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General: EN MEMORIA DE LA ROSA ROJA .- ROSA LUXEMBURGO .-
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 20/01/2012 22:52
  Roberto Herrera Zúñiga
 
 
 
El pasado 15 de enero se cumplieron 93 años del asesinato de Rosa Luxemburgo, una de las más grandes revolucionarias del siglo XX. Rosa Luxemburgo nació en 1871 en Polonia. Desde sus días escolares fue una combatiente contra la opresión social, al ser discriminada en la Rusia zarista (en aquel entonces Polonia era parte de Rusia) por ser judía y polaca. En 1894, fue una de las fundadoras del partido socialdemócrata de Polonia y Lituania.

En 1897 entró al partido socialdemócrata alemán, que por aquellos años era el principal partido revolucionario europeo, orientado desde sus orígenes por Marx y Engels. Después de que estos murieron, Bebel y Kaustky, eran vistos como sus naturales sucesores y como “padres del marxismo”. Rosa Luxemburgo, pese a su joven edad ganó respeto como intelectual marxista, por sus trabajos sobre los problemas económicos, por su participación en el debate sobre la autodeterminación nacional y por militar desde sus inicios en el ala izquierda de la socialdemocracia alemana, que ya daba sus primeras señales de degeneración burguesa.

 

Reforma o Revolución

La segunda mitad del siglo XIX (exceptuando la Comuna de París en 1871) fue una etapa de desarrollo relativamente pacífico de las luchas del movimiento obrero europeo, donde primaba un proceso de crecimiento de la organización de la clase obrera a nivel sindical, político y parlamentario, expresado en el desarrollo de grandes sindicatos, partidos socialdemócratas con gran influencia parlamentaria e importantes conquistas sociales como la jornada de ocho horas de trabajo, el sufragio universal y en general el aumento del nivel de vida y cultura del proletariado.

En ese contexto, se fue generando una fuerte aristocracia obrera en las metrópolis imperialistas, y esta sirvió de sustrato social para las ideas del “revisionismo”, una corriente intelectual liderada por Edward Bernstein; antiguo líder del partido, que en 1898 en su libro “Socialismo Evolutivo” plantea, a diferencia de lo que Marx estableció, que el capitalismo no tendía a empobrecer a la clase obrera y que seguiría produciendo bienestar hasta devenir pacíficamente, por la vía de las reformas parlamentarias, en socialismo.

Rosa Luxemburgo combatió con todas sus fuerzas estas ideas, demostrando que el relativo mejoramiento de la clase obrera en las metrópolis solo se podía explicar porque el capitalismo súper-explotaba a los trabajadores de las colonias y semicolonias creando así un enorme exceso de ganancias, lo que le permitía dejar caer algunas “migajas” de forma pacífica sobre el movimiento obrero de los países imperialistas. Pero estas situaciones no podrían durar por siempre, tarde o temprano el capitalismo mostraría su rostro depredador y lanzaría a la miseria a las masas, obligando a estas a combatir revolucionariamente contra el capital. Siete años después la revolución rusa de 1905, dio la razón a Luxemburgo.

Luxemburgo comprendió que la fuerza de las tendencias revisionistas al interior de la socialdemocracia, planteaban el problema de la verdadera existencia del partido proletario. No solo por la influencia de las ideas de Bernstein y sus secuaces, sino por la actitud vacilante y conciliadora que tenía hacia estos el “centro” liderado por Karl Kaustky, máxima autoridad dentro del partido alemán. No se equivocaba en esto, como lo demostraría la historia en 1914, al estallar la guerra imperialista.

 

El sonido del cañón

En 1914 la mayoría absoluta de los diputados del partido socialdemócrata, vota a favor de los créditos de guerra que pedía el Kaiser Guillermo III, Rey de Alemania, y así dieron su aval para iniciar la masacre de la primera guerra mundial. La socialdemocracia oficial llamó a los obreros a combatir, no contra sus verdaderos enemigos: los burgueses de cada uno de sus países, sino contra sus hermanos obreros de otras nacionalidades, vestidos de soldado.

Era la bancarrota de la socialdemocracia, no solo en Alemania, en todo el resto del mundo, las dirigencias de los Partidos Socialdemócratas, bendijeron la rapiña imperialista.

