Cada qué tiempo debe ser llamado a capítulo un inquieto disidente, cada cuantos meses la mancuerna de la represión debe aprisionarle las entrañas? Puede ser que esté establecido en los ajados manuales de los operativos de enfrentamiento al enemigo que la policía política cubana guarda bajo cuatro llaves. Puede ser que sean simples improvisaciones de los agentes de cada barrio o municipio. Sea cual fuere la dinámica del toque rudo en la puerta, las motocicletas pasando toda la noche por la calle donde viven los opositores seleccionados y las ventanas entreabiertas de los vecinos, no varían de un día para otro.
Cuando me llevaron para la estación policial el pasado 9 de octubre pronto supe que junto a mi estaba como las otras veces el opositor José Antonio Triguero Mulet. Un hombre de 67 años que ha participado en marchas de protesta, se ha dejado golpear y les ha dicho a las ‘autoridades’ más de cuatro frases que nunca hubieran querido escuchar.
Triguero con esa edad que nos dobla a casi todos los que lo rodeamos ha dormido en parques y terminales para evadir la vigilancia y poder acompañar a sus hermanos en desgracia. Sube a los más altos camiones para viajar de un extremo a otro en esta tierra oriental y siempre está dispuesto al paso seguro, a la palabra directa para ofrecerles lo que cree su verdad. En una ocasión fue detenido por el esbirro Rodolfo Cepena en la terminal de salida de San Germán hacia Holguín. Iba con su nieto de tres años y aunque casi suplicó que el incidente no sucediera delante del menor, los represores no cedieron, lo regresaron a casa, la discusión subió de tono y por varios días ambos sufrieron esa pena ajena de quien da el manotazo porque no le queda más razón. Ese hecho hay muchos que lo presenciaron y no lo olvidan fácilmente. Otro suceso que lo ha marcado y lo marca es el dolor que siente cuando van buscándolo a casa delante de sus hijas y demás nietos, a el un hombre de bien que solo piensa diferente a los que gobiernan en Cub ay lo dice sin tapujos no dobleces.
Un día me dijo que fue criado en medio de una familia que sólo supo trabajar para intentar hacer el bien. En cada detención, me ha dicho, tocan la tumba de mis padres pero ellos saben que no soy un delincuente.
Cada qué tiempo hay que tocarle la campana a un disidente? En qué intervalo de semanas o meses tendrán que recordar las adustas caras de los especialistas de la preguntadera, el bofetón y la pistola al cinto?
A cuanto se repartirán los timbrazos, la hoja tachada en rojo, el silbato para ensordecer, estremecer una familia y hacerle saber que hay una ‘seguridad’ aunque no haya estado?