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General: Derecho de injerencia
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: algoporalgo  (Mensaje original) Enviado: 17/06/2011 23:55
 

Derecho de injerencia

Después de los atentados terroristas cometido por el terrorismo fundamentalista islámico el 11 de Septiembre en Nueva York y Washington, los comentaristas y políticos han aludido no sólo a un legítimo derecho a la defensa propia, sino también a un derecho de injerencia en cualquier lugar donde no se respeten los derechos humanos.

Ese mismo derecho ha sido esgrimido para encausar a militares argentinos y chilenos por parte de jueces europeos.

Como cabía esperar, ese derecho ha sido ejercido de forma sectaria y arbitraria. El mismos juez Garzón que encausaba a Pinochet, vencedor del comunismo en su Patria, se negaba a encausar al genocida Santiago Carrillo, tan próximo físicamente en el espacio de sus fechorías, lo mismo que se negaba a ocuparse del tirano Fidel Castro, tan próximo en el tiempo de su oprobio.

Lo mismo se puede decir de los ataques angloamericanos a Serbia, Irak y Afganistán. En cuanto al Irak por causa de sus ataques a los supuestos derechos de otros, como los kurdos y kuwaitíes. En Afganistán, como defensa propia por los atentados de la red terrorista "Al Quaeda" en suelo norteamericano, conjugada con la defensa de los derechos humanos de una población sometida al fundamentalismo musulmán más fanático, especialmente en el caso de las mujeres.

Pero hete aquí que ese mismo afán humanista tardó muchísimo en reaccionar cuando las matanzas de Timor Oriental contra cientos de miles de católicos. Y sigue sin inmutarse por la dramática suerte corrida por los cristianos en Sudán, exterminados y esclavizados por millones. Y se llama andana ante la ocupación israelí del territorio palestino y el humillante sometimiento de su población, cristiana o musulmana. Lo cual significa que se emplea a medida y conveniencia de las potencias, que convierten en ese derecho en un taparrabos de sus vergüenzas.

Pero el principio existe y no hay que olvidarlo. Es el que impulsó a los conquistadores españoles a derribar los ídolos y terminar con los sacrificios humanos de un Imperio diabólico como el azteca, para edificar desde sus ruinas la nueva civilización cristiana de la Hispanidad.

En virtud de ese principio deberíamos exigir a los países musulmanes y comunistas la libertad de predicar el Evangelio. Y allí donde los misioneros o los cristianos fueran perseguidos, allí enviar fuerzas de paz suficientemente aguerridas para imponer ese derecho elemental de conocer el Evangelio. Y qué decir de los países abortistas. Habría que impedirles a sangre y fuego que continuaran con tal matanza, y los dirigentes democráticos que las hacen posibles ser derribados y juzgados por tribunales internacionales de auténticos derechos humanos.

Pero qué lejos estamos de eso. Ni siquiera se intenta evangelizar a los musulmanes que llegan a nuestra tierra, sino que son ellos los que consiguen nuevos prosélitos entre los naturales del país. Y el aborto se acepta ya como la cosa más natural del mundo. Las protestas en su contra son cosas de exiguas minorías entre las que me cuento, sin que los católicos que siguen llenando las iglesias, más para aquietar su conciencia que para renovarse apostólicamente y actuar como intrépidos soldados de Cristo, se consideren interpelados. Hasta para votar, algo tan sencillo y gratuito, secreto y breve, prefieren entregar su confianza masivamente a los partidos abortistas de izquierdas o derechas, que tanto dan unos como otros.

http://perso.wanadoo.es/mce-aje/apostillas2002.htm



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