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General: Las elecciones presidenciales de Irán
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De: residente  (Mensaje original) Enviado: 01/10/2010 00:34
InternacionalesLas elecciones presidenciales de Irán

Por Immanuel Wallerstein
La Jornada

Las recientes elecciones en Irán, y los subsecuentes desafíos a su legitimidad, han sido un asunto de enorme conflicto interno en Irán y un debate que parece interminable en el resto del mundo –un debate que amenaza con permanecer por algún tiempo todavía. Una de sus más fascinantes consecuencias es que en esta discusión de escala mundial ha habido una enorme división entre personas que se consideran parte de la izquierda del mundo. Varían en sus puntos de vista –desde ser gente que respalda incondicionalmente el análisis que Ahmadinejad/Jamenei hacen de la situación, a ser oponentes virtualmente incondicionales, con múltiples posiciones intermedias. Esto puede reflejar tanto el estado de la izquierda mundial como la situación en Irán.

¿Qué ha ocurrido en Irán? Hubo una elección. Al parecer hubo una gran afluencia de votantes. El gobierno anunció una victoria arrasadora del presidente en el cargo, Mahmud Ahmadinejad. Los simpatizantes de los otros tres candidatos han hecho la acusación de que las cifras son fraudulentas. Las dos principales bases de estas acusaciones fueron la rapidez y naturaleza cerrada del proceso de conteo y la implausibilidad de algunos resultados de votaciones si se desglosan según las diferentes áreas del país. La autoridad última de Irán, el ayatola Ali Jamenei, aseguró en términos sin ambigüedades que los resultados de las votaciones eran esencialmente correctos y que, como tal, la elección era enteramente legítima. Él ha insistido en que todos reconozcan la validez de los resultados y que dejen de cuestionarlos.

Inmediatamente después de las elecciones grandes números de personas salieron a las calles a protestar los resultados reportados y llamaron a un recuento o a nuevas elecciones. Conforme acumularon vapor estas protestas, Ahmadinejdad/Jamenei respondieron con medidas represivas más y más severas. Las Guardias Revolucionarias y la llamada Basiji (una especie de milicia popular) utilizaron considerable fuerza para sacar a los manifestantes de las calles, mataron a algunos y arrestaron a números significativos en el proceso.

Todavía ahora, las figuras principales de la oposición, el candidato presidencial Mirhosein Musavi y sus dos simpatizantes clave, los ex presidentes Akbar Hashemi Rafsanjani y Mohammad Jatami, continúan arguyendo que las elecciones no produjeron un resultado legítimo. En esto cuentan con el respaldo de los otros dos candidatos en la carrera presidencial, que recibieron menos votos.

¿Qué es lo que quieren estas importantes figuras? Todas alegan ser fieles seguidores de la revolución de 1978-1979 y estar dedicados a la preservación de la república iraní existente. En resumen, no están llamando a un cambio de régimen. Por el contrario, insisten en que son más fieles adherentes del espíritu original de la revolución iraní que el grupo que actualmente está en el poder.

¿Cómo ha interpretado esto la izquierda mundial? La presente situación en Irán no es para nada única. Después de todo, ha habido protestas populares masivas en muchos países de todo el mundo en un momento u otro por mucho tiempo. Así, la izquierda mundial tiene interminables analogías con las cuales comparar la situación iraní. Para empezar, está la revolución iraní de 1978-1979. Pero también está Tienanmen en China, en 1989, las revoluciones de 1968 en incontables países, las llamadas revoluciones de colores, de cosecha reciente en los ex países comunistas, un gran número de acontecimientos en diferentes países latinoamericanos y las huelgas generales en Francia en 1995. Uno podría remontarse a las revoluciones rusa y francesa si así lo deseara.

Con toda seguridad, la izquierda mundial –cualquier cosa que esto sea– no tiene una visión unificada de estas protestas populares. De hecho, uno podría decir que uno de los principales problemas con la izquierda mundial contemporánea es su incoherencia colectiva al encarar la panoplia y notable variedad concreta de tales protestas populares.

La razón de esta incoherencia colectiva es triple. Primero, hay una larga historia de desilusiones con los resultados de dichas protestas populares, especialmente en los últimos 50 años. Segundo, hoy hay una debilidad organizativa objetiva de los movimientos políticos de la izquierda tradicional en la mayoría de los países. (Las principales voces de la izquierda mundial de hoy tienden a ser, en su mayor parte, primordialmente intelectuales con posturas independientes o activistas localizados en muy pequeñas organizaciones.) Tercero, está el hecho de que los llamados análisis de izquierda difieren fundamentalmente en lo que piensan que se debería mirar cuando se analiza las situaciones concretas.

