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General: EL HAMBRE EN EL MUNDO .-
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De: Ruben1919 (Mensagem original) |
Enviado: 05/03/2011 15:19 |
EL HAMBRE EN EL MUNDO (Manos Unidas)
La FAO estima que, en los países en desarrollo, 840 millones de personas pasan hambre en el mundo y unos 200 millones de niños sufren malnutrición.
Cada año, casi 11 millones de menores de 5 años mueren como consecuencia directa o indirecta del hambre y la alimentación inadecuada o insuficiente. Millones de niños padecen enfermedades relacionadas con la falta de vitaminas y minerales, y con la contaminación de los alimentos y el agua.
Si estas cifras son inaceptables por sí mismas, lo son aún más porque "mundialmente hay alimentos suficientes para todos". Así lo confirmaba el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) de 1999: "Pese al rápido crecimiento de la población, la producción de alimentos per cápita ha aumentado casi el 25%, la oferta de calorías ha aumentado de 2.500 a 2.750 y la de proteínas de 71 a 76 gramos. Pero unos 840 millones de personas están desnutridas".
El hambre como fenómeno humano es evitable.
Hasta la década de los 80 las causas últimas del hambre eran atribuidas a catástrofes climáticas, crecimiento demográfico alto y atraso en las técnicas agrícolas, especialmente en los países del Sur.
En 1981 el economista indio y premio Nobel Amartya Sen publica el libro Poverty and Famines (Hambruna y pobreza) en el que analiza varias de las hambrunas más importantes de este siglo y llega a la conclusión de que la hambruna no es causada generalmente por la falta de alimentos, sino por la incapacidad de algunos sectores sociales de acceder a ella, sea produciéndola o adquiriéndola. El enfoque de Sen concentra el problema del hambre en la incapacidad para conseguir comida mediante su compra, comercio o cambio de otros productos, del trabajo propio o los derechos concedidos por el Estado, por ejemplo subsidios. El problema del hambre se centra, pues, en la capacidad de acceso al alimento y no en la existencia del mismo.
La aportación más importante de la teoría de Amartya Sen ha sido demostrar que las grandes hambrunas de este siglo se produjeron sin una disminución de las existencias de comida, y subrayar el papel de las desigualdades sociales como causa del hambre .
Del mismo modo se pronuncia el Pontificio Consejo "Cor Unum" al afirmar que: "Hasta el siglo XIX las hambrunas procedían por lo general de causas naturales. Hoy son producto del comportamiento humano. (...) El hambre nace, en primer lugar, de la pobreza". En el mismo documento se afirma: "Es ilusorio esperar soluciones ya hechas; estamos en presencia de un fenómeno vinculado a las opciones económicas de los dirigentes y responsables, así como también de productores y consumidores; también es una invitación a todos y cada uno, con la esperanza de llegar a un progreso decisivo, gracias a unas relaciones humanas siempre más solidarias".
La mundialización del hambre aparece como una realidad vinculada no sólo a la pobreza, sino también a otros factores como las guerras, los conflictos sociales, la deuda externa, la concentración de tierras, las prolongadas sequías en determinadas regiones y los desastres naturales.
Estrechamente vinculado al término hambre ha ido desarrollándose el concepto de seguridad alimentaria. En 1974 en la Conferencia Mundial sobre la Alimentación, celebrada en Roma se definió la seguridad alimentaria como "disponibilidad en todo momento de suficientes suministros mundiales de alimentos básicos (...) para mantener una expansión permanente del consumo alimentario (...) y para contrarrestar las fluctuaciones en la producción y los precios".
El Banco Mundial en su informe La pobreza y el hambre define la seguridad alimentaria como "el acceso de todas las personas, en todo tiempo a cantidades de alimentos suficientes para una vida activa y saludable". Sus elementos esenciales son: la disponibilidad de alimentos y la posibilidad de adquirirlos.
La FAO añade otros dos elementos: la estabilidad en los suministros y la aceptación cultural de los alimentos, y subraya la necesidad de establecer normas comerciales estables y equitativas para garantizar la seguridad alimentaria.
El concepto de seguridad alimentaria ha ido ampliándose desde los años 70 y hoy no sólo se habla de cantidad de alimentos, sino de calidad. Sin embargo, si nos atenemos a las escalofriantes cifras de hambrientos que hoy existen, no parece muy útil fijar la atención en la calidad de la dieta sino en las cuestiones subyacentes al problema del hambre: injusta distribución de la tierra, incapacidad de acceder al alimento producido, producirlo o adquirirlo; modelo de desarrollo que está minando los recursos naturales y el empobrecimiento derivado del pago de la deuda externa en muchos países del Sur.
Junto al hambre y a la seguridad alimentaria, igualmente se debe tener en cuenta la desnutrición. Según el informe de la FAO El estado mundial de la agricultura y la alimentación, de 1998, había más de 800 millones de personas desnutridas en el período 1994-96.
La cifra más alta corresponde a Asia y África Subsahariana. Igualmente se señala que estas cifras son "inaceptablemente altas y es preciso reducirlas drásticamente". Para lo cual se hace un llamamiento a fin de ejecutar el Plan de Acción, resultado de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, celebrada en Roma en 1996 y reducir el número total de personas desnutridas, a más tardar en el 2015.
En la lucha contra el hambre resulta fundamental el papel de la mujer. En 1998 la FAO, en el Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre), presentó el lema "La mujer nutre al mundo", afirmando que son las mujeres las que producen más de la mitad de todos los alimentos del mundo e invierten una parte mucho mayor de su dinero que los hombres en la alimentación del hogar.
