La entrada de una transnacional en la industria azucarera mientras los cubanos no pueden invertir en el país, otra prueba del fracaso castrista.
Raúl Castro recibe a la presidenta brasileña Dilma Rousseff en el 'Palacio de la Revolución'. (REUTERS, La Habana, 31 de enero de 2012)
Con la entrada de la transnacional brasileña Odebrecht para producir azúcar en la región central de Cuba se inicia oficialmente la puesta en marcha de una versión restringida del modelo chino de "socialismo de mercado" en la isla.
Aprovechando la visita a La Habana de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, Odebrecht anunció un acuerdo con el gobierno de Raúl Castro para administrar durante 10 años la mayor fábrica de azúcar de la provincia de Cienfuegos, con el objetivo de "aumentar su capacidad de producción y ayudar a la revitalización" de la industria en el país, según dijo la gerencia de la entidad en un comunicado.
Odebrecht, palos y zanahorias
Constructora Norberto Odebrecht, fundada en 1944 en el estado brasileño de Bahía, con inversiones por $50.000 millones a nivel mundial, es un gigante de la ingeniería y la construcción, la industria azucarera, etanol, química, petróleo y gas, bienes raíces, e infraestructuras. En esta última actividad ejecuta el proyecto portuario del Mariel, a 42 kilómetros de La Habana, que a un costo de unos 800 millones de dólares será la única terminal marítima moderna de Cuba.
Odebrecht se convierte así en la primera gran compañía capitalista en entrar en la que fuera desde fines del siglo XVIII y hasta los años 50 del siglo XX la mayor y más eficiente industria azucarera del mundo, pero que el régimen castrista destruyó y arruinó por completo. Resulta una clara expresión de la inviabilidad económica del socialismo que hoy Cuba tenga que poner en manos de transnacionales la operación de sus fábricas de azúcar para que logren ser eficientes.
Es con esta participación capitalista que el gobierno raulista comienza a copiar la cara fea del capitalismo de Estado chino. O sea, en Cuba se mantendrá la represión de todo intento de oposición política, igual que en China, pero sin liberalizar la economía tanto como hizo Beijing, según reiteró hace unos días el propio Castro en la Conferencia Nacional del Partido Comunista.
O sea, los cubanos recibirán los mismos palos que los chinos, pero menos zanahorias. No habrá en la isla entrada masiva y sin trabas de capitales extranjeros y tecnología, ni amplia libertad económica a sus nacionales, factores que bajo la consigna de "enriquecerse es glorioso" lanzada por el líder Deng Xiao Ping han hecho de China la segunda economía del mundo y sacado de la pobreza a cientos de millones de personas.
Aunque sin libertades elementales, los chinos dejaron atrás el modo de vida semifeudal en que vivieron durante el comunismo maoísta. Comen y se visten mejor, y comienzan a disfrutar de las comodidades de la modernidad, gracias a un pujante sector privado que ya genera el 70% del Producto Interno Bruto.
En Cuba no habrá nada de eso. No podrá haber mejoramiento del nivel de vida de la población solo con la autorización de timbiriches y la práctica de oficios artesanales y de servicios que harán la vida menos miserable, pero que no desarrollarán la economía.
A juzgar por el frenazo dado por el nuevo dictador a los cambios que ya se consideraban inminentes, porque "no hay que precipitarse", la participación brasileña aquí debe percibirse como algo puntual y no hay que "hacerse muchas ilusiones", como también dijo Raúl antes de la citada conferencia partidista.
Chávez podría ser decisivo
Sin embargo, una eventual salida de escena de Hugo Chávez —por enfermedad o por derrota electoral—, podría dar un giro interesante a los acontecimientos. De cesar los subsidios venezolanos por $6.000 millones que mantienen la economía castrista a flote, incluyendo el 65% del petróleo que consume la isla, los Castro no tendrían más remedio que copiar más de la cara pragmática de las reformas chinas y abrir más la mano económicamente.
Esto lo sabe Brasil y su presidenta actual. El interés aquí es mutuo. Los Castro aspiran a que si se acaban los suministros de crudo venezolano Brasil les garantice —a bajo precio— al menos una parte de los 36 millones de barriles anuales de petróleo que prácticamente les obsequia Caracas (el régimen piensa que Irán podría garantizarle otra parte, para lo cual cultiva la amistad de Ahmadinejad). Por su parte, el gobierno de Brasilia quiere que sus empresarios estén "dentro", y con ventaja, si hay una mayor liberalización de la economía cubana.
Más allá de esto, la participación de capitalistas brasileños es importante para la nomenklatura cubana, pues los familiares de los Castro, el generalato y otros dirigentes castristas se van asociando sólidamente con los inversionistas foráneos, con los cuales de hecho piensan compartir la propiedad de las empresas rentables de Cuba. No en balde Brasil es el mayor productor de azúcar del mundo (30 millones de toneladas anuales) y el mayor productor mundial de biocombustibles (etanol) a partir de la caña de azúcar.
De vergüenza y de (más) riesgos
Todo esto, en realidad, es vergonzoso. Durante casi dos siglos, desde 1797 hasta 1960, Cuba fue el mayor productor y exportador de azúcar del mundo, con los más altos rendimientos agrícolas e industriales, hasta que con la estatización de la industria todo se vino abajo. Con los fabulosos subsidios de Moscú se aumentó la producción y luego volvió a hundirse al desintegrarse la Unión Soviética. En las últimas dos cosechas se produjeron 1.1 millones de toneladas anuales, el mismo volumen de 1894, un año antes de iniciarse la guerra de independencia contra España, y cinco veces inferior a los 5.1 millones de TM producidos en 1925.
Antes de que Castro llegara al poder, los rendimientos agrícolas en caña de azúcar en Cuba eran de los más altos de Latinoamérica, y hoy son las más bajos. Según la Oficina Nacional de Estadísticas del gobierno cubano, el rendimiento promedio entre 2003 y 2010 fue de unas 31-32 toneladas (TM) de caña por hectárea, y en 2010 cayó a 27 toneladas. Colombia logra 120 toneladas, Perú de 110 a 120 TM, Brasil y Guatemala 78-90 TM y México 75-78 TM.
En cuanto al etanol, Cuba tendría enormes posibilidades de convertirse en un gran productor y exportador de biocombustibles, de no padecer una dictadura comunista y haber sufrido los caprichos letales de Fidel Castro, quien en una rabieta en 2002 ordenó el desmantelamiento de 100 de los 156 centrales azucareros existentes y luego calificó de "monstruosidad" producir etanol con alimentos como la caña de azúcar y el maíz.
No obstante, todo indica que Odebrecht se propone también producir etanol en el central 5 de Septiembre, en Rodas. Quizás para no humillar al dictador semiretirado en Punto Cero, los términos de dicha "monstruosidad" no han sido revelados.
Una última cuestión que también estaría por ver es cómo le va en su gestión empresarial y financiera a Odebrecht, que tendrá que jugar con las reglas del juego por las que se rige la planta industrial más ineficiente e improductiva de América Latina.
http://www.diariodecuba.com/cuba/9387-brasil-modelo-chino-en-cuba