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Respuesta  Mensaje 1 de 9 en el tema 
De: albi  (Mensaje original) Enviado: 08/12/2010 17:50

El genocida que añoraba convertirse en presidente

Había sido condenado a cadena perpetua en el Juicio a las Juntas, pero todavía pesaban en su contra decenas de procesos.

 Por Adriana Meyer

Ya no mandaba hacía tiempo, y su salud dañada lo había alejado de los juzgados, donde debía seguir rindiendo cuentas por su condición de genocida. Ayer a la tarde, Emilio Eduardo Massera murió en el Hospital Naval por causa de un accidente cerebrovascular. Había sido condenado a cadena perpetua en el Juicio a las Juntas de 1985 por delitos de lesa humanidad, pero ayer consiguió la extinción de las causas por los crímenes por los que aún no había sido llevado al banquillo. Sus exequias no tendrán ninguno de los rituales castrenses porque había sido despojado de su rango militar. Hacía tiempo que estaba inconsciente, con sus facultades mentales alteradas, según determinó el Cuerpo Médico Forense, pero aún pesaban en su contra decenas de procesos y estaba siendo juzgado en ausencia en Italia. Quien supo tener ambiciones políticas más allá del poder que detentó como ideólogo del plan genocida, ya no controlaba siquiera su propio cuerpo. Massera murió a los 85 años, deja un legado que aún pesa en la Armada, y con él será sepultada invalorable información sobre el destino de los desaparecidos y de los niños apropiados que nacieron en forma clandestina en la ESMA.

Las autoridades del Hospital Naval informaron que el dictador falleció por un “paro cardiorrespiratorio no traumático como consecuencia de sus secuelas neurológicas”. En el parte médico dado a conocer frente a las puertas del hospital de Parque Centenario se informó que Massera falleció a las 16 y que su última internación data del 19 de abril. Massera sufrió varias complicaciones de salud luego del primer episodio de ACV que tuvo en 2002. Junto a sus familiares, estaba en una sala común y sin custodia judicial ni policial.

Massera encabezó el golpe de Estado que derrocó a Isabel Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976 e integró la primera Junta de Comandantes, junto a Jorge Rafael Videla y Orlando Ramón Agosti. Tras haber dirigido el centro de exterminio que funcionó en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) durante toda la dictadura, en 1983 buscó una postulación para la presidencia, para lo cual creó el Partido para la Democracia Social, que no prosperó porque fue detenido por la desaparición del empresario Fernando Branca.

En la llamada Causa 13 de 1983, más conocida como Juicio a las Juntas Militares, fue condenado por asesinato, tortura y privación de libertad a cadena perpetua por tres casos de homicidio con alevosía, 12 de tormentos, 69 privaciones ilegales de la libertad y siete robos. En diciembre de 1986, cuando ya había sido apartado de la Armada, la Corte Suprema confirmó su condena. Fue el ex presidente Carlos Menem quien le devolvió la liberad al indultarlo en 1990, luego de haber pasado cinco años preso.

Massera no se hacía cargo de haber sido parte de un plan de exterminio, prefería hablar de “guerra justa” contra el “terrorismo subversivo”, como expresó en una de las audiencias del histórico Juicio. E incluso llegó a jactarse de haberla llevado adelante con el “aval de políticos, empresarios y curas”, tal como aseguró en 1995 en una entrevista de este diario.

Tres años más tarde volvió a ser detenido por la apropiación de un bebé nacido en la ESMA, un crimen que había sido excluido de las leyes de impunidad. Estuvo preso en Campo de Mayo, pero desde octubre de 2000 gozó del arresto domiciliario en su quinta de El Talar de Pacheco: un refugio de unos 9 mil metros arbolados, con pileta, dos canchas de tenis y una cómoda casa que Massera compró en 1977 con los mismos intermediarios, testaferros y escribanos que usó para quedarse con otras propiedades de empresarios que fueron secuestrados y asesinados en la ESMA. (De hecho, por la apropiación de los bienes de los desaparecidos hay una causa abierta que lo tenía como imputado, y en la que aún deberán declarar sus hijos Carlos y Eduardo Enrique.) Tan cómodo estaba el Almirante Cero que se permitía dar paseos por el perímetro exterior de la quinta, hasta que un grupo de hijos de desaparecidos lo descubrió. No era la primera vez que Massera burlaba un arresto, ya lo había hecho cuando un fotógrafo lo encontró caminando por Barrio Norte cuando debía estar preso en el penal de Magdalena, en la primera detención.

