El premio Nobel y la hipocresía imperialista
Fecha: Jueves 14 de octubre de 2010
Por: Celeste Murillo
El Nobel de la Paz otorgado al disidente chino Liu Xiaobo vuelve a poner sobre el tapete la funcionalidad y el alto contenido político de este premio. Ya la elección de Obama en 2009 mostró el papel que juega el Nobel de la Paz, en esa ocasión como un instrumento de respaldo político (al presidente estadounidense al frente de las guerras en Irak y Afganistán, y hoy como un instrumento de presión (hoy hacia el régimen chino).
En el contexto actual, cuando se ha desatado la llamada “guerra monetaria”, sería como mínimo ingenuo no ver la intencionalidad política de premiar con el Nobel de la Paz a alguien tan simbólico de uno de los asuntos más espinosos para el régimen de partido único de la burocracia del Partido Comunista Chino como son las libertades democráticas. Es casi imposible no ver el mensaje de presión enviado a la burocracia de Pekín, que se niega a apreciar su moneda (el yuan) y cumplir así el pedido de Estados Unidos de “asumir la responsabilidad” y pagar su parte de la enorme crisis financiera. China ya había adelantado su “incomodidad” con respecto al premio y había declarado que lo consideraría como un gesto “no amistoso” de Noruega, con quien negociaba por esos días un tratado bilateral de comercio. Sin embargo, el comité noruego premió a Liu “por su larga y pacífica lucha por los derechos humanos fundamentales en China”.
Una vez conocida la noticia hubo diferentes reacciones. Por un lado, gobierno chino respondió mediante un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores: “Liu Xiaobo es un criminal que ha sido sentenciado por la Justicia china por violar la ley (...) Esto es una obscenidad contra el premio de la Paz”. Opuesta fue la respuesta de Estados Unidos, donde la prensa y establishment imperialistas respondieron con entusiasmo y aprovecharon el momento para presionar aún más a China en la disputa económica. El presidente Barack Obama dijo: “Durante los últimos 30 años, China ha hecho un progreso extraordinario en la reforma económica (…) Pero este premio nos recuerda que la reforma política no ha seguido el mismo ritmo, y que los derechos humanos de cada hombre, mujer y niño deben ser respetados”.
¿Derechos y humanos?
Es imposible pasar por alto el cinismo de estas declaraciones cuando fue Obama el mismo presidente quien, con su llamado a la “cooperación pragmática”, llamó de alguna forma a dejar de lado el tema espinoso de los derechos humanos y avanzar en las relaciones económicas y comerciales (relaciones que se han mantenido durante las últimas décadas bajo gobiernos demócratas y republicanos, poniendo por encima de cualquier censura o cooperación sus intereses económicos y geopolíticos). Así lo demostró también la gira de la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, que en febrero de 2009 decía que aunque EE.UU. seguiría presionando sobre el tema de derechos humanos, “nuestra presión sobre esos temas no puede interferir con la crisis económica global, la crisis de cambio climático y de seguridad”.
La hipocresía de las declaraciones del presidente de Estados Unidos no tiene límites. Basta recordar la inmensa lista de crímenes y atrocidades que ha cometido el imperialismo estadounidense a lo largo de su historia mientras acusa de “totalitarios” a sus enemigos mientras tolera todo tipo de aberraciones de parte de sus gobiernos amigos. Es el caso del Estado terrorista de Israel (mimado de todos los gobiernos estadounidenses), responsable de innumerables crímenes, el hostigamiento y aniquilamiento del pueblo palestino contra quien no ha duda en utilizar los métodos más cruentos, y que mantiene la “cárcel a cielo abierto” que es la Franja de Gaza con el respaldo del imperialismo yanqui. No podemos olvidar tampoco las torturas que utilizadas en los interrogatorios de la CIA y sus cárceles clandestinas. El propio Obama se ha negado a cerrar la nefasta cárcel de Guantánamo y ha continuado las guerras en Irak y Afganistán, ambas plagadas de denuncias de matanzas, violaciones y abusos por parte de los soldados yanquis. Otra muestra de este increíble cinismo también fue el apoyo al golpe cívico-militar en Honduras, dejando más que claro que la preocupación por los derechos humanos no es más que una excusa para hacer pesar los intereses económicos y políticos estadounidenses. Y es imposible olvidar que los gobiernos europeos que aplauden el nobel de la Paz son los mismos que persiguen a los inmigrantes con sus leyes antiterroristas y xenófobas, y sus cárceles como la de Ceuta y Melilla.
