Doctrina, cuna y pan.
A unos días de haber comenzado el nuevo curso escolar hojeo los libros del curso de mi hijo Malcom y me parece pesada la carga con la que tendrá que bregar. Mi esposa y yo compramos forros de colores, recortamos piezas de nylon para cubrirlos y les pegamos unas figuritas para que se vean mejor. Pero lo que me preocupa no es el exterior sino la carga de veneno que recibirá en los próximos diez meses.
Su libro de Lectura de 2do está infectado de viñetas con milicianas, fotos de Camilo y Che Guevara, un Abel Santamaría, un cuartel Moncada, una mancha negra, en alto contraste que debe ser Fidel Castro tirándose de un tanque de guerra en un recodo de Playa Girón… y mil consignas más.
En el bullicio de las mañanas que le esperan su maestra le inyectará, como si estuviera cumpliendo un deber sagrado, lo que ella misma lleva inoculado por casi medio siglo de existencia: el odio al enemigo, el amor a un líder,el apego a una ideología que su edad (la de mi hijo) no le permite tomar como una opción.
En medio del curso que comienza el libro de Lectura que ‘no nos han cobrado como un signo de la benevolencia revolucionaria’ le trae la Jornada de Abril (un mes que me recuerda las flores que dicen los poetas), en el que tendrá que repetir a fuerza de costumbre que sí, que será como el Che Guevara, con la mano abierta a la altura de la frente. También le trae una jornada en octubre que deberá cumplir -la Jornada Camilo-Che, donde siempre se habla más de éste que de aquél.
Es una encerrona contra la inocencia de sus casi siete años. Pancartas con la imagen de los Cinco espías presos en Estados Unidos, la cantaleta de la Televisión en sus cuñas no comerciales, pero sí ideológicas, en fin, un cerco del que le será harto difícil escapar sin un rasguño. Nos tocará a nosotros en casa hablarle de la primavera y el invierno, del polen de las flores y las estrellas en la noche. Igual tendremos que acercarlo a la tierra para enseñarle a sembrar los árboles que mañana le darán sombra, flores y frutos, e intentar a como dé lugar que aprenda a ser un hombre bueno. Será un camino largo y espinoso.