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Respuesta  Mensaje 1 de 10 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 01/12/2010 13:01
  Manuel Sacristán Luzón
 

Nota de Edición. (Miguel Manzanera Salavert)

 

Como complemento al trabajo de mi tesis doctoral realicé una investigación en los Archivos que guardan los documentos del Partido Comunista de España (PCE) y el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Esos archivos fueron el Archivo Histórico del PCE, el Arxiu Nacional de Catalunya y el Archivo Particular de Francesc Vicens (dirigente del PSUC hasta 1965, cuando fue expulsado junto con Claudín y Semprún). En esos archivos aparecieron numerosos textos redactados por Manuel Sacristán y que reflejaban su paso por el partido, la línea política que siguió, sus relaciones con el grupo dirigente, las decisiones que fue tomando, y diversas vicisitudes que acontecieron en aquella década de los 60 de lucha antifranquista. Mi investigación abarcó todos esos años, hasta 1970.

El siguiente documento apareció como documento de trabajo en forma de copia ciclostilada, dentro del Seminario de Cuadros del Partido Comunista de España celebrado en Arrás en 1963. La copia que conservamos se encontraba en el Archivo Personal de Francesc Vicens –dirigente a la sazón del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC)- quien tuvo la amabilidad de cederme una copia. Esa copia se encuentra hoy en el Archivo Histórico del PCE en Madrid, pues una vez acabada la investigación me pareció el mejor lugar para depositarla.

El texto fue posteriormente publicado con algunas modificaciones en Realidad, la revista teórica del PCE, en el número de noviembre-diciembre de 1963. En él Sacristán analiza el problema de la libertad, primero, desde el punto de vista filosófico del materialismo dialéctico, y después desde el político-científico del materialismo histórico. De ahí que el texto se encuentre dividido en dos partes, A y B.

Se han sustituido los subrayados en el texto por cursivas en algunas frases remarcadas por el autor, en la bibliografía y en algunas expresiones; pero se han mantenido bajo los títulos de las secciones. Las notas a pie de página contienen aclaraciones bibliográficas añadidas por mí (MMS) sobre las ideas del texto. Los números entre aspas <> representan los saltos de página. El texto presenta algunas abreviaturas que han sido sustituidas en la transcripción para facilitar la lectura:

com.,....................comunista

D del P, dic. del pr,....Dictadura del Proletariado

Moc,.....................Movimiento obrero comunista

P.,......................Partido

PC, P.C.,................Partido Comunista

P.,pr.,pro.,.............proletariado

p.ej.,...................por ejemplo

soc.,....................socialista>

***

Introducción. (Miguel Manzanera Salavert)

El texto de Manuel Sacristán titulado, Elementos filosóficos del concepto de libertad, fue escrito para un seminario de formación de cuadros del Partido Comunista de España celebrado en la ciudad de Arrás, Francia, en el verano de 1963. Se trata de un texto de carácter pedagógico, que responde a una tarea general que se había asignado el autor –elevar el nivel cultural del partido y el movimiento comunista-; en este caso esa tarea se concreta en la educación de los militantes del partido en las ideas marxistas, proporcionando instrumentos conceptuales para el trabajo político de los cuadros comunistas.

La reflexión que hace aquí Sacristán tiene interés filosófico por su planteamiento del concepto de libertad desde una óptica marxista. Al mismo tiempo, contiene definiciones y aclaraciones importantes acerca de la coyuntura histórica y la línea política comunista, que nos permiten comprender tanto la evolución de su pensamiento en aquellos años, como la situación política y las tareas del movimiento comunista internacional en ese momento.

La producción del texto se inscribe en la fuerte polémica que se produce en el interior del movimiento comunista internacional en el año 63, que dará origen a la escisión maoísta, primero, y después a la sustitución de Jruchev por Brenev en la dirección del PCUS. En el PCE esa crisis corresponde con las escisión maoísta del PCE(m-l) y la expulsión de Claudín, Semprún, además de Francesc Vicens y Solé Tura del PSUC. En esa delicada circunstancia el texto de Sacristán persigue reforzar la cohesión del Partido Comunista, recordando a sus militantes su importancia histórica, al tiempo que se quiere enraizar la acción colectiva en la conciencia de clase, construida a partir de conceptos racionales.

En síntesis, nos viene a decir Sacristán, por oposición a los conceptos metafísicos de libertad –escolástico-cristiano y existencialista-, la libertad humana debe encontrarse en el mundo del trabajo –por ser el trabajo la actividad biológica específica del ser humano-. La libertad es, en efecto, la autoproducción del ser humano por el trabajo, por la práctica colectiva en la transformación del medio natural, la creatividad humana en su trato con la naturaleza. Eso significa que el ser humano tiene un cierto dominio sobre su realidad natural y es capaz de transformar la naturaleza gracias al conocimiento. Pero esto solo hasta cierto punto, pues las limitaciones son importantes. En un siglo en el que la ciencia y la producción han conseguido grandes avances, como es el siglo XX, el gran obstáculo para alcanzar un pleno dominio sobre la naturaleza proviene de la irracional división del trabajo que ser produce en las sociedades clasistas. Por eso la libertad para el ser humano es liberación respecto de la alienación, generada por la división social del trabajo en las sociedades clasistas.

En el texto se nos muestra así una enorme confianza en la evolución de los acontecimientos históricos tras la Segunda Guerra Mundial; además de tomar en cuenta el gigantesco despliegue de las fuerzas productivas con la industria moderna y la aplicación de la ciencia a la producción, el optimismo de la época se corresponde con la organización democrática de los Estados europeos gracias a la enorme fuerza de la clase obrera en Europa y el resto del mundo, organizada por los distintos Partidos Comunistas. Sacristán escribe para esa organización y para los cuadros de esa clase obrera victoriosa de esas grandes confrontaciones de clases que fueron las guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX. La ciencia aparece como fuerza revolucionaria que manifiesta la potencia de la razón humana y el planteamiento marxista de la realidad histórica de la humanidad se explica sin el carácter problemático que tendrá posteriormente para nuestro autor.

Pero la claridad en la exposición no oculta las divergencias y los conflictos ya presentes en el campo de la construcción del socialismo como modo de producción correspondiente a la comprensión científica de la realidad. Llama la atención la referencia a Stalin, que no está exenta de crítica; en cierto modo aparece como un representante cualificado del pensamiento marxista. Esa cita no es una adherencia extraña, dado el contexto en el que se produce el escrito. En el año 56 se había ya producido la crítica a los errores del stalinismo en el Informe que Jruchev, había elevado al XX Congreso del PCUS, pero esa forma de pensar todavía jugaba un papel importante en las filas comunistas. Posiblemente lo era el mismo Hans Schweinz, miembro del KPD (Kommunistische Partei Deutschlands), con quien Sacristán había realizado sus primeras actividades como comunista organizado en una célula de formación, mientras estudiaba en Münster.

En este texto, Sacristán critica el stalinismo como deformación doctrinal que está en la base de las posiciones maoístas en el debate internacional y recoge para ello una tradición de pensamiento marxista que estaba ya muy viva en el movimiento comunista. La crítica del stalinismo, como deformación del marxismo es una constante en los intelectuales marxistas desde su misma aparición. Karl Kosch y Walter Benjamin denunciaron las tendencias autoritarias entre los comunistas desde finales de los años 30. Lukács hizo la crítica del stalinismo desde 1956, pero señaló también que el movimiento comunista de la época nunca superó realmente las actitudes y los conceptos, los vicios de pensamiento de la ‘era Stalin’. Togliatti lo hizo en el Memorial de Yalta de 1964, un año antes de morir. Eisenstein hizo su interpretación del stalinismo desde la figura de Iván el Terrible en su famoso largometraje. El stalinismo es una tendencia cultural y económica propia de aquellos países con orientación socialista, que adoptan un Estado autoritario por necesidades de coyuntura histórica. Ese estado genera una burocracia parasitaria que transforma la ciencia social marxista en una ideología justificadora de su dominación.

En numerosos documentos internos del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), Sacristán hizo la crítica del stalinismo, mostrando las formas concretas que adoptaba en las relaciones entre los comunistas; también criticó en conferencias y textos publicados el autoritarismo y el dogmatismo cultural, que se produjo en el comunismo soviético bajo la forma de zdhanovismo; más tarde, en 1978, la crítica del stalinismo tomó una forma sistemática en la conferencia que dio en el Convento de Capuchinos de Sarriá. En este texto, Sacristán critica la tesis central del stalinismo, la idea de que es posible construir el socialismo en un solo país: me parece tan pragmatismo pseudoteórico decir que es posible establecer el comunismo en un solo país como decir que es posible el socialismo o el comunismo sin choque revolucionario violento con la clase dominante actual1. Y justifica críticamente, con diversos argumentos de carácter marxista, la aparición y desarrollo del stalinismo y su significación histórica, distinguiéndolo del leninismo, como una deformación del mismo.

Debe subrayarse, por otra parte, que la cita de Stalin se refiere a la defensa de las libertades democráticas por parte de los Partidos Comunistas en los años de ascenso del fascismo en Europa, y que ese papel de lucha por las libertades fue el que desempeñaron el PCE y el PSUC bajo la dictadura fascista. Y como dirá Sacristán más adelante el principal problema del stalinismo y la burocracia estatal soviética es el uso anti-jurídico de la dictadura del proletariado: no la ausencia de derechos constitucionales, sino la ausencia de derechos en la práctica social a causa de su violación por el aparato de Estado que debía consagrarse a protegerlos.

 

***

A. ELEMENTOS FILOSOFICOS DE LA TEORIA DE LA LIBERTAD.

I. CONSIDERACIONES CRITICAS SOBRE LOS PLANTEAMIENTOS TRADICIONALES ESPECULATIVOS DEL PROBLEMA DE LA LIBERTAD.

1. Insostenibilidad de los principales planteamientos metafísicos. El tema de la libertad no ha sido objeto de tantas interpretaciones diversas en la historia de la filosofía como otros conceptos morales. Esto hace menos violenta la reducción que vamos a aplicar a dos solos ejemplos: El concepto escolástico de libertad, que puede considerarse como representante de toda la tradición especulativa antigua, y el concepto existencialista de libertad, que puede tomarse como representante de las teorías burguesas de la libertad posteriores al descubrimiento marxista del condicionamiento del ser humano y a los intentos de Freud de descubrir esos condicionamientos sólo en el terreno biológico- psicológico. (Sobre la posición neopositivista se encontrará más adelante alguna indicación incidental).

1'. El libre arbitrio de indiferencia. La noción escolástica de libertad es la de libre albedrío, o libre arbitrio de indiferencia. Sigue siendo hoy la doctrina de la Iglesia al respecto. Según esta concepción, el hombre (concebido metafísicamente como una esencia física) es libre en el sentido de que puesto ante una elección no está en principio sometido a ninguna influencia determinada. Esta teoría tiene su punto de partida en la consciencia individual precientífica. Efectivamente, todos tenemos hecha la experiencia de vacilar entre dos vías de conducta.

Pero esta experiencia en bruto, sin elaborar, no es un dato admisible así en bruto, pues su generalización teórica conduce a absurdos. Esto ha sido visto por filósofos burgueses, neopositivistas o progresistas en general. En efecto, la hipótesis de que ningún condicionamiento (de los que también nos da testimonio la experiencia) sea determinante de la que conducta es, como han señalado los neopositivistas, una hipótesis de imposible manejo científico. Una realidad sin determinación sería una realidad inicial, siempre nueva de un modo absoluto, y, por lo tanto, desligada e independiente incluso del propio sujeto. Así el concepto de libre albedrío lleva al absurdo de pensar la libertad como independencia del sujeto respecto de sí mismo, incoherencia de la conducta del sujeto y, en última instancia, destrucción del concepto mismo de persona individual que la filosofía católica gusta tanto de proclamar abstractamente. El carácter paradójico de esta noción muestra, según el criterio de Marx, que este planteamiento del tema de la libertad constituye un pseudo-problema, es decir, que no conduce al real problema que puede haber debajo de la palabra libertad. A la misma conclusión llegan los neopositivistas. Pero éstos se basan en ella para rechazar el problema de la libertad en general. Lo único que puede decirse es, sin embargo, que el problema de la libertad no puede consistir en saber si el hombre está desligado de determinaciones en su obrar.

A esta crítica puede añadirse otra paralela: El concepto de libre arbitrio concibe el acto de decisión o elección humano metafísicamente aislado de la vida del sujeto y del mundo. Recogiendo un esquema de Bergson, podría decirse que los escolásticos ven en cada acto de decisión un sujeto humano reducido a un punto abstracto y simple, que puede oscilar ente dos itinerarios de igual pendiente. En realidad el acto de decisión humana no es fruto de un punto abstracto y simple, sino de un sujeto complejo, producto de anteriores elecciones y de las decisiones de otros, y no está puesto ante dos simples líneas de igual pendiente, sino inserto en una complicada red de relaciones sociales que al mismo tiempo le constituyen a él mismo, su pasado y sus posibilidades de elegir.

<2> La falsa lógica subyacente a la teoría escolástica de la libertad consiste en una separación metafísica del ser humano respecto de las necesidades y regularidades del mundo y del propio ser del que es consciencia la consciencia humana. Pero el dato primario y básico sobre el hombre no es su separación de las necesidades del mundo, sino, al contrario, su condición del ser mundanal, parte del mundo. Desde su nacimiento hasta su muerte es el hombre un ser constituido por las mismas necesidades naturales, como muestran todas las ciencias biológicas que obran sobre él.

Por lo demás, puede recordarse que la experiencia individual y sin elaborar de la vacilación ante dos posibilidades -experiencia que es la base de la concepción escolástica- se da en todos los animales superiores. También el perro, con su débil conciencia, vacila. La vacilación es la forma de la tensión de contrarios en el obrar del ser consciente.

