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General: Recordando a Camilo Torres
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De: Nobotuma  (Mensagem original) Enviado: 16/02/2012 01:25
    Recordando al sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo, quien había nacido en la ciudad de Bogotá. Este sacerdote fue pionero de la Teología de la Liberación. Ante la situación crítica que vivía su país se vió comprometido a sumarse a las filas del ELN. El 15 de febrero de 1966 muere durante su primera acción armada en la que intervenía en la localidad de Patio Cemento, municipio de San Vicente de Chucurí (Santander).



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De: Ruben1919 Enviado: 16/02/2012 21:45
Gracias Nobo por unirnos hoy en Camilo  ..
 

Camilo Torres Restrepo
Juan Diego García

Argenpress

Hoy, 15 de febrero se cumple un nuevo aniversario de la muerte en combate en las filas del ELN del sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo, un destacado intelectual y profesor universitario, quien luego de liderar un amplio movimiento de protesta popular consideró que los caminos de la legalidad estaban cerrados en la asfixiante atmósfera de la dictadura civil del llamado Frente Nacional y en consecuencia ingresó, como muchos otros activistas sociales en este país, a las filas de una insurgencia popular, un fenómeno que acompaña la historia de Colombia a lo largo de casi todo el siglo anterior y se prolonga hasta el presente, sin perspectivas de solución.

Camilo Torres es sin duda un producto necesario de las condiciones sociales y políticas de su país pero es al mismo tiempo expresión de la profunda crisis de la Iglesia Católica, sometida también en Latinoamérica a los embates de la modernidad y desorientada ante la exitosa competencia de las iglesias protestantes.

Colombia era (y sigue siendo) un país de enormes desigualdades sociales y económicas, con un sistema político primitivo y violento que asegura los privilegios de una casta pretenciosa e ignorante, profundamente cínica pero muy cuidadosa de las formas (hay elecciones tramposas cada cuatro años) y de una sumisión a los Estados Unidos que raya en la servidumbre. No resulta extraño entonces que a la violencia oficial la respuesta de los afectados haya sido con tanta frecuencia la lucha irregular, el levantamiento armado y la insurrección.

La Iglesia Católica, por su parte, pierde su influencia y buena parte de su poder político como resultado del agudo proceso de urbanización de las últimas décadas que la deja sin su feligresía campesina tradicional y carente de un discurso adecuado a las nuevas realidades que impone la modernidad.

Esto no significa por supuesto que desaparezca plenamente la religiosidad ni que termine el imperio del pensamiento mágico en la mente de las amplias masas que se agolpan desordenadas y empobrecidas en el caos de las nuevas urbes. Pero aún así, inevitablemente aparecen nuevos valores y nuevas necesidades ante las cuales la jerarquía de la Iglesia reacciona con la más conservadora de las actitudes.

Su oposición cerrada al control de la natalidad, al aborto, al divorcio, al matrimonio civil, a la eutanasia; su cruzada permanente contra las opciones diferentes en familia y sexualidad, su anticomunismo enfermizo, su empecinamiento contra toda manifestación de laicismo y otras posiciones no menos retardatarias producen un distanciamiento entre la Iglesia y su feligresía que mayoritariamente se traduce en una religiosidad puramente convencional, limitada a rituales y formalismos, mientras contravienen en la vida diaria las guías espirituales de la jerarquía.

Son católicos pero no asisten a misa, controlan la natalidad, se divorcian y abortan mientras gana terreno una sexualidad menos opresiva y la tolerancia de la homosexualidad. No faltan tampoco los católicos que hacen compatible su fe con la militancia en partidos comunistas (como en Italia o España). No son pocos los que buscan respuestas en otras confesiones (particularmente iglesias y sectas protestantes) y crece el número de aquellos que buscan un retorno a las raíces cristianas para recuperar valores que se consideran incompatibles con el capitalismo.

A todo lo anterior hay que agregar el compromiso político de la Iglesia, colocada siempre al lado de las minorías dominantes, convertida ella misma en un poder puramente terrenal y en legitimadora de las peores formas de opresión que soportan las mayorías pobres. Para todos, pero en particular para quienes se sienten fieles a las raíces mismas del cristianismo juega un destacado papel el mensaje renovador de Juan XXIII, una reforma frustrada que ahonda aún más el divorcio entre iglesia y feligresía. La represión de los reformadores no llega al rompimiento formal (aunque ha habido algunas expulsiones sonadas) pero si a la convivencia difícil de dos comunidades dentro de la iglesia.

