La matanza de 24 civiles iraquíes en 2005 no es, para el Pentágono, un homicidio. Apenas tres meses de cárcel.
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Con esa argucia, los fiscales militares de Estados Unidos permitieron este lunes que el sargento del Marine Corps Frank Wuterich, de 31 años, se declarara culpable por negligencia en el deber por aquellas muertes, sin arriesgarse a una mayor condena que la de tres meses de encarcelamiento, rebaja de la paga y degradación al rango de soldado raso. Acaba así, sin más castigo, uno de los mayores abusos por parte de las tropas norteamericanas sobre la población civil iraquí.
El 19 de marzo de 2005, un destacamento del Tercer Batallón del Primer Regimiento de Marines se dirigía hacia la localidad de Haditha, donde tenía la misión de servir de apoyo en la protección de una presa. Un grupo de insurgentes colocó una bomba en el asfalto, que explotó al paso de un vehículo acorazado Humvee. El conductor, el soldado de primera clase Miguel Terrazas, murió en el acto. Quedaron heridos de gravedad los soldados James Crossan y Salvador Guzman.
Queda ahora demostrado, dada la asunción de culpabilidad del sargento Wuterich, que éste entró en ira al presenciar el ataque y dio órdenes de matar a los iraquíes. “El sargento Wuterich aceptó su responsabilidad”, dijo el teniente coronel Joe Koppel, portavoz del cuerpo de Marines. “Ha admitido que dio la orden verbal de disparar primero y hacer las preguntas después, o de no titubear a la hora de disparar… Esas instrucciones verbales causaron que sus Marines no hicieran las identificaciones positivas necesarias en las residencias”.
Wuterich, tras el ataque insurgente, ordenó a sus hombres que sacaran de un vehículo a un taxista y a cuatro adolescentes y los ajusticiaran en plena calle. Luego, los marines abrieron fuego con sus rifles y lanzaron granadas contra unas residencias adjuntas, en las que aniquilaron a otros 19 civiles. Entre las víctimas había 10 mujeres y niños. A muchos de ellos los mataron con disparos en la cabeza.
Inmediatamente, y según ha quedado patente en las investigaciones, los marines implicados trataron de encubrir sus acciones alegando que un grupo de insurgentes había abierto fuego contra ellos. Un comunicado de prensa enviado desde Camp Blue Diamond en Ramadi, aseguraba:
Un soldado del Marine Corps de EE UU y 15 civiles perdieron la vida ayer por la explosión de una bomba en una carretera en Haditha. Inmediatamente después de la explosión, hombres armados atacaron el convoy con armas de fuego. Soldados del ejército iraquí y los marines respondieron a los disparos, matando a ocho insurgentes e hiriendo a otro.
Aquel recuento de hechos resultó ser falso. A los médicos que recibieron los cuerpos de los civiles muertos, los marines les dijeron que habían muerto por la metralla de la explosicón del vehículo Humvee. El alcalde de Haditha fue a protestar en persona al puesto del Marines Corps cercano a la presa que estaba defendiendo. El activista local Thaer Thabet al-Hadithi grabó imágenes de los cadáveres, que demostraban que muchos habían muerto por ejecuciones sumarias. Aquello propició diversas investigaciones periodísticas, entre ellas la que destapó el caso, a cargo de la revista Time.
Finalmente, de los ocho hombres investigados, siete quedaron exonerados, muchos de ellos a cambio de testificar en el propio juicio. El sargento Wuterich se declaró inocente de homicidio cuando comenzó su consejo de guerra, en enero. Finalmente accedió a autoinculparse el lunes cuando se rebajaron los cargos en su contra. Según dijo el abogado civil de Wuterich, Neal Puckett:
“Nadie niega que las consecuencias del 19 de noviembre de 2005 fueron trágicas, y menos que nadie el sargento Frank Wuterich… Pero la realidad de los hechos es que él ha sido ahora exonerado de los cargos por homicidio presentados contra él por el gobierno y los medios. Durante seis años, ha visto cómo su nombre se arrastraba por el barro. Hoy, esperamos, comienza su redención”.
Precisamente los actos de Wuterich y los demás hombres, que ahora muchos críticos consideran que han quedado impunes, fueron uno de los motivos por los que el gobierno de Irak se negó a otorgar inmunidad a los soldados norteamericanos que pudieran quedar en aquel país tras el final de la guerra. En un principio, Barack Obama había intentado que entre 3.000 y 5.000 soldados quedaran en Irak tras el repliegue de diciembre. Finalmente, el presidente ordenó un repliegue total y absoluto.
Fuente: insurgente.org
27 de enero de 2012.-