En las zonas rurales, las mujeres proporcionan el 80% de los alimentos que se consumen en el hogar y desempeñan una función decisiva en la producción de cultivos básicos (arroz, trigo y maíz). No se puede hablar de estrategias contra el hambre sin contar con la participación activa y en condición de igualdad de las mujeres.
Así se reconoció en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación al pedir "la participación plena y en condición de igualdad de la mujer en la economía (...) proporcionando la igualdad de oportunidades a los hombres y a las mujeres en la educación y capacitación respecto de la producción, elaboración y comercialización de los alimentos".
Frente a este panorama sombrío, pero con posibilidades de arreglo si hubiese voluntad política para hacerlo, se pregunta Sylvie Brunel si es posible alimentar a 10.000 millones de personas y contesta que: "El crecimiento de la producción agrícola mundial sigue siendo superior al crecimiento de la población".
Afirma que el problema alimentario no es mundial sino local, haciéndose especialmente grave en África Subsahariana y Asia meridional, donde la oferta de alimentos es insuficiente para cubrir sus necesidades y además "la población no cuenta con medios para adquirirlos ni siquiera cuando los tiene al alcance de la mano".
Como se ha subrayado anteriormente, el derecho a la alimentación ha sido proclamado públicamente de forma reiterada desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se afirma de forma unánime que el hambre es evitable.
En consecuencia: "¿cómo juzgará la historia a una generación que cuenta con todos los medios necesarios para alimentar a la población del planeta y que rechaza el hacerlo por una obcecación fratricida?" (Juan Pablo II) |
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EL HAMBRE EN EL MUNDO, UN DESAFIO DE CONCIENCIA
Comunicado
El hambre es hoy el principal problema del mundo. La Cumbre de Roma convocada por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), trató de hacer frente a este problema, pero según los resultados, fue un fracaso. No abordó en profundidad el sistema alimentario mundial que favorece la especulación y beneficia sólo a las grandes corporaciones. Los intereses de los países ricos no permitieron dar pasos hacia soluciones reales para acabar con el hambre en el mundo.
La declaración final quedó sólo en buenas intenciones con compromisos mínimos: “luchar por todos los medios para erradicar el hambre”, “invertir en el sector agrícola”, “buscar un comercio más justo”, pero sin ofrecer los medios para lograrlo.
1. La realidad del hambre
La realidad es cruda e hiriente. Es necesario conocerla para cambiarla. Los datos son cada vez más desafiantes. Cada día mueren 70.000 personas por hambre en el mundo. Cada cinco segundos muere de hambre o por sus secuelas inmediatas un niño menor de diez años. Más de 6 millones de niños murieron en 2007. Hay 854 millones de seres humanos viviendo en situación de hambruna (1). En el tiempo que se tarda en leer esta declaración habrán muerto alrededor de 300 personas de hambre, la mayoría niños.
A todo esto hay que añadir los millones de personas que se encuentran en una situación de desnutrición crónica. La ONU señala que 2.200 millones de seres humanos, es decir uno de cada tres habitantes del planeta viven en estado de desnutrición crónica. Según Ziegler, el número de víctimas de la desnutrición crónica aumentó en la última década en 28 millones, mientras que, paradójicamente, al mismo tiempo aumentó la renta mundial en un 2,5% anual (2).
El mayor número de personas hambrientas, 515 millones, viven en Asia, donde representan el 24% de la población total. Pero si hablamos de la proporción de las víctimas, el precio más alto lo paga el África negra, donde hay 186 millones de seres humanos en situación de hambruna permanente y severa, es decir, el 34% de la población total de la región. La mayoría de estas personas son niños.
Un niño privado de la alimentación adecuada desde que nace hasta los 5 años, padecerá las secuelas durante toda su vida. Privados de alimento, sus células cerebrales habrán sufrido daños irreparables. El hambre y la desnutrición crónicas constituyen una maldición hereditaria. Todos los años, cientos de miles de mujeres africanas severamente infraalimentadas ponen en el mundo a cientos de miles de niños afectados por la desnutrición y el hambre.
La situación de hambruna permanente explica el fenómeno migratorio del sur hacia el norte. Los latinoamericanos, magrebíes y subsaharianos no emigran hacia Estados Unidos, Canadá o Unión Europea por gusto. El hambre los empuja a abandonar su tierra en busca de mejores oportunidades de vida. Sólo en Estados Unidos hay un promedio de 36 millones de emigrantes. A nivel mundial sobrepasan los 100 millones.
Las estadísticas son frías. Pero el drama humano está ahí. Es el sufrimiento y la angustia lacerante que tortura a cualquier ser humano ver morir de hambre a un miembro de la familia. Hombres, mujeres, niños y ancianos que al despertar por la mañana no encuentran qué comer. Vivir en esa angustia es, seguramente, todavía más terrible que soportar cualquier otro dolor.
La muerte por hambre ocurre en una especie de normalidad estática, todos los días, en un planeta desbordante de riquezas. Jacques Diouf, dirigente de la FAO, constata que en el estado actual de desarrollo de las fuerzas agrícolas de producción, el planeta podría alimentar sin problemas a 12.000 millones de seres humanos, es decir, el doble de la población mundial actual (3).
Esta masacre cotidiana por el hambre no obedece a ninguna fatalidad. Detrás de cada víctima hay un asesino.
