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General: PARAPOLITICA ... EN COLOMBIA .-
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 07/10/2011 14:02
 
 
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Rito Alejo del Río y el asesinato de Marino López PDF Imprimir E-mail
Parapolítica - Parapolíticos
Miércoles, 05 de Octubre de 2011 17:24
Las Autodefensas de los hermanos Castaño asesinaron al campesino Marino López Mena, en febrero de 1997 y, al parecer, recibieron apoyo de tropas del Ejército comandadas por el exoficial.

  
El ex general Rito Alejo del Río fue comandante entre 1995 y 1997 de la Brigada XVII del Ejército, con poder de mando en el Urabá. / FOTO SEMANA

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Estados Unidos vs. Del Río
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Lo que está en juego en el juicio a Rito Alejo Del Río
“Nos quieren extraditar cuando empezamos a hablar de políticos y militares": 'El Alemán'
Doce paramilitares fueron guías del ejército en la Operación Génesis
 

“La muerte de Marino López Mena fue de conocimiento del exgeneral Rito Alejo Del Río, quién permitió y coordinó con los paramilitares acciones conjuntas”, afirmó el fiscal Elkin Ricardo Vega Beltrán al solicitarle al Juez Octavo Especializado de Bogotá que condene al entonces comandante de la Brigada XVII del Ejército por ese crimen, perpetrado el 27 de febrero de 1997 en Bijao, Chocó.

Para el representante del ente acusador, quien se apoyó en testimonios recogidos durante el desarrollo del juicio, el exoficial “era conocedor de las actividades de los paramilitares y de la incursión en Bijao, pero se mostró ajeno y dejó en manos de ellos esa zona”.

A esa conclusión llegaron también el representante de la Procuraduría General de la Nación y el apoderado de las víctimas, quienes respaldaron la petición de condena tras considerar que Del Río es responsable, como autor mediato, del homicidio de López Mena, pues quedó demostrada su participación, por lo menos indirecta, en la operación irregular que llevó a los paramilitares a Biajo, donde ocurrió el crimen del labriego.

Tanto para la Fiscalía como para la Procuraduría y las víctimas, Del Río tenía el control de las tropas del Ejército que, estando muy cerca de la zona en donde operaban los paramilitares, no intervinieron para impedir su accionar en contra de los pobladores de la región del Cacarica.

José Enrique Caballero Quintero, procurador delegado para el caso, consideró que el exoficial hizo alianzas con el paramilitarismo en la zona del Urabá y sus subalternos unieron sus fuerzas a las de las estructuras ilegales de las Accu. “López Mena  fue uno de las tantas víctimas de las luchas concertadas entre militares y paramilitares”, aseguró el representante del Ministerio Público.

Por su parte Liliana Ávila, apoderada de las víctimas, aseguró que las pruebas dejaron en evidencia que en Urabá hubo un proyecto conjunto entre paramilitares y militares. Sobre el homicidio de López Mena, aseguró que hubo una omisión del Ejército para evitar la incursión de los paramilitares en el caserío de Bijao, debido a que había un plan orquestado entre las Accu y la Brigada XVII.

La abogada fue enfática en preguntarse “¿cómo no hubo acciones del Ejército en contra de la incursión de los paramilitares, que duró 10 días, estando en desarrollo la operación Génesis tan cerca del sitio donde hacia presencia las autodefensas?”. Al final de su exposición ante el juez pidió que se le aplique la máxima condena al militar por su responsabilidad en el asesinato de López Mena, la cual podría ser de 40 años de cárcel.

El crimen de Marino
En desarrollo de su estrategia de expansión, las Accu diseñaron la llamada ‘Operación Cacarica’, con la cual pretendían avanzar hacia la subregión del Atrato medio, con el fin, según ellos, de enfrentar al Frente 57 de las Farc y quitarles sus zonas de dominio.

La operación, según lo ha relatado Fredy Rendón Herrera, alias ‘el Alemán’, a fiscales de la Unidad de Justicia y Paz, fue ejecutada por un comando paramilitar integrado por 60 hombres, 40 de ellos integrantes del frente Chocó y 20 más del Arlex Hurtado, todos ellos de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu). La acción comenzó el 23 de febrero y finalizó el 5 de marzo.