Algunos miran primordialmente las relaciones interestatales. ¿Cuál sería la consecuencia, geopolítica, de que un gobierno particular fuera remplazado por una serie diferente de líderes o, más aun, de que un régimen cambiara hacia uno de diferente tipo? En el caso de Irán en el momento actual, todos saben que está en fuerte conflicto con Estados Unidos (y en menor grado con Europa occidental), sobre todo pero no exclusivamente en lo relacionado con asuntos nucleares. El presidente Ahmadinejad está identificado con una fuerte posición iraní vis-à-vis Estados Unidos. Tanto él como Jamenei han argumentado en repetidas ocasiones que Estados Unidos y Gran Bretaña están tras las protestas populares con el fin de que Ahmadinejad sea retirado del cargo en favor de alguien más maleable desde el punto de vista estadunidense. Hugo Chávez ha ofrecido su total respaldo a Ahmadinejad primordialmente con estos argumentos. Ésta es una forma plausible pero limitada de analizar una situación. Después de todo, pocos izquierdistas apoyarían el actual régimen de Myanmar, que recientemente suprimió brutalmente las manifestaciones de monjes budistas con el argumento de que el gobierno estadunidense anhela ver un cambio de régimen en Myanmar.

O uno podría mirar, más bien, las divisiones de clase al interior de Irán. Algunos autoidentificados miembros de la izquierda mundial argumentan que los simpatizantes de Musavi son en gran medida personas de la clase media o acaudaladas, mientras que Ahmadinejad extrae sus simpatizantes de los estratos populares. Por tanto, dicen, un izquierdista debería respaldar a Ahmadinejad. Algunos otros izquierdistas analizan la situación de modo diferente, argumentando que esto es meramente una lucha entre dos variedades de grupos privilegiados, y que el respaldo de Ahmadinejad en las zonas más pobres de Teherán es en gran medida el resultado de un populismo desde arriba (y peor aún, de un pan y circo al estilo Berlusconi). Otros más apuntan a realidades étnicas entre los estratos más pobres, argumentando que las áreas rurales donde no se habla farsi o que no son chiítas quedan fuera de la distribución populista, están oprimidos y son hostiles a Ahmadinejad, quien representa meramente, dicen, al grupo étnico dominante.

Además, muchos izquierdistas son fundamentalmente anticlericales. Se rehúsan a reconocer la legitimidad de cualquier régimen que se base en el papel central del clero. Nos recuerdan que el actual régimen iraní eliminó sistemáticamente todos los partidos de izquierda no islámicos, incluso aquellos partidos que apoyaron el derrocamiento del cha. Tudeh, el partido comunista iraní, ha condenado los resultados de las elecciones y respalda las demandas de Musavi pese a sus reservas hacia éste.

Hay dos cosas que decir acerca de los levantamientos populares dondequiera que ocurran. La primera es que nunca es fácil para la gente el salir a las calles a exigirle al gobierno que cambie sus políticas. Todos los gobiernos están listos a usar la fuerza contra tales demandas, unos con mayor rapidez que otros. Así que cuando la gente sale a las calles, nunca es sólo porque los de fuera los manipulan. Cuando la CIA arregló el golpe en Irán en 1953, no lo hizo induciendo a que los iraníes salieran a las calles. Lo hizo trabajando tras bambalinas con los oficiales militares. Uno debería respetar la autonomía política de los grupos que, de hecho, se arriesgan a salir a las calles. Es muy fácil culpar a los agitadores externos.

La segunda cosa que hay que decir acerca de los levantamientos populares es que siempre e inevitablemente son una coalición de muchos elementos. Algunos de los manifestantes son aquéllos con agravios específicos inmediatos. Otros buscan cambiar el personal dentro del gobierno pero no el régimen como tal. Y unos quieren cambiar, es decir derrocar, el régimen. Las manifestaciones populares casi nunca lo forma un grupo de personas consistente ideológicamente. Lo normal es que los levantamientos sucedan solamente cuando existen tales coaliciones. Pero esto siempre significa que el resultado poslevantamiento es inherentemente incierto. Así que la izquierda mundial debe ser cuidadosa al ofrecer su respaldo político y moral a los levantamientos populares.

Vivimos en tiempos muy caóticos. No es imposible una estrategia coherente de la izquierda mundial. Pero no será fácil. Y todavía no se logra. Las consecuencias para el mundo de la lucha al interior de Irán no son claras como el cristal. La izquierda mundial no debe ser muda, pero debería ser prudente.■


Traducción: Ramón Vera Herrera
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: residente Enviado: 01/10/2010 00:42
¿Dónde están los nuestros?

