción:si como Benítez afirma, Cuba es asunto de los cubanos y de nadie más, también los cubanos tenemos el derecho de diferenciar claramente los límites de la llamada solidaridad con Cuba,porque una es solidarizarse y otra arrogarse el supuesto derecho de interferir en nuestros asuntos internos a nombre de la solidaridad, lo cual tampoco significa no escuchar la opinión RESPETUOSA del solidario.Lo apunto en tono general y personal, por cuanto dicha señora se ha arrogado el supuesto derecho de intentar descalificar PERSONALMENTE a un tal Manuel David Orrio,simplemente porque no está de acuerdo con las opiniones de éste acerca de la tierra donde nació, defendió a riesgo de vida e identidad personal, y actualmente habita. En buen Derecho, su conducta es una ingerencia en los asuntos internos de Cuba.


    A tales efectos, recuerdo una anécdota de Fidel que el sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal relató en su libro En Cuba.Visitaba el país Ekaterina Fúrtseva,entonces ministra de Cultura de la extinta URSS, y ésta reaccionó airadamente contra un mural de René Portocarrero que entonces se encontraba--no sé ahora--en el Palacio de la Revolución.Dicho mural, por supuesto, contradecía "todo lo establecido"dentro del llamado realismo socialista y más o menos hubo una pregunta al estilo de "¿pero qué cosa es ésto?".


    La respuesta de Fidel fue, como el rayo y no cito textual, que "éstas son locuras que pinta un loco para los que gustan de esta clase de locuras, y que está promovido por los locos que hicieron esta Revolución".


    Por lo tanto, la decisión de publicar o no un tema espinoso sobre Cuba, fuera del Archipiélago criollo, es una decisión SOBERANA del cubano correspondiente, avalada por la Constitución de la República en su artículo 53 y limitada a tenor de normas internacionales por el correspondiente 62 y legislaciones complementarias como el Decreto-Ley 191 y sus reglamentos ramales, los cuales definen y protegen los temas sensibles que EFECTIVAMENTE no pueden regalarse al enemigo.


    Soy periodista, no abogado, aunque puedo jactarme de una cultura jurídica básica que todo profesional de los medios de difusión ha de tener.Rolando Alfonso Borges, jefe del Dpto. Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, fue testigo presencial de este concepto mío, expresado ante más de 200 periodistas:"los cubanos hemos hecho el milagro de crear un Estado de Derecho a pesar de vivir bajo condiciones de estado de sitio".


    Por ello, si los criollos hicimos el milagro, su primera defensa es la del respeto, diría religioso, a la Constitución y las leyes que estén a tono con la constitucionalidad debida y el orden jerárquico de la Ley, ambos notoriamente irrespetados en Cuba, ante todo por la Asamblea Nacional del Poder Popular, que frecuentemente ha aprobado o ratificado instrumentos jurídicos inconstitucionales o ilegales."Los hechos son tercos; cuando no pueden entrar por la puerta, lo hacen por la ventana", apuntó Lenin.


    A mi modesto entender, éstas son las reglas de juego de un verdadero y honesto debate sobre la tierra de José Martí.


    Si Pedro Campos,Manuel David Orrio u otro cualquiera, son enajenados por causas burocráticas de publicar en Cuba, lo que sí no es discutible es su derecho a hacerlo donde entiendan necesario, lo que les parezca necesario, siempre y cuando actúen a tenor de la Constitución y las leyes coherentes con ella.Da lo mismo si se trata acerca de problemas cardinales del futuro de Cuba, de un oscuro desahucio donde existe sospecha de corrupción, o de la sanción a un militante del Partido Comunista que muchos consideran injusta.


    Admito que, por ejemplo, la historia de un oscuro intento de desalojo debiera ser publicada por la prensa nacional.Pero si ésta tiene conocimiento del problema, como en el caso que ocupa,y calla,el deber ciudadano y periodístico es PUBLICAR DONDE SEA, siempre y cuando el periodista PROFESIONAL--Pedro Campos no lo es y por lo tanto sus fueros son ciudadanos y por lo tanto mayores--observe, entre otros, el artículo 4 de los Estatutos de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) el cual manifiesta que "La UPEC hace suyos los preceptos de la Constitución de la República de Cuba, especialmente los contenidos del Artículo 5, donde se reconoce al Partido Comunista de Cuba como fuerza dirigente superior de nuestra sociedad y del Estado, ydel Artículo 53, donde se reconoce a los ciudadanos la libertad de palabra y de prensa conforme a los fines de la sociedad socialista, así como el carácter de propiedad social o estatal de los medios de comunicación masiva, que en ningún caso pueden ser objeto de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad."


    Nada, absolutamente nada en la Ley cubana, dice que el periodista profesional no puede publicar en el extranjero siempre y cuando cumpla con preceptos como los citados, o con el establecido en el artículo 9 del Código de Ética, el cual reza:"El periodista contribuye con su trabajo a promover los mejores valores nacionales, el cabal conocimiento de las leyes y el perfeccionamiento constante de nuestra sociedad socialista".


    De este modo, denunciar hechos como un desalojo ilegal o la sanción a un destacado militante del Partido Comunista que devino HECHO PÚBLICO y por lo tanto noticia, ante todo por su carácter al parecer injusto, ES DEBER DEL PERIODISTA CUBANO.


    Acato el artículo 4 del mencionado Código de Ética, el cual regula que "El periodista debe enfrentarse a aquellos actos de entidades o personas que obstaculicen el acceso a la información de utilidad pública o constituyan presiones que limiten en cualquier forma el cumplimiento de su deber profesional y social. En caso de diferendo, para defender su derecho puede apoyarse en la dirección del órgano de prensa, en la Unión de Periodistas de Cuba, o dirigirse a cualquier instancia política, estatal o de la administración pública. También podrá denunciar tales actos en su órgano de prensa si la dirección del medio estuviese de acuerdo".

    Cuba:algunas consideraciones sobre la libertad de expresión
    En este caso, al menos para mí, amerita una salvedad: como colaborador estable de Kaos en la Red, tengo el derecho de publicar sin previa consulta y sin perjuicio de que para el caso concreto del "oscuro desahucio", sí hubo aviso a varias instancias de Gobierno y de Partido.Sépase de una vez: el 1ro de julio, cuando la familia Suñé-Cabrera estaba notificada verbalmente de que el desalojo tendía lugar, tomé la delantera, ingresé a la vivienda en horas tempranísimas de la mañana, literalmente me atrincheré con la familia y, a puro teléfono, promoví o hice personalmente diversas gestiones, cuando testigos varios ya veían desde la casa o desde las afueras el inicio de lo que parecía el despliegue,misteriosamente desaparecido sobre las 10 a.m. de ese día.

    Como no milito en el Partido Comunista de Cuba, me abstengo en estas líneas de opinar sobre el caso Morales Domínguez. Pero en nombre de su derecho a quejarse, reproduje en Kaos, tomado de su blog personal, su artículo El Misterio de la Santísima Trinidad: corrupción, burocratismo, contrarrevolución. Es su derecho y el mío, avalado por la Constitución primero, y por el sentido de justicia después.

    http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-algunas-consideraciones-sobre-libertad-expresion

     



     
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