La base de las Accu para esta operación fue instalada en la Loma de Cacarica, desde donde el grupo de paramilitares emprendió la incursión hacia los caseríos de la zona. Al día siguiente de la llegada a ese sitio, el comando armado ilegal se desplazó por la margen izquierda del río Perancho  buscando llegar a Tamborales, más al sur, pero al llegar al caserío de Bijao advirtieron la presencia de un reducto de la guerrilla de las Farc y hubo un intercambio de disparos, sin que se presentaran muertos o heridos de lado y lado. Luego de varios registros, el comando de las Accu se instaló en un cultivo de maíz, armó allí un campamento y así pasó la noche.

Al amanecer, los paramilitares se preparaban para partir hacia las cabeceras de los caseríos de La Balsa y Salaquí cuando observaron que un hombre salió del monte, guardó un paquete al borde del caño, lo atravesó y se dirigió a una pequeña tienda donde compró varias docenas de cigarrillos, entre otras cosas, e intento regresar.

Antes de pasar nuevamente el caño fue interceptado por alias ‘Manito’, del cual no se conoce su nombre real, quien le inquirió por lo que llevaba en la bolsa. Marino respondió que “cigarrillos y otras cosas”, y agregó que él solo era un campesino de la zona. Al escuchar eso, el paramilitar lo obligó a coger unos cocos.

De acuerdo con la versión que han dado algunos exintegrantes de las Accu, entre ellos alias ‘el Alemán’, Marino intentó atacar a alias ‘Manito’ con un machete y éste, en su reacción, le cercenó la cabeza. No obstante, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz ha documentado el caso que hoy tiene a las puertas de una condena al exgeneral Del Río.

Uno de los documentos de esa organización no gubernamental se lee el relato de un sobreviviente de esa incursión armada a Bijao, quien describe la manera cómo fue asesinado Marino López Mena: “Uno de los criminales coge una macheta y lo corta en el cuerpo. Marino intenta huir, se arroja al río, pero los paramilitares lo amenazan, ‘si huye, le va peor’. Marino regresa, extiende su brazo izquierdo para salir del agua. Uno de los paramilitares le mocha la cabeza con la macheta. Luego le cortan los brazos en dos, las dos piernas a la altura de las rodillas. Y empiezan a jugar fútbol con su cabeza. Todas y todos lo vimos”.

Rito Alejo con jefes ‘paras’
El desarrollo de la llamada ‘Operación Cacarica' coincidió con la ejecución de la Operación Génesis, que adelantaban tropas especiales del Ejército contra la guerrilla de las Farc en una vasta zona selvática del Chocó y en la cual participaron doce guías de las Accu, según versiones de paramilitares entregadas a fiscales de la Unidad de Justicia y Paz.

La Operación Génesis se realizó entre el 24 y el 28 de febrero de 1997 con el fin de atacar facciones de las Farc asentadas en los caños Salaquí, Cacarica y Truandó, ubicados en el departamento del Chocó, con el fin de atacar posiciones de varias facciones del Frente 57 de las Farc asentadas en esos territorios. La orden de incluirlos provino del jefe paramilitar Carlos Castaño Gil y fue autorizada por Rito Alejo del Río.

Alias ‘El Alemán explicó ante fiscales de la Unidad de Justicia y Paz que entre 1995 y 1997 los paramilitares coordinaron con altos mandos de la Brigada XVII acciones ofensivas contra la guerrilla de las Farc: “Rodrigo Doblecero, Elmer Cárdenas, Carlos Correa y yo nos reunimos con el general Rito Alejo Del Río para coordinar la operación Cacarica realizada en febrero de 1997”.

El nivel de connivencia al parecer fue tan estrecho que en mayo del año pasado, en desarrollo de una audiencia de Justicia y Paz, alias ‘el Alemán’ aseguró que le había enviado un mensaje al exgeneral para que contará la verdad sobre lo ocurrido en Urabá.

“Me parece, General, que ya es tiempo de que usted diga la verdad. En un acto de franqueza y de amistad con usted General, le mando decir que ya no hay cómo seguir callando una verdad que es conocida a pedazos”, sostuvo ‘el Alemán’ en el mensaje enviado al exgeneral a través de un emisario de quien no precisó su nombre por razones de seguridad ni la fecha de la gestión.