Rosa Luxemburgo sostuvo que la socialdemocracia se había convertido en un “cadáver maloliente”, y se abocó junto con Franz Mehring, Clara Zetkin, Karl Liebknecht y Otto Rühle (estos dos últimos los únicos de entre los 110 diputados de la socialdemocracia alemana que votaron contra los créditos de guerra) a construir un ala de izquierda revolucionaria e internacionalista en el partido socialdemócrata. Lamentablemente esta ala no se organiza como una fuerte fracción disciplinada, para expulsar a la vieja dirección traidora, o en otro caso para construir un partido proletario independiente. Esta limitación produciría en el futuro funestas consecuencias Al mismo tiempo pequeños reductos de socialdemócratas en distintos países, mantuvieron una actitud principista y denunciaron la guerra y a los socialdemócratas como traidores. Llamaron a los obreros a volcar las armas contra sus jefes militares, a transformar la guerra imperialista en guerra civil. A la cabeza de esta corriente conocida como “izquierda de Zimmerwald”, (debido al Congreso Internacional Socialista realizado en el pueblo suizo del mismo nombre) estaban los Bolcheviques de Lenin, Trotsky y el grupo Espartaco, liderado por Liebknecht y Luxemburgo. Este sería el embrión de la futura Tercera Internacional, la cual sería fundada un par de años después.

 

El estallido de la revolución

Cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia, Rosa Luxemburgo llamó a la Revolución de Octubre de 1917: “la salvación del honor del socialismo internacional”. La Rusia Soviética había firmado la paz en abril de 1918; sin embargo, Alemania siguió la guerra contra el naciente estado obrero; pero los años de privaciones y el grandioso ejemplo de los obreros rusos, ahora dueños de su propio destino, crearon una enorme efervescencia en el proletariado alemán.

En noviembre de 1918 los marineros del puerto de Kiel se amotinaron, los soldados y los obreros fraternizaban y pocos días después era derrocado el Kaiser Guillermo III.

Ya en diciembre del mismo año fue fundado el Partido Comunista Alemán. En esa ocasión Rosa Luxemburgo decía: “La realidad creada por el imperialismo expresa la nueva alternativa de hierro en la que se encuentra la clase obrera: Socialismo o Barbarie”.

Este fue uno de sus últimos discursos públicos. En enero de 1919, el joven partido comunista se lanzó a una insurrección prematura, y se desató una ola de represión sobre los espartaquistas.

Pese a la calidad revolucionaria de los marxistas alemanes no le daban gran importancia a la necesidad de tener un partido de combate disciplinado y conspirativo, estilo bolchevique, capaz de actuar en condiciones severas de clandestinidad y persecución. Esto explica de alguna forma la imposibilidad que tuvo la izquierda alemana para proteger a sus líderes e impedir su trágico final.

Los socialdemócratas Noske y Scheidemann, antiguos compañeros de partido y ahora ministros burgueses, ofrecieron 100,000 marcos por la cabeza de Rosa Luxemburgo.

El 15 de enero Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron capturados. La versión oficial dice que Liebknecht fue muerto intentando escapar de la cárcel.

Rosa Luxemburgo fue muerta a manos de la policía de choque de los socialdemócratas, su cabeza fue destruida a culatazos y su cuerpo lanzado a un canal junto con él de Liebknecht. La “Rosa Roja” había muerto.

El olor a “cadáver maloliente” de la socialdemocracia se extendió a todo el mundo con esta atrocidad, y aún llega este olor hasta nuestros días acompañando a los sucesores socialdemócratas, tales como el laborista Tony Blair, Primer Ministro de la Inglaterra imperialista, asesino del pueblo iraquí y yugoslavo, o Felipe González, que financiara y armara debajo de la mesa a los asesinos paramilitares del pueblo vasco.

A raíz de la crisis económica mundial surgida en el 2008, hemos visto como la socialdemocracia europea en Grecia, como en España, en Italia como en Portugal es la rabiosa guardiana del orden capitalista e impulsora ferviente de los planes de ajuste más brutales que hayan sufrido los trabajadores europeos desde los años 30’s .

