Esperanza la noble

La presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma condesa de Murillo y Grande de España ella, ataca de nuevo. No es vida para la noble dama pasar sin meter baza de vez en cuando para dar comidilla a la prensa y de paso dejarse ver en su total transparencia como una cortesana de hidalguía rancia que no concibe la existencia sin su peluquera de cámara, su esteticien de compañía y su masajista de escolta.  Ella se revuelca como un cochino en un charco cuando sus asesores le dan vara para que menee el cotarro y se siente la más feliz del mundo sabiéndose centro de atención pública, que para eso la manola se gasta un pastón en el miramiento de su cuerpo serrano y no es plan de privar a los españoles del espectáculo de su joyería Pons&Bartumeu, sus modelitos Josep Font, su calzado Zanotti, su sonrisa socarrona, su esplendorosa figura de pureta conservada en cosméticos, y la erótica insinuación de su moda íntima para jodienda de los sátiros barones de su Partido. Que así es como deben mostrarse las hembras públicas, y no con la pinta estropajosa con que lo hacen esas vulgares niñatas de la acera de enfrente, que con un vaquero desgastado y una camisa remangada a medio brazo pretenden controlar un ministerio. ¡Pero en que país vivimos! Por favor hombre. Un respeto que los españoles de España merecen una consideración. Que para eso pagan esos impuestos sangrantes de la izquierda chupona. Para que sus representantes femeninas aumenten su fondo de armario y decoren las paredes de sus aseos con estanterías repletas de afeites, perfumes y demás mejunjes ideados para vestir de seda a la mona, aunque esa mona tenga cincuenta y ocho tacos y empiece a frecuentar las clínicas de cirugía estética para dejar reposar sobre las verdes sábanas de sus quirófanos la rumbosa curvatura de su body, con el sutil objetivo de esconder tras las orejas las arrugas legítimas que por naturaleza debieran contemplarse sin más recato que valga, en los carrillos trasnochados de su distinguido cutis.
El asunto ahora va de sindicalistas. De esos demonios rojos con colmillos retorcidos y rabo ensortijado que mal meten a la clase trabajadora para que cada vez rindan menos y ganen más llevando a los ricos a la bancarrota.
Esos cabrones instigadores del gremio proletario que dejan sus ocupaciones profesionales para concederse dieciocho meses de vacaciones al año, veintiséis pagas extraordinarias y tirarse una holganza de indianos negreros gastándose la pasta que le sudan los obreros en hoteles de veintitantas estrellas, con piscina en el salón, aparcamiento en la terraza y aeropuerto en el dormitorio.
Unos desgraciados cornudos cuyo pasado viene marcado por escándalos en historias de espionaje Administrativo, entramados inmobiliarios ilícitos, implicación en detenciones ilegales, encontronazos con sus colegas de profesión, confabulaciones en tramas corruptas, conspiraciones en cambio irregulares de comisiones, maquinaciones intervencionistas, devaneos con la dolce vita y títulos nobiliarios adquiridos de sus consortes.
Morralla del populacho, gentuza repugnante enemiga de la riqueza, el lujo y la explotación trabajadora, que no merece el aire que respira y a la que hay que exterminar como sea para que el sueño de un nuevo sindicato vertical vuelva a agrupar en dulce armonía a empresarios y trabajadores, ad maiorem Dei gloriam de los patronos que para eso son los que arrían la manteca.
La insigne señora ha sacado la calculadora y está que echa humo. Hay que rebajar horas y eliminar liberados. La crisis obliga a administrar con más rigor y de paso se convierte en el mejor camuflaje para desarrollar el verdadero objetivo de dar caña a todo lo que debilite las fuerzas obreras sin levantar sospechas.
A lo mejor la Grande de España no ha caído en la cuenta de que ella misma lleva veintisiete años mamando de la teta liberada de su trabajo como funcionaria, y que paqué vamos a entrar en detalles de lo que trinca y lo que ocia. Tampoco le vamos a echar en cara la trilogía política de su colega en el gobierno Francisco Granados Lerena, a resultas Secretario general del PP de Madrid, Consejero de Presidencia y de Justicia e Interior de la misma Comunidad con triple ración de emolumentos y otros suplidos. Gente de bien toda ella como la mayoría del elenco público de la derecha que labora cuarenta horas diarias y se lleva trabajo a casa.
Perdón, pero personalmente me inspira más confianza esa escoria sindical, moradora de barricadas reivindicativas litigantes de los derechos sociales, que esta suntuosa acaudalada, licenciada en chulerías parlamentarias que pulía sus nalgas en pupitres de caoba, mientras la chusma plebeya que trata de pisotear, se jugaba el tipo a cara de perro para que los de su alcurnia dejaran de explotar y humillar al trabajador.