Los tan alabados “Estados Unidos de América” no existen en ninguna parte. Es un
Shangri-la. El Preámbulo de la Constitución deja perfectamente claro el tipo de nación que EE.UU. debería haber sido. Lo que existe actualmente no cumple con ninguno de esos objetivos. Algunos han argumentado que la nación fue un fraude desde el primer día. Sea o no exacto, lo que es obvio es que casi ciertamente fue asesinada rápidamente por John Marshall, presidente de la Corte Suprema, quien escribió la decisión conocida como Marbury contra Madison. Desde ese día, la Corte ha copiado la economía política de la Inglaterra del siglo XVII en la que falta sólo la monarquía. Los EE.UU. actuales son una nación del siglo XVII adornada con baratijas del siglo XXI, muchas de ellas letales. En lugar de ser, como pretende, “el líder del mundo libre”, es un régimen autoritario y retrógrado anterior a la Ilustración.
Como por el momento no tengo acceso a mi diccionario Oxford, no puedo especificar exactamente cuándo se llegó a aplicar la palabra “filantropía”, que etimológicamente significa “amor a la humanidad”, a la donación de dinero para construir empresas que se autoengrandecen. Pero lamentablemente, ¡así es! La gente parece tener una manera de distorsionar significados para hacer que lo malévolo parezca benevolente. Y así, empresas de todos los tipos han sido financiadas por una ‘filantropía’ semejante.
El anonimato, sin embargo, es sólo una manifestación de una tendencia más profunda y creciente en la sociedad estadounidense –la tendencia hacia más y más secreto, y nadie, que yo sepa, ha revelado las desastrosas consecuencias en última instancia de esta tendencia.
Recientemente, Sir John Sawers, jefe del Servicio Secreto de Inteligencia de Gran Bretaña, MI6, dedicó gran parte de un discurso de 30 minutos de duración al rol central del secreto en el mantenimiento de la seguridad. “Secreto”, dijo “no es una mala palabra. El secreto no existe como encubrimiento. El secreto tiene una parte crucial en que Gran Bretaña se mantenga salva y segura. Si nuestras operaciones y métodos se hicieran públicos, no funcionarían.”
¿Los tan alabados míticos “Estados Unidos de América” no existen en ninguna parte. Es un Shangri-la. El Preámbulo de la Constitución deja perfectamente claro qué clase de nación se pretendía que fuera EE.UU. ¡Leedlo! Lo que existe actualmente no cumple con ninguno de esos objetivos.
Algunos han argumentado que la nación fue un fraude desde el primer día, que la convención que redactó la Constitución estaba formada por una elite colonial que se propuso crear una nación que protegiera sus privilegios. Los hechos citados por los que lo afirman son exactos; el razonamiento es frecuentemente forzado. Sin embargo, no es fácil refutar la afirmación.
Incluso si la nación no nació muerta, ciertamente fue asesinada rápidamente. El vil hecho tuvo lugar el 24 de febrero de 1803. El asesino fue John Marshall, presidente de la Corte Suprema, quien escribió la decisión conocida como Marbury contra Madison, que no sólo se basa en argumentos absurdos sino que también es traicionera por dos motivos. Primero, Marshall adopta la posición de que “Es enfáticamente el campo de acción y el deber del departamento judicial decir lo que es la ley” lo que lleva a que la Corte se convierta en la única autoridad constitucional que no puede ser criticada. Desde ese día, la Corte ha gobernado EE.UU. como una oligarquía judicial. Segundo, la decisión provee a la Corte un paradigma sobre el cual podría basar decisiones clara y obviamente injustas. Marshall estuvo de acuerdo en que Marbury tenía derecho a ayuda pero se negó a proveerla. Es obviamente injusto; sin embargo la Constitución dice claramente que uno de los propósitos de la nación es “establecer justicia”.
Sin embargo, el resultado es obvio. Lo que hizo John Marshall fue reproducir la economía política de la Inglaterra del siglo XVII, con la sola ausencia de la monarquía, y los tribunales han promovido y mantenido esa abominación desde entonces. EE.UU. actualmente es una nación del siglo XVII adornada con baratijas del siglo XXI, muchas de ellas letales. En lugar de ser como afirma “líder del mundo libre”, es un régimen autoritario, reaccionario y retrógrado anterior a la Ilustración. ¡Ése es el gran secreto! No se atreven a revelarlo.
Podrá parecer duro calificar a EE.UU. de nación retrógrada, autoritaria, reaccionaria, anterior a la Ilustración, ¿pero de qué otra manera se puede explicar, y menos justificar, la disposición estadounidense a derrocar gobiernos democráticamente elegidos, apoyar dictaduras derechistas y convertirse en socio anuente de las naciones más corruptas del mundo? Ninguna nación inmersa en los principios de la democracia se involucraría en prácticas semejantes.
Por lo tanto, ¿qué esperan lograr los propugnadores de esta realpolitik del siglo XVII? ¿Con qué fin mantienen esta política? Trescientos años de historia han demostrado que nunca produce paz o seguridad. Ir a la guerra para preservar la paz es absurdo; cualquiera que propugne una tontería semejante debería ser ridiculizado hasta que se oculte.
Recordad lo siguiente: Los imperios sobre los cuales se decía que nunca se ponía el sol se desintegraron a plena luz del día. Todos los caballos y todos los hombres del rey no pudieron mantenerlos en pie. Por lo tanto propongo que cada cual pregunte a un inglés lo siguiente: ¿Qué valor posee un inglés de a pie en nuestros días que él o ella no habría poseído si el Imperio nunca hubiera existido? Cuando sepáis la respuesta a esa pregunta os daréis cuenta de cómo todos los recursos y vidas perdidos para crear el Imperio y tratar de mantenerlo fueron totalmente desperdiciados. Y eso es lo que siempre sucede con los recursos y la gente gastados en la construcción de imperios.
El secreto es una abominación. ¡La gente no oculta aquello que la enorgullece! Cuando los gobiernos guardan secretos, están ocultando actos vergonzosos, inmorales o ilegales. La guerra es lo contrario de la paz y no puede asegurarla. El secreto alimenta la desconfianza, la sospecha, y el conflicto; no son maneras de ganar amigos e influenciar a la gente. La realpolitik es en realidad vil politik. Hasta que el bienestar de los seres humanos se convierta en el objetivo de la actividad humana, en lugar del bienestar de las instituciones, la gente no llegará a ser otra cosa que carne de cañón y de la industria para ser sacrificada por nada meritorio.
De modo que es hora, demasiado tarde, muy demasiado tarde, de cerrar la puerta al gobierno autoritario del siglo XVII.