El proletariado internacional ha pagado caro la pérdida de estos titanes revolucionarios, pero la crisis sistémica del capitalismo imperialista, le da la posibilidad al proletariado europeo, de reactualizar en nuevas y favorables condiciones las lecciones y el testimonio Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

El partido comunista alemán perdió a sus dirigentes más experimentados, y cuando la revolución alemana resurgió en 1923, no estuvo a la altura de su prueba histórica, y nuevamente la clase obrera fue derrotada. Esto permitió la estabilización del capitalismo y el aislamiento internacional de la URSS, produciendo luego su burocratización y la consolidación del estalinismo, cáncer que terminó degenerando el estado obrero soviético. Tal es la dimensión histórica que adquiere la derrota de la revolución alemana.

Los que hoy en día reinvindicamos el ejemplo de la “Rosa Roja”, hacemos nuestras las siguientes palabras de Clara Zetkin, otra fundadora del Partido Comunista Alemán: “Rosa Luxemburgo, simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional”

 

Recuadro 1: Carta de Rosa Luxemburgo a Luisa Kautsky:

Este hundimiento total en medio de la miseria cotidiana es incomprensible e insoportable para mí. Observa, por ejemplo, la fría serenidad con que un Goethe* se sobreponía a los acontecimientos, y piensa por todo lo que hubo de pasar durante su vida: La Gran Revolución Francesa, que de cerca debía de producir el efecto de una mascarada sangrienta y sin finalidad alguna; luego, de 1793 a 1815 una serie de guerras que se suceden sin interrupción y que vuelven a dar al mundo la apariencia de un manicomio suelto. -Y con que tranquilidad, con que equilibrio intelectual proseguía él, entretanto, sus estudios sobre la metamorfosis de las plantas, sobre la teoría de los colores, sobre mil cosas diversas!!

Yo no te pido que hagas versos como Goethe, pero su modo de concebir la vida – el universalismo de los intereses, la armonía interior- está al alcance de cualquiera, o por lo menos, todos pueden pugnar por alcanzarlo.

Y si me dices que Goethe no era un político militante, te replicaré que el político de acción es justamente quien debe sobreponerse a los acontecimientos, sino quiere naufragar, estrellándose contra el primer escollo que se le presente. Al decir esto me refiero, claro está, a los luchadores de gran envergadura, no a esas veletas que simulan ser “grandes hombres”.”

 

Recuadro N 2: Estancamiento y progreso del marxismo (Fragmento).

Sólo en la proporción en que nuestro movimiento avanza y exige la solución de nuevos problemas prácticos nos internamos en el tesoro del pensamiento de Marx para extraer y utilizar nuevos fragmentos de su doctrina. Pero como nuestro movimiento, como todas las empresas de la vida real, tiende a seguir las viejas rutinas del pensamiento, y aferrarse a principios que han dejado de ser válidos, la utilización teórica del sistema marxista avanza muy lentamente.

Si, pues, detectamos un estancamiento en nuestro movimiento en lo que hace a todas estas cuestiones teóricas, ello no se debe a que la teoría marxista sobre la cual descansan sea incapaz de desarrollarse o esté perimida. Por el contrario, se debe a que aún no hemos aprendido a utilizar correctamente las armas intelectuales más importantes que extrajimos del arsenal marxista en virtud de nuestras necesidades apremiantes en las primeras etapas de nuestra lucha. No es cierto que, en lo que hace a nuestra lucha práctica, Marx esté perimido o lo hayamos superado. Por el contrario, Marx, en su creación científica, nos ha sacado distancia como partido de luchadores. No es cierto que Marx ya no satisface nuestras necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx.