Así, en diciembre de 2002, el ex comandante perdió su beneficio y fue remitido al sector VIP de la cárcel de Gendarmería Nacional, en Campo de Mayo. Pero al poco tiempo tuvo que ser llevado al Hospital Naval, donde quedó internado, primero por un derrame cerebral y más tarde por sufrir un infarto. Las agrupaciones de derechos humanos pusieron en duda la veracidad de los informes médicos que lo tenían preso en el centro de salud de los marinos. En marzo de 2005, la jueza María Servini de Cubría suspendió los procesos en su contra, luego de que médicos forenses le informaran que presentaba una “involución mental” por daños cerebrales. Las evaluaciones médicas informaban que Massera tenía un marcapasos, que “no controla esfínteres”, “se babea por momentos” y “emite quejidos”, en el marco de un “trastorno psicoorgánico que trae aparejado un deterioro cognitivo global, crónico e irreversible”.

En abril de 2007, la Justicia anuló su indulto y el tiempo que transcurrió hasta la ratificación de su condición de insania –en mayo de 2009 por parte del Cuerpo Médico Forense y en noviembre de ese año por parte del procurador general Luis González Warcalde– no fue suficiente para obtener ninguna nueva condena en su contra. Por eso quedará un banquillo de los acusados vacío en la megacausa ESMA, y sus conexas sobre la desaparición de Rodolfo Walsh, las monjas francesas y Dagmar Hagelin; en el juicio por la apropiación sistemática de menores durante la dictadura y en el referido al Plan Cóndor. De acuerdo a las normas procesales, cuando el certificado de defunción llegue a cada uno de los juzgados en los que estaba imputado, los magistrados deberán dictar la extinción de la acción penal por muerte y el consiguiente sobreseimiento del dictador. Sin embargo, con la ratificación el 31 de agosto de la anulación de su indulto por parte de la Corte Suprema, vuelve a tener vigencia aquella condena a perpetua del Juicio a las Juntas. Y queda en pie el embargo de sus bienes para pagar la indemnización a Daniel Tarnopolsky por la desaparición de toda su familia, por la que fue condenado el genocida fallecido ayer. Fue en 2004, el mismo año que había corrido una falsa versión sobre su muerte. El juez español Baltasar Garzón decretó en octubre de 1997 una orden de detención internacional en su contra por el delito de genocidio, y también fue requerido por la Justicia de Alemania, Francia y Suiza. Pero el único proceso en marcha en el exterior contra el dictador es el que se realiza en Roma, por la desaparición de tres ciudadanos italianos: Juan Pegoraro y su hija Susana, que estaba embarazada y dio a luz en la ESMA, y Angela Aietta de Gullo. Los peritos italianos que visitaron a Massera advirtieron “posibles intentos manipulatorios, más o menos conscientes, actuados por medio de exageraciones de síntomas psíquicos ficticios”, pero finalmente determinaron que “no se encontraba en condiciones de afrontar un proceso”, y por lo tanto comenzaron a juzgarlo en rebeldía.

Alias Negro, Coara y Cero, Massera estableció la ley de la omertà marina por la cual todos los rangos debían involucrarse en las aberrantes prácticas represivas del terrorismo de Estado, y serían premiados con parte del “botín de guerra” robado a las víctimas. “Acá todos ponen los dedos, todos se comprometen, así nadie habla”, predicaba. Por eso ayer algunas de sus víctimas lamentaban el definitivo silencio sobre los datos de los desaparecidos y de sus hijos nacidos en las mazmorras de la ESMA, y se quejaban de su legado: centenares de marinos en actividad formados en esa omertà.



