OTROS PRÓFUGOS
Han tenido bajo su mando poderosos aparatos de represión. Una sola orden suya podía significar la diferencia entre la vida y la muerte, entre convertirse en uno más de una larga lista de miles de desaparecidos o incluso pasar a engrosar negras estadísticas de ejecutados.
Rodolfo Almirón, Aribert Heim, y Jorge Alberto Soza. Estos tres nombres han quedado ligados a la Comunitat después de protagonizar en el pasado negros episodios durante regímenes dictatoriales. La Policía Nacional fue su tras su pista en la región o dio con ellos en la provincia de Valencia, convertido en tierra de exilio para criminales políticos.
Ellos jamás olvidaron su pasado. «Iban siempre de un lado para otro. Ahora vivían aquí, pero lo hacían en casa de un familiar». Las palabras de una vecina de Ontinyent, último municipio por el que ha paseado libre Jorge Alberto Soza, son la prueba de que el subcomisario argentino y su mujer se sabían vigilados. A sus 72 años, Soza llevaba a sus espaldas 18 acusaciones de secuestros y torturas en la dictadura argentina.
Aunque el matrimonio argentino trataba de mantener la normalidad. No ocultaban sus nombres, como queriendo pensar que nadie iba a pedirles cuentas por tropelías cometidas 30 años atrás. Jorge Alberto y su esposa paseaban a diario a su perro por el parque Mestre Ferrero de Ontinyent. «Como todos los jubilados», recordaba una residente que coincidía a menudo con ellos en la calle.
Desde que llegó a la Comunitat en 1992, una floristería y un bar especializado en festejos infantiles son los dos negocios tras los que el subcomisario ofreció su cara amable en Carcaixent. Pero la justicia argentina le acusa de sofocar con mano de hierro la acción de organizaciones guerrilleras como Montoneros o el ERP (Ejercito Revolucionario del Pueblo). Las imputaciones incluyen torturas.
Huraño y reservado
Curiosamente, el paseo de su perro pastor ovejero por el barranco de Torrent era también una de las escasas ocasiones en las que Rodolfo Almirón se dejaba ver por el barrio del Xenillet. De carácter «reservado y huraño», sus vecinos desconocían que el rostro demacrado por una embolia de este anciano de 70 años era el mismo del hombre que en los 70 fue líder de la sanguinaria Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Bajo el gobierno de María Estela Martínez de Perón, la organización paramilitar estuvo detrás de alrededor de un millar de asesinatos.