Así, las condiciones sociales de la existencia proletaria en la sociedad contemporánea, condiciones desentrañadas por primera vez por Marx, se desquitan con la suerte que le imponen a la propia teoría marxista. Aunque esa teoría es un instrumento sin igual para la cultura intelectual no se la utiliza porque, imposible de aplicar a la cultura burguesa, trasciende enormemente las necesidades de la clase obrera en materia de armas para la lucha diaria. Recién cuando la clase obrera se haya liberado de sus condiciones actuales de existencia, el método de investigación marxista será socializado junto con todos los demás medios de producción para utilizarlo en beneficio de la humanidad en su conjunto y para poder desarrollarlo en toda su capacidad funcional.”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

93 Años del asesinato de Rosa Luxemburgo
En memoria de la "Rosa Roja"
 
 


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De: Ruben1919 Enviado: 20/01/2012 22:56
  Àngel Ferrero
 
 
 

Han pasado más de noventa años y la ceremonia –interrumpida sólo durante los períodos más convulsos de la historia del país– sigue siendo más o menos la misma. Aquí estamos, un soleado domingo de un invierno inusualmente poco frío (-1 ºC), que contrasta con los paisajes nevados de años anteriores. Una de las personas a las que se homenajea aquí hoy era más bien reacia a este tipo de actos. «No somos amigos de aquellas ceremonias anuales para el recuerdo de las tradiciones revolucionarias», escribió en 1903, «que con su regularidad mecánica terminan por hacerse cotidianas y, como todo lo que es tradicional, bastante banales.» Todos los 15 de enero se desplazan hasta el cementerio de Friedrichsfelde en Lichtenberg cientos de personas para honrar la memoria de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, asesinados por miembros de los Freikorps –un cuerpo paramilitar formado por soldados desmovilizados generosamente financiado por los capitanes de industria alemanes con 500 millones de marcos a través de la Liga Antibolchevique, y del que formaron parte numerosos nazis, como, por ejemplo señalado, Ernst Röhm y Heinrich Himmler– a los que el ministro de la guerra, el socialdemócrata Gustav Noske, había recurrido para aplastar la insurrección espartaquista de 1919.

 

El concepto no puede más que interesar a quien proceda de un país de tradición católica, pues lejos del tremendismo de los camposantos del sur de Europa, con su tétrica exhibición de cruces y demás motivos fúnebres, este cementerio se pensó, además de como un lugar de respeto, como un memorial: su estructura circular invita al visitante a pasear en torno al muro, leer los nombres y leyendas inscritos en las estelas y revivir así la historia de la lucha de clases que a ellos va asociada. La historia del Gedenkstätte der Sozialisten es un compendio de la historia del socialismo, con todas sus vicisitudes: aquí están enterrados desde Wilhelm Liebknecht (fundador del Partido socialdemócrata alemán), Karl Liebknecht (fundador del Partido comunista alemán) y Rosa Luxemburg hasta Hilde Benjamin (la fiscal que instruyó la requisitoria contra Wolfgang Harich) o Walter Ulbricht (artífice del Muro de Berlín). Inaugurado en 1881, el cementerio de Friedrichsfelde, sito en la parte oriental de Berlín, comenzó a ser popularmente conocido con el adjetivo de “socialista” cuando después de Wilhelm Liebknecht otros socialdemócratas –Paul Singer, Ignaz Auer, Emma Ihrer– fueron aquí enterrados, una fama que aumentó con el tiempo y se cimentó definitivamente tras la apertura de la fosa común para los caídos en la insurrección espartaquista. Aunque el proyecto de utilizar un conjunto escultórico de August Rodin que se había de titular “La indignación” para honrar su memoria nunca se llevó a cabo, en 1926 se inauguró por encargo de Eduard Fuchs –el historiador y coleccionista admirado por Walter Benjamin– un sencillo monumento a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg diseñado por Mies van der Rohe, ante el cual terminaban las manifestaciones anuales en memoria del asesinato de Liebknecht y Luxemburg, hasta que, en 1933, fue destruido por los nacionalsocialistas. Tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial y la partición de Alemania, se reconstruyeron las lápidas y monumentos vandalizados por los nazis –pero no así la obra de Mies van der Rohe– y se reorganizó el espacio. Los intentos del SED por monopolizar el acto se materializaron en la construcción de una tribuna desde la que los dirigentes del partido ofrecían sus discursos cada 15 de enero, de modo bastante similar a la función que acabó teniendo el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú en tiempos de la Unión Soviética, sobre el cual los miembros del gobierno y del Comité Central del PCUS buscaban fundar simbólicamente su poder. Pero demostrando que la memoria no se deja instrumentalizar fácilmente para usos políticos, el 15 de enero se convirtió en los últimos días del agonizante régimen de la RDA en un acto de disidencia, cuando los asistentes portaban pancartas con la cita de Rosa Luxemburg: «la libertad es siempre la libertad de quienes piensan de otra forma» (Freiheit ist immer der Freiheit der Andersdenkenden). Hoy es un acto plural, al que acude anualmente todo el espectro de la izquierda alemana.

