‘Expreso de medianoche’ en La Habana
22:04 (08-01-2011) | 6
El periodista español Sebastián Ferraté está desde hace seis meses en la cárcel cubana de La Condesa. El reportero televisivo nunca tuvo claro, tras su arresto, cuáles eran los cargos contra él. La causa parece ser un documental en el que denunció la explotación sexual en la isla. Sebastián es uno de los 535 reporteros que está hoy entre rejas por defender su profesión. Mientras, un centenar
En 1978, Oliver Stone, antes de convertirse en afamado director en Hollywood, escribió su primer guión por el que logró un Oscar. ¿Su título? El expreso de medianoche (Midnight Express). El director Alan Parker llevó a la pantalla la historia autobiográfica de Billy Hayes, un joven norteamericano detenido en el aeropuerto de Estambul y encarcelado en una horrible prisión turca por tráfico de drogas. Hayes no pudo demostrar su inocencia, pero logró fugarse de la cárcel. La cinta narraba las aberraciones que soportó en sus cinco años de presidiario.
El periodista español Sebastián Ferraté vive desde hace seis meses su particular expreso de medianoche en la cárcel cubana de La Condesa, en La Habana. Mucho peor que el protagonista de Stone. Porque si Hayes conocía el motivo de su detención (un delito de tráfico de drogas), el periodista español nunca tuvo claro, tras su arresto, cuáles eran los cargos contra él. El reportero televisivo fue detenido el 11 de julio de 2010 en el control de inmigración del aeropuerto José Martí de la capital cubana cuando se disponía a entrar en el país por la terminal internacional. ¿Su delito? La realización en 2008 de un documental, que le fue encargado por una productora de Telecinco y emitido por esta cadena, en el que se denunciaba la explotación sexual y la compra de menores en la isla con la anuencia de miembros de la Administración castrista. Aquello provocó una reacción violenta de las autoridades cubanas, que abrieron un proceso contra el periodista español, sin que él fuera informado para preparar su defensa. Años después, cuando Ferraté regresó a La Habana en un viaje de negocios, se encontró con sus huesos en la cárcel sin que nadie le aclarara cuáles eran las imputaciones. Hace unos días le han comunicado que se enfrenta al expediente 284/2010 por los cargos de Proxenetismo y Trata de Personas. La acusación tiene su gracia: lo que investigaba y denunciaba el periodista se ha convertido en materia delictiva contra él. El Órgano Penal cubano también lo acusa de realizar entrevistas a una serie de prostitutas que presentan ahora como ficticias. Es decir, que el periodista pagó a unas mujeres para que pasaran como fulanas, porque en La Habana resulta difícil, imposible, encontrar a busconas por la calle y, mucho menos, que se presten a participar en programas televisivos, con dinero o sin dinero. Lo desconozco.
Al parecer, el Código Penal cubano en su articulo 302.1 penaliza el pago a mujeres para tener sexo, pero eso no es lo que hicieron los periodistas. Se limitaron a denunciar la situación en la isla. Una cosa es ejercer la prostitución y otra muy distinta elaborar un reportaje sobre la prostitución en Cuba. Y para ello el periodista, cómo no, tuvo que mantener entrevistas con mujeres de la calle.
Pero ahí no acaba el tejemaneje cubano. El 2 de diciembre del 2010, se incorpora a la causa, seis meses después, un escrito de la Policía en el que se destacan unas entrevistas realizadas por el periodista a tres jóvenes homosexuales. Uno de los testigos, al parecer, afirma que recibió dinero para satisfacer a unos turistas. ¿Del reportero? Por lo visto, las autoridades cubanas viven con una venda en los ojos. Como en Cuba tampoco funciona la prostitución masculina, todo el peso de la Ley, por lo tanto, debe recaer en un periodista español al que se le ocurre elaborar un documental sobre la hipocresía del sistema castrista. Meten en la cárcel a las jóvenes que se atreven a viajar de unos departamentos territoriales a otros sin un permiso administrativo para ejercer la prostitución, pero hacen la vista gorda cuando estas generan miles de millones en divisas.
