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General: Dilma .. en Brasil ... prepara un gabinete con un tercio de mujeres
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 23/11/2010 13:27
  Fabiana Frayssinet
IPS
 
 
 
Rousseff, que el 1 de enero se convertirá en la primera mujer en asumir la Presidencia de la potencia latinoamericana, anunció su plan de aumentar la presencia femenina en su tren ministerial al equipo que conduce la transición con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

La presidenta electa fue ministra y una de las principales colaboradoras de Lula en sus ocho años en el poder y ambos pertenecen al Partido de los Trabajadores (PT).

"Sería un gesto muy importante que por primera vez una presidenta mujer se preocupe con cuestiones de mujeres", dijo a IPS Teresa Sacchet, del Núcleo de Investigación de Políticas Públicas de la Universidad de Sao Paulo.

"Tengo esperanzas de que el gobierno dé un salto en la cuestión de género. Que tenga una mayor preocupación por la desigualdad de género así como de otras, como la desigualdad social", agregó.

De los 24 ministros de Lula, apenas tres son mujeres, pese a que se considera que durante sus dos gobiernos hubo avances en la promulgación de leyes y políticas de género.

Sin embargo, las mujeres fueron protagonistas de las pasadas elecciones de octubre y no sólo porque integraban 51,7 por ciento del electorado. En la primera vuelta electoral, el día 3, dos candidatas obtuvieron el primer y tercer lugar: Rousseff, con 47 por ciento de los votos, y Marina Silva, del Partido Verde, con casi 20 por ciento.

Por eso para Sacchet, doctora en ciencias políticas de la británica Universidad de Essex, que Rousseff tenga 30 por ciento de mujeres como ministras, tiene "una gran importancia simbólica", entre otras razones porque estimulará a otras a participar en política.

"El gesto de Dilma --como todos llaman a la presidenta electa-- de poner mujeres en los ministerios es muy importante porque Brasil deja mucho que desear en materia de participación política de las mujeres y en los espacios de poder", consideró por su parte Beatriz Galli, de IPAS Brasil.

"La igualdad de género tiene que comenzar por la participación de mujeres en el alto escalón del gobierno", dijo a IPS la consultora de IPAS, una red mundial que promueve los derechos a la salud sexual de las mujeres y que también se ocupa de la poca participación femenina en cargos de poder, en el sector público y privado.

El problema, aseguran medios de comunicación locales, es la dificultad del equipo de transición de encontrar el porcentaje femenino requerido para integrar el gabinete.

Muchas de las contactadas para diferentes puestos son diputadas y los partidos de la coalación gubernamental no quieren que abandonen sus bancas para no debilitar su presencia en el bicameral Congreso legislativo.

Pero los verdaderos antecedentes del problema nacen de los propios partidos políticos. La ley electoral de Brasil les exige una cuota de género de 30 por ciento entre sus candidatos, pero el cupo está lejos de cumplirse, aunque algo se avanzó los últimos 15 años.

En 1994, antes de la implementación de la cuota, según recuerda Sacchet, las mujeres representaban 6,4 por ciento de las candidaturas para diputados federales y 7,3 por ciento para los estaduales. En octubre sumaron 12,9 y 14,5 por ciento, respectivamente.

En comparación con los otros dos países latinoamericanos gobernados por presidentas la desproporción es mayor.

En Costa Rica, las mujeres suman 38,6 por ciento de las bancas parlamentarias y en Argentina 38,5, lo que coloca a esos países en los puestos 11 y 12 del mundo en cuanto a participación femenina, según la Unión Interparlamentaria Mundial, que pone a Brasil en el puesto 106, entre 136.

Dilma Rousseff prepara un gabinete con un tercio de mujeres
La Presidenta electa pone género a su gobierno
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 24/11/2010 16:19

La nueva mujer del Brasil

Sin una transformación estructural, Brasil no podrá mantener su crec

SÃO PAULO – El Brasil ha cambiado espectacularmente en los quince últimos años. Ha dado a su economía la orientación adecuada, ha reducido la pobreza, la disminuido la desigualdad y ha consolidado su democracia. Los fantasmas del pasado –autoritarismo, persecución política y censura– han quedado atrás, después de que la democracia brasileña pasara con éxito por pruebas importantes como un proceso por desafuero a un presidente y el ascenso a la presidencia de un antiguo dirigente sindical.

