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General: TOMAS MORO ... EL GRAN ENEMIGO DE LA MONARQUÍA .-
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 19/06/2011 12:49 |
ánalisis libro Utopía, de Tomás Moro?
Hola! Estaria necesitando un analisis del libro "Utopía", de Tomas Moro. De ser posible, necesitaria que el analisis lleve fragmentos del libro a la realidad actual, como haciendo comparaciones. Muchisimas Gracias!!
by Cachanil... - Miembro desde el
- 12 marzo 2009
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ANALISIS, UTOPIA - TOMAS MORO. En caso de requerirlo, puedo enviarte el Analisis a tu cuenta de correo.
Utopía: Lugar que no existe. Teoría fundada en la justicia y la bondad pero de imposible realización. La obra "Utopía"es una novela política, donde el autor plasma ideas filosóficas y políticas. Describe una República ideal e imaginaria regida por sabias leyes, que aseguran a todos sus habitantes un mínimo de felicidad a cambio de su trabajo.
Este modelo se opone a los males de la sociedad de su tiempo. Es una novela política, cuadro idealista, de un Estado democrático. Estos ideales están reñidos con la naturaleza real del hombre y de la cosas. Es su propósito lograr una sociedad justa, regida por los máximos principios de la libertad, bienestar y solidaridad humana. Los principios que rigen esta obra son los de la razón y la igualdad. Presenta una sociedad ideal, donde se elimina la codicia y la propiedad privada.
LIBRO I La primera parte, titulada La Relación de Rafael Hythloday con Moro, se refiere al mejor estado de una república. Dado que había surgido un conflicto entre Enrique VIII de Inglaterra y Carlos I de España, se envía una comitiva a Flandes con la intención de conciliación y por una decisión final sobre el tema.
En un diálogo con Moro le relata de tierras lejanas, de leyes justas y buenas, de las que las otras naciones debían tomar ejemplo. Ante tanta experiencia se le invita a unirse a la corte de algún Rey, con el objeto de ser útil con sus consejos. A esto, él contesta que prefiere su libertad a vivir esclavo de un Rey. Fundamenta su decisión, diciendo que ni los reyes, ni los que lo rodean, valoran los consejos de ningún sabio, porque están más interesados en guerras y hazañas caballerescas y en sus propias comodidades.
El espíritu de la injusticia por un lado, y de la justicia por el otro aparecen claramente explicados por Rafael. Continúa diciendo que la injusticia podría evitarse creando medios para que los ciudadanos puedan ganarse la vida mediante el trabajo manual y la agricultura. El aboga en defensa del ciudadano, comentando que son los señores los que los convierten en malhechores, encarcelándolos o pagándoles con la muerte. Critica a los que se creen servidores de la República. Al Rey, a los caballeros sirvientes, señores quienes se creen sabios y solo oprimen a los trabajadores con sus leyes injustas.
La ambición, la irrazonable codicia y el materialismo, la lujuria y la glotonería, de esta clase de poderosos señores, solo llevan a la extrema condición de baja moral (juegos, fiestas, prostitución, etc.). Después de una extensa crítica a los poderosos, con los que no comparte sus acciones, sugiere soluciones para evitar los excesos. No dejar que los ricos manejen con su monopolio el mercado. Combatir la ociosidad que lleva a la mendicidad, creando leyes justas y fuentes de trabajo.
No es que el robo deba escapar del castigo, sino que no es justo ni legal perder la vida por dinero, la vida está por encima de todo. El asesinar a un hombre por dinero no es menos punitorio que el apoderarse de dinero por hambre. Los poderosos manejan la muerte aunque Dios diga: "no matarás". El hombre le pone límite a este mandato, permitiendo matar mediante leyes que contemplan este castigo ante el delito. Lo mismo, cree, debería establecer la constitución, es decir, en qué medida los actos inmorales puedan ser legales.
La ley de Moisés es un modelo, de cómo se castigaba el robo sin acudir a la muerte. Devolvían el dinero robado, por medio de la restitución. Otras Repúblicas, también, castigaban dando oportunidades de vida. Les daban trabajo a cambio de comida y otras actividades, restringiéndoles la libertad. Este sistema de respeto por la vida, darles oportunidades, hacerles entender el valor de la libertad a los delincuentes, debería ser tomado como ejemplo por Inglaterra y Francia y las demás Repúblicas.
Las costumbres, los decretos pestilentes en las otras ciudades corrompieron la justicia y el estado. Donde el dinero es el interés de los que gobiernan, no se puede gobernar con justicia y prosperidad para todos. Allí, la riqueza es para unos pocos, mientras el resto sufre miseria. No cree que la riqueza privada sea conveniente. Ejemplifica a Utopía, donde hay pocas leyes y gran virtud, tiene abundancia por que todo es común. Mientras haya un solo hombre, dueño absoluto de lo suyo, habrá injusticia y pobreza. Por otro lado donde hay orden, organización, bien común, trabajo, estudio y dedicación, habrá prosperidad justicia y paz
LIBRO II Referido a la mejor República. En primer lugar, hace referencia a las características de la Isla Utopía. A los miembros de la ciudad se los prepara e instruye para las tareas del campo. Para que no se produzca escasez de los productos por falta de conocimiento en el tema. (Se practica la incubación artificial); lo producido, cuando no es usado se reparte entre los vecinos.
