Las últimas horas de Fair Porras, discapacitado asesinado en Ocaña.
"Con los 200.000 pesos que me dieron por llevarlo a Ocaña le pagué una deuda a un prestamista de Soacha que me estaba formando problemas".
Eso fue lo que dijo Alexánder Carretero Díaz para explicar por qué 'vendió' a Fair Leonardo Porras Bernal, un joven con retraso mental, para que fuera asesinado y presentado como miembro de un grupo ilegal muerto en combate. La declaración la dio esta semana ante un juez y en ella aceptó que lo entregó en un retén militar a soldados del batallón Santander, en Ocaña.
Porras es una de las víctimas emblemáticas de los llamados 'falsos positivos' de Soacha, jóvenes que fueron reclutados y aparecieron en el Catatumbo como miembros de grupos ilegales muertos en combate.
El viaje a la muerte de Fair Leonardo comenzó en el barrio Compartir de Soacha, en donde el joven, que padecía un retraso cognitivo a consecuencia de una meningitis, se dedicaba a hacerles mandados a los vecinos.
Allí fue enganchado por Carretero, quien lo convenció de que viajara con él. Este aún asegura que no sabía de la discapacidad del muchacho.
El 8 de enero del 2008, hacia el mediodía, el joven recibió una llamada al celular que le había regalado su mamá para poderlo ubicar fácilmente, pues, pese a sus 26 años, tenía el razonamiento de un niño de 9. Al otro día se embarcó en Bogotá, con Carretero, en un bus con rumbo a la Costa. "La instrucción que me dio 'Pique' era que se lo entregara en Ocaña a Dairo Palomino (un militar de inteligencia del batallón Santander), que sabía qué era lo que iba a hacer con él (Fair Leonardo).
"Viajamos durante toda la noche y llegamos a Aguas Claras como a la una de la tarde. Él no hablaba nada, era callado y miraba como raro", relató Carretero, quien, con la mirada siempre hacia el suelo, respondía casi que con monosílabos la mayoría de las preguntas del fiscal.
"Cuando llegamos a Aguas Claras, donde hay un cruce para ir a Ocaña, nos estaba esperando Dairo. Nos subimos a un taxi y él nos escoltó en una moto que después supe que pertenecía al batallón", contó. Esa tarde, Fair Leonardo se la pasó sentado en un billar. Le hacían preguntas, pero, al parecer, no entendía. Por eso, sus victimarios le decían "el bobito".
"Como a las seis y media o siete de la noche -siguió Carretero-, Dairo y 'Pocho' nos recogieron. Venían en dos motos DT, una blanca y otra azul. Como a los 15 o 20 minutos llegamos a un retén que habían puesto después del batallón Santander, en la vía a Cúcuta. Yo iba de parrillero de 'Pocho' y él (Fair Leonardo) iba con Dairo. Estaba muy oscuro y yo sólo vi a un solo soldado. Dairo le entregó al muchacho. Meses después me enteré de que lo habían dado de baja".
En efecto, Fair Leonardo fue reportado como un NN muerto en combate en la vereda La Esperanza-El Tirol, en la parte alta de Ábrego (Norte de Santander).
Según el reporte, al lado derecho de su cuerpo había una pistola nueve milímetros. Fair era zurdo, pues la enfermedad que tuvo de niño le paralizó su pierna y su brazo derechos. Otro dato curioso es que, aunque quedó en una pequeña cuneta en medio de un cultivo de tomate y otro de maíz, estos quedaron intactos, a pesar del combate que dicen que hubo el lugar.
Sin remordimiento, Carretero contó que los de Soacha no fueron los únicos que reclutaron. "También llevamos gente de Cesar y Santander; el único requisito es que fueran jóvenes; no se aceptaban ni viejos ni mujeres", agrega.
Casi 4 años después del crimen, ninguno de los seis militares involucrados ha sido condenado.
'Él era un niño en el cuerpo de un hombre'
Luz Marina Bernal recuerda a su hijo
"Mi hijo no sabía leer ni escribir y no reconocía el valor del dinero. Tenía una discapacidad que se debió a un accidente que sufrí cuando tenía cinco meses de embarazo. Un carro me atropelló, le golpeó la cabeza y él nació prematuro. A los tres meses le diagnosticaron meningitis. La última vez que lo vi con vida fue el 8 de enero del 2008. Antes de salir de la casa, entré a su cuarto y lo vi durmiendo. Los que mataron a mi hijo sabían de su discapacidad. Era imposible que alguien que cruzara dos palabras con él no se percatara. Es terrible lo que esa gente hizo con mi hijo, porque él era un niño en el cuerpo de un hombre".
REDACCIÓN JUSTICIA