Argentina se escribe con K
LAURA BÉCQUER PASEIRO
Argentina está más viva que nunca. Se siente como un país pro-.pio, alejado de los cánones de antaño. Un gran apoyo popular a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner desbordó la pasión de los argentinos, caló los huesos y sobrepasó todo tipo de expectativa. Como colofón, el pueblo recordó, a un año de su muerte, a Néstor Kirchner con actos y homenajes. Sus restos descansan ahora en el nuevo mausoleo de Río Gallegos, su ciudad natal.
 La presidenta argentina Cristina Fernández sigue siendo motivo de desvelo para EE.UU.
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Todo este ambiente que se respira hoy atrae las más suspicaces intenciones de los señores del Norte. Interesado, o mejor, preocupado por los aires que envuelven a la nación sudamericana, el presidente de EE.UU. Barack Obama pidió entrevistarse con Cristina Fernández. La invitación para reunirse durante la Cumbre del G-20 en Cannes, llegó justo después de los discursos que cerraron el contundente triunfo electoral de la mandataria.
Al respecto, Ben Rhodes, consejero adjunto de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, señaló: "Lo vemos como una oportunidad, tras la reelección de la presidenta, de dar un giro a la relación hacia una dirección más positiva".
La pregunta se formula enseguida: ¿qué querrá Obama? ¿Qué se le ocurrió ahora?
El politólogo argentino Atilio Borón llama la atención sobre un punto esencial: "Dados estos antecedentes y teniendo siempre en cuenta que jamás se puede confiar en la mentirosa benevolencia del imperialismo y sus voceros (el que tenga dudas mejor que medite sobre lo ocurrido con Gaddafi), la hipótesis que se perfila con más fuerza para comprender el sentido de la invitación de Obama diría que está motivada por el deseo de sabotear, por ahora diplomáticamente, el proyecto integracionista representado por UNASUR y aislar a los gobiernos de izquierda de la región, principalmente a la Venezuela de Chávez".
A Washington le preocupa notablemente la consolidada relación de Argentina con Venezuela, incluso la proyecta como la piedra —una de las tantas—, que debe quitar de su camino.
De hecho, "dentro de esta estrategia global, apartar a la Argentina del proyecto integracionista sudamericano es un paso táctico de mayor importancia. Avanzar hacia ese objetivo parecería ser el único sentido posible de la invitación hecha por el mandatario estadounidense", tal como indica Borón.
A ello se suma también la consolidada posición de Cristina Fernández dentro del escenario político de la región, su popularidad y el hecho de sustentar una economía con un espectacular crecimiento. Mientras, Obama muestra una imagen en caída: una economía en retroceso, programas de reformas sepultadas y pocas probabilidades de una reelección.
¿Hasta qué punto esta relación con Argentina le es funcional a la principal potencia del planeta? Contemplando el escenario vemos que hasta hace unos años el aliado fundamental de la Casa Blanca en la región era Brasil. Pero el hecho de que el gigante sudamericano decidiera mecanismos propios alejados de toda sumisión, obliga a Washington a buscar otro tipo de alianzas en América Latina. Es ahí donde "Argentina puede ser un buen contrapeso y moderador, en tanto inciden muy poco en esta balanza los socios tradicionales de EE.UU.: Chile, Colombia y México", como describe el periodista Carlos Abel Suárez de Sin Permiso.
Cristina —como comenzó a llamarla "cariñosamente" Obama, olvidando los informes de su embajada en Buenos Aires revelados por WikiLeaks—, es motivo de desvelo permanente para EE.UU.
Sin embargo, lo que se ha vivido en los últimos días en esta nación es mucho más fuerte que las mezquinas pretensiones imperialistas. La solidez en la defensa de los principios democráticos y el compromiso con la unidad latinoamericana mostrada por la Argentina de estos tiempos, han levantado un país que decidió su rumbo, y donde los Kirchner, como popularmente se les conoce pese al deceso del exmandatario, han dejado una marca indeleble.
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