2'. La nulidad de la angustia existencial.2 La doctrina existencial heideggeriana que puede considerarse como una teoría de la libertad, descansa en cambio en una experiencia más fina ya elaborada por el marxismo, por el primer psicoanálisis (el de Freud) y por algunas versiones burguesas del marxismo, como la sociología del saber de Mannheim. Es la experiencia de la serie de condicionamientos que determinan la acción y el pensamiento del individuo en la sociedad. El existencialismo heideggeriano ve en la angustia existencial un temple o estado de ánimo en el cual el individuo anula en su consciencia todo el contenido cultural y social que le ha alimentado, los lugares comunes, las ideas públicas, incluyendo los conceptos científicos, para encontrarse al final un vacío que sería el momento de la libertad.

Pero aunque el punto de partida es aquí ya elaborado, no ingenuo como el escolástico, está limitado sin embargo por las siguientes razones: Primera y fundamental: la hipótesis de una consciencia vacía de conocimientos adquiridos es una hipótesis absurda. No existe la consciencia pura que afirmó el idealismo kantiano. La experiencia nos da la consciencia exclusivamente como consciencia de algo, según han indicado los fenomenólogos. O, en términos nuestros (de Marx), la consciencia es siempre consciencia del ser, el ser llevado a la consciencia.

Segunda razón: entre los condicionamientos de la consciencia el existencialismo mezcla sin distinguirlas las determinaciones naturales ineliminables, incluso el pensamiento científico, con las determinaciones eliminables y que hay que eliminar, es decir, las alienaciones de la consciencia. Suprimir las determinaciones naturales de la consciencia sería suprimir al hombre, no liberarlo. Admitir que raíz cuadrada de dos es un número irracional no es estar alienado aunque esto no sea un descubrimiento 'propio' o 'auténtico' del estudiante de bachillerato, sino que es saber, tener consciencia. En cambio, suprimir las determinaciones por alienación es liberar al hombre.

Tercera razón: como consecuencia de esta mezcla reaccionaria de determinaciones naturales constitutivas de la consciencia y determinaciones por alienación, el concepto existencialista de libertad, de nulidad de la angustia, llega a la misma paradoja, al mismo pseudo-problema que el concepto escolástico de libre albedrío: ¿Quién es, en efecto, el individuo libre, una vez destruidas las determinaciones naturales que le constituyen como tal individuo, que componen su ser? El hombre libre sería también un vacío, un hueco, un punto abstracto como en el caso de los escolásticos.

Como se ve, también el concepto existencialista de libertad se basa en la separación metafísica del ser humano respecto de las necesidades o regularidades del mundo.

<3> El ser humano no es un hueco puro en el mundo, que es lo que supone este concepto de libertad. El ser humano es un ente constituido como los demás, con la realidad, con la materia, según las leyes y necesidades del mundo; y así se presenta a la experiencia científica.

3'. Elementos comunes a estas nociones.

1'. Estos dos conceptos de libertad son negativos: libertad según ellos se define con la ausencia de algo -de determinaciones naturales en la escolástica y de determinaciones naturales y sociales en el existencialismo.

2'. Estos dos conceptos se basan en una separación metafísica, adialéctica, entre hombre ('libertad') y mundo ('necesidad'). Cualquier ciencia que trate del hombre -ya sea natural como la biología, ya sea social- parte necesariamente de la afirmación contraria, a saber, de la afirmación de una connaturalidad de hombre y mundo.

2. Crítica y estimación de las nociones metafísicas de libertad.

1'. La separación metafísica adialéctica recoge una separación real, que hay que ver, sin embargo, dialécticamente y en su génesis histórica, a saber: el margen respecto del mundo que efectivamente suministra la consciencia al reproducir el mundo mismo, al reflejarlo.

2'. Pero ese margen es dialéctico: sólo es separación dentro de la inclusión: el hombre está en contacto físico (radiaciones, etc.) con la cosa misma de la que, por la consciencia, está separado. La separación está cubierta por acciones y reacciones específicas que precisamente no serían posibles sin la separación misma.

3'. El margen suministrado por la consciencia es dialéctico también en el sentido de producto de una evolución: igual que la consciencia misma, no es un dato inicial en la evolución biológica. La consciencia es un producto del trabajo. El hombre es el animal que trabaja, es decir, el animal cuya actividad biológica no da de sí sólo actos, sino también productos (Engels). La raíz de la libertad, como característica de la manifestación de la actividad humana, tiene que estar pues en el trabajo.

4'. Pero este rasgo de la actividad humana, la productividad del trabajo, no está en absoluto fuera de las necesidades naturales. Está tan dentro de ellas como la actividad específica de cualquier otro animal.

5'. Escolio: preguntarse por la naturaleza precisa de esa actividad biológica específicamente humana es tarea de la ciencia positiva. Dar respuestas filosóficas de detalle es anticiparse a la ciencia y correr el riesgo de hacer metafísica sin querer. La última afirmación filosófica posible en este terreno es general, no de detalle, y puede formularse así: esa actividad biológica, o la energía biológica correspondiente, tiene que ser una de las formas de manifestación de la materia, del ser real.

<4>

II. BASES PARA UN PLANTEAMIENTO CORRECTO DEL PROBLEMA DE LA LIBERTAD. (Lectura fundamental: Engels, La contribución del trabajo a la hominización de los monos).

 

0. La anterior consideración crítica de la tradición filosófica especulativa nos permite avanzar hacia un planteamiento correcto. Este se basará en las dos conclusiones:

1'. Aunque por su importancia comunicativa conservamos la palabra 'libertad', el verdadero problema que está debajo de esa palabra no puede ser la pregunta metafísica: "¿es el hombre libre?" -o sea, ¿está desligado de la necesidad natural?- sino otra. Es decir: el problema de la libertad tiene que ser replanteado en términos nuevos. El antiguo planteamiento propone un problema a priori irresoluble, y, por tanto, sin sentido: un pseudoproblema.

2'. El planteamiento correcto de una pregunta referente a un rasgo propio del hombre tiene que basarse, directamente o indirectamente, en el elemento más propio o esencial del ser humano: el trabajo. Empecemos por profundizar un poco en éste.

1. El trabajo es, ante todo, como la actividad de los animales, reproducción de la vida.

2. Pero con la aparición del hombre propiamente dicho, es decir, del animal social y consciente, esa reproducción ha empezado ya a ampliarse en el sentido de una verdadera producción de condiciones nuevas de la vida, por la acumulación social del trabajo y por la eficaz multiplicación de éste sobre la separación de las condiciones iniciales que suministra la consciencia. El trabajo es productor y motor de la evolución de la consciencia. Así ampliado, el trabajo es un concepto que integra el concepto general de práctica humana o práctica social, la cual es en principio creadora, productora de novedad. (A diferencia de la actividad animal, que en este sentido no es ni trabajo pleno ni práctica, sino mero despliegue de energía).

3. Esta autoproducción -no sólo reproducción- del hombre y de su consciencia por el trabajo, por la práctica, es pues su rasgo esencial. A ella se refiere en última instancia la cuestión de la libertad como característica específicamente humana. Y hay que recordar que se trata de:

1'. La forma humana de la actividad general del ser vivo; por tanto, nada contrapuesto a la necesidad natural, sino parte de ella.

2'. Algo en principio consciente.

3'. Algo esencialmente social.

<5>

III. LA NOCION FILOSOFICA ABSTRACTA O FORMAL DE LIBERTAD.

(Lecturas básicas: Marx, Esbozo de la crítica de la filosofía hegeliana del Derecho; los dos artículos sobre La cuestión judía; Manuscritos económico-filosóficos de 1844).

1. La clásica noción de Spinoza -libertad es consciencia de la necesidad- no es tan buena expresión como parece de la noción comunista de libertad; pues sólo recoge completamente uno de sus rasgos, a saber, la negación de un aislamiento metafísico de la libertad humana respecto de la necesidad.

2. Pero sólo recoge indirectamente el segundo de los tres elementos abstractos esenciales del concepto comunista de libertad, a saber: su carácter positivo. Negada la separación absoluta o metafísica de necesidad y libertad, el concepto comunista de libertad no puede ser la mera negación de necesidad, un concepto meramente negativo; la libertad es algo positivo añadido por el hombre al mundo y a la existencia, y esa positividad añadida no es el mero pasivo reflejo consciente, sino positividad activa.

3. Ni tampoco da la fórmula de Spinoza el tercer rasgo importante del concepto comunista de libertad, a saber: que ese añadido es práctico. Con una fórmula varias veces usada por Marx y Engels, la libertad es poder del hombre sobre la naturaleza y sobre sí mismo, lo que quiere decir sobre la naturaleza y sobre la sociedad que produce el propio ser del hombre. Como el 'sí mismo' del hombre es el resultado del trabajo en sentido amplio, de la práctica social, esto puede decirse de otro modo con la siguiente fórmula, que podría presentarse como una definición formal, abstracta o general aún: la libertad es el dominio positivo y consciente del hombre sobre su práctica, basado en el conocimiento de la necesidad natural y social o histórica.

4. A título de comentario podría añadirse que ese concepto comunista abstracto de libertad es una corrección de una fórmula de Hegel en su Filosofía de la Religión que ha irritado exageradamente a muchos marxistas. "La libertad", dice Hegel, "consiste en no querer nada que no sea uno mismo". La corrección comunista daría la siguiente fórmula: la libertad consiste en poder ser uno mismo.

Esa fórmula así corregida no es metafísica -aunque aún sea, ciertamente, abstracta- pues Marx ha definido de modo positivo, desde los primeros esbozos del materialismo histórico, la 'mismidad' o 'naturaleza' del hombre propiamente dicho, sin apelar a una naturaleza sustancial metafísica de tipo aristotélico.

<6>
Continuará ........


Documento de 1963 con introducción de Miguel Manzanera
Elementos filosóficos del concepto de libertad

 


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De: Ruben1919 Enviado: 01/12/2010 13:06

IV. LA NOCION FILOSOFICA CONCRETA O MATERIAL DE LIBERTAD.

(Lecturas básicas: Las dichas para el capítulo anterior, y además: Marx-Engels: La Sagrada Familia; La Ideología alemana; Marx: Miseria de la Filosofía; Marx-Engels: Manifiesto; Crítica del programa de Gotha.)

1. La anterior alusión a lo histórico indica que todo lo dicho hasta ahora ha sido abstracto: ha sido una aclaración -como fruto de la crítica de las concepciones especulativas de la libertad- de los términos abstractos que necesariamente tiene que usar, como toda teoría, la teoría de la libertad. Pero la filosofía comunista se define precisamente por ser un pensamiento concreto, una filosofía de la práctica, como ha dicho Gramsci, o, como también podría decirse, no una especulación sistemática al modo tradicional, sino la formulación general del esfuerzo creador de un nuevo mundo humano. Por eso la consecución del concepto concreto o histórico de libertad exige, por así decirlo, a la filosofía comunista de la libertad una autocrítica de los propios fundamentos abstractos.

2. Esta autocrítica o corrección está dada, en realidad, por todo el materialismo histórico, del cual no se ha usado hasta este momento más que un par de principios elementales, y que es imposible, naturalmente, reproducir suficientemente aquí. Aquí habrá que limitarse a recoger los principales elementos del materialismo histórico que aún son absolutamente imprescindibles para completar concretamente, aunque sea en esquema, las anteriores nociones, poniendo éstas en relación con la realidad del desarrollo histórico de la práctica. Esos elementos son principalmente los siguientes principios:

1'. La naturaleza de las sociedades presocialistas es clasista y tiene una división irracional del trabajo, lo que determina la práctica humana en toda la historia anterior al triunfo del socialismo (prehistoria de la libertad).

2' En todas esas sociedades clasistas, ninguna clase dominante ha representado duraderamente a la humanidad en su conjunto, sino sólo en los breves lapsos de tiempo en que protagonizó el derrocamiento de las antiguas clases dominantes cuyo dominio era ya incompatible con el desarrollo de las fuerzas de producción.

3'. Por tanto, la expresión 'el hombre' no está completamente usada, como verdaderamente significativa de toda la humanidad, cuando nuestra definición abstracta de libertad se aplica a cualquier sociedad no comunista. Más bien debería hablarse de la libertad del hombre paleolítico, del hombre neolítico, del hombre esclavista, del hombre feudal, etc.; y en cada uno de esos casos, la libertad definida por el grado de dominio o poder humano en cada época sobre la naturaleza y la sociedad sería, propiamente, un grado de libertad de la clase dominante, usurpadora y beneficiaria del poder (o sea de la libertad potencial) de toda la sociedad.

<7> 4'. Especialmente en toda la sociedad de economía mercantil -y en todos los sectores mercantiles de sociedades más arcaicas- incluso la libertad de la clase dominante (pero sobre todo, como es natural, la de las clases oprimidas) tiene un límite insuperable determinado por la alienación, es decir, por la reificación o cosificación de las relaciones originariamente humanas bajo la forma de relaciones o conexiones ineluctables y más o menos imprevisibles entre cosas, hechos y situaciones materiales. -En sociedades más primitivas es más característico -y normalmente anterior- el nacimiento de otro tipo de alienación: La religión, forma típica de ilibertad de la consciencia, que nace de la cosificación de relaciones humanas en relaciones trascendentes, para interpretar los fenómenos de una naturaleza ante la cual el hombre es impotente.

5'. Por último, las contradicciones entre las fuerzas de producción de la humanidad y las relaciones de producción -o, lo que es lo mismo: las contradicciones entre la capacidad potencial de la práctica en cada época y las condiciones de ejercicio de dicha práctica- contradicciones que son el motor del cambio histórico cualitativo y dan el fundamente a las luchas de clases, permiten prever desde el siglo XIX el descenso de la última clase particular, la última clase definida por su modo particular de poseer los medios de producción, que es la clase burguesa, y su derrota por la clase universal -o sea, sin particularidad jurídica estamental ni cultural- que es el proletariado. El materialismo histórico ve en esta clase -definida negativamente, sólo por su exclusión de la propiedad- la clase capaz de terminar con la sociedad de clases, mediante la generalización de su propia universalidad y la conversión de esta universalidad negativa en universalidad positiva, o sea, mediante la supresión de la propiedad privada, que es la positiva limitación del dominio general humano sobre el trabajo, mediante la instauración de la sociedad comunista a través de la sociedad3.