2. Causas del hambre
El orden mundial actual, (que más que orden podríamos llamar “desorden”), expresado en el capitalismo neoliberal, es injusto, inhumano y salvajemente criminal. La ecuación es simple: quien tiene dinero come y vive, quién no lo tiene sufre, pasa hambre y muere. Cualquier muerte por hambre es un asesinato, del cual el primer mundo y los poderosos de los países del sur son responsables.
No se puede luchar contra el hambre y la pobreza sin cuestionar las causas que los provocan. Partimos con este interrogante: ¿Cómo es posible que con la ayuda extranjera, además de los préstamos internacionales, haya aumentado de forma espectacular la pobreza y el hambre en los países del sur? Las causas son múltiples.
- En primer lugar señalamos la injusta distribución de la riqueza debido a las relaciones de explotación Norte-Sur, que con la imposición de la globalización neoliberal, se agudiza aún más la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre.
- En este sentido sobresale el papel de las grandes corporaciones o compañías trasnacionales de los países ricos que, como aves de rapiña, caen sobre los países del sur para explotar y saquear su materia prima. Muchos países del Sur son ricos en minerales y productos agrícolas, pero esta riqueza es explotada por las multinacionales del Norte. Por ejemplo, en Guatemala, la multinacional canadiense Montana se lleva el 99% de la producción de oro, dejando para el país el 1%. Las trasnacionales son atraídas por los ricos recursos naturales, el alto rendimiento debido a los bajos salarios y la casi ausencia de impuestos, regulaciones medioambientales, derechos laborales y costos de seguridad laboral. Entre el débil y el fuerte la libertad económica oprime.
- Desplazamiento de las poblaciones locales de sus tierras y el saqueo de sus fuentes de autosuficiencia por las empresas que crean mercados de trabajo saturados de gente desesperada y forzada a vivir en villas miseria y a trabajar duro por salarios de hambre, violando a menudo las leyes de estos países sobre el salario mínimo.
- El comercio injusto y especulación financiera de los alimentos y de la producción agrícola. Por ejemplo, el 55% de la producción de trigo está controlada por la especulación (4).
- La deuda externa que actúa como un instrumento de sumisión de los países del norte sobre el sur. Estos países se ven obligados a recortar los servicios públicos para ir pagando la deuda. Por ejemplo, un país pobre solicita un préstamo al Banco Mundial (BM) para el fortalecimiento de algunos aspectos de su economía. Si no puede devolver los altos intereses, se verá forzado a pedir un nuevo préstamo, pero esta vez al Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero el FMI impone un programa de “ajuste estructural”, que asigna a los países la concesión de exenciones fiscales a las transnacionales, la reducción de los salarios, la no protección de las empresas locales de las importaciones extranjeras. Se presiona para que privatice su economía y venda a precios escandalosamente bajos sus minas y servicios públicos a las empresas privadas. Estos países son forzados a abrir sus bosques y sus tierras en beneficio de explotaciones mineras a cielo abierto, sin el menor miramiento del daño ecológico que pueda causarse. Las naciones deudoras también deben recortar los subsidios para salud, educación, seguridad alimentaria, protección medioambiental, con el objetivo de gastar menos en su gente y para disponer de más dinero para satisfacer los pagos de la deuda (5).
- Los monocultivos en los países del sur (por ejemplo café, caña de azúcar, cardamomo…), lo que requiere grandes cantidades de pesticidas, reduciendo cada vez más las áreas cultivadas de cientos de variedades de cosechas que tradicionalmente servían de alimento a la población local.
- La utilización de agrocombustibles para la producción del etanol que so pretexto de contaminar menos el ambiente, reduce la producción agrícola con fines alimentarios. Amplias zonas que antes se dedicaban al cultivo de cereales para el consumo, ahora se destinan para la producción de biocombustibles.
- La carrera armamentista. Los gobiernos del mundo en el año 2007 gastaron 1,3 billones de dólares en armas , un 6% más que el año anterior (6). El gasto militar a nivel mundial aumentó el 49,2% en la última década. Sólo Estados Unidos representó el 46% del gasto militar en todo el mundo, seguido por el Reino Unido, China y Francia. España ocupa el decimoquinto lugar en la lista de los países con más gasto militar. En el mundo se gasta 190 veces más en armas que en combatir el hambre.
- El excesivo gasto consumista del primer mundo (el 20 por ciento la humanidad consume el 73 por ciento de los recursos del planeta, mientras que el 80 por ciento del sur sólo tiene acceso al 17 por ciento). La sociedad de bienestar del primer mundo tiene más de lo que necesita. La socióloga noruega Harlem Bruntland ha investigado y demostrado que si los siete mil millones de habitantes del planeta consumieran lo mismo que los países desarrollados, harían falta diez planeta como el nuestro para satisfacer todas sus necesidades (7). En realidad lo que a unos les sobra a otros les falta.
- El cambio climático que en algunas regiones del planeta provoca grandes inundaciones y en otras persistentes sequías. El sistema neoliberal se desarrolla destruyendo la naturaleza. Pues su criterio es producir y consumir cada vez más sin medir las consecuencias medioambientales.
- La explosión demográfica es otro de los elementos a tener en cuenta. Sin embargo, dijimos que el planeta, con la producción existente, tiene capacidad para alimentar a 12.000 millones de personas. En la actualidad no llega a los 7.000 millones. La tierra tiene suficiente riqueza para alimentar a todos sus habitantes. “La tierra da lo suficiente para satisfacer las necesidades de los hombres, pero no su ambición”, señalaba Gandhi.