La llamada opción por los pobres afecta a todo el catolicismo del continente (y de otras latitudes) con ejemplos de una entrega y dedicación a las causas populares que les lleva hasta el sacrificio de sus propias vidas. Son incontables los laicos de los grupos de base, las monjas y curas asesinados y sobresalen figuras destacadas como Camilo Torres en Colombia, Monseñor Romero, el padre Ellacuría y sus compañeros jesuitas en El Salvador, Gaspar García Laviana en Nicaragua en las filas del FSLN, Domingo Laín en el ELN de Colombia y muchos otros. Todos ellos quedan como ejemplo y testimonio.

En contraste, la Iglesia oficial persiste en su posición retardataria en los aspectos morales (endurecida ahora con las orientaciones del anterior y el actual Papa) y reafirma su compromiso con las elites y su oposición a todo movimiento político de reforma social. No resulta extraño entonces ver a la cúpula de la iglesia apoyando activamente el golpe contra Chávez en Venezuela o más recientemente bendiciendo el golpismo en Honduras. La Iglesia colombiana se parece más a la argentina –groseramente comprometida con las dictaduras militares- que a la de Brasil o Chile, en las que al menos grupos significativos y hasta la misma jerarquía han mantenido un discurso y una práctica de compromiso con las mayorías pobres y en general con la democracia como sistema.

El legado del sacerdote colombiano Camilo Torres pertenece a esta corriente renovadora y lejos de debilitarse se acrecienta con los años. En efecto, los puntos centrales de su programa de reformas son tan válidos hoy como ayer, pues en lo fundamental poco o nada ha cambiando en la suerte de la mayoría de la población. Tal vez lo único destacable es la formación de un limitado grupo de “estratos medios” que da cierta amplitud social y política a la vieja oligarquía y constituye el núcleo activo del movimiento de Álvaro Uribe. Es el sector que participa en las encuestas amañadas que arrojan adhesiones exorbitantes al actual mandatario y que apoya febrilmente ese fenómeno de fascismo tropical que encarna la alianza siniestra entre militares y paramilitares.

Para los católicos progresistas sigue vigente el mensaje ético de Camilo Torres, seguramente con mucha mayor fuerza que antes. La opción por los pobres de la Teología de la Liberación les impone un compromiso firme en la lucha social y política contra la explotación inhumana de los obreros, la persecución despiadada de las comunidades indígenas y negras, el empobrecimiento agudo de las capas medias, el desplazamiento violento de más de cuatro millones de campesinos y la emigración obligada de otros cuatro millones, expulsados de su país por el modelo económico y sometidos hoy en el mundo rico a la discriminación humillante y la explotación infame como mano de obra barata.

Pero la crisis no solo afecta a los católicos. De hecho, un número creciente de evangélicos, luteranos menonitas y otras iglesias protestantes experimentan procesos de reflexión y de acción muy similares. Más aún, ante la agudización de la represión y la violencia aparecen también grupos de otras comunidades de menor presencia numérica en Colombia, como islamistas y judíos que unen sus esfuerzos a los cristianos progresistas en el empeño por detener la guerra y construir un país más grato, pacífico y próspero.

Y para los no creyentes, agnósticos y ateos comprometidos en la lucha social, el mensaje de Camilo Torres lejos de aparecer un elemento extraño se ha convertido también en inspiración y ejemplo. No hay conflictos por la creencia. No creyentes, creyentes de diferentes iglesias, monjas, curas y pastores aparecen juntos en todos los frentes de lucha social -incluida la misma insurgencia-. Para todos ellos sigue siendo válido el mensaje de Camilo que dejaba de lado el debate filosófico sobre la mortalidad del alma para coincidir con todos en la lucha contra el hambre y la explotación, esos sí, males letales de necesidad.


Resposta  Mensagem 3 de 4 no assunto 
De: Ruben1919 Enviado: 16/02/2012 22:03

BIOGRAFÍA POLÍTICA DE CAMILO TORRES

 

Vida de Camilo

Jorge Camilo Torres Restrepo nació en Bogotá el 3 de febrero de 1929. Sus padres fueron Calixto Torres Umaña, prestigioso médico, e Isabel Restrepo Gaviria. De familia acomodada, burguesa y liberal. Vivió junto con su familia en Europa, entre 1931 y 1934. En 1937, el matrimonio se disolvió, y Camilo pasó a vivir con su madre y su hermano Fernando.

