Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Nueva York, 9 de septiembre ¤ De los 150 jefes de Estado que asistieron a la pasada Cumbre del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ninguno recibió una bienvenida así: casi 3 mil personas --activistas, religiosos, sindicalistas, latinos, negros, inmigrantes, estudiantes, maestros, artistas-- llenaron la iglesia Riverside para escuchar a Fidel Castro.
Todo lo que no le cupo en su intervención de siete minutos ante el pleno de la cumbre lo soltó durante cuatro horas y 16 minutos --seguramente el segundo discurso más largo del líder cubano en Estados Unidos (su récord sigue siendo el que pronunció ante la ONU en 1960, de cuatro horas y 26 minutos)--, ante un público que ondeaba banderitas cubanas y coreaba "Cuba sí, bloqueo no", desde las 10 de la noche hasta poco después de las 2 de la madrugada.
Por cierto, el discurso concluyó con un "buenos días" del presidente cubano.
José Serrano, diputado federal por Nueva York y uno de los presentadores de Castro, comentó a La Jornada que no estaba sorprendido por la muestra de apoyo al carismático mandatario isleño.
"Es un respaldo para unir a dos pueblos... de reconocer que ellos son muy parte de nosotros, y que nosotros somos muy parte de ellos", dijo, y agregó: "Este es un gran evento que es parte del esfuerzo de crear una nueva relación con Cuba".
Más tarde, Maxine Waters, diputada federal por California, y Serrano declararon que continuarán los esfuerzos para dar fin al bloqueo, y se abrazaron con Castro.
Otros que ofrecieron la bienvenida a Fidel Castro, al iniciarse el evento, fueron el reverendo Lucius Walker, director de Pastores por la Paz, uno de los principales organizadores del encuentro, el actor Danny Glover y la humanista Joan Brown Campbell, ex secretaria general del Consejo Nacional de Iglesias y figura central en el apoyo logrado para el regreso a la isla caribeña del balserito Elián González.
En esta histórica iglesia, desde cuyo podio han hablado el reverendo Martin Lu-ther King y otras figuras ilustres, anoche fue un escenario de cierta ironía.
La iglesia Riverside fue construida por el magnate John D. Rockefeller, tal vez el mayor exponente del "imperio yanqui", y ayer fue la casa del revolucionario, donde, bajo el podio, había una manta que decía "Welcome, bienvenido comandante Fidel".
Cuando llegó, por fin, Castro, vestido en su uniforme militar verde olivo, el lugar estalló. El presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, y el canciller Felipe Pérez Roque lo acompañaban, mientras el despliegue del Servicio Secreto estadunidense y de la seguridad cubana fue evidente bajo una figura de Jesucristo que miraba a Fidel desde el fondo de esta iglesia modelada sobre la catedral de Chartres.
Fidel sabía donde estaba, y durante su discurso reiteró uno de sus principales mensajes: "Uno de los principios más sagrados de la revolución cubana es la solidaridad. Para los que creen en el hombre, en la bondad, para los que aman a los seres humanos... para los niños que sufren o mueren... la humanidad sólo cambiara cuando a una persona le duela igual que a la familia que lo sufre la muerte de cualquier niño como si fuera uno de sus propios hijos".
Agregó: "Sé que algunos de ustedes son cristianos, que estamos en una iglesia. Y Cristo quería exactamente eso, amar al prójimo como a sí mismo".
Durante toda la noche, Fidel regresó a sus temas de solidaridad, del bloqueo estadunidense, del coraje y aguante de su pueblo, y de los derechos humanos.
"Estamos iniciando el siglo XXI con condiciones sumamente duras, inquietantes, para el mundo", dijo, y se refirió a lo que él llamo una "lista enciclopédica de problemas" del Tercer Mundo, desde las condiciones terribles de salud, de educación, de ingresos, de la muerte de niños.
Unos 21 niños, aseguró, mueren cada minuto ("van mil 200 desde que llegamos aquí esta noche", dijo en un momento) de enfermedades previsibles, y señaló que 99.5 por ciento de todas las muertes maternales al dar luz ocurren en el Tercer Mundo, que 820 millones de personas sufren hambre, y decenas de cifras y datos más.
Todo esto, señaló, cuando se gastan en el mundo 800 mil millones de dólares en armas, 400 mil millones en drogas y un millón de millones en publicidad.
Contó de la respuesta de Cuba ante estas situaciones, del envío de decenas de miles de médicos y personal de salud a Africa y América Latina, de las miles de becas para estudiantes, de la lucha de soldados cubanos contra las "tropas del racismo" del régimen del apartheid en el sur de Africa, y también que todo esto se ha hecho sin cobrar un solo centavo.
Afirmó: "Cuba no tiene un solo dólar invertido, no fuimos a invertir en petróleo, o especular, ni un solo metro cuadrado de tierra" en ninguno de esos países.
A pesar de la crisis provocada por lo que definió como un "doble bloqueo", el de Estados Unidos y el resultado de la pérdida de mercado y apoyo del bloque socialista, Castro Ruz subrayó que en comparación con otros países del Tercer Mundo que han aplicado políticas de shock con consecuencias severas para sus pueblos, en Cuba no se ha cerrado "ni una sola escuela" ni se ha abandonado el principio de servicios de salud y educación gratuita, ni se ha suspendido la asistencia internacional durante todo el "periodo especial".
A estos principios, a estos esfuerzos logrados por Cuba en salud y educación, y de asistencia internacional del pueblo "más solidario" del mundo, "a eso lo llaman violaciones de los derechos humanos".
Reviró la acusación y señaló que el bloqueo es una violación de los derechos humanos, como lo es la situación "catastrófica" en que viven la mayoría de los pueblos del mundo, como lo es la muerte evitable de 11 millones de niños al año.
Rechazó que cualquier ciudadano cubano jamás haya sido torturado o asesinado, y dijo que si existiera sólo un caso, o un escuadrón de la muerte, "no estaríamos parados frente a ustedes". Agregó: "Un pueblo rebelde con alto sentido de justicia, ese pueblo no nos hubiera perdonado todo eso".
Fidel habló del prisionero Mumia Abu- Jamal condenado a muerte en Estados Unidos, e hizo algunas preguntas --sin criticar, dice, por respeto al país en donde está-- sobre el racismo y la injusticia del sistema
judicial estadunidense.
Contó cómo un legislador de Mississippi le refirió que en algunas partes de ese estado sureño no hay médicos, además de que comentó del ofrecimiento para enviar doctores cubanos, pero que, como no llegarían como exiliados, Estados Unidos no les entregaría una visa.
El público que le escuchaba, perdiendo la competencia de aguante, respondió al unísono con "Fidel, Fidel".
Al presentarlo, el reverendo James Forbes, de la iglesia Riverside, señaló que la nota más comentada fue el saludo entre Castro y el presidente Bill Clinton durante la pasada Cumbre del Milenio, y añadió que orará porque esta noche "lo que aquí estamos haciendo llevara a que ese apretón de manos pase a ser un abrazo".