6. En la sociedad sin clases tendrá finalmente sentido concreto nuestra anterior definición abstracta de la libertad, pues para esa sociedad, la tal definición habrá dejado de ser abstracta, puesto que tendrá sentido concreto o histórico hablar de 'el hombre' o de 'la humanidad', sin más distinciones ni cualificaciones de orden sociológico.

(Estos cinco puntos, que aquí se han resumido esquemáticamente, presuponen en realidad el rico y complejo núcleo del materialismo histórico. No hace falta decir, por tanto, que no basta lo aquí resumido para la plena formulación de lo que sigue. Este resumen en cinco puntos no es sino un recordatorio breve y pobre de las nociones implicadas o supuestas por la problemática concreta de la libertad. -Por otra parte, se prescinde aquí de toda concreta referencia a la posible importancia de los instrumentos técnicos de producción recientemente descubiertos o inventados -electrónica, cibernética, automatización- sobre las fórmulas previsibles teóricamente de realización del dominio comunista de la humanidad sobre la naturaleza. Sobre esto hay, según creo, interesantes estudios soviéticos que no conozco, y además un par de publicaciones muy creadoras, aunque tal vez aún inmaduras, del filósofo marxista alemán Georg Klaus: el libro La cibernética desde un punto de vista filosófico y el par de artículos sobre trabajo creador y tra<8>bajo mecánico, en la Revista Alemana de Filosofía4).

3. Con esto, obtenemos el planteamiento correcto que antes buscábamos: libertad concreta es ausencia de alienación, dominio de la humanidad sin clases sobre el trabajo y sus productos, visibilidad y tratamiento de las relaciones humanas como tales relaciones humanas, sin cosificación de las mismas y de las relaciones del hombre con la naturaleza como forma básica de la actividad específica del hombre, del trabajo intelectual y material.

4. Del anterior resumen, -y de todos los principios del materialismo histórico recogidos por ese resumen- se desprende que el concepto comunista de libertad significa en la sociedad pre-comunista sólo una posibilidad. Su realización presupone una actividad. Realizar ese concepto filosófico es conseguir la concreción superando la abstracción. O sea: concretar la abstracción, lo universal. Aquí se manifiesta, como en todo otro capítulo de la filosofía comunista, la indicación de Marx sobre la filosofía y la práctica (sobre todo en la Ideología Alemana): No es posible realizar la filosofía (como afirmación de necesidades esenciales humanas) sino superándola (en tanto que afirmación abstracta, o sea: Pasando a la práctica); y no es posible superar la filosofía (por la práctica) sino realizándola (o sea guiando con ella la práctica para que ésta no sea ciega). Con palabras de P. Togliatti: La teoría comunista de la libertad, por la naturaleza práctica del marxismo, se resuelve históricamente en una teoría de la liberación.

En este punto, según lo dicho, la filosofía comunista de la libertad desemboca en la práctica comunista de la libertad, en la lucha por la libertad. Pero antes de pasar a las líneas generales de esa práctica, conviene resumir brevemente el contenido de la libertad comunista, es decir, del objetivo de la lucha por la liberación:

1'. La libertad comunista es universalmente humana, no de una clase de hombres. Es la concreción del universal 'libertad', por hablar hegelianamente, del mismo modo que la sociedad comunista es la concreción del universal 'hombre'.

2'. La libertad comunista consiste en la realización de unas condiciones en las cuales la práctica humana está exenta de alienación naturalista o social. Esto supone:

1'. La ausencia (dicho negativamente) de una impotencia ante la naturaleza como la que determinó la aparición de las religiones. O sea (dicho positivamente), un gran desarrollo del poder material del hombre sobre la naturaleza. Lo cual supone a su vez no un utópico alejamiento de la necesidad natural, sino una gran consciencia o conocimiento de ella.

2'. La ausencia (dicho negativamente) de una impotencia ante la realidad social como la que determinó, por ejemplo, la fetichización de la cultura burguesa. O sea (dicho positivamente) una alta consciencia o conocimiento de la necesidad social o histórica.

<9>3'. Esos dos supuestos de la libertad se resumen en este tercero: la fundación y el desarrollo de una sociedad, la sociedad comunista, que hace posible:

1''. La superación de la alienación naturalista, al destrabar el desarrollo de las fuerzas productivas liquidando para siempre la contradicción esencial y objetiva (o sea, necesaria) entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción clasistas inmovilistas. (La liquidación de esas contradicciones necesarias y objetivas no acarreará, optimistamente, la liquidación a priori de otras contradicciones posibles, accidentales o contingentes, subjetivas y no antagónicas).

2''. La superación de la alienación sociológica, al terminar con la ocultación clasista, objetiva o incluso ideológica de las necesidades básicas sociales, de las leyes históricas del comportamiento humano.

5.1'. Dicho esto, puede pasarse a la transición de la filosofía comunista de la libertad a la práctica comunista de la libertad, o lucha por la libertad. Esta transición es dialéctica, es una mediación en la cual:

1'. En el sentido teoría-práctica se obtiene una fundamentación de la práctica por la teoría.

2'. En el sentido inverso, práctica-teoría, se obtiene una ulterior concreción de la filosofía comunista de la libertad. Pues aunque en este apartado el punto de vista no ha sido plenamente abstracto como en los dos capítulos anteriores, aún ha tenido, de todos modos, el rasgo abstracto de considerar en contraposición mera, aún a-dialéctica (sin mediación), la libertad pre-socialista y la libertad comunista.

2'. La práctica comunista de la libertad, la lucha por la libertad que se produce en la sociedad capitalista, es la mediación dialéctica entre ambos contrarios. En ella se producen corrientes de influencia histórica en el sentido capitalismo-socialismo y otras inversas en el sentido objetivo socialista-situación capitalista.

3'. El protagonista de esa mediación es el proletariado, por las razones que se han visto antes. Y la institución principal de la misma y del proletariado, desde el punto de vista de la lucha por la libertad, es el Partido Comunista.





<10>B. LA PRÁCTICA DE LA LIBERTAD

(Lecturas fundamentales: Manifiesto, Crítica del Programa de Gotha; Lenin: escritos políticos breves del período 1917-muerte; El Estado y la Revolución).

I. EL PARTIDO COMUNISTA COMO AGENTE DE LA LIBERACION.

1.1'. La formación histórica principal en la lucha por la liberación es en el siglo XX el Partido Comunista.

2'. No se trata de idealizar el Partido Comunista convirtiéndolo en un mito. La historia 'habría podido' perfectamente por así decirlo, dar lugar a la aparición de otra formación histórica como encarnación de la misma necesidad. La 'casualidad' -la contingencia, como debe decirse más técnicamente- de la hora histórica fundada, iniciada y desarrollada por Marx, Engels y Lenin, y luego continuada, más o menos creadoramente por el Movimiento obrero comunista, ha sido, según la dialéctica general de la necesidad y la contingencia, el modo contingente de manifestarse la necesidad de una práctica organizada de la libertad, de la acción política del proletariado.

3'. Pero una vez inserta en la realidad, esa contingencia, la formación histórica que llamamos Partido Comunista, forma ya parte de la necesidad histórica actual, es decir, de los elementos esenciales, dados e ineliminables de la realidad social -'ineliminables', al menos, mientras dicha realidad histórica siga siendo cualitativamente, en lo esencial, la misma que dio lugar al nacimiento del Partido Comunista. (Por eso es antimarxista la tesis que, según parece, sostuvieron los comunistas yugoeslavos tras la crisis húngara de 1956, al aconsejar a los comunistas húngaros que no reconstituyeran el Partido leninista húngaro).

2. El Partido Comunista puede tener esa importancia en la lucha por la libertad, porque su teoría es, por repetir la fórmula de Spinoza, 'la consciencia de la necesidad' con que el proletariado construirá y construye la sociedad libre, y su práctica es la realización de esa consciencia. El Partido Comunista es el instrumento histórico, por de pronto, de la naciente libertad del proletariado. Y, dadas las características antes vistas de esta clase social, el Partido Comunista es en segundo lugar el instrumento histórico de la libertad de todos los hombres.

3. Esto quiere decir que el Partido Comunista sólo tiene esa significación histórica en cuanto promotor de la función del proletariado, o, como suele decirse, en cuanto vanguardia del proletariado. La cuestión esencial es la construcción de la sociedad comunista a través de la socialista por el proletariado como clase dominante; y esto implica ante todo el paso del proletariado a la posición de clase dominante o, dicho de otro modo, la dictadura del proletariado.

4. La práctica de la libertad es pues, para el hombre contemporáneo, la lucha por la dictadura del proletariado y señaladamente la lucha militante en el Partido Comunista.

<11> Con esto se agotan -aunque muy esquemáticamente- los elementos filosóficos de la teoría comunista de la libertad. Pero las características del rápido período de evolución en que nos encontramos hacen aconsejable contrastar esa teoría con los problemas de la práctica cotidiana concreta contemporánea. Esto se hará en el capítulo siguiente, que es el último.

II. LA ORGANIZACION DE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

(Indicación de lecturas al final).

1. La concepción marxista de la Dictadura del Proletariado, de la posición del proletariado como clase dominante, no ha sido la misma en todas las fases del desarrollo del pensamiento marxista. Es natural que así sea, porque tanto el acceso del proletariado a la condición de clase dominante cuanto la organización de su dominio, la organización de la Dictadura del Proletariado depende de las correlaciones de fuerzas presentes en cada fase y caso.

2. Dos elementos son, sin embargo, constantes en la Dictadura del Proletariado:

1'. El paso de la ilibertad a la libertad tiene necesariamente que estar mediado por una situación en la cual el proletariado es la clase dominante de la sociedad y suprime, con el adecuado ejercicio de su dominio, la sociedad de clases.

2'. La Dictadura del Proletariado consiste políticamente en un sistema de alianzas, dirigido y dominado por el proletariado, con todas las fuerzas objetivamente interesadas en derrocar el capitalismo concretamente existente, es decir, en nuestra época, el imperialismo o poder del capital monopolista.

(El primero de esos dos puntos estaba ya formulado por Marx. El segundo, aunque implícito en Marx, ha sido explícitamente formulado por Lenin. Como queda indicado, por alianza no debe entenderse una relación sin contradicciones, pero tampoco necesariamente y siempre una coincidencia objetiva coactivamente impuesta, como la que el poder soviético se vio obligado a desarrollar en la mayoría de los casos).

3. Aparte de esos dos principios fundamentales, la teoría marxista ha considerado en el curso de la evolución histórica varias posibles concreciones de la dictadura del proletariado y de la llegada a ella:

1'. El propio Marx con Engels, ha pensado sucesivamente de dos modos esa problemática: de un modo antes de la experiencia de la Comuna (1871). Según él basta para instaurar la Dictadura del Proletariado con que éste se haga dueño del estado preexistente. Esta es la concepción general, no siempre explícita, del Manifiesto y de El Capital. Según la segunda, posterior a la experiencia de la Comuna, para instaurar la Dictadura del Proletariado es necesaria la destrucción misma del estado burgués preexistente y la instauración de un estado incluso formalmente nuevo. Ésta<12> es la tesis de la época de la Crítica del Programa de Gotha y del último prólogo aún escrito por Marx al Manifiesto, en 1872 si no recuerdo mal.

- Los comunistas chinos sostienen que esta afirmación es una falsificación histórica, en un artículo contra Togliatti publicado en los números 3 y 4 de 1963 de la revista teórica Hongqui5. Según ellos, en el Manifiesto Marx no habría hablado de destrucción del estado burgués porque sólo hablaba del acceso del proletariado al poder, y no de la organización de la Dictadura del Proletariado. Esta interpretación me parece un bizantinismo: el hecho más verosímil es que Marx no ha pensado siquiera hasta 1870 en la idea de destruir el aparato del estado preexistente. En todo caso, los comunistas chinos se pronuncian sobre esta cuestión en los siguientes términos: "Desde luego, el que la clase obrera emplee medios pacíficos o no pacíficos depende 'de la resistencia que los círculos reaccionarios opongan a la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo; del empleo de la violencia por esos círculos en una u otra etapa de la lucha por el socialismo' (Primera Declaración de Moscú6). Pero, sea cual fuere el medio que se use, es necesario destruir el viejo aparato estatal de la burguesía y establecer la dictadura del proletariado" (art.cit.).

- Dejando aparte el hecho de que 'dictadura del proletariado' está usado aquí en un modo teóricamente incorrecto, prejuzgando ya la cuestión, esa tesis es una generalización unilateral de la experiencia china y oriental que no tiene en cuenta los posibles efectos de la correlación de fuerzas en otros casos.

<13> 2'. Las aportaciones de Lenin y de Stalin al problema de la dictadura del proletariado son sobre todo un desarrollo de la tesis de Marx correspondiente al periodo de 1870 en adelante. La justificación histórica de esa tesis es el proceso de involución de la democracia formal burguesa, claramente prevista por Marx en 1870-71, estudiado por Lenin en El Estado y la Revolución y el libro sobre el imperialismo, y comprobado por todo el mundo en el proceso de fascistización del estado burgués.

Los comunistas chinos insisten hoy muy unilateralmente en ese hecho. Del mismo artículo citado: "El desarrollo del capitalismo monopolista de estado en los países imperialistas muestra que la burguesía monopolista, lejos de debilitar su posición dominante en sus propios países y su posición competidora allende de sus fronteras, se esfuerza por fortalecerlas. Además, los imperialistas refuerzan frenéticamente sus aparatos militares no sólo con el propósito de saquear otras naciones, sino también para intensificar su opresión contra el pueblo dentro del país. La llamada democracia burguesa en los países imperialistas se ha revelado de una manera aún más desnuda como la dictadura tiránica de un puñado de oligarcas monopolistas sobre sus esclavos asalariados y sobre las amplias masas del pueblo".