El estado provee los elementos necesarios para la producción sin costo alguno. La ciudad más importante es Amaurota, ya que allí reside el consejo de los magistrados. Se eligen anualmente los sifograntes (filarcas), estos a su vez, con voto secreto, eligen al príncipe, el cual es vitalicio siempre que no sea sospechoso de tiranía. Además, los cargos son anuales, y el consejo es el encargado del bien común y de dar los resultados de los comicios, luego de ser tratados durante tres días. Esto se hacía con el fin, de evitarla tiranía de los gobernantes.
DE LAS CIENCIAS, ARTES Y OCUPACIONES La ciencia común a todos es la agricultura, que es practicada por todos (hombres y mujeres), para ello se preparan desde niños en las escuelas y los campos. Además de la agricultura, se practican otras ciencias como tejer, carpintería, albañilería, herrería. La función de los sifograntes es velar para que los hombres trabajen cada uno en su arte; también hay un espacio para la música y la reflexión.
También, incluye a los latifundistas, a los que llama gentiles, hombres y nobles. Y pone de manifiesto que en la isla Utopía todos trabajan en cosas productivas y no inútiles, como en otros lugares, de modo tal, que lo que se produce es suficiente para la subsistencia, la comodidad y el placer. Los únicos exentos del trabajo, son, además de los sifograntes, los que el pueblo, aconsejado por los sacerdotes y los sifograntes, ha elegido para concederles una dispensa perpetua del trabajo, para que se dediquen con toda tranquilidad al estudio. Estos, deberán responder a la confianza depositada, caso contrario, volverá al estamento de los artesanos. A veces, se dan casos contrarios, entre estos estudiosos se eligen los sacerdotes, embajadores y hasta el príncipe.
DE SU VIDA Y RELACIONES MUTUAS La ciudad ésta compuesta por familias, y a éstas, a su vez, la componen los parientes, las mujeres al casarse, van a la casa de su marido, no así los varones que siguen en su casa y el jefe es el más anciano. En la ciudad se establece el número de habitantes que debe mantener, como así también, el número de hijos que puede mantener una familia, la relación de los ciudadanos. El mayor gobierno de la familia. Las esposas: dependen de sus maridos; los hijos: dependen de los padres; los más jóvenes de los mayores. La ciudad está dividida en cuatro partes o barrios. Barrios -centro = mercado de productos, allí la familia encuentra todo lo que necesita y lo lleva gratuitamente por que todo abunda. También existen en estos lugares una limpieza exagerada.
A la hora de la alimentación, los primeros son los hospitales, que son tan amplios, aparentando ser otras ciudades. Y están muy bien dotados de todo lo necesario. Todos acuden a comer en salas preparadas por esclavos, de las comidas se encargan las mujeres por turno.
Dios recompensa a quienes han regalado placer. Los Utopienses, consideran como algo bajo y vil, el hecho de que el más fuerte o prima o destruya al más débil por placer. Podemos diferenciar dos clases de placeres: del alma y del cuerpo. Placeres del Alma la Inteligencia y los buenos recuerdos y Placeres del cuerpo la sensibilidad y el estar sano (verdadero placer).
DE LOS ESCLAVOS ENFERMOS, MATRIMONIOS YOTRAS MATERIAS Son esclavos en Utopía, los que fueron castigados a serlo por haber cometido delitos, o quienes han sido condenados a muerte por delitos graves en otras ciudades, de esta clase hay muchos en la isla. Estos, trabajan continuamente y están encadenados. A los otros, de la isla, los tratan con mayor severidad, por considerarlos casos perdidos. Hay otro tipo de esclavos, el que elige por voluntad propia serlo, debido a la mala situación en la que vivían en otras ciudades, a estos se los trata de la misma manera que a los ciudadanos, salvo que deben trabajar más. Si alguno de estos esclavos decide irse, no hay resistencia a ello y nunca dejan que se marche con las manos vacías.
En cuanto a los enfermos, los Utopienses cuidan de ellos, con afecto y total dedicación para devolverles la salud. En caso de enfermedades dolorosas o incurables, los sacerdotes y los magistrados, inducen a estos a, que viendo que no hay posibilidad de mejoría y vivir es una tortura, no se rehúsen a morir, explicándoles, que obrando así, dejan esta vida siendo hombres virtuosos. Una vez convencidos terminan con su vida voluntariamente de hambre, el que se suicida sin el consejo de los sacerdotes y magistrados, es considerado indigno de ser sepultado.
Nunca estiman tanto su vida, ni tienen un valor tan excesivo por ella que ambicionan conservarla vergonzosamente, cuando el honor les exige abandonarla. Pues recuerdan, que ha ocurrido más de una vez, que sus enemigos animados por la victoria, han perseguido a los que huían salidos de la formación, y que proseguían la persecución confiados en su seguridad.
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Santo Tomás Moro (More) Mártir, canciller del rey inglés Enrique VIII. Patrono de los gobernantes y los políticos. Nace: 1478, muere 1535. Fiesta: 22 de junio, junto con san Juan Fisher
"El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral"
"El Buen servidor del rey, pero primero Dios"
ORACION DE SANTO TOMÁS MORO
Dios Glorioso, dame gracia para enmendar mi vida y tener presente mi fin sin eludir la muerte, pues para quienes mueren en Ti, buen Señor, la muerte es la puerta a una vida de riqueza.
Y dame, buen Señor, una mente humilde, modesta, calma, pacífica, paciente, caritativa, amable, tierna y compasiva en todas mis obras, en todas mis palabras y en todos mis pensamientos, para tener el sabor de tu santo y bendito espíritu.
