No, mis amigos: al sexo, como a todo a lo demás en la vida, la gente no llega aprendida. No tiene por qué, y menos ahora que hombres y mujeres estamos a la par en la cama.
Hasta hace pocas décadas era común la tonta idea de que nosotras estábamos allí no para propiciarnos placer como Dios manda, sino para cumplir con el sagrado deber de procrear y de complacer.
Aquello del diálogo, del "descubrámonos mutuamente", del "¿Llegaste?", del punto G y hasta del orgasmo femenino era un terreno árido, inexplorado y desconocido... Peor aún: ignorado.
El asunto ahora es a otro precio, y quien quiera gustar bajo las sábanas tiene que entender que en el aquello hay unos mínimos que incluyen el aprendizaje de técnicas tan básicas como el uso de un condón. Ignorar semejante detallito puede sacar volando las ganas por la ventana.
Aclaro: esto puede pasarles incluso a experimentados, pero sería tonto desconocer que los jóvenes son más proclives a fallar porque, insisto, nadie nace aprendido.
Hace poco, investigadores de las universidades de Zagreb (Croacia) y de Pensilvania (Estados Unidos) publicaron un estudio que evidenció las dificultades frecuentes de los jóvenes con los condones. Tras encuestar a 1.005 hombres y mujeres entre los 18 y los 25 años, encontraron que al 18 por ciento se le rompió el condón, al 13 por ciento se le zafó y el 17 por ciento de ellos dijo haber perdido la erección al ponérselo.
Yo pregunto: si estos jóvenes se maniatan poniendo un preservativo, ¿qué esperanzas hay de que emprendan la búsqueda y el estímulo de una zona erógena o de que prolonguen el encuentro lo suficiente como para catalogarlo como una faena erótica y no como un polvo exprés?
A riesgo de sonar a terapeuta, diré que nunca es tarde para enderezar el rumbo, incluso en materia de sexo.
El primer paso es admitir que, por elementales que parezcan, hay cosas que ignoramos o malentendemos; hecho el ejercicio, hay que corregir. Una forma de identificar esas carencias es hacer un honesto repaso mental: ¿Sé qué le gusta a mi pareja y cómo complacerla? ¿Hemos hablado de lo que nos molesta? ¿Sabemos para qué sirve un condón o cómo diablos se usa? O mi favorita: ¿Soy de los que llegan antes de entrar? Pregúntense sin pena, antes de que su pareja los sorprenda con las respuestas. ¡Hasta luego!
Esther Balac
Para EL TIEMPO