Esos hechos son el fondo de verdad que hay también bajo la tesis de Stalin sobre la agudización de la contradicción básica entre capital y trabajo, burguesía y proletariado, capitalismo y socialismo. La tesis de Stalin, igual que esas frases de los comunistas chinos, no es falsa porque no responda a hechos correctamente observados: parte, en efecto, de hechos que ya había previsto el propio Marx. Pero esa actitud es falsa porque, al absolutizar esos hechos, al no incluir al lado de ellos otros hechos contradictorios y otros aspectos contradictorios que presentan esos mismos hechos, se convierte en una actitud metafísica.

Esos otros hechos o aspectos contradictorios de esos mismos hechos son, unos, ya antiguos: la conquista del poder por el proletariado ruso, la construcción de la URSS, su consolidación, la extensión del campo socialista (frenos todos ellos a esa tendencia agresiva creciente del imperialismo del que habla el texto chino), la extensión del movimiento comunista mundial y la pérdida de terreno del imperialismo desde el punto de vista geográfico. Otros de esos hechos son más recientes: la aceleración de los dos últimos citados, la toma de conciencia de las masas y su lucha económica y política, y, sobre todo, la evolución económica mundial y de los países imperialista. La actitud de los comunistas chinos sobre este problema que ni siquiera tiene en cuenta este dato básico de la agudización de contradicciones en el sistema económico monopolista y la inserción acelerada de la lucha obrera en esas contradicciones en los países europeos (caída en Italia, Tambroni7 por las manifestaciones convocadas por los sindicatos marxistas, huelgas españolas y francesas recientes, etc.), es una manifestación de un vicio de método marxista característico de los peores aspectos del pensamiento de Stalin: el politicismo puro, error extremo contrapuesto al error del economicismo, y enormemente emparentado con el subjetivismo y la arbitrariedad administrativa.

Todos esos hechos permiten preguntarse si la fase histórica cuyos comienzos vio Marx en 1871 y cuyo centro vivieron Lenin y Stalin, no ha empezado a extinguirse, por poner una fecha alrededor de 1945, y si, por tanto, la teoría de la dictadura del proletariado no es hoy susceptible de nuevo enriquecimiento y elaboración.

4.1'. Para ello debe recordarse ante todo que Lenin no ha dejado nunca de definir la dictadura del proletariado como un sistema de alianzas, y que el propio Stalin, en unas palabras de gran penetración política e histórica, ha visto unas nuevas perspectivas de articulación de la instauración y la organización de la dictadura del proletariado. Son palabras dirigidas a una reunión de dirigentes comu<14>nistas: "Antes en la burguesía se permitía jugar al liberalismo, defendía las libertades democráticas y burguesas... De tal liberalismo no queda ningún rastro... El principio de la igualdad de derechos de los hombres y de las naciones está por los suelos... La bandera de las libertades democrático-burguesas es arrojada por la borda. Pienso que a vosotros os toca, representantes de los partidos comunistas y democráticos, volver a levantar y llevar hacia adelante esa bandera"8.

A todo esto puede añadirse que las democracias populares, forma indiscutiblemente nueva de organizar la dictadura del proletariado, ha nacido en una época en la que Stalin era secretario general y dirigente principal del PC(b)US9.

Ha llegado el momento de afirmar, contra la interpretación más común de las tesis de Lenin al respecto, que esta cuestión no tiene relevancia filosófica, teórica general, siempre que quede bien claro que la doble posibilidad no puede afectar al principio básico de la dictadura del proletariado, del dominio de la sociedad, y por tanto del estado, por el proletariado. Por ejemplo, la aceptación básica de una 'vía parlamentaria' al socialismo no contradice al principio marxista de la dictadura del proletariado si se basa en una correlación de fuerzas que, a la corta o a la larga, determinan el desarrollo pleno de la dictadura del proletariado. (Vale la pena observar que esta es la práctica de un Partido Comunista que, en cambio, se manifiesta de modo incoherente con esa práctica en la actual discusión del movimiento comunista mundial: el Partido Comunista de Indonesia).

Pero la presencia de dos soluciones posibles puede suscitar una serie de ilusiones utópicas nada marxistas y capaces de paralizar a la clase obrera.

Las dos ilusiones principales -y contrapuestas- son como siguen:

1'. La ilusión más grave para un Partido Comunista que se decida por la 'via pacífica' o hasta 'parlamentaria y legal', al socialismo, por el uso, dominio y desarrollo socialistas de las libertades formales y el parlamento, es creer , alcanzada por la vía pacífica o parlamentaria la victoria, el capital monopolista va a ceder el poder sin resistencias. Esta ilusión desarmaría a la clase obrera y a su partido en un momento decisivo. Es la acusación que los comunistas chinos han hecho a la 'vía italiana al socialismo' e, indirectamente, al secretario general del PCUS sobre la posibilidad, en algunos casos, de la victoria parlamentaria del socialismo. En respuesta a esta acusación, el secretario general del Partido Comunista Italiano escribe (tomo textos, y los reúno, de: Informe ante la Sesión Plenaria del Comité Central del PCI de marzo de 1956; Informe ante la sesión plenaria del Comité Central del PCI de junio de 1956; Informe al X Congreso del PCI10): "Yo quisiera corregir a aquellos camaradas que han dicho -como fuera de discusión- que la vía italiana al socialismo equivale a la vía parlamentaria y nada más. Esto no es verdad... Reducir estas luchas a las competiciones electorales por el Parlamento y esperar la conquista del 51%, además de ingenuo, sería utópico... No sólo es necesario tener un Parlamento que funcione, sino también un gran movimiento popular... El movimiento popular puede hacer surgir del país aquellas exigencias a las cuales pueda responder un Parlamento en el cual las fuerzas populares hayan obtenido una representación lo bastante fuerte". Con otras palabras: un Parlamento popular sólo es posible con un dominio popular -y dirigido por la clase obrera- de todas las instituciones, señaladamente de las del orden público.

2'. La ilusión más grave para un Partido Comunista que se decida por la insurrección armada es creer que salvo la victoria militar no es posible ninguna lucha importante. Este radicalismo ingenuo, que a veces se presenta en militantes más o menos desgastados por una larga lucha clandestina, redunda, igual que la anterior, en el desarme de la clase obrera y su Partido, los cuales, como ha dicho Togliatti "se cruzan de brazos en espera del gran día de la Revolución". En esa<15> expectativa mesiánica, mística y subjetivamente religiosa, no pueden desarrollarse ni la consciencia de clase del proletariado ni la combatividad del Partido Comunista.

3'. Como última consecuencia práctica de estas consideraciones, puede afirmarse lo siguiente:

1''. En el mundo actual están vigentes los dos fenómenos antes aludidos: tanto la involución o fascistización del estado burgués, su constitución en aparato represivo explícito, cuanto el hecho nuevo de la extensión del campo socialista, la disminución de la base geográfica de explotación imperialista, el enorme salto cualitativo de nivel de los desequilibrios de la economía capitalista-monopolista (que permiten prever para una fase crítica convulsiones sin precedentes, al lado de las cuales no sería nada la crisis mundial de 1930), la relevancia política del armamento atómico, etc.

2''. Desde el punto de vista estratégico, o de la historia universal, el hecho decisivo y cualificador de nuestra época -o los hechos- son los recordados en segundo lugar. Esto induce a pensar que la primera aplicación del principio de la Dictadura del Proletariado, que debe considerar un Partido Comunista, es la aplicación pacífica -que no excluye, sino exige la acción violenta y hasta continuada de las masas en momentos decisivos- y de desarrollo renovador de las libertades formales burguesas, para infundir al positivo valor histórico de éstas -lo que Garaudy llama la supresión de las 'coacciones extraeconómicas'- el nuevo valor socialista de la supresión de la coacción económica sobre las clases trabajadoras. Esta vía permite sin duda contar desde el principio, para la edificación del socialismo, con una mayor iniciativa creadora de las masas, permite evitar fenómenos retardatarios y antieconómicos como los ocurridos en el épico marco de la construcción del socialismo en la URSS precisamente por la necesidad de partir de cero, permite evitar fenómenos de empobrecimiento de la cultura superior (no la básica y científica) como los inevitablemente ocurridos en los decenios duros de la construcción del socialismo en la URSS, permite aprovechar directamente lo que haya dado de sí el capitalismo de Estado más o menos monopolista, cuya utilidad indirecta ya había visto Lenin, y permite, además, mantener más vivo, más democrático y más creador al Partido Comunista, en una auténtica lucha ideológica con el resto del pueblo, paralela de la común lucha democrática contra la ideología capitalista-monopolista. Condición del pleno logro de esos objetivos es, naturalmente, el verdadero dominio del Estado por el proletariado, es decir, la naturaleza de dictadura del proletariado del Estado, en la forma, al menos, de desarme económico y político total de la burguesía monopolista. Situaciones como la del Partido Comunista de Indonesia no son admisibles más que si orientadas en este sentido, preparatorias de esa situación.

El otro aspecto esencial de la dictadura del proletariado tal como ésta se nos ofrece en la experiencia de la URSS y de las democracias populares -a saber: el reforzamiento del Estado como base preparatoria de su extinción progresiva- parece también necesario incluso en esta forma de organización de la dictadura del proletariado. Pero en ella es sin duda posible ampliar la base del Estado, llegando más rápidamente a formas de Estado de todo el pueblo como las actualmente en desarrollo en la URSS, o incluso a la inserción de las organizaciones sociales en la función estatal.

3.- Pero ese punto de vista estratégico, o de historia universal, no excluye, sin más, posibles puntos de vista nacionales o de amplias zonas geográficas en las que el hecho en primer plano puede ser la progresiva y duradera fascistización del Estado con mayor o menor éxito (lo que habría ocurrido en Italia si las masas comunistas y socialistas en las calles no hubieran derribado al gobierno Tambroni), y la imposibilidad duradera de un acceso esencialmente pacífico del proletariado al poder, ni siquiera en una forma como la de Indonesia.11 En casos así, negarse por principio a una política de insurrección sólo sería razonable si la evolución de la situación mun<16>dial hiciera previsible en una fecha más o menos determinable el colapso del imperialismo. Pero esa posibilidad de prever así no existe. Consiguientemente, la política del movimiento comunista mundial no puede excluir de un modo general la aplicación insurreccional de la instauración de la dictadura del proletariado.

Hay que observar, sin embargo, que un elemento de la vía pacífica o hasta parlamentaria al socialismo vale incluso para casos en los cuales la vía insurreccional se imponga. Ese elemento es el principio leninista de las alianzas, desarrollable hoy con las grandes perspectivas -no conocidas por la Revolución de Octubre- que ofrecen la progresiva contracción del poder económico y político monopolista a escala mundial, la presión de las masas proletarias de los países imperialistas y coloniales, y la necesidad universal de evitar la guerra. La dificilísima política de alianzas del Poder Soviético en los años de la dictadura del proletariado puede resultar hoy más fácil y este hecho, que es básico para la vía esencialmente pacífica al socialismo, puede ser también un importante refuerzo para la vía insurreccional cuando ésta es necesaria y posible.

 


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De: albi Enviado: 02/12/2010 05:57
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Respuesta  Mensaje 5 de 10 en el tema 
De: residente Enviado: 02/12/2010 06:58
General: El marxismo explicado
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De: residente  (Mensaje original) Enviado: 30/11/2010 00:09
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De: residente  (Mensaje original) Enviado: 29/11/2010 20:22
Karl Marx

La dictadura del proletariado es un tipo de régimen político postulado por el marxismo como fase de transición revolucionaria entre el capitalismo y la sociedad comunista.[1]

De acuerdo al marxismo, la existencia misma de cualquier tipo de Estado implica la dictadura de una clase social sobre otra. De acuerdo a Karl Marx, en el régimen capitalista, incluso en las mayores condiciones de democracia burguesa, existe una dictadura de la burguesía, en detrimento de los trabajadores y el conjunto del pueblo.

Marx postula la necesidad de una revolución en la cual el proletariado se establezca como clase dominante, para disolverse paulatinamente como tal, en la transición hacia una sociedad sin clases. La dictadura del proletariado sería la etapa inmediatamente posterior a la toma del poder por parte de la clase obrera, en la que se crea un Estado obrero, el cual, como todo estado, sería una dictadura de una clase sobre otra (en este caso, de las clases trabajadoras sobre la burguesía).

http://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_del_proletariado

Pues En Cuba no hay dictadura del proletariado, la burguesía es la cúpula castrista, el pueblo no tiene nada de dictador y sí mucho de borrego(Resi)


Respuesta  Mensaje 6 de 10 en el tema 
De: residente Enviado: 02/12/2010 06:59
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 01/12/2010 22:51

¿Qué es el neoliberalismo?

Adolfo Rivero

Ver también "Aclaración sobre el término neoliberalismo"

El liberalismo es la ideología de la libertad. Para los liberales, la libertad es el valor supremo, entendiendo libertad como la ausencia de coerción. Si nadie me impide hacer algo, soy libre. La libertad, sin embargo, no es la ausencia de leyes, como piensan algunos. En efecto, si yo deseo algo que otros también quieren, ¿cómo impedir que nuestras libertades no entren en conflicto y conduzcan a la violencia? La respuesta está en el estado de derecho, en el imperio de la ley. La ley plantea las reglas del juego. Si todos estamos obligados a cumplirlas, somos libres (ver La Evolución del Estado de Derecho, Hayek). La ausencia de leyes sólo conduciría al imperio de la fuerza y viviríamos bajo la tiranía de los más fuertes.

En el terreno político, por consiguiente, el liberalismo está a favor del gobierno que más libertades le garantice a cada individuo, y que menos restricciones le imponga a sus actividades. Los liberales desconfían del gobierno y quieren restringir su poder sobre los ciudadanos. En definitiva, la historia de la humanidad ha sido la historia del poder aplastante del gobierno sobre el individuo, empezando con las monarquías asirias y los faraones egipcios hasta las monarquías absolutas que dominaron todo el mundo (con excepción de Inglaterra) hasta la Revolución Francesa. Las ideas esenciales del liberalismo fueron elaboradas por John Locke (1632-1704),   Montesquieu (1689-1755), David Hume (1711-1776), Adam Smith (1723-1790) y John Stuart Mill (1806-1873), entre otros.

