En la aeronave viajaban 61 pasajeros y 7 tripulantes, 40 de ellos cubanos. Los argentinos que fallecieron son los hermanos Alberto y Stella Croce, y las parejas compuestas por Arturo González y Silvia Ferrari; Carlos Marcelo Sánchez y Miriam Galucci de Sánchez; Virginio Viarengo y Norma Peláez; y Rafael Pugliese y María Pastores. Ni bien se conoció la noticia, el gobierno argentino puso a disposición un avión que saldrá desde la base aérea de El Palomar para trasladar a los familiares de las víctimas, que seguramente será utilizado también para repatriar los restos.

“Estamos en contacto permanente –dijo Viggiano– con el Instituto de Medicina Legal de Cuba y con Aeronavegación civil, que son los responsables de la búsqueda, y nos informaron que hasta hoy a la tarde-noche (por ayer) el trabajo en el terreno era muy complicado, por la abundante vegetación. Lo que nos solicitaron es que, a través de Cancillería, nos contactemos con los familiares para ayudar a la identificación de los cuerpos, tarea complicada. La información de los familiares sobre ciertas señas particulares de las víctimas nos ayudará a identificar a las víctimas”.

“Todos los cadáveres están calcinados, excepto dos que estaban en la parte trasera. No se encuentra desaparecido ningún cuerpo”, confirmó el fiscal cubano Díaz Vergel. También se pudo localizar la caja negra y de voz del avión.

Los medios locales señalaron que la aeronave había salido a las 16.45 hora local de Santiago de Cuba, la segunda ciudad más importante de ese país, y que tuvo un último contacto a las 17.42 hora local (19.42 de Argentina). Según testigos, el avión realizó varios movimientos bruscos antes de caer. Y según los primeros informes climatológicos, habría sido alcanzado por la tormenta tropical Tomás, que azota a Centroamérica. Este es la segunda tragedia de Aerocaribbean. En 1992, 34 personas murieron cuando un avión cayó en República Dominicana.

Para sus amigos, Virginio Viarendo “era un hombre del Renacimiento” . Tenía 70 años y un saber enciclopédico que abarcaba sino todas, muchas de las manifestaciones de la cultura. Le interesaba la informática, la literatura –escribía–, la historia y, por sobre todas las cosas, la música. “Era un tipo íntegro, derecho como él solo”, lo recuerda Mariano Vobryk, director del diario La Opinión de San Bernardo, donde Viarendo trabajó 12 años como corrector. “Era un muy buen pianista y durante un tiempo colaboró con Mariano Mores . Actuaba en la antigua cantina Spadavecchia, de La Boca”.

Virginio, que estaba separado de su primera esposa, viajó a Cuba con Norma Peláez, profesora de matemática de Bahía Blanca, a quien había conocido hacía ocho años. Se contactaron a través de Internet e iniciaron una relación a la distancia. Se fueron juntos a Cuba. No era la primera vez que Peláez visitaba la isla. “Ya había estado ahí, en Perú y en Europa, le gustaba mucho viajar”, le dijo Angel Carneiro, primo de Norma a Clarín. “Era una mujer muy decidida, muy frontal e inteligente que siempre se valía por sí misma”, agregó su primo. Vivía sola en un departamento, a dos cuadras de la casa de su madre, de más de 80 años. Norma dejó un buen recuerdo en el colegio San Francisco de Asís. “Una mujer muy afable y excelente docente” dijo Ester, portera del establecimiento.

Otra de las víctimas, Arturo González, que murió junto a su esposa Silvia Ferrari, era un empresario del sector farmaceútico . Era presidente del laboratorio H. Médica Argentina y, además, vocal titular de la Cámara Empresaria de Laboratorios Farmacéuticos. Marcelo Peretta, presidente del Sindicato Argentino del rubro, lo recuerda así:. “Era un tipo muy activo y muy trabajador. El revalorizó el medicamento natural, le dio categoría de medicamento. Dentro de sus logros, consiguió la regulación para este tipo de productos. Desde su óptica empresarial contribuyó al desarrollo de la fitofarmacia. Creció mucho el consumo de ese rubro, y en buena parte se debió al trabajo que él hizo”.

También pasajera del vuelo fatal, Stella Croce estaba casada, tenía dos hijos , 65 años y vivía en Barracas. Voló a Cuba junto a su hermano, Alberto, de 70 años y soltero. “Viajaron por turismo, y no era la primera vez que lo hacían”, contó a Clarín el esposo de Stella, quien anoche esperaba noticias de Cancillería para viajar a Cuba en un avión Hércules especialmente preparado para que se trasladen los familiares de las víctimas.