Buenos negocios
Las declamaciones de democracia de Estados Unidos y otros gobiernos imperialistas son hipocresía pura. Por eso los que hoy se rasgan las vestiduras por los derechos humanos y la libertad de expresión nunca denunciaron la disciplina impuesta por la burocracia china que garantiza los negocios capitalistas, como la terrible situación que viven millones de obreros y obreras como los jóvenes de la Foxconn, donde una ola de suicidios obreros desnudaron las terribles condiciones laborales del principal fabricante de grandes marcas como Apple o Hewlett Packard, que pagan salarios miserables de poco más de 130 dólares al mes. Tampoco oímos denuncias de la censura a la lucha de los y las jóvenes trabajadores de la Honda que salieron a la huelga en junio de este año por los bajos salarios y que eligieron nuevos representantes por fuera de la burocracia sindical china. A ninguno de estos falsos demócratas que hoy aplauden el nobel a Liu les preocupa las malas condiciones de vida y pobreza que empiezan a enfrentar nuevos sectores de la clase obrera china. Porque, como señala el insospechado crítico diario Financial Times, “los inversores a menudo evitan los problemas políticos en China y algunos incluso elogian la estabilidad del régimen de partido único”, pero que el Nobel “es un recordatorio incómodo de que no se puede ignorar por completo la reforma política”. Los inversores se callan la boca mientras cuentan billetes, y los gobiernos imperialistas ponen el grito en el cielo cuando sus intereses están en juego.
El régimen de partido único de la burocracia del PCCH ha sido el garante de la restauración del capitalismo y ha permitido con la superexplotación de la clase obrera que las grandes empresas fabriquen sus productos a precios bajísimos, reduciendo así los costos y multiplicando sus ganancias. Esta transformación de China en “taller del mundo” y fuente de mano de obra barata no fue una transformación pacífica, sino que se basó en gran medida en aplastamientos de importantes movilizaciones de masas como fue la histórica manifestación de la Plaza Tiananmen en 1989, reprimida ferozmente por el gobierno chino con el resultado de centenares muertos y heridos.
Los estudiantes, intelectuales, trabajadores y la juventud que cuestionan la falta de libertades democráticas sólo encontrarán sus verdaderos aliados en los millones de obreras y obreros chinos que para luchar contra la superexplotación, cuya única arma es la libertad de organización sindical y política. En la vereda opuesta estarán estos falsos paladines de la democracia.
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¿Quién es Liu Xiaobo?
Este profesor de Literatura de la Universidad de Pekín es uno de los impulsores de la “Carta 08”, un petitorio que exige una reforma política en China. En 2009 fue condenado por “subversión del poder del Estado” a 11 años de presión. La noticia del Nobel de Liu fue censurada ampliamente dentro de China y varios activistas que celebraron el premio fueron encarcelados, y la esposa de Liu, Liu Xia, ha denunciado que está bajo arresto domiciliario.
Más allá de algunas cuestiones democráticas generales que plantea la “Carta 08”, cabe destacar que no se trata de una simple defensa de la “democracia”. Lejos de cualquier defensa ingenua de los derechos democráticos básicos como libertad de reunión o libertad de organización sindical de los trabajadores, por poner un ejemplo, en su punto Nº 14 la “Carta 08” plantea: “Protección de la Propiedad Privada. Debemos establecer y proteger el derecho a la propiedad privada y promover un sistema económico de mercados libres y justos. Debemos eliminar los monopolios gubernamentales sobre el comercio y la industria y garantizar la libertad de empezar nuevas empresas”.