Se graduó como bachiller en el Liceo Cervantes en 1946. Luego de estudiar un semestre de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, ingresó al Seminario Conciliar de Bogotá, donde permaneció siete años, tiempo durante el cual Camilo se comenzó a interesar por la realidad social, creando un círculo de estudios sociales, junto con su compañero Gustavo Pérez. Como cristiano, se sintió atraído por el tema de la pobreza y la justicia social.

Camilo se ordenó como sacerdote en 1954, y luego viajó a Bélgica a estudiar sociología en la Universidad de Lovaina. Durante su estadía en Europa, hizo contacto con la Democracia Cristiana, el movimiento sindical cristiano, y con los grupos de resistencia argelina en París, factores que lo llevaron a acercarse a la causa de los oprimidos. Fundó con un grupo de estudiantes colombianos de la universidad el ECISE (Equipo colombiano de investigación socioeconómica).

En 1958 se graduó como sociólogo con el trabajo “Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogotá” (publicado en 1987 como “La proletarización de Bogotá”), que fue uno de los pioneros en sociología urbana del país. En 1959 regresó a Bogotá y fue nombrado capellán de la Universidad Nacional. Allí, junto con Orlando Fals Borda, fundó la Facultad de Sociología en 1960, a la que estuvo vinculado como profesor.

Sus investigaciones sociológicas iniciadas con su tesis de grado lo llevaron a familiarizarse con las estructuras sociales tanto urbanos como rurales. Fundó el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC), y desarrolló trabajos de investigación y de acción social en barrios populares y obreros de Bogotá, como el barrio Tunjuelito. Como capellán, introdujo en Colombia muchas de las reformas del II Concilio Vaticano, como dar la misa de frente y no de espaldas, y decirla en español y no en latín. Pregonó que el problema no era rezar más sino amar más.

En 1961 empezó a tener problemas con el cardenal Concha Córdoba, quien no veía con buenos ojos las labores de Camilo. La situación fue tornándose espinosa, hasta que el prelado lo destituyó de su cargo de capellán, de los trabajos académicos y de las funciones administrativas que tenía en la Universidad Nacional.

Colaboró con la investigación dirigida por Germán Guzmán, publicada como “La violencia en Colombia” (1962, segundo tomo 1964). En 1963 presentó el ensayo “La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas”, en el primer Congreso Nacional de Sociología. Hizo parte del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP). Presionado por el alto clero, en 1965 renunció al sacerdocio.

Ése año, planteó una plataforma para un movimiento de unidad popular, gestando así a la fuerza política “Frente Unido del pueblo”. Desarrolló numerosas manifestaciones y actos públicos, y publicó el semanario “Frente Unido”. Igualmente hizo contacto con el Ejército de Liberación Nacional, conformado en 1964, con el que acordó la continuación de la agitación política en las ciudades, y su posterior ingreso a la organización cuando se considerase necesario.

El segundo semestre de 1965 Camilo trabaja en el impulso al Frente Unido y en la publicación del semanario del movimiento (el “Frente Unido”). Camilo llenó las plazas públicas y tuvo un vertiginoso ascenso político. Ratificó el abstencionismo como posición revolucionaria.

Luego del hostigamiento y la persecución estatal, se vinculó en noviembre al ELN, y lanzó la “Proclama a los colombianos”. En su primer combate, el 15 de febrero de 1966, murió en combate en Patiocemento, Santander. Sus restos mortales fueron sepultados en algún lugar clandestino, desconocido hasta el momento.

 

Pensamiento político

Camilo formó parte de una iglesia contestataria internacional que se desarrolla en la década de 1960, convirtiéndose en una de sus figuras principales. El cristianismo bien entendido suponía, para Camilo, la creación de una sociedad justa e igualitaria. Esto lo tradujo como la obligación de hacer una profunda revolución, que despojara del poder a los ricos y explotadores (la oligarquía), para darle paso a una sociedad socialista.

Los principales planteamientos de Camilo Torres pueden sintetizarse en las siguientes ideas en torno a la situación nacional: para transformar el país y lograr el bienestar de la clase popular es necesario liberar al país del imperialismo norteamericano y de la oligarquía que sirve a sus intereses; es necesaria la fusión, la movilización y la vinculación de los sectores pobres de la población a la lucha por la construcción de un nuevo Estado. Por esto, debe generarse la unidad del movimiento revolucionario y opositor, aglutinando a las masas oprimidas del país; debe tenerse la convicción de llevar la lucha hasta el final afrontando todas las consecuencias; y por último, los cristianos no solamente tienen la posibilidad de participar en la revolución, sino que tienen la obligación de hacerlo (“el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”).

