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General: EDUARDO GALEANO EN CUBA ....
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 22/01/2012 16:17 |
Donde decía lejos, volvió a decir cerca. Y Galeano regresó a La Habana, a encontrarse con sus amigos, en su casa de siempre, su Casa de las Américas. Y su lectura detuvo el tiempo, y desbordó los espacios de la sala Che Guevara, la Manuel Galich, la esquina de G y 3ra. No solo les habló a los lectores de su generación, también les resulta cercano a los jóvenes, que fueron a mirarse en sus Espejos, a reconocerse como Los hijos de los días. Galeano regresó a Cuba. Y los cubanos le hemos abrazado.
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Desde Las venas abiertas… Galeano introdujo en la ensayística de izquierda de su generación y de las que le suceden, un estilo novedoso, atractivo y convincente, que lima asperezas al rigor e ilumina con gracia las verdades. El estilo iniciado allí lo vemos reiterarse, desarrollarse y alcanzar su plenitud en libros posteriores, como los de la trilogía Memoria del fuego, y en Espejos.
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Eduardo Galeano está con nosotros. Y el Centro Onelio, que lo recibió en su última visita hace más de diez años, y escuchó en aquella ocasión una inolvidable charla, envuelve en un abrazo fraterno a este extraordinario escritor: narrador, periodista, gran maestro del cuento breve, poeta de la prosa, uruguayo universal, que nuevamente se reúne con nuestros alumnos para regalarnos el placer de su palabra.
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“Es esa sensación que probablemente todos ustedes han tenido alguna vez al leer un poema chino de hace mil años. Esa sensación de que ese que escribe soy yo. Uno puede ser amigo o hermano de personas nacidas en otros lugares y en otras épocas. Y lo que me ha dado la literatura es la inmensa alegría de reconocerme en otros y sentir que hay otros que se reconocen en lo que escribo.”
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Si ese maravilloso hombre latinoamericano solo hubiera escrito Las venas…, nuestro continente le tendría que estar agradecido por siempre. Pero luego vinieron otros llenos de abrazos, memoria y fuego, y en lo particular me subyuga la forma en que Galeano se rinde ante la mujer como una propuesta de amor y a la vez la respeta en tanto ser humano.
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Está presente aquí todo lo que vibra y todo lo que duele. Lo imaginado y lo cierto, porque no queda más que fabular cuando han sido suprimidas las huellas de la alteridad. En los Espejos de Galeano queda entonces el reflejo de la hipocresía, la desmemoria, las religiones sin credos, las falsas ideologías, la manipulación, los estereotipos y tabúes que coartan el albedrío humano.
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Dieron las cuatro de la tarde y ante una sala Che Guevara atestada, como podía preverse, Eduardo Galeano desandó para el público cubano ―con voz pausada y mirada cómplice, de esas de quien se siente en casa, en su Casa― fragmentos de sus más recientes libros: Los hijos de los días y Espejos. Una historia casi universal, distinguido con el Premio de narrativa José María Arguedas, 2011.
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recorrido por Casa de las Américas, luego de 11 años ¡Oink! Marianela González
Hace tres años pidió para la Casa un Nobel de Física. ¿Según qué lógica natural cabrían en un solo espacio las Américas? Supuso que estas paredes tendrían algún hechizo, dejado al paso por algún haitiano, que les permitiría amoldarse al arcoíris terrestre, diverso en sus colores y olores, que tanto celebra de estas tierras. Habitante también de la Casa de Roque Dalton, de Benedetti y de tantos amigos, Eduardo Galeano solo jugaba, como cuentan de Roque y Mario.
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Esta Casa es mi casa, la casa nuestra. Y porque así la siento, y así la sé, he sido y seguiré siendo su siempre amigo, de acuerdo con aquella definición de la amistad que nos legara Carlos Fonseca Amador, el fundador del Frente Sandinista: “El verdadero amigo es el que critica de frente y elogia por la espalda”.
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Donde decía lejos, volvió a decir cerca. Y Galeano regresó a La Habana, a encontrarse con sus amigos, en su casa de siempre, su Casa de las Américas. Y su lectura detuvo el tiempo, y desbordó los espacios de la sala Che Guevara, la Manuel Galich, la esquina de G y 3ra. No solo les habló a los lectores de su generación, también les resulta cercano a los jóvenes, que fueron a mirarse en sus Espejos, a reconocerse como Los hijos de los días. Galeano regresó a Cuba. Y los cubanos le hemos abrazado.
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