En su reciente discurso del estado de la Unión, Barack Obama se centró en algo que preocupa a muchos norteamericanos: la posibilidad de que la economía china desplace en un futuro próximo a la norteamericana del primer puesto mundial. Para ello, el presidente ofrecía un único remedio: la capacidad de innovación, que él presentó como una característica intrínseca, casi exclusiva, del pueblo norteamericano. Pero, ¿es realista esperar que la pura inventiva preserve para Estados Unidos la primacía económica mundial?
Lo primero que habría que preguntarse sería si es siquiera cierto que China esté a punto de adelantar a Estados Unidos. Esa impresión, transmitida en tonos alarmistas (y no pocas veces xenófobos), tiende a interpretar las cifras fuera de contexto. Es cierto que el PIB chino ha estado creciendo una media de un 10% en los últimos treinta años, que este país ocupa el primer lugar en producción de energía y acero, que es el primer exportador y el segundo importador del planeta... Pero es fácil caer en el gigantismo, el gran vicio a la hora de analizar China. Un país con 1.400 millones de habitantes tiene que tener cifras impresionantes en casi cualquier cosa. Más bien, lo sorprendente es que no las tuviese en los últimos 150 años. Porque, de hecho, antes de ese agujero negro en su historia, China era la primera potencia comercial del mundo. Incluso estaba, relativamente, más poblada: en 1800, albergaba un tercio de la población mundial (hoy es «solo» un sexto).
Innovación y demografía
La cuestión no es, pues, si China llegará a ser la primera economía mundial, sino si volverá a serlo pronto. La respuesta es que sí lo será, pero no en futuro inmediato ni tampoco por mucho tiempo. Y la innovación poco tendrá que ver con ello.
Para empezar, y en contra de lo que insinuaba Obama, China no está pisando los talones a Estados Unidos. La economía china «vale» unos 5,4 billones de dólares; la norteamericana, casi tres veces más: 14,8 billones. Para que se produjese el «sorpasso» en una década, como se ha sugerido, China tendría que crecer al 12% anual, y Estados Unidos, al 2% o menos.
Esto no está ocurriendo ni siquiera en una crisis que está afectado mucho al segundo y apenas al primero. ¿Y si la crisis se agrava? Tampoco. Para que China se pusiese en cabeza, la economía norteamericana tendría que encoger dos tercios, el doble de lo que lo hizo en el crac del 29.
No será, pues, pronto. Pero sí será. La aritmética dice que a la altura del 2030 China sí superará a Estados Unidos. Pero también dice que no por mucho tiempo, porque, según los expertos, para entonces la economía china habría comenzado ya a ralentizarse, debido, entre otras cosas, al envejecimiento de población provocado por la «política de un solo niño».
Se espera que ese sea el momento en que la India se coloque en tercer lugar, empezando su escalada hacia la cima gracias a su demografía más joven. Parece que este siglo el podio va a estar muy disputado.
¿Y la innovación? Por mucho que se presente como una panacea, lo cierto es que su impacto en una sociedad globalizada es muy discutible, y no faltan ejemplos de países que han crecido sin disponer de patentes propias, como Japón o Corea del Sur.
La cruda demografía es, como puede verse, el factor crucial, algo que a los norteamericanos no debería sorprenderles, puesto que su riqueza tuvo unas bases parecidas en el siglo XIX: abundante mano de obra barata, y pequeño ahorro masivo. A ello habría que sumar recursos naturales y proteccionismo, seguido luego de una fase de expansión económica exterior, que es lo que está haciendo China en África.
Tampoco los límites de ese crecimiento deberían ser un misterio para China: inflación, burbujas inmobiliarias, aumento de los costes de producción, transformación del ahorro en consumo, control de la natalidad... Le ha pasado a EE.UU. y le está pasando ya a China.
http://www.lavozdegalicia.es/mundo/2011/01/30/0003_201101G30P34991.htm