De esas relaciones entre Accu y Ejército también han hecho referencia en diversas ocasiones los paramilitares Salvatore Mancuso y Ever Velosa, alias ‘HH’, quienes han coincidió en señalar que Del Río era uno de sus principales aliados. Esos testimonios hacen parte del proceso que se le sigue al exoficial.

Rito Alejo se defiende.
Durante la última etapa del juicio en su contra, Rito Alejo pidió que se le declarara inocente del homicidio de Marino López Mena. Según el ex general, en ningún momento participó o tuvo conocimiento de las acciones de los paramilitares en el Urabá Chocoano.

“No he tenido relaciones con grupos armados al margen de la ley y la operación Génesis no tenía nada que ver con los paramilitares”, aseguró Del Rio.

Sobre la operación Génesis, el ex general aseguró que única y exclusivamente se trató de una operación para rescatar a diez infantes de marina, secuestrados por las Farc en la toma a Juradó, Chocó.


Juicio al ‘Pacificador de Urabá’
Del Río, quien se encuentra detenido desde el 5 de septiembre de 2008, ha sido llamado por diversos sectores sociales, económicos y políticos como el ‘Pacificador de Urabá’, pese a que ha sido señalado de ser uno de los apoyos más importantes del paramilitarismo en la región de Urabá desde la comandancia de la Brigada XVII del Ejército entre los años 1995 y 1997.

Una de las exaltaciones más connotadas ocurrió el 29 de abril de 1999 en el Hotel Tequendama de Bogotá, en la que participaron cerca de 1.500 personas, cuando se le rindió un homenaje en respuesta a su destitución por decisión del entonces presidente Andrés Pastrana.

El exoficial fue llamado a calificar servicios cuando se desempeñaba como comandante de la Brigada XIII de Bogotá, a donde fue trasladado desde el 16 de diciembre de 1997 justamente como premio a sus labores en Urabá.

Durante el homenaje, el entonces ex gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, sostuvo que “nadie mejor que el general del Río comprendió que a Urabá había llegado la hora de la paz, el Estado, la Ciudadanía, y a fe que avanzó notablemente”; recordó que al intervenir en la subregión del Urabá como gobernador de Antioquia, “en todas partes estaba presente el acompañamiento discreto y eficaz del General”; y por último lo calificó como “un buen ejemplo para los soldados y policías de Colombia”.

En su defensa, Del Río ha dicho durante la etapa de juicio que nunca conoció sobre la presencia de grupos paramilitares en Urabá y manifestó que supo de la presencia de esos grupos a nivel nacional, pero nunca información concreta sobre acciones de estos grupos en la zona de Urabá. “Para esa época sabíamos de las Autodefensas de Córdoba… algunos de estos grupos estaban bien encubiertos en las diferentes zonas del país”, dijo en una ocasión.

Se espera entonces que en las próximas semanas el juez que lleva el caso convoque a una nueva audiencia para dar a conocer el sentido del fallo que proferirá en el caso de Rito Alejo Del Río. Tanto la Fiscalía como la Procuraduría y las víctimas esperan que se atiendan sus peticiones y el exoficial reciba una condena ejemplar.

Última actualización el Jueves, 06 de Octubre de 2011 15:12


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/10/2011 20:37
 

"Parapolítica en Colombia por Claudia López" I // CONTRAVÍA ...

www.youtube.com/watch?v=GcMauGB91PU4 Ago 2008 - 8 min - Subido por morrisproducciones- Bloquear todos los resultados de www.youtube.com
Programa de TV dirigido y realizado por el periodista Hollman Morris. La investigadora colombiana Claudia López hace el ...
 

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/10/2011 21:31

La versión de un capitán del Ejército sobre su paso por Córdoba

Confesiones siniestras

Por: Redacción Judicial

Oficial detenido reveló cómo operaban las unidades del Gaula de Córdoba para ‘legalizar’ decenas de falsos positivos. Su versión es valorada hoy por fiscales de derechos humanos.

