Cincuenta años después del vuelo de Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio, Estados Unidos, a quien ese acontecimiento motivó para imponerse sobre Moscú en la carrera espacial, está a punto de depender de su ex rival para poner a sus astrounautas en órbita.
Tras el último vuelo de un transbordador previsto para fines de junio, la Nasa deberá contar con las Soyuz rusas para transportar a sus astronautas hacia la Estación Espacial Internacional (ISS) por un costo de 50 millones cada asiento durante el tiempo necesario para reemplazar a los transbordadores, probablemente no antes de 2015.
Esa misión será encomendada al sector comercial, muy estimulado por el gobierno del presidente Barack Obama para tomar el relevo de la Nasa con precios más competitivos.
Además del hecho de encontrarse sin sucesor para los transbordadores, que iniciaron su trabajo en 1981, Estados Unidos busca una dirección para su futuro en la exploración espacial habitada, objeto de debates sin gran pasión sobre la elección de sus objetivos.
Algunos demandan un retorno de los estadounidenses a la Luna, que éstos últimos conquistaron en 1969, y otros defienden a Marte o un asteroide como opción de destino.
"El futuro de los vuelos espaciales habitados era en 1961 casi tan incierto como hoy", destacó John Logsdon, ex director del Instituto de Política del Espacio de la Universidad George Washington.
El Congreso otorgaba un presupuesto modesto y el presidente John Kennedy aún no había decidido lanzarse a la conquista de la Luna con el programa Apolo, recordó este experto en una entrevista con la AFP.
"Fue el vuelo de Gagarin lo que incitó a las misiones Apolo y todo lo que le siguió", explicó Logsdon.
"Ahora, 50 años después, Estados Unidos no tiene certezas sobre el futuro y ya no puede contar con desafíos como los de Gagarin y la rivalidad con la ex Unión Soviética para clarificar las cosas y decidir sobre lo que está dentro de los mejores intereses para el país", agregó.
De hecho, las razones que llevaron al presidente Kennedy a decidir ir a la Luna no tienen nada que ver con una estrategia de exploración espacial, subrayó Logsdon.
"La carrera espacial obedecía entonces a razones puramente militares y políticas, una gran motivación para obtener dinero del Congreso", precisó el experto.
Al hacer la misma constatación, Stephen Garber, un historiador de la Nasa, dijo que "el contexto histórico era efectivamente muy diferente en 1961".
Y aunque el Congreso y el presidente Kennedy temían que el costo del programa Apolo fuera exhorbitante, "existía entonces una motivación política externa fuerte", explicó Garber a la AFP.
En total, el programa Apolo costó alrededor de 150.000 millones de dólares de hoy repartidos en una decena de años, llevando al presupuesto de la Nasa a un equivalente de cerca del 2% del PIB estadounidense, contra menos del 0,5% actual. El presupuesto anual de la agencia espacial norteamericana es de alrededor de 18.000 millones de dólares.
Actualmente, Estados Unidos no sólo está confrontando un déficit presupuestal astronómico sino que ya no existe la rivalidad con los soviéticos, precisó el historiador. Según él, "China no es una amenaza comparable", "contrariamente a lo que dicen algunas personas".
Logdson comparte ese análisis y observa que el programa espacial chino se limita a lanzar una misión orbital habitada cada tres años.
En este contexto, la estrategia espacial estadounidense es "muy incierta", estimó Logdson, quien no ve emerger a corto plazo una visión estratégica para la exploración habitada, actualmente limitada a la explotación de la ISS hasta el 2020.
"Debemos de tener debates más fuertes sobre la política espacial, sino corremos el riesgo de perder el camino", previno el experto.