Debemos recordar que las monarquías absolutas y la existencia de una aristocracia hereditaria eran la norma en toda Europa (con excepción de Inglaterra) hasta el mismo siglo XIX. La única república que existía en el mundo occidental era Estados Unidos, heredero de las tradiciones británicas. América Latina, sin embargo, tenía una herencia muy distinta, la del absolutismo español con sus gobiernos despóticos y su corrupción institucionalizada (ver La tradición estatista de América Latina, Craig Roberts).

Lenta y trabajosamente, sin embargo, las ideas liberales se fueron imponiendo en todo el mundo occidental. La palabra "liberal" se utilizó por primera vez en España, a principios del siglo XIX, para denotar simpatía por una monarquía constitucional, con una constitución parecida a la inglesa. El poder del gobierno sobre los individuos es lo viejo. Lo radicalmente nuevo es el respeto a las libertades individuales (también llamados "derechos humanos"). Es por eso que el socialismo y el comunismo son profundamente reaccionarios y por lo que, desde hace 200 años, la lucha política fundamental se desarrolla entre los liberales y sus enemigos (ver Conflicto de Visiones, Sowell).

En el terreno económico, la libertad es la ausencia de coerción gubernamental para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios más allá de lo indispensable para mantener la libertad misma. Durante toda la historia, el gobierno ha impuesto infinitas restricciones y regulaciones sobre la actividad económica de los individuos (ver La herencia del mercantilismo español, Rangel). Lo nuevo es la eliminación de esas restricciones. Pero eso es, justamente, lo que libera las energías creadoras de la gente. Los países más libres económicamente son los más ricos. Los más regulados, como Corea del Norte o Cuba están entre los más pobres (ver Indice de la libertad económica)

A fines del siglo XIX, las ideas del liberalismo dominban en todo el mundo occidental. El liberalismo, sin embargo, se vio prácticamente marginalizado durante la mayor parte del siglo XX. Eso se debió, en gran medida, a la desilusión con el capitalismo provocada por la I Guerra Mundial y luego por la Gran Depresión de los años 30 (ver Una historia económica del siglo XX, Wannisky). Todo el mundo creía que el capitalismo estaba en sus últimos estertores y que la economía planificada (a diferencia del libre juego del mercado) y la propiedad estatal (a diferencia de la propiedad privada) eran el camino a seguir (ver El Camino de la Servidumbre, Hayek ). La Unión Soviética representaba "el futuro luminoso de la humanidad." En Estados Unidos, Franklin Roosevelt, un socialdemócrata, se apoderó del nombre de "liberalismo" (Estados Unidos es el único país del mundo donde los socialistas se llaman "liberales.").

Aunque estas políticas socialistas aceleraron la adopción de medidas de protección social que el capitalismo hubiera adoptado de todas formas, su proliferacion eventualmente condujo a un grave estancamiento económico en Estados Unidos, Inglaterra y demás países occidentales (ver Los Puestos de Mando, Yerguin). Fueron los gobiernos de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña, y Ronald Reagan en Estados Unidoslos que dieron un brusco viraje, recuperaron las viejas ideas liberales y las aplicaron con un éxito espectacular. (ver Como Reagan ganó la Guerra Fría, De Souza). Desde principio de los años 80, el liberalismo volvió a considerarse como la única forma adecuada de gobernar. Era el nuevo liberalismo, el neoliberalismo. El modelo socialista se ha ido abandonando lentamente en todas partes, trasladando ahora el centro de su lucha al terreno cultural (ver La Guerra Cultural en Estados Unidos, Rivero). El principal teórico liberal del siglo XX ha sido F.A.Hayek. Ludwig von Mises también ha jugado un papel de excepcional importancia. (ver Introducción al liberalismo, Mises)

http://www.neoliberalismo.com/ques.htm




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De: residente Enviado: 02/12/2010 07:01

Cómo Reagan ganó la guerra fría

Dinesh D’Souza

Hace más de diez años, frente a la Puerta de Brandenburgo, Ronald Reagan dijo: ‘‘Secretario General Gorbachov, si usted realmente busca la paz, la prosperidad de la Unión Soviética y del este de Europa, si busca la liberalización: ¡Venga aquí! ¡Abra esta puerta! ¡Derribe este muro!’’

No pasó mucho tiempo antes de que el muro fuera derribado y el imperio más formidable en la historia del mundo se colapsara tan rápidamente que, según palabras de Havel, ‘‘no tuvimos tiempo ni para sorprendernos".

Con la desintegración de la Unión Soviética, concluyó el experimento político y social más ambicioso de la era moderna. El mayor drama político del siglo XX: el conflicto entre el Occidente libre y el Este totalitario, terminó con el fracaso de este último. Lo que probablemente sea el evento histórico más importante de nuestras vidas ya está en el pasado.

Es natural preguntarse, dado lo extraordinario de estos acontecimientos, qué fue lo que provocó la destrucción del comunismo soviético. Para nuestra sorpresa, sin embargo, se trata de un tema que nadie parece querer discutir. Esa renuencia es particularmente aguda entre los intelectuales. Consideren lo que sucedió el 4 de julio de 1990, cuando Mijail Gorbachov se dirigió a los estudiantes y profesores de la Universidad de Stanford. La Guerra Fría ha terminado, dijo Gorbachov, y la gente aplaudió con evidente alivio. Luego añadió: ‘‘Y es mejor no discutir quién la ganó.’’ En ese momento, la multitud se puso de pie y lo aplaudió delirantemente.

El deseo de Gorbachov de eludir este tema era muy comprensible. Pero ¿por qué estaban los aparentes triunfadores de la Guerra Fría igualmente dispuestos a no celebrar su victoria ni analizar cómo se había conseguido la misma? Quizás la razón fuera porque prácticamente todo el mundo se equivocó en relación con la Unión Soviética. Las palomas o apaciguadores estuvieron total y espectacularmente equivocados en todos los puntos. En 1983, por ejemplo, cuando Reagan califico a la Unión Soviética de ‘‘imperio maligno’’, Anthony Lewis de The New York Times se indignó tanto que tuvo que registrar su repertorio para encontrar un adjetivo adecuado: ‘‘simplista’’, "sectario", "peligroso", "escandaloso", nada parecía suficiente. Finalmente, Lewis se decidió por ‘‘primitivo’’ como "la única palabra para calificarlo’’.

A mediados de los años 80, Strobe Talbott, que entonces era periodista de Time, y que posteriormente fue funcionario del Departamento de Estado de Clinton, escribió: ‘‘Reagan está contando con la tecnología y la hegemonía económica norteamericana para imponerse al final’’ pero si la economía soviética está en algún tipo de crisis ‘‘es una crisis permanente, institucionalizada con la que han aprendido a vivir’’

La historiadora Barbara Tuchman alegaba que en vez de utilizar una política de confrontación, el Occidente debía congraciarse con los soviéticos siguiendo ‘la opción del pavo relleno", es decir, "dándoles todos los granos y bienes de consumo que necesitan’’. Si Reagan hubiera seguido ese consejo cuando se lo ofrecieron en 1982, probablemente el imperio soviético seguiría existiendo todavía.

Es cierto que los halcones anticomunistas comprendían mucho mejor el totalitarismo y la necesidad de armarse para disuadir la agresión soviética. Pero también ellos consideraban al comunismo soviético como un adversario permanente y prácticamente indestructible. Esta melancolía spengleriana se refleja en la famosa observación de Whittaker Chambers ante la Comisión de Actividades Anti-Norteamericanas en 1948 cuando dijo que, al abandonar el comunismo, estaba ‘‘dejando el lado ganador.’’

Por otra parte, los halcones también se equivocaron en relación con los pasos que había que dar para conseguir el desmantelamiento del imperio soviético. Durante el segundo período de Reagan, cuando éste apoyaba los esfuerzos reformistas de Gorbachov y buscaba acuerdos de reducción de armamentos con él, muchos conservadores denunciaron su aparente cambio de posición. ‘‘Ignorante y patética’’ fue como Charles Krauthammer calificó la conducta de Reagan. William F.Buckley Jr., por su parte, lo exhortó a reconsiderar su valoración positiva de Gorbachov: ‘‘Saludarlo ahora como si ya el régimen no fuera maligno es como cambiar nuestra posición en relación con Adolfo Hitler.’’ También George Will se lamentaba porque ‘‘Reagan ha acelerado el desarme moral del Occidente al elevar los deseos al status de filosofía política’’.

A nadie le gusta que cuestionen su conocimiento pero las palomas han sido especialmente renuentes en admitir que se equivocaron y que Reagan tenía razón. De aquí que en los últimos años hayan hecho un serio esfuerzo por reescribir la historia. En su opinión, el fin de la Unión Soviética no encierra ningún misterio: sufría de crónicos problemas económicos y se derrumbó por su propio peso. ‘‘El sistema soviético se colapsó debido a las fallas y defectos de su núcleo central’’, escribe Strobe Talbott, ‘‘no por nada que el mundo exterior haya hecho o dejado de hacer.’’

Desde el punto de vista de Talbot ‘‘la amenaza soviética no era lo que acostumbraba ser. Lo realmente importante, sin embargo, es que nunca lo fue. En el gran debate de los pasados 40 años, las palomas tenían la razón.’’ Mientras tanto, George Kennan, insiste en que "la extrema militarización’’ perseguida por Reagan y los hombres de línea dura del Pentágono, ‘‘fortalecieron consistentemente a los hombres de línea dura comparables en la Unión Soviética.’’ Lejos de acelerar el fin de la Guerra Fría, puede que lo hayan pospuesto.

Si este análisis es impresionante es por su audacia. La Unión Soviética realmente sufría de enervantes problemas económicos. Pero ¿por qué habría esto de aparejar el fin del régimen político? Históricamente es común que las naciones tengan malos rendimientos económicos pero nunca han sido las escasees de alimentos o el retraso tecnológico causas suficientes para la destrucción de un gran imperio. El imperio romano sobrevivió durante siglos la corrosión interna antes de ser destruido por la invasión de las hordas bárbaras. El imperio otomano se mantuvo durante generaciones como ‘‘el enfermo de Europa" y sólo la catastrófica derrota de la I Guerra Mundial pudo hacerlo desaparecer.

Tampoco el argumento económico puede explicar por qué el imperio se colapsó en el momento preciso en que lo hizo. Lo que los revisionistas vienen a decir es que "sucedió y, por consiguiente, era inevitable.’’ Pero si el colapso soviético era tan seguro, ¿por qué no fue pronosticado por los revisionistas, que eran unánimes en proclamar, como decía una columna de Anthony Lewis de 1983, que el régimen soviético ‘‘no va a desaparecer’’

Afirmar que Gorbachov fue el arquitecto del colapso de la Unión Soviética no es menos problemático. Sin duda era un reformador y un nuevo tipo de dirigente soviético pero Gorbachov no quería llevar al partido y al régimen al precipicio. Cuando la URSS se colapsó, nadie resultó más sorprendido que Gorbachov. Cuando fue barrido del poder no quería creerlo y todavía está indignando y perplejo por haber sacado menos del 1 por ciento de los votos en las elecciones de 1996.

Es curioso que el hombre que comprendiera bien las cosas desde el principio fuera, a primera vista, un improbable estadista. Cuando se convirtió en el líder del mundo libre no tenía experiencia en política exterior. Algunos pensaban que era un peligroso guerrerista, otros lo consideraban un hombre agradable aunque un poco torpe. Sin embargo, este peso ligero de California resultó tener una comprensión tan profunda del comunismo como Alexander Solyenitsin. Este amateur desarrolló una estrategia tan compleja y contra-intuitiva para tratar con la Unión Soviética que prácticamente nadie a su alrededor la apoyaba o ni siquiera la comprendía. Gracias una combinación de visión, tenacidad, paciencia y capacidad de improvisación produjo lo que Henry Kissinger considera ‘‘la hazaña diplomática más asombrosa de la era moderna.’’ 0 como dijo Margaret Thatcher: ‘‘Ronald Regan ganó la Guerra Fría sin disparar un tiro’ ‘

En su apreciación del poderío soviético, Reagan era mucho más escéptico que los halcones y que las palomas. En 1981 le dijo a su audiencia en la Universidad de Notredame: ‘‘El Occidente no va a contener al comunismo. Va a trascender al comunismo. Lo va a descartar como un extravagante capitulo en la historia cuyas últimas páginas se están escribiendo ahora.’’ Al año siguiente, dirigiéndose al Parlamento británico, Reagan pronosticó que si la Alianza Occidental permanecía fuerte produciría ‘‘una marcha de la libertad y de la democracia que dejará al marxismo-leninismo en el basurero de la historia’’

Esas proféticas afirmaciones -descartadas en su época, como simples artificios retóricos- suscitan una interrogante: ¿Cómo sabía Reagan que el comunismo soviético afrontaba un inminente colapso cuando las mentes más astutas de su época no tenían ni la más vaga idea de lo que iba a suceder? Para tratar de responder a esta pregunta lo mejor es empezar por sus chistes. Con el pasar de los años, Reagan acumuló muchos cuentos que atribuía al mismo pueblo soviético. Uno de ellos hablaba de hombre que va a un mercado y pide un kilo de carne de res, medio kilo de mantequilla y una cuarto de kilo de café. ‘ ‘No tenemos’’, le responde el dependiente, y el hombre se va. Otro, que está presenciando la escena, comenta: ‘‘ese viejo tiene que estar loco.’’ A lo que el dependiente responde, ‘Si, pero ¡qué memoria tiene!’’