3. Alternativas
No basta conocer la realidad y las causas de la pobreza y del hambre. Es necesario, sobre todo, proponer alternativas que conduzca a un cambio eficiente. Entre otras, señalamos:
- En primer lugar, el desarrollo de la conciencia ética y de la sensibilidad frente al dolor de millones de hombre y mujeres, particularmente niños que sufren y mueren de hambre, a través de los medios de comunicación, la educación formal y no formal. Generar, asimismo, una conciencia nueva de solidaridad a todos los niveles y de ciudadanía universal.
- Desarrollo de la cultura de la austeridad. Se trata de consumir menos, no derrochar sobre todo en la alimentación, para que otros puedan vivir con dignidad. Esto está exigiendo una revolución ética y espiritual que las iglesias, movimientos sociales, organizaciones populares, ong,s, medios de comunicación… deberían priorizar en su práctica y discurso.
- La solución al problema del hambre en el mundo no va a llegar por la simple ayuda humanitaria, que en casos concretos y puntuales será muy necesaria, sino por cambios estructurales en los países del sur, pues son naciones ricas llenas de empobrecidos a causa de la injusticia.
- Exigir a las instituciones del Estado que aporten el 0,7 del PIB. La cooperación es necesaria, pero debe ser siempre complementaria a la lucha contra la deuda externa, a las exigencias de un comercio mundial justo y de unos mercados financieros regulados internacionalmente. El gobierno de España, en este sentido, se comprometió en la Cumbre de Roma a destinar 500 millones de euros en cuatro años para paliar la crisis. Pero esto sería insuficiente si no se afronta seriamente las causas estructurales del hambre y el subdesarrollo.
- Implementar políticas de ayuda, de manera que éstas fortalezcan las economías locales en lugar de debilitar las iniciativas comunitarias autóctonas. La ayuda humanitaria en general puede desalentar a los productores locales y crear dependencia e incluso puede favorecer a los intermediarios y generar corrupción.
- Mayor control de la especulación de los productos alimentarios por parte de los Estados y de las empresas que operan en el sur, para que dejen de lucrar descaradamente con sus materias primas y de explotar la mano de obra barata de sus gentes, y prioricen el desarrollo sostenible de los pueblos del sur (8). Supresión del IVA a los productos de la canasta básica.
- Insistir en la creación de un tribunal internacional que haga justicia a los hambrientos, defienda su derecho a la alimentación, reconozca el derecho a producir sus alimentos y obtenerlos a un bajo costo y proteja el derecho a la vida. Es evidente que una política económica, social y financiera que cumpliera al pie de la letra todos los derechos humanos, políticos y civiles, económicos, sociales y culturales, individuales y colectivos, rompería tajantemente el orden absurdo y mortífero del mundo actual y necesariamente originaría una distribución más justa de los bienes, satisfacería las necesidades vitales de las personas y las protegería del hambre.
- Apoyo a las organizaciones y movimientos que luchan por un cambio socio-económico profundo en las leyes y en la estructura nacional, en orden a la búsqueda de mayor justicia y equidad.
- Apoyar las iniciativas del Comercio Justo que ya se está desarrollando en algunos países entre el sur y el norte.
- Sumarse a la red internacional de resistencia y alternativas a la globalización del mercado, sobre todo ofreciendo resistencia a la implementación de los agrocombustibles a expensas de la producción agrícola para la alimentación. Y Apoyo a la resistencia al pago de la deuda externa de los países subdesarrollados.
- Oponerse organizada y enérgicamente a toda carrera armamentista y a toda intervención militar, incidiendo en los respectivos gobiernos para que abandonen esta absurda e inhumana política. Es por eso que condenamos enérgicamente la guerra de Estados Unidos y sus aliados en Irak, las guerras en diferentes regiones de África auspiciadas por intereses económicos y estratégicos de las grandes potencias, las agresiones de Israel contra el pueblo palestino. Nos oponemos a la OTAN porque ésta es una iniciativa de los países poderosos para justificar el armamentismo y el control geopolítico y económico del mundo por medio de la fuerza militar. Al mismo tiempo, generar un movimiento de desarme y desmilitarización de las conciencias en la sociedad civil. Este es el desafío que tenemos de cara al futuro para recrear un mundo nuevo de vida digna, paz y bienestar para todos.
Murcia, junio 2008
Comité Óscar Romero de Murcia Asociación Amigos de Guatemala Comunidades Cristianas Populares. Murcia Coordinadora de Comités Óscar Romero del Estado Español Comité Óscar Romero de Chile ---> Las organizaciones que lo deseen pueden adherirse comunicándolo a murcia@comitesromero.org
------------------------- (1) Ziegler, Jean. El imperio de la vergüenza, Ed. Taurus, Madrid 2006, citado por José A.García, Attac, Valencia 2008 (2) Ibid. (3) Jaques Diouf, Dirigente de la FAO, citado por Jean Ziegler en El hambre y los derechos humanos, Attac.P.V. 2007 (4) Régis Debray y Jean Ziegler, Il s'agit de ne pas se rendre (La cuestión es no rendirse), París, Arléa, 1994. (5) José A. García, El hambre, la cooperación y las propuestas de Attac, Valencia. (6) Instituto Internacional de Investigación para la Paz, SIPRI, Estocolmo 2007. (7) Fernando Bermúdez, El arte de vivir, AAG, Guatemala 2003. (8) Miguel Mora, El País, 6-9-2008, Madrid.
