Bergoglio, cercano a la ONG que denunció a Zaffaroni

"La Nación" dice que el cardenal visitó varias veces la sede de La Alameda, que se ocupa de combatir la trata. Incluso, celebró misa y bautizó a asistidos. La entidad reveló que varios departamentos que alquila el juez son usados como prostíbulos.

¿Qué tienen en común Eugenio Zaffaroni, Máxima Zorreguieta, el cardenal Jorge Bergoglio y Juliana Awada? La Alameda. Una fundación que denuncia el trabajo clandestino en talleres textiles, la explotación infantil y redes de tratas de personas. En los últimos diez años sus investigaciones requirieron de la atención de estas personalidades.

La reciente denuncia que involucra a Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia, fue la más resonante. La entidad pidió que la Justicia investigue al ministro por tener a su nombre seis departamentos donde se ejerce la prostitución.

En una década de funcionamiento, La Alameda no sólo cuenta cientos de denuncias. Unas 200 personas trabajan a diario en el centro ubicado frente al Parque Avellaneda, la mayoría inmigrantes de nacionalidad boliviana.

Con el tiempo, La Alameda creció. Formó una cooperativa compuesta por ex trabajadores de talleres clandestinos y lanzó dos marcas propias: No Chains y Mundo Alameda, que llegaron hasta las clases más acomodadas con locales en Palermo.

En 2008, una denuncia puso en jaque a la fundación: acusaron a las fuerzas de seguridad de "liberar y proteger" la zona aledaña al Departamento Central de Policía para que sea utilizada por una red de trata de personas.

En ese momento recogió un apoyo clave. Bergoglio encabezó una misa contra la trata de personas y el trabajo esclavo de la que participó La Alameda.

"Tenemos una excelente relación con Bergoglio. Para nosotros fue muy importante que nos bancara públicamente porque habíamos hecho una denuncia muy fuerte", comenta Gustavo Vera, titular de La Alameda.

El máximo responsable de la Iglesia en la Argentina visitó en más de una oportunidad el local de La Alameda y, en su último paso, bautizó a los hijos de los costureros.

Fuente: Diario La Nación

El trotskista de Dios. Hace casi dos años, exactamente en la primavera de 2009, la voz cantante de La Alameda, Gustavo Vera, sentía que tocaba el cielo con las manos; ex integrante del Partido Obrero y factotum de una pequeña escisión –junto con otros nueve militantes– a la cual bautizó con el desmesurado nombre de Partido Bolchevique, ahora, en ese luminoso atardecer, se codeaba nada menos que con los principales funcionarios de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires. En esa ocasión, él era uno de los selectos invitados a la despedida de la jefa política de esa legación, Heidi Gómez, en una elegantísima confitería situada en la esquina de Cerviño y Godoy Cruz. Es que Vera había entablado un fructífero intercambio con la diplomática en relación con el tema de la trata de personas. En diálogo con Miradas al Sur, un ex becario de la embajada señaló que Vera solía acudir allí con asiduidad para participar en reuniones de trabajo.
Por otra parte, ya es público el vínculo de La Alameda con el arzobispo Jorge Bergoglio, al punto de que, en tono de sorna, algunos definen a esa ONG como “el ala maximalista de la Santa Iglesia”. Lo cierto es que los orígenes de esa amistad –iniciada en 2008– coincide con el momento en el que Vera incluyó en su lista de objetivos a las trabajadoras sexuales independientes, coincide con su postura adversa a la despenalización del consumo de marihuana y también con sus ataques a organismos como el Cels.
Claro que los contactos de La Alameda con esos poderes, tanto terrenales como celestiales, no significan que el c omplot contra Zaffaroni haya sido gestado en algún despacho de la Casa Blanca o el Vaticano. Hasta el propio magistrado desestima que Bergoglio tenga que ver con este asunto. Quienes conocen a Vera y sus adláteres coinciden en afirmar que ellos bien podrían firmar sus comunicados con el siguiente lema: “Figuración o muerte”. Es que su principal interés pasa por salir en los diarios. Y, en esta oportunidad, vaya si lo lograron. Ya se sabe que las replicas periodísticas a sus denuncias terminaron por convertir un problema de consorcio en una cuestión de Estado. También se sabe que el afán de La Alameda por promocionarse no explica por sí mismo semejante éxito. Entonces la pregunta es: ¿por cuenta de quienes actúa? Habría que saberlo.