Otra anécdota favorita es la del hombre que va a una oficina de transporte para pedir un automóvil. Le informan que tiene que depositar todo el dinero inmediatamente pero que hay una lista de espera de 10 años. Sin inmutarse, el hombre paga y llena todos los formularios. Tiene que llevar cada planilla a una oficina del gobierno diferente. Semanas después termina su recorrido y él ultima funcionario le dice: ‘‘Bueno, todo está listo. Venga este mismo día dentro de 10 años’’ Y el hombre le pregunta ‘‘¿Por la mañana o por la tarde?’’ Sorprendido, el burócrata le dice, ‘‘Estamos hablando de aquí a 10 años, ¿qué diferencia puede haber en que sea por la mañana o por la tarde? Y el hombre le responde, ‘‘Es que el plomero viene por la mañana.’

Reagan podía seguir así durante horas. Sin embargo, lo sorprendente es que sus chistes no giran sobre la malignidad del comunismo sino sobre su incompetencia. Reagan estaba de acuerdo con los halcones en que el experimento soviético que buscaba crear un ‘‘hombre nuevo’’ era profundamente inmoral. Pero también comprendía que era básicamente estúpido. Reagan no necesitó un título en economía para reconocer que cualquier sistema económico basado en una planificación centralizada, que decide cuánto deben producir las fábricas, cuánto debe consumir la gente y cómo se deben distribuir las recompensas sociales, está destinada a un desastroso fracaso. Para Reagan, la Unión Soviética era un ‘‘oso enfermo’’ y la única incertidumbre no era si se moriría sino cuándo.

Con todo, aunque la URSS tenía una economía débil, por otra parte tenía unas fuerzas armadas sumamente poderosas. Nadie dudaba que si los misiles soviéticos eran disparados contra objetivos norteamericanos causarían una enorme destrucción. Pero Reagan también sabía que el imperio maligno estaba gastando el 20 por ciento de su producto nacional bruto en la defensa. (La proporción real resultó ser todavía más alta.) Fue así como concibió la idea de que Occidente podía gastar más que Moscú en la carrera armamentista, utilizando los superiores recursos económicos de una sociedad libre para crearle terribles tensiones al régimen soviético.

Reagan esbozó su teoría del ‘‘oso enfermo’’ en un discurso en su Alma Mater, el Erureka College. Allí dijo, ‘‘El imperio soviético está fallando porque el rígido control centralizado ha destruido los incentivos para la innovación, la eficiencia y los logros individuales. Sin embargo, en medio de sus problemas económicos y sociales, la dictadura soviética ha forjado las mayores fuerzas armadas del mundo. Lo ha conseguido echando a un lado las necesidades humanas de su pueblo pero, al final, ese camino socavará los cimientos mismos del sistema soviético’’

Sin embargo, los osos enfermos pueden ser muy peligrosos porque tienden a ser agresivos. Además, como no estamos discutiendo sobre animales sino sobre personas, está la cuestión del orgullo. No es probable que los dirigentes de un imperio internamente débil estén de acuerdo en permitir la erosión de su poder. Lo típico es que recurran a las fuerzas armas, la fuente primaria de su poder.

Reagan estaba convencido de que el apaciguamiento sólo aumentaría el apetito del oso e invitaría a ulteriores agresiones. Fue por eso que siempre trató a los soviéticos con firmeza. Tenía mucha más confianza que la mayoría de los halcones en que los norteamericanos podían afrontar el desafío. ‘‘Tenemos que comprender,’’ dijo en su primer discurso inaugural, ‘‘que no hay armas más formidables en el mundo que la voluntad y el coraje moral de los hombres y las mujeres libres.’’ Lo más visionario de Regan fue su rechazo de la premisa de que había que aceptar la inmutabilidad del régimen soviético. Cuando nadie se atrevía a hacerlo, Reagan se atrevió a imaginar un mundo donde el régimen soviético no existiera.

Por supuesto, una cosa fue avizorarlo y otra muy diferente hacerlo realidad. El oso soviético estaba de ánimo belicoso y hambriento cuando Reagan llegó a la Casa Blanca. Entre 1974 y 1989, por invasión directa o a través de sus títeres, había incorporado 10 países a la órbita comunista: Vietnam del Sur Camboya, Laos, Yemen del Sur, Angola, Etiopía, Mozambique, Granada, Nicaragua y Afganistán. Por otra parte, había construido el arsenal nuclear más formidable del mundo, con miles de misiles de cabezas múltiples dirigidos a Estados Unidos. El Pacto de Varsovia tenía una abrumadora superioridad sobre el Pacto del Atlántico en armas convencionales. Y Moscú había desplegado recientemente una nueva generación de misiles de alcance intermedio, los gigantescos SS-20, dirigidos a las ciudades europeas.

Reagan no se limitó a reaccionar ante estos alarmantes acontecimientos sino que desarrolló una amplia estrategia contraofensiva. Inició un proceso de rearme de $1.5 billones, el mayor que haya tenido Estados Unidos en tiempos de paz, dirigido a comprometer a los soviéticos en una carrera armamentista que estaba convencido no podrían ganar. Por otra parte, encabezó la Alianza Atlántica en el despliegue de 108 Pershings II y 464 misiles crucero Tomahawk en Europa para contrarrestar los SS-20 soviéticos. Pero no abandonó las negociaciones sobre control de armamentos. Por el contrario, propuso que las dos superpotencias debían de reducir drásticamente sus arsenales nucleares. Afirmó que si los soviéticos estaban dispuestos a retirar sus SS-20, dijo, Estados Unidos no instalaría los Pershing y los Tomahawk. Fue lo que se llamó la ‘ ‘Opción Cero’’

Y también estaba la Doctrina Reagan, que implicaba el apoyo militar y material para los movimientos nacionales que estaban luchando para desembarazarse de las tiranías sostenidas por los soviéticos. Reagan apoyó esas guerrillas en Afganistán, Camboya, Angola y Nicaragua. Y trabajó con el Vaticano y el ala internacional de la AFL-CIO para mantener funcionando al sindicato polaco Solidaridad pese a la dura represión de Jaruzelski. En 1983, tropas norteamericanas invadieron y liberaron Granada, derrocando al gobierno marxista y propiciando elecciones libres. Finalmente, en marzo de 1983, Reagan anuncio la Iniciativa de la Defensa Estratégica (SDFI), un nuevo programa de investigación y de eventual despliegue de misiles defensivos que prometían, en sus propias palabras, ‘‘hacer obsoletas las armas nucleares’’

En cada etapa, la estrategia contraofensiva de Regan fue duramente criticada por las palomas. Los apaciguadores explotaban los temores públicos de que su política militar estuviera acercando el mundo a una guerra nuclear. Strobe Talbott consideró la Opción Cero como "sumamente irreal’’ y afirmó que había sido propuesta ‘‘más para anotarse puntos de propaganda que para ganar concesiones de los soviéticos.’’ Con la excepción del apoyo a los mujedines afganos, las palomas se opusieron en el Congreso y en la prensa a todos los esfuerzos por ayudar a los rebeldes anticomunistas. Y la SDI fue denunciada en palabras de The New York Times como ‘‘una proyección de la fantasía en política’’

Por supuesto, la Unión Soviética también era hostil a la contraofensiva de Reagan pero la percepción de su política era mucho más aguda. Izvestia dijo: ‘‘Quieren imponernos una carrera armamentista todavía más ruinosa.’’ El Secretario General Yuri Andropov afirmó que el programa de la SDI de Regan era ‘‘un intento por desarmar a la URSS.’’ Y Andrei Gromiko señaló que ‘‘detrás de todas estas mentiras está el frío cálculo que la URSS agotará sus recursos materiales y se verá obligada a rendirse.’’

Estas reacciones son importantes porque permiten establecer el contexto del ascenso al poder de Mijail Gorbachov a principios de 1985. Es cierto que Gorbachov era un nuevo tipo de Secretario General del PCUS pero pocos se han preguntado por qué fue nombrado por la Vieja Guardia. La razón principal fue que el Politburó había reconocido el fracaso de las anteriores estrategias soviéticas.

En otras palabras, Regan parece haber sido en gran medida responsable de haber producido el nerviosismo que llevó a Moscú a tratar de buscar un nuevo enfoque. La tarea de Gorbachov no era simplemente la de encontrar una nueva forma para enfrentar los problemas económicos del país sino también de buscar cómo afrontar los reveses del imperio en el exterior. Por esta razón, Ilya Zaslavsky, que fue miembro del Congreso de Diputados del Pueblo, dijo posteriormente que el verdadero originador de la perestroika y el glasnot no había sido Gorbachov sino Reagan.

Gorbachov inspiró un gran entusiasmo en la izquierda y en los medios de comunicación occidentales. Mary McGrory del Washington Post estaba convencida de que tenia ‘‘un plan para salvar el planeta.’’ Gail Sheehy estaba deslumbrada por ‘‘su luminosa presencia.’’ En 1990, Time lo proclamó ‘‘El Hombre de la Década’’ y lo comparó con Franklin D.Roosevelt. Tal como Roosevelt había tenido que transformar el capitalismo para poder salvarlo, así se pensaba que Gorbachov reinventaría el socialismo para poder salvarlo.

La razón de este embarazoso ‘‘Gorbasmo’’ estaba en que Gorbachov era precisamente el tipo de dirigente que los intelectuales occidentales admiraban: un reformista desde lo alto, un dirigente que se presentaba como progresista; un tecnócrata que daba discursos de tres horas sobre cómo se estaba desarrollando el programa agrícola. Pero lo admiraban, sobre todo, porque el nuevo líder soviético estaba tratando de hacer realidad la gran esperanza de la intelectualidad occidental del siglo XX: ¡Un comunismo con rostro humano! Un socialismo eficaz!

Sin embargo, como descubriría Gorbachov, y como ahora sabemos todos, simplemente no podía ser. Los vicios que Gorbachov trataba de erradicar resultaron ser características esenciales del sistema. Si Reagan era el Gran Comunicador, Gorbachov resultó ser el Gran Mal Calculador. En la medida en que pudiera tener una contrapartida occidental, no sería Franklin D. Roosevelt sino Jimmy Carter. Los duros del Kremlin, los que le advirtieron que sus reformas provocarían el colapso del sistema tenían razón. En realidad, los halcones de Occidente también fueron vindicados: era verdad que el comunismo no podía cambiar. La única reforma posible era su destrucción.

Gorbachov, como Jimmy Carter, tenía una buena cualidad: era una persona decente y un hombre de mentalidad relativamente abierta. Fue el primer líder soviético que surgió de la generación post-staliniana, el primero en admitir abiertamente que no se estaban cumpliendo las promesas de

Lenin.

Reagan, al igual que Margaret Thatcher, reconoció rápidamente que Gorbachov era diferente. Lo que hizo cambiar su opinión sobre Gorbachov fueron las pequeñas cosas. Descubrió que Gorbachov tenía una gran curiosidad sobre Occidente y que mostraba un particular interés en cualquier cosa que Reagan quisiera contarle sobre Hollywood. También tenía sentido del humor y podía reírse de sí mismo. Además, se sentía molesto porque Reagan hubiera dicho que la Unión Soviética era un ‘‘imperio maligno.’’ Para Reagan, era significativo que a Gorbachov le molestara dirigir un régimen maligno. Por otra parte, lo impresionó que Gorbachov acostumbrara referirse a Dios y a Cristo en sus declaraciones públicas. Cuando le preguntaron que resultaría de sus reformas, Gorbachov dijo: ‘‘Sólo Dios lo sabe.’’ Esto pudiera ser descartado como un recurso retórico pero Reagan no lo creía así.

Sin embargo, cuando estuvieron frente a frente en la mesa de negociaciones de Ginebra en 1985, Reagan trató a Gorbachov como a un áspero negociador y le respondió en una forma que pudiéramos describir como de ‘‘cordial dureza.’’ Mientras los comunicados del Departamento de Estado insistían en las preocupaciones norteamericanas sobre la ‘‘desestabilizadora’’ influencia de la ocupación soviética de Afganistán, Reagan confrontaba a Gorbachov directamente."Lo que ustedes están haciendo en Afganistán es quemando aldeas y matando niños’’, le dijo. ‘‘Es un genocidio, Mike, y tú eres el que tiene que detenerlo.’’ Según Kenneth Adelmar, un asesor que estaba presente, Gorbachov miró a Reagan estupefacto. Adelman piensa que nadie le había hablado nunca así.

Reagan también amenazó a Gorbachov. ‘‘No nos vamos a quedar sentados y dejarlos con superioridad de armamentos sobre nosotros’’, le dijo. ‘‘Podemos acordar reducir los armamentos o podemos seguir con la carrera armamentista, que creo que usted sabe que no pueden ganar.’’ Gorbachov tomó en serio las observaciones de Reagan. Esto se hizo obvio en la cumbre de Reikiavik en octubre de 1986. Gorbachov asombró al establishment occidental de control de armas aceptando la Opción Cero de Reagan. Aceptó los mismos términos que Strobe Talbott y otras palomas habían considerado absurdamente irrealistas.

Con todo, Gorbachov tenía una condición: Estados Unidos tenía que acordar no desplegar defensas antimisiles. Reagan rehusó. La prensa, por supuesto, lo atacó inmediatamente. Un titular del Washington Post decía ‘‘Colapsan las conversaciones en la cumbre Reagan-Gorbachov por estancamiento sobre SDI que borra otras ganancias.’’ ‘‘Hundida por la Guerra de las Galaxias’’, decía la portada de la revista Time, refiriéndose a las negociaciones.

Para Reagan, sin embargo, la llamada "Guerra de las Galaxias" era algo más que una ficha de cambio: era una cuestión moral. En una declaración televisada desde Reikiavik dijo: "No había forma que yo le pudiera decir a nuestro pueblo que su gobierno no lo protegería contra la destrucción nuclear.’’ Las encuestas mostraron que la mayoría de los norteamericanos estuvo de acuerdo con él.