Dame buen Señor, una fe plena, una esperanza firme y una caridad ferviente, un amor a Ti, muy por encima de mi amor por mí.
Dame, buen Señor, el deseo de estar contigo, de no evitar las calamidades de este mundo, no tanto por alcanzar las alegrías del cielo como simplemente por amor a Ti.
Y dame, buen Señor, Tu amor y Tu favor; que mi amor a TI, por grande que pueda ser, no podría merecerlo si no fuera por tu gran bondad. Buen Señor, dame Tu gracia para trabajar por estas cosas que te pido.
**************
La despedida de Tomás Moro a su hija Margarita, escrita en la cárcel poco antes de su martirio
"Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mi, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor".
"Aunque estoy convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes de prestar juramento en contra de mi conciencia".
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BIOGRAFÍA
Santo Tomás Moro nació en Londres en 1477. Recibió una excelente educación clásica, graduándose de la Universidad de Oxford en abogacía. Su carrera en leyes lo llevó al parlamento. En 1505 se casó con su querida Jane Colt con quien tuvo un hijo y tres hijas. Jane muere joven y Tomás contrae nuevamente nupcias con una viuda, Alice Middleton.
Hombre de gran sabiduría, reformador, amigo de varios obispos.
En 1516 escribió su famoso libro "Utopía". Atrajo la atención del rey Enrique VIII quién lo nombró a varios importantes puestos y finalmente "Lord Chancellor", canciller, en 1529. En el culmen de su carrera Tomás renunció, en 1532, cuando el rey Enrique persistía en repudiar a su esposa para casarse, para lo cual el rey se disponía a romper la unidad de la Iglesia y formar la iglesia anglicana bajo su autoridad.
Santo Tomás pasó el resto de su vida escribiendo sobre todo en defensa de la Iglesia. En 1534, con su buen amigo el obispo y santo Juan Fisher, rehusó rendir obediencia al rey como cabeza de la iglesia. Estaba dispuesto a obedecer al rey dentro de su campo de autoridad que es lo civil pero no aceptaba su usurpación de la autoridad sobre la Iglesia. Tomás y el obispo Fisher se ayudaron mutuamente a mantenerse fieles a Cristo en un momento en que la gran mayoría cedía ante la presión del rey por miedo a perder sus vidas. Ellos demostraron lo que es ser de verdad discípulos de Cristo y el significado de la verdadera amistad. Ambos pagaron el máximo precio ya que fueron encerrados en La Torre de Londres. Catorce meses mas tarde, nueve días después de la ejecución de San Juan Fisher, Sto. Tomás fue juzgado y condenado como traidor. El dijo a la corte que no podía ir en contra de su conciencia y decía a los jueces que "podamos después en el cielo felizmente todos reunirnos para la salvación eterna"
Ya en el andamio para la ejecución, Santo Tomás le dijo a la gente allí congregada que el moría como "El buen servidor del rey, pero primero Dios" ("the King's good servant-but God's first"). Nos recuerda las palabras de Jesús: "Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios." Fue decapitado el 6 de julio de 1535. Su fiesta es el 22 de junio.
Qué gran modelo es Santo Tomás Moro para todos, en especial para los políticos, gobernantes y abogados. Pidámosle que su valentía les inspire para mantenerse firmes e íntegros en la verdad sin guardar odios ni venganzas.
PENSAMIENTOS DE STO. TOMAS MORO
"Si me distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se ofrecen cada día oportunidades para ofender a mi Dios, me armo cada día para el combate con la recepción de la Eucaristía. Si necesito una luz especial y prudencia para desempeñar mis pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco Su consejo y luz" 1
"Estas cosas, buen Señor, por las que rezamos, danos la gracia de trabajarlas" 2
"Es mas breve y rápido escribir herejías que responder a ellas" 3
NOTAS
1 "If I am distracted, Holy Communion helps me become recollected. If opportunities are offered by each day to offend my God, I arm myself anew each day for the combat by reception of the Eucharist. If I am in need of special light and prudence in order to discharge my burdensome duties, I draw nigh to my Savior and seek counsel and light from Him." --Saint Thomas More
2 "These things, good Lord, that we pray for, give us Thy grace to labor for." --Saint Thomas More.
3 "It is a shorter thing and sooner done, to write heresies, than to answer them." --Saint Thomas More.
Una imagen de Sto. Tomas More en la iglesia anglicana
Por primera vez en la historia, junio 2002, han puesto una imagen del mártir en una iglesia anglicana. Es verdaderamente "Un hombre para todas las épocas" (A Man for All Seasons), tal como se titula la película sobre su vida.
El artista es obra de Holbein, artista de la corte inglesa. Fue desvelado por el príncipe de Wales en un acto reconciliación.
Sobre sus escritos: -por Esteban Kriskovich (Director Instituto Tomás Moro. Universidad Católica. Asunción-Paraguay)
En los catorce meses de prisión (17 de abril de 1534 a 6 de julio de 1535), escribió varios cientos de hojas que forman uno de los más conmovedores testimonios de la fidelidad de un ser humano a su conciencia, a la verdad y a sus principios.
Además de una numerosa correspondencia, que parcialmente se ha podido rescatar, y unas cuantas conmovedoras oraciones encontradas en su libro de las horas, y una "Instrucción para recibir el cuerpo de Cristo", ha escrito dos obras impresionantes:
1) "Un diálogo de la fortaleza contra la tribulación", en el cual dos personajes Antonio y Vicente, uno anciano y el otro joven, dialogan ante una eminente invasión turca de los peligros y adversidades que han debido sobrellevar los cristianos perseguidos por su fe dentro y fuera de Inglaterra.
