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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 26/05/2012 11:31 |
Detenido el mayordomo del Papa por desvelar y difundir documentos secretos
Un topo ha estado suministrando a periodistas informaciones que desvelaban, por ejemplo, la existencia de una extraña conjura para matar a Joseph Ratzinger
Nunca un Papa había estado tan desnudo. De un tiempo a esta parte, los documentos confeccionados para ser leídos en exclusiva por Benedicto XVI, también los más íntimos y sensibles, no esperaban siglos en los archivos secretos del Vaticano hasta ser descatalogados, sino que circulaban por las calles de Roma aún con la tinta fresca. Un topo, no se sabe con qué intereses ni a qué precio, había venido suministrando a distintos periodistas documentos que desvelaban, por ejemplo, la existencia de una extraña conjura para matar a Joseph Ratzinger. La secretaría de Estado vaticana reaccionó encargando al cardenal español Julián Herranz una investigación que, según se acaba de saber, ha logrado cazar al presunto culpable. Se trata nada más y nada menos que del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele.
El padre Federico Lombardi, portavoz de Benedicto XVI, ha confirmado que la gendarmería vaticana ha detenido y sometido a interrogatorio a un laico en posesión de documentos privados del Vaticano, si bien aún no ha confirmado oficialmente la identidad del cuervo. No obstante, la agencia de noticias Ansa y otros medios dan por hecho de que se trata de Paolo Gabriele, quien en el Anuario Pontificio figura como “ayudante de cámara” del Papa. O lo que es lo mismo, una de las poquísimas personas que forman la llamada “familia pontificia” o los “familiares del Papa”. Gabriele, conocido como Paoletto en los ambientes vaticanos, sería uno de los cuatro laicos que atienden a Ratzinger bajo la supervisión de una monja alemana. La conmoción por la noticia es total en Italia, donde los asuntos del Vaticano se siguen con especial interés y donde el torrente de filtraciones –llamadas Vaticanleaks—había acaparado programas de televisión, exclusivas de periódicos y hasta libros de éxito inmediato como el publicado hace solo unos días por el periodista Gianluigi Nuzzi. La divulgación del libro, titulado Las cartas secretas de Benedicto XVI, fue calificado por la Santa Sede como un “acto criminal”.
Según fuentes vaticanas, tras el arresto, Paolo Gabriele fue conducido ante Nicola Picardi, promotor de justicia del Vaticano. La sorpresa es mayúscula porque el detenido estaba considerado como una persona “muy devota y absolutamente fiel” a Benedicto XVI. Las primeras filtraciones se remontan a principios de año. Luego se fueron produciendo otras, hasta el punto de que el portavoz Lombardi no tuvo más remedio que reconocer que la Iglesia estaba sufriendo su particular Vaticanleaks. La prensa italiana había publicado una serie de documentos que ponían al descubierto casos de corrupción en la Santa Sede y un extraño y hasta cierto punto descabellado complot para quitar de la circulación al papa Ratzinger. Nadie duda de que aquellas filtraciones ponían al descubierto las descarnadas luchas de poder entre distintos sectores de la curia ante la posible inminencia del fin del papado. La situación llevó a L’Osservatore Romano a describir a Benedicto XVI, un hombre de 85 años, solo y enfermo, como “un pastor rodeado por lobos”.
La detención del supuesto cuervo no hace más que poner el acento en la delicada situación por la que atraviesa la Iglesia. Unas horas antes, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el Banco Vaticano, había anunciado la destitución de su presidente, el italiano Ettore Gotti Tedeschi, por irregularidades en su gestión. La explicación oficial, en lenguaje diplomático, achacaba al economista, de 67 años, “no haber desarrollado funciones de primera importancia para su cargo”. Lo cierto es que la Banca del Vaticano está siendo sometida desde el pasado mes de septiembre a una investigación judicial por supuesta violación de las normas contra el blanqueo de capitales. Además de a Gotti Tedeschi -presidente también del Santander Consumer Bank, la filial italiana del Banco Santander-, la fiscalía investiga al director general del IOR, Paolo Cipriani. El directivo depurado ha mostrado gran enfado en sus declaraciones a la prensa: “Prefiero no hablar. Si lo hiciera, solo diría palabras feas. Me debato entre el ansia de explicar la verdad y no querer turbar al Santo Padre con tales explicaciones”.