Según Margaret Thatcher, Reikiavik fue el momento del gran viraje en la Guerra Fría. Gorbachov se dio cuenta de que tenía una opción: continuar una carrera armamentista que no podía ganar y que hundiría la economía soviética o abandonar la lucha por la hegemonía mundial, establecer relaciones pacíficas con Occidente y trabajar para que la economía soviética lograra ser tan próspera como las occidentales. Al parecer, Gorbachov se decidió por este segundo camino después de Reikiavik.

En efecto, en diciembre de 1987, abandonó su ‘‘posición no-negociable’’ de que Reagan renunciara a la SDI y visitó Washington D.C., para firmar el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF). Las dos superpotencias acordaban, por primera vez, eliminar toda una clase de armas nucleares. Moscú inclusive estuvo de acuerdo en permitir verificaciones in sito, una condición que nunca había aceptado anteriormente..

Los halcones, sin embargo, desconfiaban. Decían que Gorbachov era un gran maestro del ajedrez político. Pudiera estar dispuesto a sacrificar un peón para conseguir una ventaja general. ‘‘Reagan está cayendo en una trampa ," advirtió Tom Bethell en The American Spectator en 1985. ‘‘La única forma en que puede conseguir éxito en una negociación es haciendo lo que quieren los soviéticos.’’ Senadores republicanos como Steven Symms y Jesse Helms planearon ‘‘enmiendas asesinas’’ para matar el Tratado de INF. Howard Philips, del Grupo Conservador del Congreso, inclusive acusó a Reagan de ‘‘hacer el papel de idiota útil para la propaganda soviética’’.

Pero, como ahora admiten algunos halcones como Bethell, estas críticas no tenían en cuenta el curso general de los acontecimientos. Gorbachov no estaba sacrificando un peón sino entregando sus alfiles y su reina. El tratado de IFN fue la primera etapa de la rendición de Gorbachov en la Guerra Fría.

Cuando Gorbachov vino a Washington, Reagan sabía que la Guerra Fría había terminado. Gorbachov era una celebridad mediática en Estados Unidos y las multitudes lo aplaudían cada vez que salía de su limosina y estrechaba las manos del público. Por entonces y alejado de la publicidad, Reagan cenó con un grupo de amigos conservadores que incluía a Ben Wattenberg, Georgie Anne Geyer y R. Emmett Tyrell Jr. Según me contó Wattenberg, el grupo se quejó de que la prensa le estuviera dando a Gorbachov todos los méritos por el acuerdo aunque, en lo esencial, éste hubiera sido concebido en los términos de Reagan. Reagan se limitó a sonreír. Wattenberg le preguntó: "¿Hemos ganando la Guerra Fría?" Regan no respondió. Wattenberg insistió. Finalmente, Reagan le dijo que sí. Fue entonces que lo comprendieron. Él quería que Gorbachov disfrutara. Cuando la prensa le preguntó si se sentía opacado por Gorbachov, Reagan respondió: ‘‘Por supuesto que no. No me siento resentido por su popularidad. ¡Por favor! Una vez fui co-estrella con Errol Flynn’’.

Para apreciar la inteligencia diplomática de Reagan, es importante recordar que estaba siguiendo su propio camino, rechazando las recomendaciones tanto de los halcones como de las palomas. Sabía que el movimiento reformista era frágil en la Unión Soviética y que los cuadros de línea dura del Kremlin estaban viendo qué acciones norteamericanas pudieran utilizar para socavar las iniciativas de Gorbachov. Reagan comprendía la importancia de dejarle a Gorbachov un espacio de comodidad en el que seguir su programa de reformas.

Al mismo tiempo, cuando las palomas del Departamento de Estado le imploraban a Reagan que ‘‘recompensara’’ a Gorbachov con concesiones económicas y beneficios comerciales por anunciar que las tropas soviéticas se retirarían de Afganistán, Reagan reconocía que esto pudiera hacerle recuperar la salud al oso enfermo. El objetivo de Reagan, como el mismo Gorbachov dijo una vez en broma, era llevar a la IJRSS al borde del abismo y luego inducirlo a ‘‘dar un paso al frente’’.

Simultáneamente, Reagan apoyó los esfuerzos reformistas de Gorbachov y lo presionó constantemente para que avanzara más y más rápido. Esa fue la significación del viaje de Reagan a la Puerta de Brandenburqo el 12 de junio de 1987, en la que exigió que Gorbachov demostrara que hablaba en serio cuando se refería a la apertura echando abajo el Muro de Berlín. El Departamento de Estado le quitaba esa línea al discurso una y otra vez pero Reagan la volvía a poner. Y en mayor de 1988 Reagan se paró bajo un gran busto blanco de Lenin en la Universidad de Moscú y dio la más ardiente defensa de una sociedad libre que se haya ofrecido nunca en la Unión Soviética. En ese viaje visitó el antiguo monasterio de Danilov y habló de la importancia de la libertad religiosa y de la renovación religiosa. En la residencia del embajador norteamericano, le aseguró a un grupo de disidentes y ‘‘refusniks’’ que el día de la libertad estaba cerca. Todas estas medidas estaban calculadas para forzar la mano de Gorbachov.

Primero, Gorbachov se mostró de acuerdo en hacer profundas rebajas unilaterales en las fuerzas armadas soviéticas en Europa. A partir de mayo de 1988, las tropas soviéticas empezaron a salir de Afganistán, la primera vez que los soviéticos se habían retirado voluntariamente de un régimen títere. Poco después, las tropas soviéticas y de sus satélites se estaban retirando de Angola, Etiopía y Camboya. Así comenzó la carrera hacia la libertad en el este de Europa y, ciertamente, el Muro de Berlín fue echado abajo.

Durante este periodo de fermento, el gran logro de Gorbachov, lo que le reconocerá la historia, fue abstenerse del uso de la fuerza, que había sido la reacción de sus predecesores cuando hubo alzamientos populares en Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. Pero ahora no sólo Gorbachov y su equipo estaban permitiendo la desintegración del imperio, como había previsto y querido Reagan, sino que hasta adoptaron su forma de hablar. En octubre de 1989, el vocero del ministerio de Relaciones Exteriores Gennadi Gerasimov anunció que la URSS no intervendría en los asuntos internos de los piases de la Europa del Este. ‘‘La Doctrina Breznev esta muerta’’, dijo Gerasimov. Los reporteros le preguntaron que ocuparía su lugar, y replicó, ‘‘¿Ustedes conocen la canción de Frank Sinatra ‘A mi Manera?’ Pues bien, Hungría y Polonia están haciéndolo a su manera. Ahora tenemos la Doctrina Sinatra’’. El Gipper no hubiera podido decirlo mejor el mismo.

Finalmente, la revolución llegó hasta la Unión Soviética. Gorbachov, que había perdido completamente el control de los acontecimientos, se encontró desalojado del poder. La URSS decidió abolirse a sí misma. Quedarían serios problemas de ajuste a las nuevas condiciones pero los pueblos emancipados saben que esos problemas son infinitamente mejores que vivir bajo la esclavitud.

Inclusive algunos que habían sido escépticos en relación con Reagan se vieron obligados a admitir que su política había sido completamente vindicada. El viejo adversario de Reagan, Henry Kissinger observó que aunque Bush presidió la desintegración final del imperio soviético, ‘‘fue la presidencia de Ronald Reagan la que consiguió el viraje.’’ El Cardenal Casaroli, secretario de Estado del Vaticano, observó públicamente que el esfuerzo militar de Reagan, al que él se había opuesto en su momento, había llevado al colapso del comunismo.

Estas conclusiones eran ampliamente aceptadas en el antiguo imperio soviético y en la Europa del Este. Cuando el presidente checo Vaclav Havel visitó Washington D.C., en mayo de 1997, le pregunté si la estrategia de defensa y la diplomacia de Reagan habían sido factores vitales en el fin de la Guerra Fría. Por supuesto, dijo Havel, añadiendo que ‘‘tanto Reagan como Gorbachov merecen crédito porque aunque el comunismo soviético hubiera podido implotar con el tiempo, sin ellos ‘‘hubiera tomado mucho más’’.

La observación de Havel es incontestable. Con todo, fue Reagan el que ganó y Gorbachov el que perdió. Si Gorbachov fue el gatillo, Reagan fue el que lo apretó. Por tercera vez en el siglo, Estados Unidos había peleado y ganado en una guerra mundial. En la Guerra Fría, Reagan resultó ser nuestro Churchill: fue su visión y su liderazgo lo que nos condujo a la victoria.

SOBRE EL AUTOR

Dinesh D'Souza es un un Asociado John M.Olin del American Enterprise Institute. Fue asesor de política nacional del gobierno de Reagan y es autor de varios libros importantes, entre ellos, Liberal Education, The End of Racism y Ronald Reagan: Cómo un hombre ordinario se convirtió en un líder extraordinario. (Free Press). Todos son excelentes. Infortunadamente no están traducidos al español. "Como Reagan ganó la Guerra Fría" es una adaptación, publicada en National Review, de su biografía de Ronald Reagan recién publicada.

http://www.neoliberalismo.com/reagan.htm




Respuesta  Mensaje 8 de 10 en el tema 
De: residente Enviado: 02/12/2010 07:05
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 01/12/2010 19:33
Neoliberalismo
Principios y efectos del Neoliberalismo
Investigación enviada por:
Licda. Zuleika Cabrera Reyes
sharol092003[en]yahoo.com
UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PANAMA
CENTRO INTERAMERICANO DE POSTGRADOS
MAESTRIA EN ADMINISTRACION DE NEGOCIOS
     El liberalismo es la ideología de la libertad. Para los liberales, la libertad es el valor supremo,
entendiendo libertad como la ausencia de coerción. Si nadie me impide hacer algo, soy libre. La
libertad, sin embargo, no es la ausencia de leyes, como piensan algunos.
 