El Brasil ha pasado ahora por otra prueba: la de tener a una mujer en la cima del poder ejecutivo. Los imperativos que afronta la presidenta electa, Dilma Rousseff, son enormes, pero también lo son sus ventajas. Se han puesto las bases para un desarrollo económico rápido y no hay nada que indique la posibilidad de un cambio importante en las metas de inflación, en la autonomía del banco central o en el tipo de cambio flotante.

Roussef debe su victoria al presidente saliente, Inácio Lula da Silva, y al éxito de su administración.

Sabe que los avances del Brasil durante el mandato de Lula estuvieron respaldados por un crecimiento económico estable, transferencias sociales superiores a las familias pobres, como, por ejemplo, Bolsa Familia, y a la democracia.

Cambio necesario. Pero ¿seguirá dando resultado la misma fórmula para el Brasil en el futuro? Hay señales que avisan de que se debe hacer más, porque la estabilidad económica no produce dinamismo automáticamente. Tampoco la democracia es sinónima de instituciones fuertes y la protección social no puede substituir a un mercado laboral eficiente.

Para que el Brasil compita en el mercado internacional, resulta esencial una mayor inversión y la economía del país necesita una sacudida en materia de innovación. La productividad es escasa y la incorporación de la nueva tecnología sigue limitada a un grupo minoritario de empresas. Sin una transformación estructural, el Brasil no podrá mantener su crecimiento durante mucho tiempo.

Naturalmente, la intervención estatal en la economía corre el riesgo de asfixiar el dinamismo de las empresas y las iniciativas privadas del Brasil. Por otra parte, si el Estado no hace nada, la estructura económica podría permanecer inalterada, lo que dejaría al Brasil dependiente de las materias primas.

No hay una solución fácil para ese problema. Por eso, el imperativo principal para la nueva Presidenta seguirá siendo el esfuerzo de Lula para construir una nueva relación entre los sectores público y privado: un modelo que pueda combinar la transparencia y las medidas prácticas y que no caiga en el estatismo centralizador ni ceda ante los mercados.

La forma como Rousseff dirija ese esfuerzo será la demostración más clara de sus capacidad de mando. Los ocho años de Lula en el cargo mostraron a los países en desarrollo de todo el mundo que el Estado no puede hacerlo todo, sin por ello dejar de revelar con la misma claridad, incluso a los más ortodoxos, que los intereses de los mercados no siempre coinciden con los del país.

La gran presencia del Estado durante el mandato de Lula ayudó al Brasil a encontrar de nuevo su rumbo. El imperativo de los quince próximos años será el de consolidar los avances logrados, seguir reduciendo la desigualdad social y erradicar la pobreza extrema. Para lograrlo, hay que conseguir un nuevo apoyo a las reformas tributaria, laboral y política que en tiempos formaron parte del programa de Lula.

Más innovación y dinamismo. El Brasil ha avanzado mucho, pero, para competir con China, la India, Corea del Sur, Rusia y otros países en ascenso, el predominio de los productos con poco valor añadido debe dar paso al ascenso de una economía basada en empresas más innovadoras y dinámicas. De lo contrario, el país no logrará brillar demasiado, al mantenerse en la periferia del mercado mundial.

Entretanto, los segmentos de la población del Brasil que acaban de entrar en el mercado, si bien se muestran entusiastas con sus mejoras sociales, necesitan un apoyo duradero para consolidar los logros obtenidos en su nivel de vida. De hecho, una gran parte de la población subiste con empleos de poca productividad. Sus avances dependen, por tanto, de la mejora real de la calidad de un sistema educativo concebido para el Brasil del pasado.

Así, pues, junto a los tres pilares del éxito de Lula –crecimiento económico, redistribución de la riqueza y democracia– hacen falta dos más: la educación y la innovación, para consolidar el crecimiento económico del Brasil y lograr instituciones de mayor calidad.

Las política brasileña no siempre ha sido admirable, pero hoy está claro que el Brasil ha madurado más rápidamente que su minoría selecta.

Esperemos que Rousseff siga reduciendo ese desfase y pueda dar a los brasileños el país que merecen.

 



 
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