 

Sobre la estela funeraria, que no es más que un sencillo bloque de piedra, se hizo inscribir la leyenda DIE TOTEN MAHNEN UNS. Difícil traducción. Los muertos nos advierten. Los muertos nos recuerdan (que murieron y por qué murieron). Los muertos nos apremian. «Mientras escribo estas líneas, recuerdo un diálogo que anoté hace tiempo, cuando leía esa novela del cubano Jesús Díaz que se titula Las iniciales de la tierra», escribe Rafael Chirbes en su ensayo sobre la memoria histórica en el Reino de España. «“¿Los muertos vigilan?”, pregunta un personaje de la novela de Díaz, y su interlocutor le responde: “Vigilan y estarán siempre vigilando porque los vivos traicionaron su sangre.” Así ha sido siempre, así es y, casi con certeza, así seguirá siendo.» [1] Por eso estamos aquí hoy.

 

La izquierda en Europa y en Alemania

 

Uno se pregunta por qué se ha tardado tanto en organizar un acto así: a las tres de la tarde en la Volksbühne Berlín –en la Rosa-Luxemburg-Platz– comenzó un acto, que cerraba los de toda la jornada de hoy, en el que participaron el secretario nacional del Partido Comunista Francés Pierre Laurent, la vicepresidenta del Partido de la Izquierda Europea Maite Mola y el secretario de la coalición de izquierdas SYRIZA Alexis Tsipras. Giuliano Pisapia, el alcalde de Milán por Rifondazione Comunista, no pudo asistir al acto. Por La Izquierda, que ponía en esta ocasión la casa, hablaron un enérgico Klaus Ernst –«¿Quién ha vivido por encima de sus posibilidades? ¿Los jubilados, los trabajadores, los parados?»– y Oskar Lafontaine. La izquierda europea comienza a coordinarse tras la desesperada llamada a la salvación de los pueblos de Europa de Mikis Theodorakis y Manolis Glezos en octubre de 2011. Laurent describió la situación francesa tras el anuncio de Standard&Poor's de devaluar la deuda de la segunda economía de Europa y anunció la propuesta para la creación de fondo social y ecológico europeo, una suerte de banco público europeo que habría de sustituir al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, mientras que Mola y Tsipras denunciaron los recortes sociales y la degradación social que atraviesan sus respectivos países.

 

Frente al renacimiento de los nacionalismos desintegradores y las alegres llamadas a apearse de la moneda única y aún de la Unión Europea, se reivindicó un reforzamiento del progreso de integración, haciéndolo avanzar hacia una Europa solidaria de los pueblos. No cae en saco roto esta llamada, pues de aquélla tentación no está excluida la izquierda populista, a pesar de que Michael R. Krätke ha descrito magníficamente el escenario de lo que sucedería en un caso así. [2] De no ser por los pronósticos sombríos que se abaten sobre Europa, la situación movería a la risa: hoy son euroescépticos los conservadores –y una parte nada desdeñable de teóricos socialdemócratas– que nos empujaron al euro precipitadamente y tacharon de “antieuropeístas” las razonables críticas de la izquierda a las condiciones de introducción de la moneda única. Hoy la unión monetaria ya no se puede revertir salvo a un precio mayúsculo para la población. Por lo demás, no cabe olvidar que, históricamente, Europa nunca fue un proyecto exclusivamente monetario, sino también político y social que llegó a ser defendido no sólo por socialistas y comunistas, sino incluso por Mijaíl Bakunin, como un medio de asegurar la paz entre pueblos en un continente periódicamente devastado por la guerra. [3] Que el debate entre una Europa social y una Europa del capital dista de ser nuevo lo demuestra un texto de Rosa Luxemburg –cuyas traducciones inglesa y española acostumbran a presentarse mutiladas– de 1911:

 