El sábado pasado llegué de Madrid a eso de la una de la madrugada. Había estado desconectado apenas dos días, pero llegué a tiempo de presenciar el nacimiento de algo, un movimiento que se ha dado en llamar la Revolución Verde. Es bastante probable que aún hoy, más de una semana después, no sepas de qué se trata. No debe extrañarte: a pesar de lo que algún gurú de Internet te quiera vender, al menos la parte internacional de dicha Revolución es un asunto principalmente virtual, con de momento escasas aunque sonoras expresiones en el Mundo Real. Hace falta una cronología.

Esa noche, mientras yo conducía por la Autovía del Mediterráneo y pensaba en que acababa de perder un cómic por no poder sintonizar la TDT, llamar por el móvil y evitar un accidente a la vez, miles de iraníes se echaban a la calle. El día anterior, viernes 12, habían acudido masivamente a las urnas para elegir a su Presidente, y una parte significativa de la población no dudaba de los resultados, sino que los consideraba un disparate de esos que provocan que te vayas a gritar a la puerta de tu casa. No han dejado de salir desde ese día.

Los dos días siguientes fueron un pequeño infierno. Rumores contradictorios apuntaban a la detención del principal líder opositor, de toda la oposición, de ninguno… A la vez, noticias contrastables confirmaban asaltos nocturnos a la residencia universitaria, donde milicias basij vestidas de paisano y armadas de porras apaleaban a los estudiantes. Cientos de vídeos inundan internet sin apenas ofrecer imágenes: son grabaciones nocturnas que recogen el grito poderoso desde los tejados rompiendo el silencio en señal de protesta. Aparecen testimonios de personal hospitalario que dan escalofríos, hasta el punto de que los médicos y enfermeros terminan manifestándose contra la represión que está llenando sus salas de heridos de bala. El miércoles se convoca una gran marcha en memoria de los asesinados que inunda de nuevo las calles. La respuesta del régimen es declarar nulos los visados de los periodistas extranjeros. Poco después les pedirá que dejen el país.

Durante todas esas noches de gritos en los tejados, las milicias (algunas importadas, como los miembros de Ansar-e Hezbollah) se dedican a destrozar mobiliario público y coches aparcados en la calles para poder culpar a los manifestantes. No contentos con ello, la televisión oficial PressTV muestra imágenes de las manifestaciones y las presenta como de apoyo al Presidente. En el exterior, The Pirate Bay se convierte en The Persian Bay durante unas horas, y el equipo de fútbol de Irán se juega las pelotas literalmente al atreverse a mostrar públicamente su apoyo al movimiento. La historia llega, si bien con documentos cuestionables, al Parlamento Europeo, donde en vez de amplificarse muere en el silencio.

Los días pasan, y se suceden los rumores acerca de división el el Parlamento iraní, en el ejército iraní, entre los propios clérigos de Irán. Una noticia de PressTV paraliza un instante la marea: una explosión en el santuario del líder de la Revolución; lamentablemente, y a pesar de lo sencillo que sería en comparación con las pruebas clandestinas de las demostraciones opositoras, no hay una sola imagen del suceso. Las manifestaciones siguen: cada día sirve de memoria de los caídos en el anterior. La represión también continúa. Ayer una joven de 26 años fue asesinada por un francotirador en los brazos de su padre. Hoy el Consejo de Guardianes reconoce que en 50 mesas electorales hay más votos que censados. Hay convocada una huelga general en un futuro aún no determinado. Hay cientos de detenidos y las comunicaciones están caídas casi todo el día. Nadie sabe a ciencia cierta cómo va a acabar esto, pero vamos a ser testigos directos si tenemos interés. Las cifras más conservadoras (esto es, las oficiales) reconocen poco más de diez muertos hasta el momento; otras fuentes hablan de un centenar y medio.

La mejor cobertura al detalle está en The Huffington Post, podéis bucear en su archivo de los días pasados. También siguiendo la etiqueta #iranelection en Twitter, aunque lo cierto es que el canal está lleno de ruido y es mucho más directo seguir a los twitters desde el propio Irán (los que hemos seguido el tema desde el principio sabemos quiénes son). Si uno presta atención y tiene algo dentro de la cabeza puede diferenciar entre rumores y noticias, y luego está la basura. Porque desde el inicio de esta crisis no pocos han preferido mantener una posición insostenible, basada principalmente en dos aspectos: la injerencia exterior y el elitismo de los twitters.

