Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron
me lleva
hacia el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digas! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
mi confesión.
Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me dio?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que me hace daño!
¡Yo se que te lastimo!
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en un licor que aturda,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.
Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal