Qué mala suerte señor Torrijos. Ayer, precisamente ayer, cuando todos le vieron en su foto, cerveza en mano ante el descomunal y extravagante icono de la ostentación marisquera, moría Marcelino Camacho, un ejemplo de coherencia. Su piso de Carabanchel y sus chalecos de cuello vuelto. El puño en alto. Qué contraste, camarada. Qué degeneración. Su verborrea delirante, señor Torrijos, ya no era una excusa a destiempo sino un insulto a la verdadera izquierda, ayer de luto.
ADRIANO