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Respuesta  Mensaje 2 de 9 en el tema 
De: albi Enviado: 08/12/2010 17:51

El Negro no pudo

 

 Por Mario Wainfeld

Hace varios años, el maestro Osvaldo Bayer escribió: “Roberto Arlt lo hubiera calificado como ‘un turrito’. (...) Pero la Historia siempre es mucho más justa y precisa en su devenir que esos calificativos: sin ninguna duda, Eduardo Emilio Massera pasará a ser en la galería de los argentinos el más grande de los asesinos de la vida de la República, hasta el presente”. El cronista no puede ni pretende superar esa síntesis, apenas agregarle unas líneas.

Massera, comandante en Jefe de la Armada, fue el más ambicioso de los comandantes que gobernaron el país, el único que amasó un proyecto político propio. Leopoldo Fortunato Galtieri fue ovacionado en actos de masas, soñó con perpetuarse. Se despertó en pocas semanas, con la resaca a cuestas. Massera, aunque jamás convocó multitudes, había intentado mucho más. Como detalló el periodista Claudio Uriarte en su notable biografía del marino, se había propuesto una hazaña paradójica: proveniente del arma ancestralmente gorila, imaginó llegar a ser el sucesor de Juan Domingo Perón. Una parte de las perversiones de la ESMA tenía que ver con ese proyecto. También su oratoria, que incluía diatribas más o menos explícitas al “liberalismo” de José Alfredo Martínez de Hoz y recuperaba tópicos del desarrollismo.

Se reunía con dirigentes empresarios y algunos sindicalistas canallas, viajaba al exterior, articulaba con la Logia P-2, hablaba con políticos europeos que lo detestaban, por usar un eufemismo.

Creó el diario Convicción y hasta fundó el Partido de la Democracia Social. Los perros de la guerra eran cínicos y psicóticos aun cuando querían ser convocantes.

Jorge Rafael Videla divagaba sobre “la cría del Proceso”, una inmarcesible fuerza que se haría mayoría democrática. Su proyecto era confuso, seguramente pensaba en los jóvenes que acudían al programa de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona: gente linda, de universidades privadas, que predicaba la necesidad de hacer más y decir menos.

El Negro Massera, mimado por la farándula y la crema de la sociedad argentina, tenía objetivos más precisos. Se miraba al espejo y veía al nuevo Perón. Liderar la represión, ensangrentarse las manos, ganarse así el respeto de sus compañeros de armas formaba parte de la construcción de esa fantasía funambulesca. Tal era su delirio.

* * *

Con el tiempo se fue sabiendo. Los centuriones no luchaban sólo por purificar a la Patria. A menudo privatizaban el aparato terrorista estatal en beneficio propio. El Almirante fue pionero en eso de secuestrar empresarios, hacerse de sus bienes de fortuna: los inmuebles y los caballos de carrera fueron algunos de sus berretines.

También fue notoria la desaparición de Fernando Branca, el esposo de su amante Martha McCormack. El comandante mezclaba la vida pública con la privada, cuando lo público estatal tenía como vigas fundantes el crimen y el miedo.

* * *

La política económica era la del establishment, que escribía la obra y la interpretaba. El plan sistemático de exterminio, tanto como la ocupación del Estado y el territorio nacional, requerían el concurso de las Fuerzas Armadas. La jerarquía de la Iglesia Católica bendecía. Las corporaciones dividieron tareas.

A los centuriones (por tener fierros y estructura) les cupo la conducción del Estado.

Ese tramado explica por qué se le permitía a Massera licencias tales como diferenciarse del credo de “Joe”. Y aún brutales desbordes de violencia, mejicaneadas y crímenes que, amén de Branca, terminaron con la vida de algunos hombres y mujeres de las clases dominantes. Esos fueron, en rigor, los únicos “excesos” de la dictadura, producto de cierta forma tolerada (o soportada) de descontrol.