Otro elemento fundamental en el pensamiento de Camilo lo constituyó su esfuerzo por conciliar el cristianismo con el marxismo, impulsando un nuevo tipo de sociedad de carácter socialista y cristiano, basado en la justa distribución de la riqueza. “Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado”.

Todo este proceso debe ser desarrollado, como lo plantea Camilo, a partir de la acción popular, combinando la actividad política con la militar, y llevando a cabo labores políticas y organizativas a partir de las bases, es decir, en estrecha relación con el pueblo.

La formación del pensamiento político de Camilo estuvo marcado por varias etapas. En primer lugar, tuvo una formación cristiana católica, pero siempre estando vinculado a la realidad social, y a la situación de pobreza de la población colombiana. Posteriormente viajó a Europa donde se formó como sociólogo, pero también donde hizo contacto con el mundo socialista y el movimiento obrero.

A su regreso a Colombia, Camilo se planteó complementar sus esfuerzos por el bienestar de los pobres con la actividad científica e investigativa, a partir de sus conocimientos de sociología. En este sentido, desarrolló proyectos de acción social y comunitaria, en los que puso el saber sociológico al servicio de los sectores pobres.

Pero sus labores fueron truncadas y entorpecidas por la burocracia gubernamental y el régimen político, factor por el cual Camilo pasó a participar en el campo político, oponiéndose al sistema del Frente Nacional (1958-1974) en el que los partidos tradicionales, el liberal y el conservador, se repartirían el poder milimétricamente, excluyendo a los demás sectores políticos. En esta perspectiva, Camilo gestó e impulsó el “Frente Unido del pueblo”, en el que buscaba aglutinar a todas las fuerzas políticas revolucionarias y de oposición en torno a la “Plataforma del Frente Unido”, que constaba de diez puntos, los cuales hacían referencia a: reforma agraria, reforma urbana, planificación, política tributaria, política monetaria, nacionalizaciones, relaciones internacionales, salud, familia y fuerzas armadas.

La incapacidad de lograr cambios auténticos y profundos por medios pacíficos y legales, llevó a Camilo a plantearse la necesidad de la lucha armada como medio para el establecimiento de un nuevo estado y una nueva sociedad, de carácter socialista. Por ello se vinculó al ELN, donde esperaba alcanzar la realización de la revolución en Colombia, hasta que cayó muerto en su primer combate.*

Su ejemplo inspiró a movimientos de sectores cristianos como el grupo “Golconda”, o el caso chileno de “Sacerdotes para el socialismo”, impulsor del ascenso de Salvador Allende, y a personalidades como el padre Ernesto Cardenal, participante de la rebelión sandinista en Nicaragua, y en general, a las comunidades eclesiales de base, que conformaron una nueva iglesia latinoamericana comprometida con el cambio revolucionario, originándose la corriente conocida como la “teología de la liberación”.

Igualmente, el ejemplo de Camilo fue retomado por sacerdotes comprometidos que se vincularon a la lucha armada, como los casos de los españoles Domingo Laín y Manuel Pérez, que morirían combatiendo con el ELN. (Pérez llegó a ser comandante político de la organización, hasta que murió por una enfermedad en 1998).

Hoy en día, su ejemplo se mantiene en la lucha revolucionaria que mantiene el Ejército de Liberación Nacional desde hace 38 años, y su pensamiento perdura en estudiantes, obreros y campesinos de toda Colombia y América Latina.

Edgar Camilo Rueda Navarro

2002

Bibliografía sobre Camilo Torres

Sobre Camilo se han escrito numerosas obras que trascienden todos los géneros, en las que se pueden encontrar ensayos, libros, tesis de grado, artículos, reportajes, etc., así como obras a nivel internacional. Las más destacadas son:

SOTO APARICIO, Fernando. “La siembra de Camilo”. (novela). Bogotá, Plaza y Janés, 1971.

BRODERICK, Walter. “Camilo Torres. El cura guerrillero”. Bogotá, Círculo de lectores, 1977. {edición colombiana}

VILLANUEVA, Orlando. “Camilo. Acción y utopía”. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1995.

HABEGGER, Norberto. “Camilo Torres, el cura guerrillero”. Buenos Aires, Peña Lillo, 1967.

LÓPEZ, María. “Camilo camina en Colombia”. Bogotá, 1989.

TRUJILLO, Francisco. “Camilo y el Frente Unido”. Bogotá, 1987.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Resposta  Mensagem 4 de 4 no assunto 
De: Nobotuma Enviado: 18/02/2012 03:11
Gracias Rubén por completar el mensaje..es bueno leer la biografía de quienes lo dieron todo por la liberación de nuestros pueblos..


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