Esclavo y esclavista, nunca podrán, y así ha sido en el transcurso de la historia, sentarse a conversar, porque de un lado está el látigo que guarda los recuerdos de las espaldas del esclavo y su laceración y la decisión del esclavista de imponer su esclavitud.
Siempre en la historia, la voluntad del esclavo a ser libre, ha sido la razón que ha puesto al esclavista en el lugar que le corresponde, que es, precisamente, debajo de las suelas de sus zapatos o mejor dicho, debajo de las plantas de sus pies.
La excarcelación reciente de algunos prisioneros políticos en Cuba, no son gestos humanitarios del castrismo y solo obedecen a estratagemas desesperadas en la consecuencia de un régimen que ya no se puede dar el lujo de desconocer la resistencia del pueblo que está presente en su voluntad creciente y arrolladora para lograr su libertad.
El papel mediador de calquier institución que se ofrezca entre el esclavo y el esclavista, debe ser respetado en la medida en que realicen esta función como vigilantes y defenores de los derechos de los esclavizados, teniendo en cuenta, que su papel fundamental no es sentar a unos y otros en una misma mesa, sino convencer al esclavista de que está bueno ya.
En el único lugar dónde se pueden encontrar los esclavos con los esclavistas, es en el campo de batalla, o en el tribunal, dónde los esclavos, ya libres, los juzguen por sus crímenes.
Que conste, tengo un gran respeto por el diálogo entre los esclavizados. El esclavista no dialoga, IMPONE…
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