Sobre el primer aspecto caben pocas dudas, dada la marea de imágenes que nos muestran manifestaciones multitudinarias todos los días y en varias ciudades del país: Irán debería estar plagado de espías occidentales. La diplomacia internacional está actuando con un guante de seda, limitándose a condenar genéricamente la violencia contra los manifestantes pacíficos mientras muestra su deseo de que todos puedan expresarse pacíficamente. Lo más grave que Obama ha dicho al respecto es que el Mundo está observando, y que la calidad de Irán en el extranjero se mide por cómo trata a sus propios ciudadanos. De hecho, la injerencia extranjera actúa más bien al contrario: Siemens y Nokia ayudaron al régimen a montar su represión.

Otros prefieren apostar su carta a la pobreza, y nos presentan una situación donde las clases más bajas, auxiliados por el anterior Presidente mediante subsidios y demagogia, tienen derecho a imponer su visión a un grupo reducido de jóvenes ricos con acceso a internet. Para ello, alguno aporta como prueba cifras de la penetración de internet en Irán de 2005, cuando Twitter no existía. Para quien quiera actualizar su visión de las cosas, puede consultar los datos: desde 2005 a 2008 se ha triplicado el uso de internet, llegando el año pasado a una penetración del 35% y 23 millones de usuarios sobre un censo de 65 millones. Lo cierto es que hace ya meses que se habla del despunte de las redes sociales en Irán, donde han jugado un papel muy importante en la campaña del líder de la oposición en las pasadas elecciones. De hecho, si el tejido que permite las comunicaciones (no sólo internet, también móviles) no fuera tan extenso ni Irán hubiese necesitado a Nokia o Siemens ni se habría dado tanta prisa en dejar la Red al 10% de velocidad.

Es posible que quienes gritan un lunes por la desaparición de símbolos religiosos en centros oficiales el martes nos cuenten que hay que respetar a una mayoría de iraníes que piensan que las mujeres son seres inferiores, o que los homosexuales deben ser colgados (sin dar un sólo dato que certifique que, en efecto, una mayoría de iraníes acepta esas premisas), pero nunca se darán cuenta de su incoherencia. Hay quien ha llevado todo esto a su conclusión lógica: los twitters que dicen ser iraníes en realidad son tres amigos israelitas que están movilizando millones en Teherán, contra su propia voluntad y guiados por las noticias que no les llegan de agencias exteriores, gracias a la financiación de la CIA. No me lo invento, pero me ahorro el enlace. Es bastante probable que en círculos pseudo-revolucionarios dentro de no mucho se recuerden estas fechas como, en efecto, una inaceptable injerencia exterior en la nación soberana de Irán. De hecho, en España ya sobran los ejemplos.

A falta de ver para qué va a servir este levantamiento en el interior de Irán (se empiezan a oír voces que cuestionan la convivencia de la República y el islamismo en pie de igualdad ya que siempre termina lo primero bajo lo segundo), en el exterior ha servido para constatar algunas cosas. Como por ejemplo, que mucha gente no necesita información para tomar una posición sobre un tema, sino que sólo necesita que aquellos con los que quiere disentir se posicionen. O ni siquiera eso, sólo necesitan imaginar qué posición van a tomar aquellos de quienes quieren discrepar y automáticamente disienten. Es el caso de todos aquellos que llaman a no tomar posiciones mientras repiten incansablemente que los medios de comunicación mienten, a pesar de que las imágenes son tremendamente gráficas, el flujo de noticias fiables estable y nadie esté hablando de medios de comunicación. Te contarán alguna milonga sobre los intereses occidentales en la zona mientras les muestras a jóvenes valientes que salen a manifestarse con la cabeza descubierta hartas de que cuelguen homosexuales en la plaza pública, hartas de ser ciudadanas de segunda. Ciudadanos cansados, en definitiva, de no ser quienes dirigen su propia vida, sus propias costumbres, hartos de no poder expresar sus ideas ni desarrollar sus relaciones en libertad. Hartos, en suma, de ser tan distintos a nuestras democracias. Pero el bienestar y la libertad son algo que muchos hijos de estas democracias no están dispuestos a compartir.

Estas personas, que se quejan con razón cuando Estados Unidos bombardea un mercado en Irak o cuando Israel se excede en sus medidas militares, parecen incapaces de mover un dedo cuando los propios dirigentes maltratan a sus ciudadanos. No levantarán la voz si Hamas plantea una limpieza ideológica en Gaza, ni si el régimen iraní aplasta a unos jóvenes que sólo quieren tener la misma libertad que cualquiera de nosotros. En estos casos, siempre hay un bien mayor que empuja al silencio, si no a la comprensión, en una actitud que sorprendentemente es su principal acusación a los demás.

Estas personas no son de los míos. ¿Dónde están los nuestros, izquierda?

http://ishkarioth.com/blog/2009/06/22/donde-estan-los-nuestros/



 
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