Por Nicanor León Cotayo
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Obama es audaz, ataca a Venezuela cuando en su país son reprimidas salvajemente las manifestaciones pacíficas de quienes opinan que sufren un injusto orden socio-económico.
En respuesta a un cuestionario escrito del periódico venezolano El Universal, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lanzó ataques muy duros contra la situación de los derechos humanos en Venezuela.
Obama es audaz, pues aborda el tema cuando en su país son reprimidas salvajemente las manifestaciones pacíficas de quienes opinan que sufren un injusto orden socio-económico.
Emisoras de televisión han reflejado en numerosas ocasiones a personas ensangrentadas por golpes de la policía, a enormes caballos lanzados contra ellas, e incluso a muchachas arrastradas sobre el pavimento.
A esas víctimas se suma la gran cantidad de ciudadanos detenidos y humillados por cuerpos represivos norteamericanos, entre ellos el Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Es como la coronación en sus propias calles de las impresionantes violaciones a los derechos humanos perpetradas por Washington en Iraq, Afganistán y su prisión en la base naval de Guantánamo.
En ese último lugar, impuesto a Cuba contra su voluntad, los martirios ejecutados provocaron un escándalo tan grande, que Obama en su campaña electoral prometió que lo cerraría si triunfaba. Pero todavía no lo ha hecho.
También dijo que garantizaría asistencia médica a todos los habitantes de su país, aunque luego de más de 36 meses al frente del gobierno, el presente y futuro de esa otra oferta electoral sigue oscuro.
No dejó de pronunciarse con tono salvador respecto al sostenido desempleo que ha estrujado allí la vida de muchos, pero ya son más de 15 millones de personas quienes lo padecen.
Junto a ello, la situación de la salud pública y la educación llega a emular en muchos lugares con las de naciones del Tercer Mundo, mientras que hasta el hambre comienza a levantar cabeza entre sectores de la población.
En Estados Unidos el costo de la vida resulta insoportable, precisamente cuando los programas de ayuda estatal disminuyen e incluso se habla con preocupación en cuanto a la propia supervivencia de la clase media.
Obama se ha erigido en un fiero enemigo de Irán, entre otros pretextos porque le achaca planes para llegar a fabricar una bomba atómica, algo cínico al recordar que ellos han contribuido al montaje del arsenal de 200 bombas atómicas del gobierno de Israel.
Como si todo no fuera suficiente, la nueva agresión que la aviación de Washington ejecutó recientemente contra territorio de Pakistán, su aliado en la OTAN, provocó el asesinato de 25 militares de esa nación.
Las escenas protagonizadas por el pueblo pakistaní repudiando airadamente el hecho sintetizaron hasta dónde autoridades de la Casa Blanca pisotean los derechos humanos en el mundo.
Pero ahora Barack Obama, durante una entrevista con el diario venezolano El Universal, manifestó su «gran preocupación», no por lo dicho, sino por los derechos humanos en Venezuela y por sus relaciones con Cuba e Irán.
Si no existiese –o dejara de existir- el apresurado inventario de hechos antes relacionados, que van desde promesas electorales no cumplidas hasta calamidades domésticas que desangran a la sociedad estadounidense, así como abominables actuaciones en el exterior, quizás lo dicho por el Presidente podría tomarse medianamente en serio.
Pero tal inventario existe
Tomado de CubaSí