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Lo que ocultaba el cuervo del Papa
La Gendarmería vaticana encuentra cajas de documentos secretos en poder del mayordomo
Lo despertaba a las 6.30, le ayudaba en la misa a las 07.00, le servía el desayuno a las 08.00, el almuerzo a las 13.30 y la cena a las 19.30. Lo acompañaba al caer la tarde en su paseo por el jardín, elegía la menta perfumada para la infusión, le daba las medicinas justas y, en torno a las nueve de la noche, le ayudaba a desvestirse para ir a la cama. La Gendarmería vaticana trata de averiguar ahora en qué momento del día Paolo Gabriele, de 46 años, casado y con tres hijos, le robaba las cartas al Papa.
El mayordomo de Benedicto XVI fue detenido el jueves por la tarde acusado de ser “el cuervo” o traidor que en los últimos meses ha venido sustrayendo y difundiendo en los medios de comunicación italianos las cartas secretas dirigidas al Pontífice, una filtración masiva de documentos conocida como Vaticanleaks. Paolo Gabriele, que trabajaba como ayudante de cámara del Papa desde el año 2006, se enfrenta, por tanto, al cargo de “robo de la correspondencia de un jefe de Estado”, un delito equivalente al de “atentado contra la seguridad del Estado”, penado hasta con 30 años de cárcel. Gabriele, que posee la doble ciudadanía italiana y vaticana, permanece bajo la vigilancia de agentes de la Guardia Suiza, aún no ha admitido ninguna culpa y afronta los interrogatorios en silencio.
La conmoción es total en el Vaticano. Paolo Gabriele es una de las nueve personas laicas que compartían la vida diaria del Papa en su apartamento, la llamada “familia pontificia”. Se trata de un hombre de buena presencia, muy reservado, extremadamente religioso y devoto de la santa polaca Faustina Kowalska. Hasta su detención, vivía con su familia en un confortable apartamento dentro de las 40 hectáreas que conforman el Estado Vaticano. Fue allí donde, según los medios italianos, Domenico Giani, el comandante en jefe de la Gendarmería, habría encontrado numerosas fotocopias de la correspondencia privada del Papa: “Cajas repletas de documentos y el aparataje necesario para fotografiar y reproducir documentos”.
Ni su confesor cree que haya sido capaz de urdir en solitario una conspiración de tal magnitud
Pese a que las pruebas halladas en “el nido del cuervo” parecen definitivas, ni su confesor cree que Paolo Gabriele, conocido por sus amigos como Paoletto, haya sido capaz de urdir en solitario una conspiración de tal magnitud. Hay tres versiones. La primera sostiene que la filtración de documentos solo buscaba un interés económico, aunque el mayor beneficiado, el periodista Gianluigi Nuzzi, asegura –sin señalar a nadie-- que nunca pagó a su “garganta profunda”. La segunda versión considera que, si Gabriele lo hizo, fue por un deseo altruista de ayudar a la Iglesia sacando a la luz casos de corrupción. Pero el mayor consenso gira en torno a la tercera opción: el mayordomo solo sería un chivo expiatorio, un instrumento en manos de alguna de las facciones de la Curia vaticana que tratan de desacreditar al actual secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone, y de paso posicionarse ante la sucesión de Benedicto XVI. De ahí que no se descarten nuevas detenciones.
La palabra mayordomo no refleja del todo el papel de Paolo Gabriele en la vida de Joseph Ratzinger. Cuando le llamó a su lado hace seis años, o cuando decidió que las laicas consagradas Loredana, Carmela, Cristina y Rossella compartieran con él, cada día, su mesa y su misa, estaba eligiendo también a su familia. A los que tendrían por misión acompañar la soledad de un hombre anciano que además es jefe de Estado y, para millones de personas, el representante de Dios en la Tierra. Paolo Gabriele era el primero y el último en verlo cada día. Su traición, según el Vaticano, ha dejado al Papa “golpeado y triste”.
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