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General: Rafael Pombo ....gloria de las letrs colombianas murió hace 100 años .-
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De: Ruben1919 (message original) |
Envoyé: 28/04/2012 22:38 |
Editorial: Pombo murió hace cien años
Por: REDACCIÓN ELTIEMPO.COM | 8:54 p.m. | 27 de Abril del 2012
Merece todos los honores el llamado poeta de los niños, quien, además de diplomático, militar, periodista y comerciante es, sin duda, una 'gloria de las letras nacionales'.
El domingo 20 de agosto de 1905, los bogotanos salieron a las calles de piedra de La Candelaria a celebrar a su más grande escritor: Rafael Pombo. Fue en el hermoso Teatro Colón, que unas semanas más tarde cumpliría trece años de haber sido inaugurado, en donde se le entregó a Pombo el título de Poeta Nacional de Colombia ante los aplausos de un público de desconocidos que lo respetaba como a un presidente y lo quería como a un miembro más de la familia. El poeta, en ese entonces un melancólico hombre de 71 años que lo había visto, lo había hecho y lo había escrito todo, llevó con paciencia semejante homenaje. Entendía que el pueblo colombiano, cansado de tantas guerras inútiles, había encontrado en su figura un buen motivo para celebrar.
Rafael Pombo nació en Bogotá el 7 de noviembre de 1833, en la casa de la calle 10 con la carrera 5, en donde hoy funciona la fundación que lleva su nombre. Sus ilustres padres, don Lino de Pombo y doña Ana María Rebolledo, acababan de llegar de Popayán: don Lino, un ingeniero respetado por la sociedad entera, había sido nombrado Secretario del Interior por el General Santander.
El vate capitalino, que vio nacer uno por uno a sus cinco hermanos, creció en unos tiempos en los que no era extraño que un escritor fuera político, diplomático, militar, periodista o comerciante. Cuando se hizo mayor, fue todo eso. Y, tras vivir lo mejor de la juventud, diecisiete años, en los Estados Unidos, fue mucho más: editor, traductor, narrador icónico.
Pombo, el poeta, que es el que finalmente ha llegado intacto hasta nuestros días, ha corrido con la extraña suerte de los escritores que logran crear textos fundamentales para niños: muchos lectores siguen creyendo que su principal contribución a las letras del mundo son sus ingeniosas versiones de aquellas fábulas infantiles protagonizadas por personajes como 'la pobre viejecita', 'el renacuajo paseador' o 'el gato bandido'. Así como el narrador italiano Carlo Collodi -una pluma satírica y política- pasó a la historia por inventar a Pinocho, y el dramaturgo James Barrie -autor de decenas de obras teatrales- ha llegado a nuestros días convertido en el autor de Peter Pan, Pombo sigue siendo visto como el poeta de la infancia.
No es un mal destino. Y, sin embargo, aprovechando que el Ministerio de Cultura y el Gobierno Nacional han declarado este 2012 como el Año Pombo y que sus versos se han tomado por completo los pabellones de la Feria del Libro de Bogotá, es este un buen momento para releer los trabajos contundentes que lo convierten en uno de los más importantes poetas románticos que escribieron en español.
Pombo redactó escalofriantes versos políticos que pusieron en aprietos a unos cuantos: "Venid, venid, en nombre de Franklin y de Washington, / bandidos que la horca con asco rechazó; / venid a buscar títulos de Hernanes y de Césares / descamisados prófugos sin leyes y sin Dios". Pombo encaró al Creador bajo la mirada escandalizada de la Iglesia católica de su tiempo: "¡Oh, qué misterio espantoso / Es este de la existencia! / ¡Revélame algo, conciencia! / ¡Háblame, Dios poderoso! / Hay no sé qué pavoroso / En el ser de nuestro ser. / ¿Por qué vine yo a nacer? / ¿Quién a padecer me obligue? / ¿Quién dio esa ley enemiga / De ser para padecer?".
Rafael Pombo murió hace un siglo: el domingo 5 de mayo de 1912. La Ley 87 del 16 de noviembre de ese mismo año lo nombró "Gloria de las letras colombianas". Está cumpliendo cien años de serlo. Y de ser, para Colombia, un buen motivo para celebrar.
editorial@eltiempo.com.co
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La pobre Viejecita - Rafael Pombo
- La pobre viejecita
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Érase una viejecita sin nadita que comer sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez.
Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café, y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía ni un ranchito en qué vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín.
Nadie, nadie la cuidaba sino Andrés y Juan y Gil y ocho criadas y dos pajes de librea y corbatín.
Nunca tuvo en qué sentarse sino sillas y sofás con banquitos y cojines y resorte al espaldar.
Ni otra cama que una grande más dorada que un altar, con colchón de blanda pluma, mucha seda y mucho holán.
Y esta pobre viejecita cada año hasta su fin, tuvo un año más de vieja y uno menos que vivir.
Y al mirarse en el espejo la espantaba siempre allí otra vieja de antiparras, papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita no tenía qué vestir sino trajes de mil cortes y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos chanclas, botas y escarpín, descalcita por el suelo anduviera la infeliz.
Apetito nunca tuvo acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien.
Se murió de mal de arrugas, ya encorvada como un tres, y jamás volvió a quejarse ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas, ocho gatos y un turpial.
Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar las pobrezas de esta pobre y morir del mismo mal.
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