Es agradable recordar el periodo legendario de Sumer (SUMERIA). La historia de la Baja Mesopotamia está más o menos recordada en el Génesis. En un principio, la tierra, en la desembocadura de los dos ríos, estaba sumergida entre pantanos. La biblia latina dice que el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas, pero la palabra espíritu traduce imperfectamente la voz hebrea RUHJ, que quiere decir soplo; puede significar vendaval o torbellino y también aliento vivificador.
Más adelante, en la seca recién formada, había ya ciudades: Babil, Erech, Akal y Kalmé…, son las únicas mencionadas en la Biblia. Pero por otros textos sabemos que había otras. Eridú tenía por divinidad a Ea, o al genio del abismo. Es evidente que Eridú debía estar al principio en una lengua de tierra, o en una isla, cerca de un remolino de aguas, que arrastraba al abismo todo lo que sobrenadaba. Eridú es todavía la más al sur de las ruinas de la Baja Mesopotamia. Los caldeos le llamaban “la ciudad que está al borde del agua”.
En los relieves babilónicos y asirios Ea aparece ya completamente humana, sólo que va revestido de un manto de piel de pescado. Es importante saber que para algunos asiriólogos Ea se pronunciaría en sumeria como Iau, que es la primitiva forma de Iavé o Jehova.
Mientras, el Tigris y el Éufrates, bajando paralelos a lo largo de Mesopotamia, arrastraban cantidad de limo que iba a depositarse en el fondo del golfo. Pero hacia el octavo milenario antes de Jesucristo, el levantamiento de la superficie terrestre que originó el cambio de clima, debió producir grandes trombas de agua, enormes arrastres de tierras, que poco a poco fueron formando islas en la desembocadura y más tarde el delta de la Baja Mesopotamia.
En las islas de este limo fértil fueron instalándose unas genes que hoy conocemos con el nombre de SUMERIOS. Cada tribu, cada grupo de estos inmigrantes se instaló en un diferente cayo o isla de barro, y allí adoptó un dios patronímico. Seguirá…