La verdad es que la actuación de los cubanos no se justifica bajo ningún parámetro legalista. Se trata de una reacción de venganza y ajuste de cuentas contra un periodista. Un ataque frontal a la libertad de expresión e información. Sebastián no está en la cárcel por un asunto de delincuencia común sino por dejar al aire algunas de las miserias del sistema cubano. Un régimen virtual en el que sus autoridades no practican lo que predican. El caso del periodista español no figura en el último informe de Reporteros Sin Fronteras sobre la libertad de expresión en el mundo, pero presenta todos los mimbres para su estudio. Sebastián sería uno más de los 535 reporteros que permanecen en la actualidad entre rejas por ejercer su profesión y defender la libertad de información, por mucho que los cubanos pretendan encubrir la realidad con argumentos prefabricados. En la presentación del Informe 2010, Jean-François Julliard, secretario general de Reporteros sin Fronteras, afirmó que las autoridades de los países afectados tenían una responsabilidad directa en la lucha contra la impunidad que rodea los crímenes contra los periodistas.
Pero, al margen del comportamiento del régimen cubano, el Gobierno español también tiene una parte de corresponsabilidad en este atentado contra la libertad de expresión. Me consta que el cónsul de España en Cuba está al tanto de toda la trastienda del caso pero no ha presentado ninguna queja por la situación de Sebastián. Tampoco el embajador Manuel Cacho Quesada. Lo mismo sucede con el Ministerio de Asuntos Exteriores. Primero, Moratinos y, después, Trinidad Jiménez, son corresponsables por lo que le pueda suceder al periodista en la cárcel cubana. Ante el caso del reportero español, la diplomacia española reacciona de la misma manera que con otros asuntos de calado político: total complacencia con el régimen castrista.
Y si subimos un peldaño más la escalera de responsabilidades, el presidente del Gobierno tampoco puede quedar al margen del atropello que está sufriendo un profesional español de la comunicación. Si el ejecutivo de Zapatero se cree todas las patrañas que le lleguen desde La Habana sobre la actuación de Sebastián entendería el calificativo de Bambi que acuñó Raúl del Pozo para calificar el talante del presidente del Gobierno.
Desde estas páginas pediría a Reporteros sin Fronteras que tomen cartas en el asunto y se dirijan al Gobierno español para que expliquen qué pasa con Sebastián. Sabemos que lleva seis meses preventivo en la cárcel, pero desconocemos qué gestiones ha desarrollado el cónsul español en La Habana para lograr la libertad del periodista. Tampoco sabemos las instrucciones que ha recibido desde Madrid. ¡Tan graves son las acusaciones para que permanezca entre rejas! O pretenden que cumpla una pena preventiva porque están convencidos de que ese proceso jamás prosperaría en un estado democrático. Los políticos cubanos se quejan continuamente ante los periodistas de que los españoles los tratamos con la prepotencia que una metrópoli ejerce sobre una colonia o que nos entrometemos en sus asuntos internos. Pueden tener parte de razón, pero en los casos de derechos humanos, del respaldo legal en un estado de derecho, algo tan elemental como el habeas corpus –que le denegaron a Sebastián– de la libertad de expresión y del libre ejercicio para los periodistas las autoridades cubanas son las menos apropiadas para dar lecciones morales.
Quienes reivindicamos la inmediata liberación del periodista español estamos totalmente convencidos de las artimañas de las que se habrá servido la Administración cubana para confeccionarle a Sebastián un traje a su medida. La acusación de proxenetismos es todo un despropósito. Cuando tengamos acceso al expediente podremos encontrarnos cualquier prueba contra el periodista por muy aberrante que sea. No sería el primer caso vivido en Cuba en el que se han construido y manipulado declaraciones de testigos.
Con este artículo sé que estoy cavando mi propia fosa por si en un futuro decido volver a Cuba, un país al que adoro por su gente, su paisaje y su cultura, pero que necesita una regeneración y unas reformas profundas. Y no desde fuera, sino desde el propio pueblo cubano. La isla necesita una transición a la española, pero pasan los años y nunca echa a andar. Sebastián es una víctima más del régimen.
Paradojas de la vida: mientras Sebastián se pudre en una celda cubana, un centenar de etarras se pasea libremente por el malecón de La Habana con el beneplácito de las autoridades castristas. Uno de ellos es Urtiaga Martínez, el coordinador de la colonia etarra. El Gobierno español solicitó su extradición en 2003, pero desde entonces Cuba sigue sin contestar. Hace unos meses, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco volvió a procesar a Urtiaga como el enlace etarra con la guerrilla colombiana, pero Cuba negó una vez más su extradición. El caso del dirigente etarra es muy similar al de Cubillas en Venezuela, por lo que no nos debe extrañar que ambos países se hayan convertido en los nuevos santuarios de ETA en América, por mucho que el Gobierno español mire hacia otro lado cuando se hace esa acusación.
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