Según el testimonio que le entregó a la justicia el oficial, la Fuerza Pública cometió toda clase de crímenes en el departamento de Córdoba./Archivo Según el testimonio que le entregó a la justicia el oficial, la Fuerza Pública cometió toda clase de crímenes en el departamento de Córdoba./Archivo
 
 
 
 

El capitán Antonio Rozo Valbuena, experto en combate y operaciones contraguerrilla, instructor de las fuerzas especiales y unidades élite del Ejército, le confesó a la Fiscalía toda la violencia, no que evitó, sino de la cual fue protagonista como uno de los oficiales del Gaula de Córdoba entre 2006 y 2007. Una escandalosa declaración que con todo detalle revela cómo operaba esa unidad, los dineros y felicitaciones que recibía y cómo ‘legalizaba’ la estela de crímenes para mostrar resultados en una de las zonas más conflictivas de Colombia.

En febrero de 2006 se creó el Gaula Córdoba, que tenía jurisdicción en 41 municipios de Córdoba y Antioquia. Fue la respuesta del gobierno a la ola de secuestros y extorsiones de las autodefensas y la guerrilla. El capitán Rozo fue designado allí como comandante de la unidad operativa y pronto entró en ese círculo de asesinatos, porque “entre más muertos reportara una unidad, mejor se iba a ver calificada e iba a permitir que los comandantes tuvieran viajes al exterior o estímulos para sus subalternos”.

Lo primero que confesó Rozo fue que en marzo de 2006, mientras el presidente Álvaro Uribe descansaba en una finca cerca del municipio de Sabanal y el Gaula custodiaba la región, con el ánimo de sobresalir fueron ejecutadas cinco personas por orden del comandante de ese grupo, mayor Óscar Alberto Acuña, investigado por falsos positivos. Luego seguirían otras muertes que le costaron a ese Gaula las primeras denuncias por violaciones a los derechos humanos que llegaron a oídos de la embajada de Estados Unidos, la cual de inmediato restringió su ayuda en armas.

Rozo relató que si no daban bajas, sencillamente los relevaban de sus cargos, que jurídicamente ‘amarraban’ bien los casos para que la Justicia Penal Militar les archivara las investigaciones y solicitó que se investigara a un general de la República, de quien dijo que cuando comandaba la brigada se cometieron muchos falsos positivos, porque necesitaba mostrar estadísticas para ser llamado a curso de general y, según Rozo, dicha distinción era evaluada por los éxitos operacionales. Este diario se abstiene de publicar el nombre del general para no afectar el proceso.

El testigo narró otros episodios particulares como lo ocurrido en El Bagre (Antioquia), jurisdicción que tenía al mando un oficial de apellido Ramírez, que había sido encargado de cuidar unas dragas para la explotación de petróleo. “Misteriosamente le dieron una medalla al mérito por orden público porque ese año él hizo demasiados resultados”, señaló Rozo, al afirmar que el batallón del mencionado oficial reportó 54 bajas en combate ese año. Muchos casos de falsos positivos se los atribuyó a la Brigada 11 en Córdoba.

“Cuando un soldado se allana a cargos y dice ‘sí, yo lo hice, yo lo maté, mi coronel no tenía conocimiento’, eso es mentira. Para hacer un falso positivo se necesita un tren logístico y una capacidad intelectual bastante amplia para poder maquinar y amarrar bien el procedimiento”, dijo Rozo, y añadió que es inaudito pensar que un soldado regular, cuya máxima bonificación es de $86.000, compre una pistola en el mercado negro que cuesta $700.000, o que va a dar dinero para traer víctimas desde otros departamentos, como ocurrió en el caso de Soacha. “Somos los oficiales los que hacemos eso, porque uno tiene un entrenamiento y la capacidad intelectual y ha recibido cursos que dio la misma Fiscalía”.

Añadió que la clave para evadir la mano de la justicia era idear la forma para eximirse de las responsabilidades, “presentando el delito como actos típicos del ejercicio y con armas para defender la soberanía”. Después, contó Rozo, muchos extorsionistas fueron asesinados porque la orden era simple: “No me reporte nada sino bajas”. De acuerdo con el militar, un detective del DAS con funciones de policía judicial (es decir, cuya labor era recolectar pruebas), junto con otro investigador que hoy trabaja en la unidad de derechos humanos de Montería, ‘legalizaba’ esos resultados.

