La conga de Los Carpinteros irrumpe y contagia el Paseo del Prado, baila en un sentido contrario al que suele hacerlo, pero aun así, es una conga, “Irreversible”, capaz de involucrar a quien pase por su lado, y quienes lo hacen son muchos. El Prado es una de las zonas de mayor movimiento en la ciudad.
Performance "Conga Irreversible", Los Carpinteros
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Un día antes, los habaneros se sumaron también al performance “Las cabezas”, de Manuel Mendive, probablemente uno de los únicos artistas cubanos que ha asistido a todas las Bienales de La Habana desde que estas nacieran a mediados de los años 80. Cuerpos desnudos o semidesnudos, decorados con un body art que simulaba selvas o animales mitológicos africanos interactuaban con los espectadores, compuestos por aquellos que fueron en busca del performance y también por quienes habían sido, como transeúntes, testigos de ocasión.
Performance "Las cabezas", de Manuel Mendive
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Mientras en el mundo de hoy, son la publicidad y el mercado, y no el arte, los que copan la mirada del transeúnte, en esta Isla, los artistas han logrado interactuar, participar, intervenir una ciudad, y cambiar y transformar su andar cotidiano, su ritmo, sus colores, aportando conceptos y proponiendo lecturas, también más plurales.
Cuando en el Malecón se comenzaba la instalación de las obras de Detrás del muro, la gente apostaba curiosa por verse reflejada en el gran espejo o se sentaba bien entrada la noche en el gigantesco banco que parecía así cumplir su cometido, ser punto de encuentro, reminiscencia de aquellos bancos redondos donde se enamoraban nuestros abuelos.
Muestra colectiva Detrás del muro. "...happy ever affter", de Rachel Valdés Camejo
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Desde muchos días antes que comenzara la Oncena Bienal de La Habana “El barco de la tolerancia”, de los rusos Ilya y Emilia Kabakov, había convocado a los niños de las escuelas de La Habana Vieja a pintar en las velas que, rodeadas de muchísimas personas, finalmente se izaron el viernes 11.
“El barco de la tolerancia”, de los rusos Ilya y Emilia Kabakov
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El Instituto Superior de Arte (ISA) acoge a grandes creadores como la serbia Marina Abramovi ć , el austriaco Hermann Nitsch y el mexicano Gabriel Orozco, reconocidos en el mainstream internacional, quienes comparten sus proyectos con jóvenes estudiantes que se inician en el mundo del arte.
En el Pabellón Cuba ubicado en la céntrica calle 23 en El Vedado se exhibe una exposición colectiva, Creaciones compartidas, donde también se podrá potenciar la participación de un público cada vez más activo.
Carlos Garaicoa, Centro Wifredo Lam
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A las paredes de Centro Habana les han nacido fotos gigantescas de sus habitantes humildes, héroes anónimos, cotidianos, en las que el público y el vecindario se reconocen. Las fotos sirven entonces de pretexto para contarse unos a otros sus historias.
Mientras en San Agustín, un barrio periférico, los vecinos sueñan y construyen su MAC, Museo de Arte Contemporáneo. El Laboratorio Artístico de San Agustín (LASA), que trabaja allí desde la Décima Bienal, les ha ayudado a moldear esas ideas.
Es cierto que los espacios galerísticos tradicionales han sido desacralizados desde hace mucho, pero no ha envejecido el argumento de pretender llevar el arte a las calles.
Observar a las personas en sus entornos habituales, interactuando con la propuesta de creadores cubanos y extranjeros —así como lo hacen con libros y filmes en los otros dos grandes eventos multitudinarios en la Isla— da la medida de cuál es el rol de la cultura en Cuba. “El público cubano es el sueño de cualquier curador”, dice un afamado curador de arte, y no cabe duda sobre la rotundidad de la afirmación cuando se ve, como hoy, a La Habana convertida en una gigantesca galería.