El “botín de guerra”, en cambio, jamás fue un exceso, sino un incentivo.

* * *

Massera era, seguramente, un criminal, un sádico y un corrupto. Videla, un falso santurrón con una estructura familiar perversa. Roberto Viola, una perfecta nulidad que surgió como segundo presidente del Ejército, cerrándole el paso a Massera. Galtieri, un alcohólico con un par de jugadores menos. Un cronista que ahora dicta clases de democracia desde una tribuna de doctrina se cansó de elogiarlos a todos. El ascetismo de Videla, la verba de Massera, “los elocuentes silencios” de Viola. Mariano Grondona, años antes, se había arrobado con la parquedad de Juan Carlos Onganía. En verdad, esos elocuentes silencios sólo probaban que el represor Viola era un supino pelotudo.

Que personajes tan mediocres hayan conducido una etapa tan fundacional remite, sin duda, a la clásica “banalidad del mal” descripta por Hannah Arendt. En un contexto determinado cualquiera puede dirigir un campo de concentración o presidir un país que también lo es.

Pero, sobre todo, las limitaciones de las cúpulas militares corroboran un dato que se va haciendo sentido común. Las Fuerzas Armadas, desde su cúpula hasta los Grupos de Tareas, duraron y tuvieron poder porque eran engranajes de un régimen con cabezas más pensantes, intereses más precisos, cuadros con ideas menos embotadas.

Hubo internas, claro: empresarias y uniformadas. A veces se mestizaron, como sucedió en Papel Prensa: Videla era sponsoreado por sus actuales dueños, Massera pensaba en otro diseño.

* * *

Quizá la última aparición pública recordable de Massera fue su arenga final en el Juicio a las Juntas. Vituperó a la veleidosa opinión pública. Auguró una reivindicación futura. Soñaba con un regreso personal. Se equivocaba, por partida doble.

El cronista cree percibir o intuye que con el tiempo, para las nuevas generaciones, las características personales de los genocidas se irán diluyendo. Devendrán arquetípicos, perderán individualidad, quedarán subsumidos en lo que hicieron: el terrorismo de Estado, la destrucción de las conquistas sociales, una regresión cultural feroz.

La democracia, la lucha por los derechos humanos, la superación de la memoria colectiva confinaron a los represores a un lugar ominoso. Fueron criminales, traicionaron a su Patria, la llevaron a la quiebra, perdieron vergonzosamente una guerra internacional. Después de demasiadas peripecias están siendo juzgados, con la ley en la mano, por tribunales comunes.

* * *

Además de una condena judicial, Massera tiene, claro, la de la sociedad, convalidada por la autocrítica de comandantes en Jefe de gobiernos democráticos. También es un logro colectivo que el señor de la ESMA falleciera sin que nadie haya ejercitado violencia contra él. Un ejemplo inmenso que se debe a las Madres, las Abuelas, los sobrevivientes y los familiares de las víctimas.

Hace años que yacía como un vegetal, sólo era noticia a través del humor negro de la revista Barcelona. Ayer, dejó de existir, por decirlo de algún modo. Bien muerto estás, turrito.

mwainfeld@pagina12.com.ar

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Respuesta  Mensaje 3 de 9 en el tema 
De: albi Enviado: 08/12/2010 17:52

Veredicto final

 

 Por Luis Bruschtein

El asesino que murió ayer debe ser una de las personas que ha hecho sufrir a más argentinos. Y mientras se dedicaba a esa tarea con dedicación, era designado miembro académico del Instituto de Ciencias Políticas de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA; Doctor Honoris Causa de la Universidad John F. Kennedy; Periodista Honoris Causa del Instituto Latinoamericano de Intercambio Periodístico y Profesor Honorario de la Universidad de El Salvador.