“Están condenando a los más idiotas. No busquen aquí, busquen arriba”, refirió Rozo para explicar que la justicia debe ocuparse de las responsabilidades de los oficiales que daban las órdenes a los soldados, y recordó que el Batallón Rifles tuvo nexos con bandas criminales e influencia de los paramilitares de Macaco y Cuco Vanoy en Caucasia y Tarazá. En Pueblo Nuevo, Cereté, Cuturú, Tierralta y Chinú, los hombres bajo su mando ‘legalizaron’ falsos positivos, algunos de los cuales habrían sido cometidos por bandas criminales.

Por último, mencionó la participación de varios altos oficiales cuyos nombres se reserva El Espectador; cómo éstos entregaban armas, coordinaban la logística, repartían dinero y en coordinación con otros agentes del Estado simulaban combates, acomodaban las escenas de los crímenes, plantaban armas a las víctimas y cobraban los méritos y las recompensas. Incluso, sugirió que algunos de ellos tendrían nexos con grupos de narcotráfico y que se habrían cometido peculados al destinar dineros de gastos reservados para construir cabañas.

También señaló que muchas de las investigaciones por estas muertes no tenían mayores avances en la Justicia Penal Militar y que, mientras hay muchos soldados o militares de bajo rango condenados o enfrentando juicios por estos episodios, la mayoría de los uniformados que dieron las órdenes siguen pasando de agache. En síntesis, esbozó una horrenda radiografía de barbarie en el Gaula de Córdoba. Hoy su testimonio está siendo valorado por un fiscal de derechos humanos que investiga toda la suerte de atrocidades que, al parecer, miembros de la Fuerza Pública cometieron en busca de beneficios y medallas.

Aun cuando Colombia parece ya anestesiada por las denuncias y expedientes de los mal llamados falsos positivos, la confesión del capitán Antonio Rozo Valbuena, quien incluso hizo dos especializaciones en derechos humanos en Estados Unidos, fue tan escabrosa que la justicia apenas comienza a procesar su ventilador. Un testimonio cuyo valor principal reside en que quedó al descubierto, como él dijo, el modus operandi de todos estos crímenes.

El récord militar del capitán Antonio Rozo

Según su hoja de vida, el capitán Antonio Rozo Valbuena cursó derecho y administración de empresas, con especialización en la Escuela de Ingenieros y varios diplomados con la Fiscalía durante el año 2006. Además, hizo especializaciones en derechos humanos y derecho internacional humanitario en Estados Unidos, al punto de ser instructor.

“Dentro del campo militar desarrollé todos los cursos de combate, entre ellos lancero y contraguerrilla. Soy instructor de fuerzas especiales, creé y me entrené con las unidades del Ejército que tantos resultados han dado en los últimos años. En el año 2005, como estímulo por mi desempeño, me mandaron a descansar a esta llamada unidad Gaula Córdoba, de la que fui integrante durante los años 2006 y 2007”.

Actualmente, junto con otro oficial, el mayor Julio César Parga, busca beneficios por colaboración confesando todo cuanto sabe de las irregularidades y los crímenes cometidos por miembros de la Fuerza Pública con los que trabajó en el departamento de Córdoba. El próximo 5 de diciembre cumplirá 31 años.

Tres años de escándalos

En septiembre de 2008, un cruce de datos entre Medicina Legal y la Fiscalía fue el primer paso en dirección a descubrir que en las Fuerzas Militares, desde hacía varios años, se venía cometiendo la escalofriante prática de asesinar a un civil y, posteriormente, presentarlo como muerto en combate.

El escándalo de Soacha, como se le conoció, provocó que varios altos oficiales, entre ellos el general (r) Mario Montoya —comandante del Ejército—, se retiraran de sus cargos. La ONU ha manifestado que esta práctica fue sistemática por un largo tiempo, pero ha reconocido asimismo los esfuerzos del Gobierno colombiano para acabar por completo con estas irregularidades.

 
  • Redacción Judicial | Elespectador.com



 
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