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Causas reconocibles del hambre en el mundo
Los factores climáticos y los cataclismos de todo tipo, por importantes que sean, están muy lejos de ser las únicas causas del hambre y la malnutrición. Para comprender bien el problema del hambre, conviene considerar todo el conjunto de las causas, coyunturales o durables, así como su interrelación. Veamos las principales, agrupándolas según las categorías acostumbradas: económicas, socio-culturales y políticas.
Causas económicas
Causas profundas
El hambre nace, en primer lugar, de la pobreza. La seguridad alimentaria de las personas depende esencialmente de su poder adquisitivo y no de la disponibilidad física de alimentos (18). El hambre existe en todos los países: ha vuelto a aparecer en los países europeos, tanto del Oeste como del Este, y está muy difundida en los países poco o mal desarrollados.
A pesar de todo, la historia del siglo XX enseña que la escasez de recursos económicos no es una fatalidad. Numerosos países han despegado económicamente y siguen haciéndolo ante nuestros ojos; otros, en cambio se hunden, víctimas de políticas —nacionales o internacionales— fundadas en falsas premisas.
El hambre puede provenir al mismo tiempo:
a) de políticas económicas equivocadas. Las malas políticas económicas de los países desarrollados afectan indirectamente, pero con fuerza, a todos los que carecen de recursos económicos en cualquier país;
b) de estructuras y costumbres poco eficaces y que incluso llegan a destruír la riqueza de los países:
– a nivel nacional, en países cuya salida del subdesarrollo tiene altos costos sociales (19): los grandes organismos, públicos o privados, que ejercen monopolio, lo que a veces es inevitable, se han transformado en freno, en vez de ser motor del desarrollo; los reajustes estructurales emprendidos en varios países desde hace diez años lo han demostrado;
– a nivel nacional en los países desarrollados: sus deficiencias se notan menos en el ámbito internacional, pero son igualmente perjudiciales para todos los desfavorecidos del mundo, directa o indirectamente;
– a nivel internacional: las restricciones para el comercio y los incentivos económicos a veces desordenados;
c) de comportamientos deplorables en el ámbito moral: búsqueda del dinero, el poder y la imagen pública, por sí mismos; menor sentido del servicio a la comunidad, en beneficio exclusivo de personas o de grupos; y no olvidemos la corrupción considerable que se presenta bajo muy distintas formas y contra la cual ningún país puede preciarse de estar protegido.
Todo lo anterior expresa la contingencia de toda acción humana. En efecto, a menudo, a pesar de las buenas intenciones, se han cometido errores que han provocado situaciones de precariedad. El hecho mismo de notarlas ayuda a encaminarse hacia su solución.
El desarrollo económico es algo que se ha de cultivar; tanto las instituciones como las personas deben repartirse las responsabilidades. La doctrina social de la Iglesia y el análisis de sus encíclicas sociales puede iluminar eficazmente la función del Estado.
La causa profunda de la falta de desarrollo, o de un desarrollo con altos costos sociales, es de orden ético. Llama en causa la voluntad y capacidad de servir gratuitamente a los hombres, a través de los hombres y para los hombres. Comprende todos los niveles, la realidad compleja de las estructuras, legislaciones y comportamientos; se manifiesta en la concepción y en la realización de actos cuyo alcance económico puede ser grande o pequeño.
Las recientes evoluciones económicas y financieras en el mundo ilustran esos fenómenos complejos; el factor técnico y el moral intervienen en ellos muy especialmente y determinan los resultados de las economías. A continuación se trata de la crisis de la deuda en la mayoría de los países en desarrollo con altos costos sociales, y de las medidas de reajuste que se han tomado o se van a tomar.
La deuda de los países en desarrollo con altos costos sociales
El alza exagerada y unilateral del precio del petróleo en 1973 y 1979 afectó profundamente los países no productores, desbloqueó liquideces financieras considerables que el sistema bancario intentó reciclar y produjo una crisis en el desarrollo económico general que golpeó especialmente a los países pobres. Por múltiples razones, durante los años 70 y 80, la mayoría de los países pudieron contratar préstamos notables con tasa variable y, por lo que se refiere a los países de América Latina y África, contribuyeron a desarrollar de manera espectacular el sector público. Este período de dinero fácil fue ocasión de muchos excesos: proyectos inútiles, mal concebidos o mal realizados; destrucción brutal de las economías tradicionales; aumento de la corrupción en todos los países. Algunos países de Asia evitaron esos errores, lo que les permitió un desarrollo más rápido.
El aumento vertiginoso de las tasas de interés —provocado por el simple juego del mercado no controlado y probablemente no controlable— puso a la mayoría de los países de América Latina y de África en una situación de cese de pago, lo que provocó fenómenos de fuga de capitales que, a muy corto plazo, se transformaron en amenaza para el tejido social local —ya mediocre y frágil— y para la existencia misma del sistema bancario. Se vio, entonces, la amplitud de los perjuicios en todos los niveles: económico, estructural y moral. Como siempre, se buscaron primero soluciones meramente técnicas y de organización. Es evidente, sin embargo, que esas medidas —que cuando son buenas son necesarias— deben estar acompañadas de un cambio de comportamientos por parte de todos y, en particular, de esas personas que en todos los países y en todos los niveles no sufren la enorme presión que ejerce la pobreza sobre su nivel de vida.
