Eso que llamamos paz es un remanso de ríos tranquilos, que van al mar como a un destino.
Eso que llamamos paz tiene al amor como asidero que amarra al bote del que ha partido.
Eso que llamamos paz me une a ti y a todos los que andamos descalsos, cruzando rosaledas, cuyas espinas no sentimos porque la belleza de la flor el dolor ahoga.
Eso que llamamos paz no sabe de olores a pólvora ni sabe de sangre derramada que enrojece la orilla de la playa y llena los ojos de lágrimas.
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!