«No sólo los partidos socialdemócratas, sino también desde el lado burgués aparece de vez en cuando la la idea de una federación europea. […] Ése es el ejemplo del profesor Julius Wolf, un conocido antisocialista que propaga la idea de una comunidad económica europea. Ésta no significa empero otra cosa que una unión aduanera para la guerra comercial contra los Estados Unidos de América y así es interpretada y criticada por los socialdemócratas. […] La solución de una federación europea sólo puede [significar] objetivamente en el seno de una sociedad capitalista una guerra aduanera con América.» [4]

 

Y algo parecido a una “guerra aduanera” con los Estados Unidos es lo que hemos vivido. A pesar de todos los titulares alarmistas, el euro sigue siendo a día de hoy una moneda más fuerte que el dólar, lo que, antes del estallido de la crisis financiera, generaba interés en ella como divisa de reserva, especialmente en los países petrolíferos (acaso no sea ocioso recordar que Irak comenzó a vender su petróleo en euros en el 2000 e Irán lo hizo en el 2007). « Con un déficit en su balanza comercial de 553 mil millones de dólares en el año 2003, la financiación de las importaciones de petróleo en otra divisa (sobre todo en euros) tendría violentos efectos estructurales para la economía estadounidense y para la economía mundial en su conjunto», escribe Elmar Altvater. «El resto de países –continúa– tendría que importar más productos estadounidenses y exportar menos a EE.UU., lo que equivaldría al caótico final de una división global del trabajo en la que los EE.UU. se permiten financiar su elevado y creciente exceso de importaciones sobre las exportaciones por los países exportadores, cargándose de deudas, pero siendo capaz de desvalorizar esas deudas mediante la devaluación del dólar.» [5] Ni que decir tiene que estos efectos estructurales acarrearían también una pérdida de su hegemonía mundial. Una Unión Europea que actuase además como un bloque geopolítico independiente y no como mera cabeza de puente de la OTAN hacia el Este y hacia el Sur –es decir: para asistir a Israel como “estado vigía” en Oriente Próximo e impedir que Rusia recupere su estatuto de potencia mundial–, tendría también consecuencias positivas en la diplomacia internacional. Se trata, tan sólo, de un ejemplo de lo que es y de lo que podría llegar a ser si Europa no fuera presa de los estrechos intereses de sus élites políticas y económicas. La tragedia de nuestro continente, como ha recordado insistentemente Krätke, es que Europa –la región económicamente más integrada del planeta– se niega a jugar su papel: Europa se niega a ser Europa. Quizá en este punto acaben reconciliándose el internacionalismo revolucionario de Rosa Luxemburg y el europeísmo pragmático de Karl Kautsky.

 

Mientras tanto aquí en Alemania, es en el Sarre, de donde procede Lafontaine, donde ha saltado la primera noticia política de 2012. La llamada coalición Jamaica –por los colores de conservadores, verdes y liberales– se disuelve por tensiones internas. En verdad la situación política de este pequeño estado federado es particularísima: a comienzos de 2010 se descubrió que un grupo de empresarios encabezado por Harmut Ostermann había financiado durante diez años hasta con medio millón de euros a todos los partidos políticos –368.8000 al FDP; 57.000 a Los Verdes, 44.500 a la CDU y 30.000 al SPD–, lo cual es tanto como decir que el capital puso los huevos en todos los cestos menos en el que menos interesaba, que era el de La Izquierda. La coalición, una iniciativa de Los Verdes del Sarre, hizo que incluso Daniel Cohn-Bendit calificase a su correligionario Hubert Ulrich de “mafioso”. [6] La Izquierda exige la convocatoria de nuevas elecciones. El propio Lafontaine se ha ofrecido a formar coalición con socialdemócratas y verdes. [7] Heiko Maas, el presidente del grupo parlamentario del SPD en el Sarre, no descarta del todo la opción, pero favorece, con el plácet de la Willy-Brandt-Haus en Berlín, una eventual coalición con los conservadores, a pesar de que en este último caso tendría que aceptar el papel de socio minoritario. [8] Los Verdes se lo miran todo desde una prudente distancia. De cerrarse el acuerdo, la coalición entre conservadores y socialdemócratas en el Sarre sería la segunda en Alemania después de la de Berlín. Pero este fantasma se proyecta ya en toda la República Federal: a la hora de escribir estas líneas, las encuestas de intención de voto siguen sin dar una mayoría suficiente a una coalición rojiverde, con lo que, de descartarse un tripartito federal con La Izquierda –un socio incómodo, toda vez que refleja todo aquello que ellos dejaron de ser–, las únicas opciones abiertas serían la reedición de una gran coalición o una coalición entre verdes y conservadores; los conservadores han abierto las puertas a ambas posibilidades con su aprobación del establecimiento de un salario mínimo legal y el apagón nuclear para 2022 respectivamente. [9] En otras palabras: de no sumar los suficientes votos, antes que sacudirse los prejuicios hacia La Izquierda y aceptar su propia responsabilidad en los recortes sociales y rebajas fiscales que nos han conducido a donde estamos, los socialdemócratas y los verdes preferirían entregar el gobierno de la primera economía europea a Angela Merkel que imprimir el urgente giro social que necesita toda la Unión Europea.

