Las empresas quebradas por la crisis capitalista del 2001 en Argentina y recuperadas por sus trabajadores se han convertido en símbolo de la lucha y el tesón de quienes se resistieron a perderlo todo frente a un desolador panorama de desempleo y miseria.
Unas 2.000 empresas cerraron sus puertas tras la debacle económica que estalló en el país suramericano hace una década, pero decenas de ellas renacieron de sus cenizas gracias a la decisión de sus trabajadores, que optaron por el complejo proceso de la autogestión en vez de irse a la calle.
“Empezaron con atrasos salariales. En enero de 2002 nos suspendieron y un día nos encontramos con una faja de quiebra en la puerta de la planta. Nos desesperamos porque nos quedábamos en la calle sin un centavo”, dijo Manuel Ruiz, de la cooperativa Vieytes, que recuperó Ghelco, una fábrica que abastece de materias primas a heladerías y confiterías.
Los 43 trabajadores de Ghelco resolvieron formar una cooperativa, acampar a las puertas de la planta y lograr que la Justicia les diera la fábrica.
Sin capital pero con el deseo de trabajar, reabrieron la planta en junio de 2002, mientras la tasa de desempleo en Argentina tocaba un pico de 24,1 %. “Hoy abastecemos a todo el país, nos estamos extendiendo a Paraguay y hasta tenemos una escuela de heladería y pastelería dentro de la fábrica, pero todo nos costó un montón. Todo lo que pasamos fue muy feo, pero también nos da mucho orgullo lo que hemos logrado”, dijo Ruiz, de 62 años, que en la planta repara máquinas y hace tareas de comercialización y logística.
Según una investigación de la Universidad de Buenos Aires, en Argentina hay 205 empresas recuperadas por sus trabajadores, con una fuerza laboral de 9.362 personas, aunque otras fuentes hablan de unas 300 firmas autogestionadas por unos 20.000 trabajadores.
“En la crisis, la autogestión fue una actitud de resistencia ante el desempleo. Pero los obreros se dieron cuenta de son capaces de administrar y gestionar y ahora esta alternativa es un modelo que demostró ser viable”, dijo a Efe Alberto Caro, presidente del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas, que agrupa a 120 empresas.
Caro destacó la aprobación este año de una modificación a la ley de quiebras que privilegia a los trabajadores frente a otros acreedores cuando una empresa entra en quebranto.
La iniciativa fue impulsada por el propio Caro y girada al Parlamento en marzo de 2010 por la presidenta Cristina Fernández, quien por entonces comentó que la propia Argentina, con la reactivación tras la crisis, era “una gran fábrica recuperada”. Sin embargo, otros sectores consideran que la reforma es insuficiente y demandan al Estado políticas que realmente ayuden a las empresas gestionadas por sus trabajadores.
“Todas las empresas recuperadas están en marcha y se recuperaron muchos empleos, pero tenemos dificultades. Debemos lograr una ley de expropiación que asegura la continuidad jurídica de las empresas. La reforma de la ley de quiebras es solo un pequeño paso”, dijo a Efe Eduardo Murúa, titular del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, que agrupa a 45 firmas. Entre ellas está Zanón, una fábrica de pisos y revestimientos cerámicos de la sureña provincia de Neuquén que en octubre de 2001 quebró y despidió a sus 360 trabajadores, de los cuales 240 tomaron la planta y la reactivaron en marzo de 2002.
“Era un momento de un estallido económico y social tremendo, se cerraron 2.000 fábricas y nosotros fuimos la expresión de la resistencia social en las fábricas”, explicó a Efe Raúl Godoy, trabajador de Zanón, quien recordó que “la pelea no fue gratuita” sino marcada por la represión policial y la persecución judicial de los trabajadores en lucha.
Una pelea que, aseguró Godoy, está “mucho más legitimada socialmente, pese a la falta de ayuda financiera estatal y gracias al esfuerzo de los trabajadores”. Hoy Zanón tiene 460 puestos laborales, incorporó a desempleados como mano de obra y hasta alberga una escuela nocturna para que los trabajadores de la planta y de la zona sigan sus estudios primarios y secundarios.