A principios del período de reajuste, las transferencias fueron negativas: bloqueo de los préstamos; precio del petróleo mantenido artificialmente a un nivel intolerable para los países en desarrollo; disminución de los precios de las materias primas provocado por el retraso en el desarrollo económico y, simultáneamente la crisis de la deuda. A esto se sumó la reacción demasiado lenta de los organismos internacionales, con pocas excepciones. Durante ese tiempo, el nivel de vida en los países excesivamente endeudados comenzaba a decaer.
En esto se puede apreciar cuánta sabiduría, y no sólo conocimientos técnicos y económicos, requiere el manejo del dinero. La puesta en circulación de una gran cantidad de medios financieros puede provocar daños estructurales y personales, en vez de servir a todos para el progreso y para dar un salto de calidad a los más desfavorecidos.
He aquí la conclusión que debemos sacar: el desarrollo de los hombres pasa a través de su capacidad de altruismo, es decir, de su capacidad de amar; lo que es de enorme importancia en el ámbito práctico. Brevemente, y en términos realistas, el amor no es un lujo, es una condición para la supervivencia de los seres humanos.
Los programas de reajuste estructural
En muchos países, la violencia de los fenómenos monetarios ha exigido medidas muy enérgicas para calmar las crisis y restablecer los grandes equilibrios. Por su misma naturaleza, esas medidas llevan a fuertes disminuciones del poder adquisitivo medio de la nación.
Las dificultades y los sufrimientos provocados por las crisis económicas son considerables, incluso si su solución permite la reconstrucción de un bienestar.
La crisis pone de relieve las debilidades del país, constitutivas o adquiridas, las que se originan en los errores de desarrollo cometidos por los sucesivos gobiernos, por sus asociados e incluso por la comunidad internacional. Esas debilidades se manifiestan de múltiples formas que a menudo no aparecen sino a posteriori; nacen, a veces, del proceso de independencia, pues lo que constituía la fuerza del poder colonial, pudo ser causa de la fragilidad del país independiente, sin que se dieran fenómenos de compensación. Es preciso notar el peso que tienen los grandes proyectos; son momentos fundamentales en los que se siente con apremio la necesidad de solidaridad. En realidad, el primer efecto de esas políticas de recuperación es la reducción del desembolso global y por consiguiente de los ingresos. A las personas de escasos recursos económicos se les presenta una sola alternativa: creer en los dirigentes que se van sucediendo, o tratar de deshacerse de ellos.
Con frecuencia son víctimas de grupos ambiciosos que anhelan el poder por ideología o por codicia, prescindiendo de todo proceso democrático, recurriendo de ser necesario a fuerzas externas.
Una reforma económica exige, por parte de los dirigentes, una gran aptitud para la decisión política. He aquí un criterio para la calidad de su acción: no sólo el éxito técnico del plan de estabilización, sino la aptitud para conservar el apoyo de la mayoría de la población, incluso de los más desfavorecidos. Para ello, deberán ser capaces de convencer a los demás estratos de la sociedad a que asuman una parte real de la carga. Se trata, en este caso, del pequeño grupo de personas de altos ingresos con un nivel internacional, pero también de los funcionarios y empleados del Estado que hasta el momento gozaban de situaciones más bien envidiables en el país y que podrían hallarse de la noche a la mañana con recursos fuertemente reducidos. Es cuando entra en juego la solidaridad tradicional, pues los pobres están siempre dispuestos a apoyar al miembro de la familia que vuelve a caer en la situación precaria de la que se pensaba que había salido.
La preocupación por proteger a los más pobres en estos reajustes se ha despertado sólo lentamente en los dirigentes nacionales e internacionales. Han sido necesarios varios años para que el concepto de operaciones concomitantes en favor de las poblaciones más expuestas adquiera una cierta importancia. Además, tanto en estos casos como en las situaciones de urgencia, se corre el peligro de poner en movimiento los frenos demasiado tarde y demasiado bruscamente, con sacudidas que podrían aumentar considerablemente los sufrimientos de quienes se hallan en el extremo de la cadena.
En África y en América Latina se han emprendido amplios proyectos:
– programas de reajuste estructural con serias medidas macroeconómicas;
– la apertura de nuevos créditos importantes;
– una profunda reforma de estructuras para contrarrestar la falta de eficacia local, parcialmente vinculada a los monopolios del Estado, que gasta una buena parte de los ingresos nacionales sin prestar, en cambio —en beneficio de todos— un servicio de calidad aceptable. En muchos de estos países, todos los servicios públicos han salido perjudicados y, como la cizaña se mezcla al buen trigo, incluso sectores dinámicos se han visto afectados (21).
Algunos gobiernos, a menudo poco reconocidos en la escena internacional, han sido admirables; han tenido el valor político de tomar medidas ineludibles, pero al mismo tiempo, han hecho caso de pareceres y presiones exteriores, esforzándose por aumentar el nivel de cooperación y solidaridad en su país y por evitar incidentes. Es preciso constatar lo siguiente: la influencia del comportamiento del responsable en la cumbre no depende sólo de su tino y de su don de mando, sino también de su capacidad de limitar la injusticia social que está siempre presente en estas situaciones.
Los países desarrollados deben plantearse seriamente la siguiente pregunta: su actitud, e incluso su preferencia por los países en desarrollo con altos costos sociales, ¿se fundan en el correcto desempeño de las funciones de los responsables de un país, a nivel social, técnico y político, o su apoyo se basa en otros criterios?