2) "La agonía de Cristo", obra inconclusa que parece habérsele arrancado de las manos justo cuando estaba en el capítulo de la aprehensión de Cristo luego de la agonía en el huerto de los olivos. Su última expresión referida a la captura de Cristo en el huerto fue "...echaron mano sobre Jesús".
La imitación a Jesucristo es la plenitud del hombre, y el amor del cristiano. Como muy bien lo dice Alvaro de Silva, Moro escribió este libro con lucidez, afecto y ternura, pero sin ningún sentimentalismo. El cristiano ha de seguir los pasos de Cristo hasta el final, empujado por el amor y la belleza de Cristo. El Calvario es una montaña, no un hoyo oscuro. También la Cruz erguida es un desafío a la ley de la gravedad[3].
Sobre ella quiero referirme explícitamente, porque creo que en algunas páginas existe algo que luego de casi dos mil años, de casi quinientos años, permanece actual.
Moro hizo de la pasión de Cristo, y de manera dramática, el centro de su contemplación durante su encarcelamiento en la Torre de Londres y todo el proceso. Para fortalecerse, Moro se ensimisma en Cristo, y sigue los pasos de Cristo en su agonía, encarcelamiento, proceso, pasión y muerte[4].
Y en un capítulo[5], que es el que quería recordar, reflexiona el hecho de que los Apóstoles, en el huerto de los olivos, duermen mientras el traidor conspira, y Cristo les llama tres veces seguidas y ellos se vuelven a dormir, tal vez por cansancio, tal vez por pereza, tal vez por dolor, pueden existir miles de explicaciones, lo cierto es que se duermen mientras Cristo los necesita. ¡Velad y orad!, les repite y ellos se vuelven ha dormir. Estado de somnolencia. ¿No es este contraste entre el traidor y los apóstoles como un espejo, y no menos clara que triste y terrible, de lo que ocurre tantas veces a través de los siglos, desde aquellos tiempos hasta nuestros días?. La somnolencia. Con razón dice Cristo que los hijos de las tinieblas son mucho más astutos que los hijos de la luz. Y nosotros, ¿estamos despiertos mientras otros maquinan?; ¿estamos despiertos en nuestras universidades fomentando una cultura de la vida humanizadora, mientras otras universidades pueden estar produciendo tesis deshumanizante?, ¿estamos despiertos mientras nuestras leyes atentan contra la vida y la dignidad humana?, ¿estamos despiertos mientras crean nuevos términos y manipulan conceptos y el lenguaje?, legisladores, filósofos, educadores, periodistas, estudiantes, juristas, jueces, médicos, pastores, intelectuales, religiosos, hombres de gobierno, padres de familia, familias enteras, pueblo amante de lo verdadero, ¿estamos acaso despiertos?.
En todos sus últimos escritos se puede notar que Tomás Moro está prácticamente solo. Si no fuera por la comprensión incluso forzada de su hija Margaret estaría completamente solo. Pero "solo" en el convencimiento de su participación en la verdad y la certeza de la comunión en esa verdad con todos los santos. El excanciller es un hombre solo, pero ¿no es la libertad original y auténtica precisamente estar solo el hombre delante de su Dios?[6].
No se encuentra en los escritos de Moro ningún fenómeno que ocurrió a otros santos como apariciones, voces celestiales, milagros ni arrebatos místicos. Moro persevera anclado firmemente en la claridad de su conciencia cristiana frente a todo lo que tiene por delante. Sólo cuenta con su fe y su razón, su libertad anclada en el amor a Cristo y a la Iglesia. Ha formado su conciencia durante largo tiempo. Con estudio y reflexión. Su convicción es tan honda y tan pura que no tiene necesidad de juzgar, despreciar o condenar a los demás. Ni disminuye su amor y respeto al Rey que le envía a la muerte, ni su lealtad al país que tanto ama. Pero su amor a Cristo y a la Iglesia es mayor, y fundado en la clara razón, en la verdad[7]. Por esto murió, no tanto por un principio o idea o tradición, ni siquiera doctrina, sino por una persona, por Cristo. No por un amor a Cristo en abstracto, sino a su Iglesia y a la verdad revelada en ella, en su caso la aceptación y defensa de la supremacía espiritual del Romano Pontífice, la "roca". Moro amaba a Cristo y comprendió que negar aquella verdad o punto doctrinal equivalía a renegar de Cristo.
Moro dentro de su silencio escogió y valoró cada palabra para fabricar una de las protestas más apasionadas y al mismo tiempo serenas a favor de la libertad del espíritu humano, iluminado por la verdad. El cristiano puede vivir sin muchas cosas, pero no puede vivir sin libertad. Su pasión por la verdad debe necesariamente ir unida a su pasión por la libertad. Moro ingresó en la Torre por seguir la verdad de su conciencia. No se adhirió al juramento porque repugnaba su conciencia cristiana. Hacerlo le hubiera llevado a perder su libertad auténtica, con mayúsculas, adherida a la verdad, y por consiguiente a perderse a sí mismo para adherirse a la auténtica libertad. Sin esa libertad original del Espíritu, las demás libertades pueden ser cadenas, aunque produzcan admiración y muy hermosas parezcan. Esto es lo que Moro tiene presente al hablar en algunas cartas del "respeto a su alma".