 

La memoria como puente entre pasado y futuro

 

Jakob Augstein ha advertido recientemente contra el cinismo del poder de la derecha y contra el cinismo de la resignación de la izquierda, una «resignación airada de labios sellados, que desconfía tanto del sistema que incluso la dimisión del presidente de la República Federal le resulta indiferente, porque nada cambiaría.» [10] El cinismo, como ha dicho Gregor Gysi, puede parecer inteligente, pero ayuda más bien poco. Es domingo, 15 de enero de 2012. Un grado bajo cero en Berlín. Francia sigue conmocionada por la pérdida de la triple A de sus bonos del tesoro. En Nigeria, donde la mayoría de la población vive con menos de dos dólares al día, los trabajadores del sector petrolífero amenazan con ir a la huelga en protesta por la decisión del gobierno de retirar los subsidios del petróleo. Escocia busca la independencia. El gobierno indio inicia una investigación sobre los tour-operadores que ofrecen “safaris humanos” en las Islas Andamás en los que los turistas indios se divierten lanzando comida a los indígenas. Disturbios en Magdeburgo tras una manifestación antifascista. Ruido de sables en el estrecho de Ormuz. Pues sí, el mundo sigue en crisis. Por eso estamos aquí hoy.

 

Notas:

[1] Rafael Chirbes, “De qué memoria hablamos”, Por cuenta propia. Leer y escribir (Barcelona, Anagrama, 2010), pp. 247-248.

[2] Michael R. Krätke, “ Grecia y la salida del euro: un país entero hacia la bancarrota ”, Sin Permiso, 13 de noviembre de 2011.

[3] Mijaíl Bakunin, “Federalism, Socialism, Anti-Theologism” (1867). El texto puede encontrarse en la edición inglesa del Archivo Virtual de los Marxistas: < http://www.marxists.org/reference/archive/bakunin/works/various/reasons-of-state.htm >

[4] Rosa Luxemburg, “Friedensutopien” (1911). El texto completo puede encontrarse en la edición alemana el Archivo Virtual de los Marxistas: < http://marxists.org/deutsch/archiv/luxemburg/1911/05/utopien.htm >

[5] Elmar Altvater, El fin del capitalismo tal y como lo conocemos (Barcelona, El Viejo Topo, 2012), en imprenta.

[6] Cohn-Bendit über Saarland-Grüne: Der Ulrich ist ein Mafioso ”, taz, 12 de octubre de 2010.

[7] “Lafontaine offen für Rot-Rot-Grün an der Saar”, Der Westen, 6 de enero de 2012.

[8]Personaldebatten der Linkspartei: Lafontaine will nicht mitschwadronieren ”, taz, 13 de enero de 2012.

[9] Umfrage-Barometer, Der Spiegel, 15 de enero de 2012. < http://www.spiegel.de/flash/flash-24389.html > [

10] Jakob Augstein, “ Die reinigende Qual der Reue ”, Der Spiegel, 22 de diciembre de 2011.

 

Àngel Ferrero , miembro del Comité de Redacción de SinPermiso, es un escritor y crítico cultural alicantino radicado en Berlin.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4682

Un domingo berlinés con Rosa y Karl
 
 


 
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