En efecto, si Yo deseo algo que otros también quieren, ¿Cómo impedir que nuestras libertades no
entren en conflicto y conduzcan a la violencia? 
La respuesta esta en el estado de derecho, en el imperio de la ley. La ley plantea las reglas del juego.
Si todos estamos obligados a cumplirlas, somos libres. La ausencia de leyes solo conduciría al imperio
de la fuerza y viviríamos bajo la tiranía de los mas fuertes.
     Desde hace muchos años, las naciones de las diferentes partes del mundo se han sorprendido, al
ver como se ha extendido el neoliberalismo, era como una mancha de aceite que iba cubriendo
áreas cada vez más grandes; países con distinto grado de poder económico y político se convirtieron
rápidamente a la nueva fe. Esta difusión tan rápida no era ajena a la “Guerra fría”, el liberalismo le
servia en lo económico, como respaldo a la política cada vez mas agresiva contra el socialismo. Sin
embargo, los resultados del neoliberalismo han sido decepcionantes tanto en crecimiento, como en
la distribución y un desastre completo en materia de empleo.
     Muchos economistas en la actualidad tienen como definición del neoliberalismo lo siguiente: “El
neoliberalismo es un modelo estéril y una guerra contra los pobres”.
     Sin embargo, y a pesar de las grandes criticas y análisis que se han llevado acerca de esta teoría
económica muchos países la siguen utilizando; países de Europa no temen tanto a las consecuencias,
pero al ver los aspectos de los países latinoamericanos, los economistas temen una crisis económica
impresionante, visiblemente las condiciones económicas de Latinoamérica no son las mismas y es por
eso que el futuro de América Latina es incierto.
CAPITULO I   ANTECEDENTES
A.
Historia 
     Las ideas esenciales del liberalismo fueron elaboradas por John  Locke (1632-1704), Montesquieu
(1689-1755), David Hume (1711-1776), Adam Smith (1723-1790) y John Stuart Mill (1806-1873), entre
otros.
     La palabra  “liberal” se utilizó por primera vez en España, a principios del siglo XIX, para denotar
simpatía por una monarquía constitucional, con una constitución parecida a la inglesa.  El poder del
gobierno era lo viejo.  Lo radicalmente nuevo es el respeto a las libertades individuales (también
llamado “derechos humanos”).  Es por eso que el socialismo y el comunismo son profundamente
reaccionarios.
     No hay latinoamericano que no pueda señalar que, durante el siglo XIX,  su país funcionó bajo el
amparo de una constitución liberal.
     A finales del siglo XIX, las ideas del liberalismo dominaban en todo el mundo occidental.  El
liberalismo, sin embargo, se vio prácticamente marginalizado durante la mayor parte del siglo XX.  Eso
se debió, en gran medida, a la desilusión con el capitalismo provocada por la Primera Guerra Mundial
y la Gran Depresión de los años 30.
     El Neoliberalismo se origina en la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, este, es heredero
de las teorías neoclásicas de finales del siglo XIX; pero es en los años setenta cuando comienza su
auge a nivel internacional.
     Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta  1967 Europa presenta un crecimiento económico,
entre 1969 y 1971 se presenta un fenómeno conocido como “estanflación”,  poco  crecimiento 
económico y aumento  de  la  inflación, generando una grave crisis penetrando especialmente en los
países capitalistas dependientes (tercermundistas) y afectados gravemente a los socialistas.
     Fueron los gobiernos de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña, Ronald Reagan, en Estados Unidos
que dieron un brusco viraje, recuperando las viejas ideas liberales y las aplicaron con un éxito
espectacular.
     Era 1979, el año que Margaret Thatcher llegó al poder y lanzo la revolución liberal en Gran Bretaña. 
Era muy conocida por justificar su programa con una sola palabra, TINA: There is no Alternative.  El
valor central de la doctrina de la Thatcher y el neoliberalismo en sí mismo, es la noción de
competencia entre naciones, regiones, empresas y por supuesto, individuos.
     Estados Unidos, Europa y Japón  inician procesos de estabilización económica, disminuyendo
cargas fiscales, recortando gastos sociales, facilitando el intercambio con el exterior y se profundiza la
división internacional del trabajo, se creía que con estas medidas el mundo estaba listo para iniciar su
fase de crecimiento.
     Desde principio de los años 80, el liberalismo volvió a considerarse como la única forma adecuada
de gobernar.  Era el nuevo liberalismo, el neoliberalismo.
     El principal teórico liberal del siglo XX ha sido F. A. Hayek.  Entre algunos exponentes tenemos a:
     En Europa occidental: Lugwin Von Mises, economista y a Karl Popper, filósofo.
     En Estados Unidos:  Milton Friedman, economista.
     En América Latina: Carlos Rangel, periodista y Luis Pazos, economista.
CAPITULO II 
EL NEOLIBERALISMO
      A.  Definición de Neoliberalismo
     La palabra liberalismo es, sin duda, una de las más ambiguas, tanto en el vocabulario político
como en el vocabulario económico; designa una filosofía política, fundada en el valor de la libertad
individual, describe así mismo un conjunto de principios ideológicos de una serie de partidos políticos
en el mundo occidental e identifica una perspectiva de análisis frente a los mecanismos rectores del
funcionamiento de la economía. Todos estos significados, sin embargo, tienen su fundamento en el
llamado "liberalismo clásico", característico de un modo de observar el mundo de la economía
política que se remonta por lo menos hasta Adam Smith. 
A riesgo de comprimir en exceso los rasgos distintivos del liberalismo clásico, pudiera señalarse,
primero: un compromiso con la libertad personal, definida como la no interferencia en las creencias y
en la búsqueda de objetivos privados; segundo: una política de estricta libertad económica y,
tercero: una doctrina del gobierno limitado y restringido a asegurar las funciones básicas de la
organización de la sociedad, particularmente, la libertad, la seguridad y la justicia.
     El liberalismo clásico entró en decadencia hacia fines del siglo XIX, y el término liberal empezó a ser
usado frecuentemente para describir un liberalismo intervencionista o social, particularmente en los
Estados Unidos y en el Reino Unido. Así, liberal en el sentido político llegó a identificar a aquél que
propendía por la intervención del Estado para corregir particularmente las injusticias sociales. 
Paralelamente y en parte como una respuesta tardía, fue surgiendo una tendencia "neoliberal" en los
Estados Unidos referida a un grupo de políticos e intelectuales asociados con el partido demócrata,
quienes aceptan que la intervención gubernamental fue en el pasado demasiado extensa y que
debería hacerse un uso mayor del mercado. 
Desde entonces el término Neoliberalismo cobijó una tendencia de renacimiento y desarrollo de las
ideas liberales clásicas, tales como la importancia del individuo, el papel limitado del Estado y el valor
del mercado libre.        
     En síntesis y desde una perspectiva moderna, el neoliberalismo puede ser definido como la
creencia en que la intervención gubernamental usualmente no funciona y que el mercado
usualmente sí lo hace. El fracaso del gobierno en la consecución de sus metas (fallo del gobierno) es
predecible y según los neoliberales ha sido confirmado por la experiencia. 
El mercado, el intercambio voluntario de bienes y servicios satisfará habitualmente los requerimientos
de los individuos con mucha mayor eficacia que el gobierno dentro de las restricciones de recursos
limitados.
     En realidad, el neoliberalismo y más precisamente el resurgimiento de las ideas liberales que
impulsara Friedrich Hayek desde los años cuarenta, ha tenido un contexto favorable para su
desenvolvimiento en los acontecimientos recientes de la historia mundial. La tesis del llamado "fin de
la historia", expresión según la cual asistimos al triunfo de la democracia liberal capitalista y a la
derrota definitiva del marxismo, nos deparará según sus defensores una expansión del liberalismo
económico y político al que sólo se opondrán determinadas formas de nacionalismo y religión,
significando un cambio radical en la consideración del papel del Estado como agente económico,
cuyas funciones básicas se asociaron desde los años treinta a la responsabilidad de la puesta en
marcha de los mecanismos necesarios para asegurar objetivos como el pleno empleo de los recursos,
y que tuvo su fundamento teórico en la revolución keynesiana.
     Actualmente, el neoliberalismo al oponerse a la intervención redistributiva del Estado, perpetúa la
desigualdad socioeconómica tradicional y la acrecienta. Este sistema introduce el criterio de que
solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los recursos y fijas a los diversos
actores sociales los niveles de ingresos.  
Se  abandonan  así  los esfuerzos por alcanzar la justicia social mediante una estructura progresiva de
impuestos y una asignación del gasto publico que privilegie a los demás desfavorecidos; y se dejan
de lado intentos por la democratización de la propiedad accionaría o la reforma agraria integral.
     Estamos peligrosamente empujados por una cultura que radicaliza la ambición por poseer,
acumular y consumir, y que sustituye la realización de todas las personas en comunidades
participativas y solidarias por el éxito individual en los mercados. El neoliberalismo provoca esta crisis al
llevar a la desaparición el bien común como objeto central de la política y la economía. El bien
común es sustituido por la búsqueda de equilibrio de las fuerzas del mercado.
     B.  Diferencia entre Liberalismo y Neoliberalismo
La diferencia principal que se le atribuye con respecto al liberalismo clásico es que en este el
mercado es considerado el motor del progreso humano. En el liberalismo económico se entiende que
el libre comercio y las leyes del mercado deben ser salvaguardadas para que la mano invisible
pueda gobernar en interés de todos. 
El neoliberalismo, en cambio, va más allá. Las  leyes de los países deben plegarse al mercado y no al
revés. El poder político no debe, según ellos, tener influencia alguna en los movimientos de capital y
los negocios de las multinacionales, aunque ello vaya en detrimento del propio país que lo permite. 
Así pues, a diferencia del liberalismo el neoliberalismo rechaza de plano cualquier política
intervencionista y social que regule en lo más mínimo a las transacciones internacionales. Se opone a
cualquier medida proteccionista y exige la privatización de las empresas publicas como único
camino ya que el neoliberalismo presupone que los hechos han demostrado la invalidez de las
medidas intervencionistas y propugna que el interés particular de cada individuo y su competición
con sus vecinos hará que la sociedad se mueva sola hacia el interés común de esta. 
Se puede decir que si el liberalismo es una ideología socioeconómica permeable a la crítica y abierta
a cambios,  el neoliberalismo  es casi una creencia ciega en unos dogmas  que, por fuerza, han de
llevar a la sociedad por el buen camino. De modo que para el neoliberalismo no hay alternativa
posible a su sistema.
     
C.  Principios del Neoliberalismo
     Los principios ideológicos del neoliberalismo reúnen los antiguos principios del liberalismo
económico y político del siglo pasado con características propias como el pensamiento único,
sucesor del postmodernismo filosófico y valedor principal de los llamados "pensamientos débiles" en
contraposición con aquellas "doctrinas totalizadoras" -como el marxismo- que intenta encontrar una
explicación general a la existencia humana. 
Sus principios fundamentales son: 
1.
Propiedad privada 
El liberalismo defiende la propiedad privada sin límites. Esto conlleva necesariamente la
concentración de riqueza en una pequeña minoría privilegiada que actúa a nivel planetario.
     «El liberalismo fruto del desarrollo de la burguesía capitalista antes que nada fue y en ello puso su
mayor énfasis un sistema económico que amplió el mercado en una dimensión mundial». (Manifiesto
Comunista, Marx y Engels).
2.
Libertad 
La libertad como valor absoluto, pero en manos de esa minoría. Libertad, fundamentalmente,
de los mercados de capitales para decidir el sentido de la opinión pública; para comprar, vender o
competir sin trabas burocráticas ni fronteras; para adquirir los máximos beneficios e invertirlos donde
plazca. Lo que lleva a imponer los intereses de esta minoría privilegiada "caiga quién caiga" por
encima de las necesidades de la mayoría de la sociedad y de la voluntad de los estados nacionales. 
«La libertad es una gran palabra; pero bajo la bandera de la libertad de industria se han
hecho las guerras más rapaces, y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha expoliado a los
trabajadores». (Que hacer, Lenin) 
3.
Predominio del mercado 
      Se defiende la no intervención del estado en la economía, desmontando el Estado del bienestar y
las políticas de protección social. Se quiere evitar que el estado fije los precios y de subsidios. Esto
debe estar regulado por las propias leyes del mercado. Sin embargo, si se requiere al estado como
salvavidas de los capitalistas que mediante mecanismos como la deuda pública se forran. 
Además, se exigen ayudas de todo tipo y garantías a las inversiones de las empresas. Por tanto, más
mercado y menos estado, pero para los pobres.
4.
Orden 
Se exige a los gobiernos mantener una situación que no entorpezca los negocios ni la vida
económica. Se considera alteradores del orden público y subversivos a todos aquellos que exijan
cosas que estén en contra de los que más tienen. 
El orden exige un fortalecimiento del estado: más policías, ejércitos eficaces -profesionales-,
control de los medios, limitación de  derechos, endurecimiento de las leyes, etc. "La democracia en sí
misma jamás ha sido un valor central del neoliberalismo" (Friedrich Hayek, ideólogo del
neoliberalismo).
5.
Individualismo 
No importan los intereses colectivos, sino los de los individuos. Es más no existe la colectividad.
El neoliberalismo no cree que uno y uno sumen dos. Siempre va a haber diferencias irreconciliables
entre uno y otro. Por ello es imposible la lucha de clases. 
Tampoco es posible encontrar una explicación global a lo que pasa en el mundo. El pensamiento
está en crisis. Lo que importan son los hechos. El individuo es el principio y el final de todas las leyes. La
satisfacción individual -la de los ricos, sobre todo- el sentido de la vida.
     En resumen podemos decir que:
"Lo económico prima sobre lo político. Se coloca a la economía en el puesto de mando
(un marxista distraído no renegaría de este principio); una economía, desde luego,
liberada de la ganga de lo social. 
El mercado, cuya mano invisible corrige las asperezas y disfunciones del capitalismo, y muy
especialmente los mercados financieros, cuyos signos orientan y determinan el movimiento
general de la economía. 
La competencia y la competitividad, que estimulan y dinamizan a las empresas llevándolas
a una permanente y benéfica modernización. 
El libre intercambio sin límites, factor de desarrollo ininterrumpido del comercio y, por
consiguiente, de la sociedad. 
 
La mundialización, tanto de la producción manufacturera como de los flujos financieros. 
La división internacional del trabajo, que modera las reivindicaciones sindicales y abarata
los costos salariales. 
La moneda fuerte, factor de estabilización. 
La desreglamentación, la privatización, la liberalización. 
Cada vez menos estado y un arbitraje constante en favor de los ingresos del capital en
detrimento de los del trabajo. 
Indiferencia con respecto al costo ecológico
     
D.  Características del Neoliberalismo
Defienden un mercado altamente competitivo
Aceptan la intervención del Estado en la economía, como arbitro o promovedor de la
libre competencia, pero lo restringe hasta despojarlo de la posibilidad de garantizar los
bienes comunes mínimos que se merece todo ciudadano por ser persona
Se oponen al acaparamiento y a la especulación.
Se oponen a la fijación compulsiva de salarios por el Estado.
Rechazan la regulación de precios por el Estado, ya que deben fijarse en base a la
relación oferta / demanda.
Se oponen a la creación compulsiva de empleo, eliminando los programas generales de
creación de oportunidades para todos y los sustituye por apoyos ocasionales a grupos
focalizados.
Se oponen al gasto público burocrático, privatizando empresas bajo la premisa de que la
administración privada es mejor que la pública.
Defienden el libre comercio internacional, abriendo las fronteras para mercancías,
capitales y flujos financieros y deja sin suficiente protección a los pequeños productores.
Defienden la libertad de contratación del trabajo y la libre movilidad de los factores de
producción.
Elimina obstáculos que podrían imponer las legislaciones que protegen a los obreros.
Libera de impuestos y de obligaciones a grupos poderosos.
Provoca el individualismo y la competencia llevando al olvido el sentido de comunidad,
produciendo la destrucción de la integridad humana y ecológica.
Expresa una política de ajuste y apertura.
     En su conjunto, las características del neoliberalismo provocan una concentración mayor de la
riqueza y del poder económico en las manos de unos cuantos y dejan sin protección a la mayoría de
la población. Los defensores de este sistema afirman que estos ajustes producirán, a largo plazo, un
crecimiento que elevará los niveles de ingreso y resolverá la situación de los desfavorecidos.
CAPITULO III
ENFOQUES DEL NEOLIBERALISMO
A.
El Neoliberalismo como Ideología



Respuesta  Mensaje 9 de 10 en el tema 
De: residente Enviado: 02/12/2010 07:05

Respuesta  Mensaje 10 de 10 en el tema 
De: residente Enviado: 02/12/2010 07:15

Ideas esenciales del liberalismo

  
  
Dr. Manuel F. Ayau C.
13 de julio de 2002 | Universidad Francisco Marroquín | Duración:143 minutos
 
Acerca de este video

El Dr. Manuel Ayau responde a doce preguntas que son esenciales para poder comprender qué es el liberalismo. En primera instancia comenta dos conceptos importantes que son el costo de oportunidad y la libertad. También, se refiere a los aspectos que forman parte de la organización social, que son: la productividad, el trabajo y sus implicaciones, la función social del capital, las políticas de gobierno, el orden espontáneo de donde emerge el libre mercado y el orden deliberado impuesto por la autoridad estatal. Asimismo, habla de la importancia de la igualdad ante la Ley y el concepto de igualdad de oportunidades. Finalmente, explica cómo se determina la legitimidad en el proceso de adquisición.

Acerca del autor
Manuel F. Ayau

El Dr. Manuel F. Ayau (1925-2010) fue fundador del Centro de Estudios Económico-Sociales y primer rector de la Universidad Francisco Marroquín; miembro del Consejo Directivo de Liberty Fund y directivo de Foundation for Economic Education (FEE). También, escribió varias obras, entre ellas: Cómo mejorar el nivel de vida, De Robinson Crusoe a Viernes, El comercio, La década perdida, El proceso económico, No tenemos que seguir siendo pobres para siempre y Un juego que no suma cero; fue columnista de The Wall Street Journal y del diario guatemalteco Prensa Libre.

Fuente: www.ufm.edu
Última actualización: 03/08/2010





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