Hablar de conciencia individual y de inalienable libertad, no significa de ningún modo que esté permitido tomar caprichosamente cualquier decisión, sino más bien, la aptitud y obligación de buscar la verdad en cualquier asunto, según los medios de que se disponga. Y por eso fue al suplicio sin hacer concesiones, cuando le hubiera bastado aceptar un compromiso equívoco, que todo el mundo esperaba de él, para hallarse de nuevo en el ocio con dignidad[8], o en la mentira con una supuesta dignidad.
La auténtica libertad es la fuente de la alegría: "La claridad de mi conciencia hizo que mi corazón brincara de alegría", escribió a su hija Margaret, en los últimos meses de vida. Y esto hacía que el santo, pueda perdonar, rezar por sus enemigos, y aún en esos momentos difíciles y dolorosos, incluso en el cadalso, con el buen humor, fruto de la alegría de pertenecer a Cristo, antes que al propio interés o a los intereses de Estado.
Un contemporáneo de Moro, Nicolas Maquiavelo, escribió: "Amo a mi ciudad más que a mi propia alma". En esta exclamación la trascendencia se borra, el espíritu se aplaca, la conveniencia está por encima de la verdad, y el ser de las cosas se manipula causando incalculables perjuicios. Las consecuencias las conocemos mejor nosotros y mucho más trágicamente que Maquiavelo.[9]
Como decía Chesterton, "dentro de la Iglesia uno tiene que quitarse el sombrero, pero no la cabeza". No luchaba Moro obstinado en su concepción personal ni subjetiva sino en defensa y amor a la verdad. No aspiraba a "salirse con la suya", sino "con la de Dios". Moro murió por una verdad que en su época había sido puesta en peligro. Moro era un intelectual de primera línea, figura cumbre del humanismo renacentista europeo. Tomás Moro estudió la cuestión con objetividad y se aseguró concienzudamente en la verdad. Su conciencia estaba bien formada, su fe era razonable y su contenido había conocido largas horas de reflexión y de estudio. No murió por defender una simple opinión de su cabeza ni por un capricho de su conciencia, sino por salvaguardar la conciencia en la verdad objetiva revelada. Se opuso a una ley dictada al antojo por intereses del momento. Se le cortó la cabeza porque ella era lo que sus enemigos no pudieron conquistar en él[10], y necesitaron de un traidor que con perjurio lo acuse infamemente. Parecería que la verdad venció sobre la mentira, pero ¿ha sido así?. Veritas magna et prevalet. La verdad es grande y prevalece (San Agustín)[11]. Su testimonio aún sigue hasta nuestros días y nos compromete. El peso de su carácter, de su energía viril, de su honestidad, de su formación jurídica y sus quince meses en prisión es abrumador en lo que respecta a sus razones en defensa de la verdad, de lo que las cosas son realmente, del bien, de la justicia. Había mantenido con su inteligencia y prestigio humanista, con la tinta de su pluma, la fe de siempre muchos años antes de librar la última batalla con la sangre de su cabeza[12].
En un bote antes de ser apresado, hablando con su yerno William Ropper sobre la posibilidad de perder su libertad, Moro le manifestó: "La batalla está ganada". La batalla está ganada, existen muchas interpretaciones de esta expresión: la batalla de Moro consigo mismo, la batalla frente a la tentación, la batalla contra los temores, la batalla del bien contra el mal, la batalla de la verdad contra la mentira, la batalla de la muerte contra la vida, la batalla que ya Cristo ganó por nosotros.
La batalla está ganada, pero no abandonemos la lucha. Estamos llamados a ser notables soldados de Cristo, sobre todo para que no hayan más víctimas inocentes del relativismo en lo concreto. Si Dios no existe, ya todo está permitido –decía Dostoievsky-. Debemos prepararnos para ello siempre, para anunciar el esplendor de la verdad en nuestro mundo, hasta las últimas consecuencias.
Para terminar, quisiera repetir algunas frases de la entrevista sobre Tomás Moro a Oscar Luigi Scalfaro, expresidente de Italia: "Para ser buenos políticos hay que ser, ante todo, personas íntegras y formadas; formadas especialmente en la vivencia según los valores cristianos. De este modo pueden ser fuertes interiormente para poder resistir a las tentaciones del poder. Fuertes con la gracia de Dios, que conquista y que se mantiene con la oración y los sacramentos. Cuando Moro tenía entre manos algún asunto importante o grave, iba a la Iglesia, se confesaba, asistía a Misa y recibía la Comunión[13]. Reconocía que el poder era un don que venía de lo alto. El poder por el poder es diabólico; es el pecado de soberbia; es, sobre todo, pensar en sí, en la propia carrera, en el propio interés. ¡Lo opuesto al servicio de la comunidad! La formación de la persona forma parte de los derechos y deberes naturales de la familia, es decir, de los padres. Ahora bien, también es un deber primario de la Iglesia, que es madre y maestra, y tiene la tarea formar integralmente a sus propios hijos. La responsabilidad de la Iglesia en este campo es grande: ¿quién mejor que la Iglesia puede hacer sentir al cristiano que, como ciudadano, no se puede quedar en casa durmiendo, que el bien común depende de cada uno y que el sacrificio por la comunidad es un deber de justicia?. El desafío es grande y necesita personas y sobre todo jóvenes dispuestos a vivir la política como una misión, dispuestos a seguir los grandes ideales del Evangelio, con generosidad y afrontando todo riesgo.