Los que le hacían homenajes a Massera en aquella época eran los chupamedias de siempre que pensaban que era el hombre del futuro y no les importaba que estaban adorando a un gangster. Ahora, ellos o las instituciones que representaron aparecen en una lista como esta que los pone tan en evidencia.

Hace pocos días murió Néstor Kirchner, un exponente de la generación de jóvenes que masacró Massera. En la época en que convertían a Massera en un sabio académico y en periodista honoris causa, los entonces jóvenes como Kirchner andaban a salto de mata y eran despreciables para ese establishment eterno que, entre otras cosas, maneja las academias.

Pasó tanta sangre bajo el puente y pasaron los años y aquel supuesto hombre del futuro que se lanzó a la política con una entrevista de Bernardo Neustadt se convirtió en un asesino condenado por la Justicia y despreciable para la sociedad. En cambio, un exponente de aquella juventud vilipendiada se convirtió en el dirigente más popular de la democracia, odiado por Neustadt y por los que adoraron a Massera.

Ese establishment blindado que rindió pleitesía al poder criminal de Massera hoy prefiere olvidar que alguna vez fue su referente dorado, su carta fuerte para la democracia de papel maché que preparaban para después de un ilusorio triunfo en Malvinas. Ni siquiera son capaces de acompañarlo en el momento de su muerte porque quieren borrar de la memoria que alguna vez se arrodillaron ante semejante mafioso.

Pero la carga simbólica de la presidencia de Kirchner impidió ese olvido. Esa especie de enroque histórico de una simetría casi perfecta los puso en evidencia, resaltó aquellas viejas mezquindades. Y por eso lo odiaron. Con su oscura coherencia, Neustadt odiaba a Kirchner porque el ex presidente representaba su fracaso y sacaba a la luz del sol los trapos sucios de su vida. No hacía falta que Kirchner dijera nada ni moviera un dedo, solamente por el contraste.

Massera murió solo y despreciado. Antes arrastró a sus seres cercanos, incluyendo a su mujer y a sus hijos, por historias de traiciones, cuernos, estafas y crímenes. No hubo una sola voz que se levantara en su defensa. O para recordar algún hecho bueno de su vida. Nadie recordó el motivo de su título de Profesor Honoris Causa en El Salvador, y nadie de la Academia de Ciencias Políticas repasó los méritos que determinaron su inclusión como miembro académico. Y ni hablar del chiste tenebroso del título de Periodista Honoris Causa al hombre que mandó matar a Rodolfo Walsh.

En contraste, Néstor Kirchner, un sobreviviente de la generación que concentró lo que para ese establishment era todo lo despreciable y odiado, murió acompañado por miles. Fue llorado por cientos de miles. Y sobre todo, entre esos cientos de miles estaban las madres de los que asesinó Massera. Siempre el contraste. En apenas pocas semanas, la historia también dio su veredicto.

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Respuesta  Mensaje 4 de 9 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/12/2010 17:53
Deberían expropiarles todo a los herederos para indemnizar a las víctimas y después mandarlos a yankilandia para que los mantengan allá como a la gusanera .-

Respuesta  Mensaje 5 de 9 en el tema 
De: albi Enviado: 08/12/2010 18:55
ya se van a ir solitos  a miami al barrio 8  no te preocupes...!les queda tan poco!

Respuesta  Mensaje 6 de 9 en el tema 
De: albi Enviado: 08/12/2010 18:56
Alli entonces sabrán seguir trabajando para los mafiosos como el que se les fue al infierno

Respuesta  Mensaje 7 de 9 en el tema 
De: IGNACIOAL Enviado: 08/12/2010 19:02
Faltan muchos genocidas de izquierdas por desaparecer

Respuesta  Mensaje 8 de 9 en el tema 
De: IGNACIOAL Enviado: 08/12/2010 20:31
HAY QUE LIMPIAR AL MUNDO DE LA ESCORIA IZQUIERDOSA ... SOLO FABRICAN POBREZA Y RUINA

Respuesta  Mensaje 9 de 9 en el tema 
De: albi Enviado: 08/12/2010 20:53
 


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