Causas socioculturales
Las realidades sociales
Está comprobado que algunos factores socioculturales aumentan el peligro de carestía y malnutrición crónicas. Los tabús alimentarios, la situación social y familiar de la mujer, la falta de formación en las técnicas de nutrición, el analfabetismo generalizado, los partos precoces y a veces demasiado cercanos, la precariedad del empleo y el desempleo, son otros tantos factores que pueden acumularse y producir contemporáneamente malnutrición y miseria. Es oportuno recordar que los países desarrollados no están exentos de esa plaga; esos mismos factores producen la malnutrición ocasional o crónica de los numerosos « nuevos pobres » que se hallan en medio de aquellos que viven en la abundancia y en el superconsumo.
La demografía
Hace diez mil años, la tierra tenía probablemente cinco millones de habitantes. En el siglo XVII, en el alba de la edad moderna, ascendían a quinientos millones. Luego, el ritmo del crecimiento demográfico fue aumentando: mil millones de habitantes a principios del siglo XIX; 1.650 a principios del siglo XX; 3 mil en 1960; 4 mil en 1975; 5.200 en 1990; 5.500 en 1993; 5.600 en 1994 (22). Durante un tiempo, la situación demográfica presentó un desarrollo distinto en los países « ricos » y en los países « en desarrollo » (23). Esa tendencia está evolucionando. Recordemos que la proliferación es una reacción de la naturaleza —y por consiguiente del hombre— a las amenazas contra la supervivencia de la especie.
Los trabajos de investigación indican que los pueblos, a medida que se enriquecen, pasan de una situación de alta natalidad y de alta mortalidad a la situación inversa: baja natalidad y baja mortalidad. El período de transición puede ser crítico desde el punto de vista de los recursos alimentarios, pues en ese lapso de tiempo la mortalidad se reduce más rápidamente que la natalidad (24). El crecimiento de la población debe estar acompañado de cambios tecnológicos; de lo contrario, se interrumpe el ciclo regular de la producción agrícola, comenzando con el agotamiento de los suelos, la reducción de los barbechos y la falta de rotación de cultivos.
Sus implicaciones
El crecimiento demográfico rápido, ¿es causa o consecuencia del subdesarrollo? Dejando de lado los casos extremos, la densidad demográfica no explica el hambre. Observemos ante todo lo siguiente: por un lado, en los deltas y valles superpoblados de Asia fue donde se aplicaron las innovaciones agrícolas de la « revolución verde »; y, por otro, países poco poblados como Zaire o Zambia —aunque podrían proporcionar alimentos a una población veinte veces más numerosa, y sin que se necesiten grandes trabajos de riego— presentan escasez alimentaria; los motivos son los desequilibrios impuestos por los Estados, la política y la gestión económica, y no siempre causas objetivas o la falta de recursos económicos. Hoy día se sostiene que es más probable llegar a reducir un excesivo crecimiento demográfico tratando de disminuir la pobreza masiva, que vencer la pobreza contentándose con bajar la tasa de crecimiento demográfico (25).
La situación demográfica evolucionará lentamente mientras en los países en desarrollo las familias consideren que su producción y su seguridad serán garantizadas sólo por un gran número de hijos. Hay que insistir que son precisamente las transformaciones económicas y sociales (26) las que permiten a los padres aceptar el don de un hijo. En ese campo, la evolución depende en gran parte del nivel sociocultural de los padres. Hay que prever una educación de las parejas a una paternidad y maternidad responsables, respetando los principios morales; conviene, pues, darles acceso a métodos de planificación familiar que estén en armonía con la verdadera naturaleza humana (27).
Causas políticas
La influencia de la política
16. La privación de alimentos se ha utilizado, a lo largo de la historia, ayer y hoy, como arma política o militar. Así pueden perpetrarse verdaderos crímenes contra la humanidad.
En el siglo XX se han conocido un gran número de casos; por ejemplo:
a) La privación sistemática de alimentos a los campesinos ucranios, realizada por Stalin hacia 1930, y cuyo resultado fueron unos ocho millones de muertos. Ese crimen, desconocido o casi no conocido por largo tiempo, fue confirmado recientemente con ocasión de la apertura de los archivos del Kremlin.
b) Los últimos asedios en Bosnia, en particular el de Sarajevo, tomando como rehén el mecanismo mismo de la ayuda humanitaria.
c) Los desplazamientos de la población en Etiopía para llegar al control político por parte del partido único de gobierno. Se contaron centenares de miles de muertos por hambre, provocada por las migraciones forzosas y el abandono de los cultivos.
d) La privación de alimentos se utilizó en Biafra, en los años 70, como arma contra la secesión política. El derrumbamiento de la Unión Soviética eliminó, por un lado, las causas de las guerras civiles provocadas por su acción directa o por las reacciones contra dicha acción, como las revoluciones sin resultado, los desplazamientos de poblaciones, las desorganizaciones de la agricultura, las luchas tribales, los genocidios. No obstante, subsisten, o han vuelto a aparecer, numerosas situaciones que pueden provocar esos mismos fenómenos; aunque no se produzcan en la misma escala, no dejan de ser perjudiciales para las poblaciones. Se trata, en especial, de un resurgimiento de los nacionalismos; éstos son favorecidos por algunos Estados de régimen ideológico, pero también por las repercusiones locales de las luchas por la influencia que libran entre sí los países desarrollados, y asimismo por la lucha por el poder en algunos países, especialmente en África.