"Simón, tú duermes?" Pedro y los demás lo amaban con locura pero estaban en un estado de somnolencia. "Simón, tu duermes?", pongamos en lugar de Simón allí nuestro nombre y ensimismémonos con esta pregunta de Cristo. Permanezcamos despiertos.
Estas Jornadas para muchos en su historia puede marcar un hito muy importante. No es casual que nos hallamos encontrado. Dios suele llamar con una sutileza muy especial. Tal vez este llamado se haya dado con la invitación a participar de estas Jornadas. El compromiso es personal. Es personal. La tarea de la iluminación de la inteligencia no es fácil pero es necesaria y apasionante. No estamos solos, aunque aparentemente lo sintamos así, porque de hecho estamos llamados en tiempos difíciles.
La batalla está ganada, pero la lucha continúa. Todos estamos llamados para este desafío, aunque nos encontremos aparentemente solos contra el poder, Dios Padre nos protege, Dios Hijo Jesucristo nos acompaña, y Dios Espíritu Santo, nos ilumina con su gracia, y además tenemos la compañía de todos los santos. El mundo está hambriento de una respuesta política auténtica, humana, Dios por algo nos hizo nacer en este tiempo y en esta tierra. Respondamos a su llamado. Muchas gracias.
[3] Cartas desde la Torre, Introducción, Pág. 16. [4] Un hombre solo. Cartas desde la Torre. Rialp. Madrid. 1990. Pág. 148. [5] La Agonía de Cristo. Rialp. Madrid. 1997. Pág. 76 [6] Idem. Päg. 21 [7] Idem, 22 [8] Louis Brouyer. "Tomás Moro. Humanista y mártir". Encuentro. Madrid. Pág. 88. [9] Carta de Maquiavelo a Francesco Vettoni el 16 de abril de 1527. [10] La agonía de Cristo. Introducción de Álvaro de Silva. Pág. xxvi. [11] Louis Bouyer. "Tomás Moro. Humanista y Martir". Encuentro. Madrid. Pág. 91. [12] La agonía de Cristo. Idem. Pág. xxiv. [13] Cartas desde la Torre. Pág. 145.
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Juanjo Gabiña |
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Tomas Moro y los rentistas del sistema (I)
Thomas More —también conocido como Tomás Moro— supo identificar con claridad que la humanidad se encontraba al final de una era. Quizás mejor que cualquier otro pensador de su época, era muy consciente del freno que suponían los rentistas del sistema para la aplicación de aquellas medidas que les permitieran salir de la grave crisis en la que se encontraban. More también conoció el impás o inmovilismo político, social e ideológico en el que se encontraban todos los gobiernos de los diferentes reinos que conformaban la Europa cristiana de finales del siglo XV.
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Por aquel tiempo, asistían al final de una época —la Edad Media— y se enfrentaban al comienzo de otra —la Edad Moderna— que se les presentaba como un libro cuyas páginas estuvieran en blanco. Para More resultaba apasionante —y comprometedor a la vez— participar en los debates que se celebraban entre los pensadores de su círculo de amigos íntimos, entre los que se encontraba también Erasmus de Rotterdam. Las discusiones a las que se veían sometidos intentaban escudriñar, entre todos los escenarios futuros posibles, un futuro desde donde surgiera un nuevo mundo que pudiera hacer feliz a la humanidad entera. Ese mundo sería conocido como la isla ‘Utopía’. Un valor que tendremos que recuperar todos cuanto antes.
Desgraciadamente, en tiempos de Thomas More, pocos monarcas europeos se sentían comprometidos con la urgente necesidad de adaptar sus políticas a los nuevos tiempos que se avecinaban. En general, los monarcas eran cobardes y corruptos y además, en general, eran tibios y débiles pues no hacían nada para evitar que se agravara la crisis. Ello no tenía perdón pues estos monarcas eran muy conscientes de que para adaptar las políticas a los nuevos tiempos deberían enfrentarse a innumerables rentistas del sistema de las clases de la nobleza y religiosa, cosa que no estaban dispuestos a realizar, aunque se rodearan de cancilleres y consejeros renovadores. En consecuencia, no existía ningún liderazgo que intentase siquiera marcar el nuevo rumbo a seguir a la población de entonces.
A veces, cuando todo parecía indicar que las cosas se desarrollaban por los caminos naturales de la adaptación, de pronto, surgían, desde el viejo mundo moribundo de la Edad Media, nuevas voces que intentaban con fuerza frenar los cambios. Eran los sectores más reaccionarios de la sociedad medieval que querían hacer prevalecer sus privilegios, gracias al empuje de los nobles, abogados, eclesiásticos, etc. Todos ellos eran una gran obstáculo que se oponía al progreso y More lo sabía perfectamente. Thomas More sabía que, para que la humanidad encontrase por sí sola el camino de la felicidad, debería combatir a los rentistas del sistema.
La cuestión era, como casi siempre, definir primero el “qué hacer” y el “adónde ir” para, más tarde, explicar a las gentes sobre la trascendencia de los cambios a introducir en el sistema y hacerles partícipes de la oportunidad histórica que estos cambios ofrecían para acabar con la miseria y la injusticia. El tiempo apremiaba y jugaba en contra de todos. Además, como consecuencia de las modificaciones en la economía, estaban apareciendo las fatídicas plagas de la humanidad como eran las guerras, el hambre, las epidemias…, que, al unirse a otros factores de declive, estaban creando una crisis sin precedentes en Europa.
