En el trabajo del organismo se destaca el crecimiento de la economía, la reducción del desempleo y la disminución de la deuda externa como porcentaje del PBI. También la caída de la pobreza y la indigencia.
Un balance detallado que realizó la Comisión Económica para América Latina respecto de la evolución socioeconómica de la región en el período 2003-10 confirma que todos los indicadores de la Argentina mejoraron notoriamente durante ese lapso.
En sólo ocho años el país casi cuadruplicó a precios corrientes su Producto Bruto Interno, mejoró la penetración de sus exportaciones industriales y más que multiplicó por seis la inversión extranjera directa.
En materia social se destaca la reducción de la pobreza y la indigencia, la mejora de nivel de empleo, el incremento del gasto público en educación y salud, entre otros ítems.
La novedad de este informe denominado Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2011 reside en el nivel de puntillosidad, amplitud y heterogeneidad de las estadísticas. Incluye desde aspectos demográficos y sociales hasta información macroeconómica relativa a la evolución del comercio internacional, la balanza de pagos y crecimiento del Producto Bruto Interno, e incluso incorpora datos comparados concernientes al medio ambiente.
En el trabajo estadístico de más de 180 páginas, la CEPAL reconoce la fuerte expansión que registró el PBI argentino al pasar de U$S 129.595,8 millones en el 2003 a U$S 370.262,9 millones en 2010, lo que representa en los hechos un crecimiento del 285% medido en dólares corrientes. La explosión también se refleja en la mejora del producto bruto per capita que pasó de los U$S 3409 en 2003 a U$S 9088 en 2010, lo que implica un aumento superior al 280 por ciento. Esta escalada del crecimiento económico, que se verificó en una expansión a un ritmo promedio del 8% en el período en estudio, fue el corolario del sólido repunte de los productores de bienes y servicios.
Todos los sectores económicos del país crecieron de forma sostenida, pero cuando se analiza el impulso que recibieron las exportaciones puede concluirse que la industria, particularmente, ha logrado recuperar parte del terreno que perdió desde que se puso en marcha el modelo neoliberal de financiarización que se puso en marcha el 24 de marzo de 1976.
El sector fabril comenzó un proceso de sustitución de importaciones y logró acrecentar su presencia en el comercio externo. En 2003, la participación total de las exportaciones de los productos industriales alcanzaba el 28,8% mientras que siete años después llegó al 32,2 por ciento.
En términos estadísticos, esta mejora de 3,4 puntos porcentuales parece no ser muy significativa, pero resulta muy importante si se toma en consideración que se frenó la tendencia regresiva que el sector había sufrido en los 30 años anteriores.
En cambio, Brasil sufrió el fenómeno exactamente contrario: sus exportaciones fabriles pasaron de representar el 51,5% del total al 36,4% en el mismo período. El proceso de primarización que ha vivido en los últimos años la economía brasileña también se evidencia en que sus exportaciones primarias siguieron el camino inverso pues saltaron del 48,5% en 2003 al 63,6% en 2010. La ventas externas primarias de la Argentina, en tanto, se redujeron, lo que también constata que una de las virtudes del modelo económico productivo ha sido también incorporar valor agregado a la producción local. En 2003, el 72,2% de los productos/dólares que exportaba la Argentina correspondían a productos primarios mientras que esa relación se redujo al 67,8% del total. El crecimiento sostenido de los últimos años también se tradujo en una mejora sostenida del nivel de empleo y, por consiguiente, en una reducción del desempleo.
En los últimos ocho años, la desocupación cayó del 1,1% en 2003 al 7,7% en 2010.
También vale la pena destacar otros datos sociales que mejoraron a partir del proceso de crecimiento sostenido de la economía. Por ejemplo, subraya que mientras en 1999, en plena Convertibilidad, la pobreza alcanzaba al 8,6% de la población y la indigencia al 3,4%, once años después este nivel se redujo al 3,4 y al 1,4% respectivamente.
En este contexto, se verificó una fuerte mejora en la inversión social y en infraestructura que a su vez se tradujo en una recuperación de los servicios intangibles que repercuten con mayor énfasis en las franjas de la población de menor poder adquisitovo. Por ejemplo, el gasto público en educación pasó del 4,6% en el año 2000 al 6% en 2010. Algo similar, aunque en una proporción menor aconteció con los desembolsos en salud que pasaron de representar el 5% del PBI en el 2000 al 6,2% en 2009 (el último dato relevado por la CEPAL).
En este sentido, también se observó una ligera mejora de la disponibilidad de algunos servicios básicos esenciales como la disponibilidad de agua por tubería, alumbrado eléctrico y el sistema de eliminación de excretas.
En cuanto a la población analfabeta mayor de 15 años también se notó una disminución pues en 2005 era del 2,8% y en 2010 bajó al 2,4 por ciento.<