Querido y Respetado Lector

• Querido lector: ¿Por qué no seguimos el ejemplo de la dictadura cubana e iniciamos esta misma semana, “el proceso de despedir a miles de trabajadores en varios de sus ministerios, según declaró un alto funcionario sindical, al ganar fuerza una de las reformas centrales del presidente Raúl Castro para impulsar la economía doméstica”?
  El funcionario dijo que el sindicato de trabajadores se encargará de supervisar los despidos de 500 mil burócratas en los ministerios del Azúcar, Agricultura, Construcción, Salud Pública y Turismo, todos quebrados al igual que las finanzas públicas cubanas, para asegurarse que dichas separaciones del cargo se lleven a cabo sin “violaciones, paternalismo, favoritismo y cualquier otra tendencia negativa.” Ja, ja, ja y otra vez, ja... ¿Qué tal? 500 mil burócratas en busca de un empleo productivo para no seguir succionando las desinfladas ubres de la patética tiranía comunista que tardó medio siglo en dar señales de franca agonía para demostrar, una vez más, que el capitalismo de Estado es un fracaso escandaloso, tal y como quedó evidenciado al derrumbarse la Cortina de Hierro y al ser derribado, afortunadamente, el Muro de Berlín, como parte de la ruina de los esquemas marxistas-leninistas-stalinistas, las grandes mentiras de la economía del siglo 20.
  Cuba, “fuertemente golpeada por la crisis financiera global, ha estado escasa de divisas y ha debido recortar las importaciones, congelar cuentas bancarias locales de empresas extranjeras e incumplir pagos a los acreedores en los últimos dos años”. Castro intenta reducir el papel del Estado mientras mantiene el control de una economía que va a recibir, ahora sí, con los brazos abiertos al sector privado que se encargó de destruir con tanta eficiencia suicida. Tardaron medio siglo en percatarse de que la única célula generadora de riqueza es la empresa particular, sin embargo, todavía intentan rescatar al menos unos 200 mil burócratas que podrían ser absorbidos por cooperativas operadas por el Estado, es decir, más demagogia, más corrupción, cuando ha quedado claro, en casi todo el mundo que el gobierno, dictatorial o no, es un pésimo empresario. La dictadura, eso sí, trata de garantizar a los cubanos beneficios sociales como la salud y la educación gratuitas, pero ganan salarios promedios equivalentes a unos 20 dólares al mes, es decir, sesenta y seis centavos de dólar diarios, en la inteligencia de que quien no entienda el concepto de prosperidad comunista tendrá garantizada una celda en las saturadas cárceles del Estado, un espacio en una balsa para ser devorado por los tiburones caribeños cuando se dirijan a Miami o, en el mejor de los casos, tratándose de reincidentes amantes del bienestar, un infernal cubículo en los hospitales para enfermos mentales o un nada despreciable lugar en los desgastados paredones dedicados a los necios incomprensivos de las bondades del régimen. Raúl, el hermano del payaso vestido eternamente de militar como si estuviera todavía de campaña en la Sierra Maestra, acaba de descubrir que “si no hay productividad, no va haber jamás incremento de los salarios…” ¡Caray! Su costosísimo aprendizaje lo pagaron millones de cubanos sepultados en la miseria o lanzados al exilio, en donde producen muchas veces más que toda la economía cubana junta. ¡Qué precio...!
  A los mexicanos nos corresponde aprender de la experiencia castrista. ¿Para qué queremos un Estado obeso del que dependen más de 5 millones de burócratas con prestaciones inimaginables en un mundo en el que una computadora puede hacer el trabajo de muchas personas? ¿A quién se trata de rescatar: al país o a los burócratas que mes con mes cobran su cheque sin incertidumbre y escasos merecimientos? ¿Qué mexicano no ha padecido los horrores de la burocracia frente a un mostrador o escritorio? ¿A la calle? Preparémonos también creando empresas, impulsándolas desde cualquier perspectiva legal, para que vayan absorbiendo, por lo menos, a 2 millones de burócratas despedidos...
  ¿Otra enseñanza, esta vez de la demencial dictadura venezolana? Chávez se niega a aumentar el IVA porque espera enormes ingresos de las ventas de petróleo. Los mexicanos incurrimos en el mismo error. Hoy en día el presupuesto federal depende en casi un 40 por ciento de las exportaciones de crudo. ¿Por qué se prefirió este cómodo recurso populachero y suicida en lugar de continuar con la faraónica reforma fiscal iniciada por Guillermo Prieto Fortún, un ilustre mexicano de verdadera excepción? Chávez dice No a la reforma fiscal, insiste en la demagogia, ¿y cuando se desplomen las ventas o los precios del oro negro? ¿No se le teme la ruina ni a la efervescencia social? ¿Por qué no entenderán los políticos mexicanos y muchos extranjeros que las medidas populistas orientadas a la protección de la nación, por lo general la lastiman gravemente, o ¿ya se olvidó cuando Echeverría decidió que cada niño mexicano tuviera asegurado un vaso de leche, para lo cual era imprescindible imponer un precio oficial? ¿Resultado? Quebraron los ganaderos, vendieron sus vacas como carne y tuvimos que importar leche en polvo. Cuidado con politizar la economía e ignorar sus reglas. Castro acierta, Chávez acabará en un baño de sangre. A los hechos, querido lector, despidamos a 2 millones de burócratas siempre y cuando un año, bisiesto o no, el congreso promueva las reformas estructurales… ¡Ay, ay, ay, el congreso!...
  
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