El surgimiento de una economía-mundo se produjo sobre todo a partir del descubrimiento de esa nueva frontera que representaba el continente americano para los europeos. En Europa, gracias al desarrollo del comercio, se había producido la aparición de una nueva y pujante clase social compuesta por ricos comerciantes. Sin embargo, con el desarrollo del comercio también se había desarrollado la corrupción. En todos los reinos de Europa, la corrupción se había convertido una lacra social que, de manera generalizada, se había extendido entre los nobles y demás mandatarios políticos y las autoridades eclesiásticas de finales de la Edad Media.
Tomas Moro y los rentistas del sistema (II)
Por si fuera poco, en tiempos de Thomas More, la incompetencia y la mediocridad que caracterizaban a los monarcas y los príncipes de sus época producía unos efectos tan nefastos y desastrosos en el gobierno de sus reinos que hasta los más tranquilos y confiados vasallos comenzaban a mostrarse temerosos de su suerte.
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Los monarcas y príncipes, halagados por los grandes comerciantes, habían despilfarrado fortunas en guerras, en la construcción de palacios de capricho y en la celebración continua de grandes faustos y bacanales. Así pues, la mayoría de los monarcas europeos habían gastado todo lo que tenían y lo que no tenían también.
Muchos reyes y príncipes quebraron y para financiar sus enormes y crecientes deudas no se les ocurrió otra cosa que la de aumentar y aumentar los impuestos y vender parte de sus extensos dominios a burgueses enriquecidos y a nobles poderosos, sin importarles un comino las consecuencias que ello tendría para el empobrecimiento de sus siervos, muchos de ellos sometidos al desarraigo forzoso y al expolio fiscal. Todo ello tuvo unas consecuencias desastrosas que impulsaron la avaricia y la especulación entre nobles, clérigos y comerciantes.
De este modo, se crearon, de la noche a la mañana, grandes fortunas que fueron precisamente quienes manejaron los hilos, no sólo del comercio, sino también de la política. A los pequeños agricultores —muchos de ellos siervos de la gleba aún— se les echaba de las tierras donde habían vivido y trabajado sus campos durante generaciones. Eran las tierras. propiedad del señor feudal, que, hasta entonces, habían sido la base de su sustento y el de sus familias. A su vez, en las ciudades se marginaba a estos campesinos humildes que habían sido echados a los caminos, expulsados de sus casas y tierras por sus, hasta hace poco, sus señores feudales, los nobles y abades. Para poder mantener a sus familias, se les obligaba a vivir de trabajos temporales malpagados o a refugiarse en la mendicidad, cuando no a tener que vivir del robo y de la violencia.
Thomas More escribía sobre lo que estaba sucediendo entonces lo siguiente:
“…la atmósfera se muestra taciturna, las gentes están inquietas y crispadas en razón del deseo de mantener sus derechos adquiridos. Los universitarios se empecinan, perdiendo el tiempo miserablemente, en discutir sobre detalles nimios y que no tienen ninguna utilidad. Algunos burgueses siguen reclamando con vehemencia que se ahorque a los holgazanes, vagos y maleantes. Otros predican la vuelta a las tradiciones e incluso, algunos que se creen los más sabios, optan por ocultar su desesperación en el cinismo. No quieren saber nada acerca del “qué hacer” y el “adónde ir” y prefieren mantenerse eternamente en la duda: o bien transigir ante el monarca o el príncipe, cortejándoles lo suficiente como para que ello les permita llegar a ser su consejero, o bien rechazar cualquier compromiso con la defensa del sistema y preguntarse si, finalmente, no será lo económico la causa de los males que padecemos y si, al final, no sería menos cierto que es el hombre, suficientemente animado por el deseo y la razón, quien podría emprender, por sí solo, la reconstrucción del mundo…”.
Poco más o menos, éste era el mundo y el dilema que se encontraban viviendo tanto More y Erasmus como Machiavelli. Así lo sentía profundamente Thomas More cuando, en 1516, terminó de escribir su obra literaria que lleva por título “Utopía”. Lo que para el que fuera canciller de Enrique VIII de Inglaterra resultaba una crisis sin precedentes, sería algo que, sin embargo, a pesar de los siglos transcurridos, se convertiría en un episodio que se repetiría a lo largo de la historia y que ahora nos resulta tan familiar y conocido, cuando también nos encontramos al final de una era. La crisis que padecieron los coetáneos de Thomas More fue también una situación muy parecida a la grave crisis económico-financiera que nos encontramos sufriendo, hoy en día, cuando entramos en el último cuatrimestre del año 2010.
La coyuntura actual tiene numerosos parecidos con la que conoció Thomas More, a finales del siglo XV. El letrado inglés también vivió un mundo en crisis, sujeto a profundas transformaciones y sin embargo, fue un modelo de cómo huir del fatalismo y del determinismo histórico, poniendo toda su esperanza en la urgente necesidad de alcanzar un nuevo humanismo en base a la voluntad y a la razón. La Universidad, la de hoy como la de ayer, vivía anclada en sus compartimentos estanco llenos de retórica. Vivía inmersa en sus clásicos, en sus asignaturas y en sus disciplinas. Sin embargo, para More, en la vida apenas existían las asignaturas. Lo que había eran problemas y muy grandes y complejos, por cierto.
Tomas Moro y los rentistas del sistema (y III)
La Academia siempre ha sido bastante más conservadora de lo que aparenta ser. Sobre todo en tiempos de crisis profunda, cuando los cambios de modelo se revelan como la única salida a crisis, es cuando la Academia se vuelve mucho más reaccionaria y retrograda. Ensimismada y cobarde, se encierra en su propio mundo que lentamente se ha ido transformando en un fin en si mismo, convirtiéndose así en un freno para el obligado cambio de modelo económico.