Observemos también las situaciones de embargo por motivos políticos, como ha sucedido con Cuba e Irak, regímenes considerados como amenazas para la seguridad internacional y que toman, por decirlo así, a su población como rehén. Las primeras víctimas de esta especie de actos de fuerza son las mismas poblaciones interesadas. Por eso se han de tener muy en cuenta los costos en términos humanitarios de esas decisiones. En ciertos casos, los responsables nacionales se valen de las desgracias de sus pueblos, provocadas por sus artimañas, para obligar a la comunidad internacional a restablecer los suministros. Se trata de situaciones específicas que se deben tratar individualmente, cada vez que se presentan, con el espíritu de la Declaración mundial sobre la nutrición, que dice: « La ayuda alimentaria no se debe negar por motivos de afiliación política, situación geográfica, sexo, edad o identidad étnica, tribal o religiosa » (28).
He aquí, en fin, otras repercusiones de la acción política sobre el hambre. Varias veces se ha visto que países desarrollados, productores de excedentes agrícolas, los han exportado gratuitamente (por ejemplo, trigo) a países en desarrollo donde el alimento básico es el arroz. El objetivo ha sido sostener el precio interno. Esas exportaciones gratuitas han tenido efectos muy negativos: se ha obligado a la población local a cambiar sus costumbres alimentarias y no se han promovido los productores locales que, por el contrario, necesitan ser alentados.
La concentración de los medios económicos
Las diferencias de nivel económico en los países en desarrollo con altos costos sociales son más contrastantes que las que se contemplan en los países desarrollados, o incluso entre los países mismos. La riqueza y el poder están muy concentrados en una capa reducida, pero compleja, vinculada a los ambientes internacionales y que ejerce el control en el aparato del Estado, al ser éste bastante deficiente. Se detiene, así, todo adelanto e incluso se asiste a un retroceso económico y social. La distancia entre los niveles de vida no sólo produce situaciones conflictivas, que pueden llevar a violencias en cadena, sino que favorece además el clientelismo como única posibilidad de realización personal. Esto paraliza las iniciativas posibles desde un punto de vista meramente económico, y dificulta profundamente las motivaciones altruistas que existen en todas las sociedades tradicionales. En esas situaciones, el Estado desempeña con frecuencia un papel preponderante que le permite favorecer a los sectores exportadores de la producción —lo cual, por sí mismo, es un bien— pero deja pocos beneficios a las poblaciones locales.
En otros casos, por debilidad o por ambición política, las autoridades establecen los precios de los productos agrícolas a niveles tan bajos, que los campesinos llegan incluso a subvencionar a los habitantes de las ciudades situación que favorece el éxodo rural. Los medios de comunicación de masa, la electrónica y la publicidad contribuyen, igualmente, a ese despoblamiento de los campos. La ayuda para el desarrollo en beneficio de esos países sirve más bien de estímulo, más o menos indirecto, para los gobiernos que siguen esas estrategias peligrosas y que se benefician de ese apoyo económico absolutamente ilegítimo; tales políticas son decididamente contrarias al verdadero interés de sus pueblos. Los países industrializados tienen que interrogarse para saber si, desafortunadamente, han emitido señales negativas en ese sentido durante largos años.
Las desestructuraciones económicas y sociales
Las desestructuraciones económicas y sociales son el resultado, a la vez, de políticas económicas equivocadas y consecuencia de presiones políticas nacionales e internacionales (cf. nn. 11-13 y 17). Veamos algunas de las más frecuentes y más nocivas:
a) Las políticas nacionales que bajan artificialmente los precios agrícolas, en detrimento de los productores locales de alimentos, tomadas bajo la presión de las poblaciones menos favorecidas de las ciudades consideradas como una amenaza potencial para la estabilidad política del país. Esta situación se generalizó en África en los años 1975-85 y llevó a una fuerte disminución de la producción local. Numerosos países que gozan de un amplio potencial agrícola, como Zaire y Zambia, se han vuelto por primera vez importadores netos.
b) La política de la mayoría de los países industrializados que protegen ampliamente su agricultura favoreciendo de este modo la producción de excedentes que se exportan a precios inferiores a los precios internos (dumping). Si no existiera proteccionismo los precios mundiales serían más elevados, en beneficio de otros países productores. Los beneficiarios de esas protecciones se encuentran ahora en Europa en situaciones difíciles, después de muchos años de fomento de la producción que han provocado fuertes desestructuraciones del mismo sistema agrícola. Esta política, apoyada por la mayoría de las opiniones públicas locales, puede ser fundamentalmente contraria al interés general de los consumidores mundiales, tanto de los más privilegiados como de los menos favorecidos. Los países con protección pagan los costos de esta política; en los países sin tal protección, los agricultores, que son elementos esenciales para el bienestar de su país resultan penalizados por las importaciones a precios disminuídos que hacen dano al precio de los productos locales, acelerando la ruina de la agricultura y el éxodo hacia las ciudades.
c) Los cultivos tradicionales de plantas comestibles se ven amenazados con frecuencia por un desarrollo económico mal enfocado. Por ejemplo, con la substitución de producciones tradicionales por una agricultura industrial que trabaja tanto para la exportación (gran cantidad de productos agrícolas destinados a la exportación y tributarios de los mercados agrícolas internacionales), como para producciones de substitución local (producción, por ejemplo, en el Brasil, de caña de azúcar para alcohol de consumo automovilístico, con objeto de economizar en las importaciones de petróleo; ésta culminó en numerosas migraciones de campesinos desarraigados).
Fuente: El hambre en el mundo, un reto para todos: El desarrollo solidario
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De: residente (Mensaje original) |
Enviado: 05/03/2011 13:55 |
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