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De este modo, al final del ciclo económico, cuando, ante una nueva era que se abre, más se necesitaría la innovación, la Academia enmudece y se vuelve defensora del ‘status-quo’ y de los privilegios de unos pocos, frente a la desazón y el sufrimiento de la mayoría de la gente que pide desesperada un cambio de paradigma porque sufren en sus carnes que el viejo paradigma económico ya no funciona. La Academia se transformado en otro rentista más del sistema.
Por ello, no es de extrañar el que la Universidad no supo, no ha sabido —y esperemos que logre saberlo algún día— qué hacer con la ‘Utopía’. ¿Se trata de un libro de filosofía?, ¿Por el contrario, no será más que un libro de sociología o de política?. ¿O quizás se trate de un clásico pre-marxista?. Sean cuales sean las opiniones que se tengan sobre el libro, sea cual sea el estereotipo que se le haya asignado, el hecho cierto es que para algunos académicos, devoradores de hemerotecas y de sus polvos, la obra no consiste más que en una simple sátira de los finales del siglo XV o principios del XVI, una obra audaz, simpática pero, en cierto modo, también molesta pues cuestionaba el orden imperante como injusto y carente de sentido.
Thomas More —también conocido como Tomás Moro— cuando describe y narra la ‘Utopía’ crea un escenario fundamentalmente riguroso, un escenario en el que More llega a formular un postulado plausible y digno de alabanza dentro del cual se desarrollan y discuten, por contraste, todas las demás implicaciones. Para él, el aumento de los crímenes y de la violencia sólo podía explicarse por el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales: “¿Y si la causa o razón fundamental de los males que nos aquejan residiera en la forma como manejamos la economía?” —se preguntaba. Es obvio y, en consecuencia, es también lógico y razonable pensar que este postulado podría parecernos, hoy en día, como bastante cierto y banal; pero, sin embargo, en aquellos tiempos supuso una idea-fuerza revolucionaria.
No deberíamos olvidar que cuestionaba la creencia de que el mal y su existencia era algo intrínseco al hombre. Con la ‘Utopía’ ponía punto final a los diez siglos de Edad Media. Cuestionaba a la monarquía y a la propia nobleza. Cuestionaba a los banqueros, a los abogados, a los frailes e, incluso, a los intelectuales que, hoy como ayer, mayoritariamente se distinguían por defender al poder, para mantener vigente el ‘status-quo’ del momento. De esta manera, frente a la mediocridad de sus pensamientos y la escasez de aportaciones intelectuales, gracias al arte de la adulación que tan bien practicaban, es como se ganaban la notoriedad y los privilegios que detentaban, en su sentido más literal.
Nuestro modelo económico actual tiene grandes visos de encontrarse muy agotado y sin remedio, si lo que pretende es continuar con el mismo modelo. Los avisos que nos llegan sobre la situación económica son muy alarmantes. Aunque los dirigentes políticos no hacen más que mentir y engañar a los ciudadanos con proclamas sobre la superación de la crisis para volver a caer a los pocos días, ya no hay tiempo, ni lugar para la esquiva y el disimulo. ¡Es todo tan evidente!
Además, el progresivo endeudamiento de los estados nos hace temer lo peor, pues cada vez son mayores los riegos de caer en una profunda depresión económica. A su vez, los datos y noticias que nos llegan sobre el agotamiento del petróleo también son muy alarmantes. Se nos aproxima la amenaza de una fuerte crisis energética, a corto plazo, motivada como consecuencia de la proximidad del ‘Peak Oil’ o pico máximo de producción de petróleo.
La conjunción del ambos factores —persistencia de la crisis hasta el replanteamiento del modelo socioeconómico actual y crisis energética— podría conducirnos a un nuevo escenario donde las consecuencias serías nefastas para aquellos países que no se preparen y adapten anticipadamente al nuevo paradigma económico emergente que necesariamente se ha de apoyar en un modelo energético sostenible. Así pues, la transición al nuevo modelo energético se convierte en uno de los principales revolucionarios cambios a llevar a cabo.
En otras palabras, mientras no nos cuestionemos —de manera parecida a como lo hizo Thomas More— que sólo a partir de una fuerte apuesta por la transición hacia una economía sostenible, donde no haya lugar para la especulación y el apalancamiento financiero, donde la generación eléctrica en base a las energías renovables sea mayoritaria dentro del ‘mix’ de energía, donde la productividad de los recursos y el ahorro y la eficiencia contribuyan a incrementar sustancialmente los niveles de uso de la economía circular, etc., es como podremos salir de la grave crisis en la que estamos inmersos.
Presumiblemente y para nuestra desgracia, todavía estamos muy lejos de iniciar los primeros pasos para salir de la crisis. Nuestros dirigentes políticos, sociales y económicos —incluida la Academia— están muy lejos de cuestionarse el actual modelo económico basado en la insostenibilidad del sistema. Así pues, durante muchos años, más de los que nos pensamos y soportando el colosal impacto del ‘Peak Oil’ que se producirá en una fecha relativamente próxima, continuaremos con la depresión económica. Al salir de ella, sería bueno que levantáramos un monumento de recuerdo a las graves consecuencias que tiene la inconmensurable estupidez humana. Sería un recuerdo para no olvidarlo nunca más.
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