www.youtube.com/watch?v=gxIiFECp90g28 Ago 2008 - 3 min - Subido por beyacone Canción a Maiakovski (Silvio Rodríguez) El día era grande de su estatura, un presagio de tiempos nuevos, una ...
En 1925, cuando se dirigía a Estados Unidos, el célebre poeta ruso hizo una brevísima escala en la capital cubana. Sus impresiones de aquella visita las dejó plasmadas en su libro Mi descubrimiento de América
Me asomo: He ahí los trópicos. Mi vida entera suspiré una y otra vez por ellos. Y el tren avanza de prisa entre palmares entre platanales. Sus abanicantes siluetas adoptan figuras que marean: Ora me parecen sacerdotes, ora pintores. ¡Ay, ni uno mismo da crédito a sus ojos!
(…) Me asomo: No se distingue nada. Mi vida entera suspiré por los trópicos.
Vladimir Maiakovski, “Trópicos”
I
“En el momento de salir comenzó a llover —pero de manera tropical— como en mi vida lo había visto. “-¿Qué cosa es lluvia? “-Es el aire cargado con un poquito de lluvia. “Lluvia tropical es un chorro poderoso de agua con un poquito de aire.”
Así, con uno de los aguaceros habituales en el Caribe, La Habana dio la bienvenida a Vladimir Maiakovski (1893-1930). El poeta, dramaturgo y pintor ruso se dirigía a México y el vapor Espagne en el cual viajaba hizo una escala de 24 horas en nuestra capital, con el fin de abastecerse de carbón. Fue en el año 1925, y su breve estancia pasó totalmente inadvertida. Aunque ya para entonces era muy famoso y había publicado, entre otros poemarios, Una bofetada al gusto del público (1912), La nube en pantalones (1915), La flauta de vértebras (1915) y 150.000.000 (1920), además de las piezas teatrales Yo o Vladimir Maiakovski (1912) y Misterio bufo (1918), lo más probable es que su obra poética aún no se conociera en Cuba.
En 1930, uno de los críticos más conocidos de esa época, José Antonio Fernández de Castro, comentó: “La primera vez que oí hablar de este poeta ruso que acaba de suicidarse en Moscú, fue en México. El año 1926. Diego Rivera, el enorme y genial pintor mexicano, en su simpática casa de Mixalco, me habló de un amigo suyo, —escritor comunista ruso— que acaba de visitar su país, habiendo pasado antes por este puerto de La Habana”. A Fernández de Castro, por cierto, le corresponde el mérito de haber sido el primero en Cuba que escribió sobre Maiakovski. Lo hizo poco después de la muerte de este, cuando dio a conocer el libro Ensayos sobre un poeta suicida (Maiakovski, su vida y obra) (Ediciones de la Revista de La Habana, 1930).
Maiakovski dejó su testimonio de aquel viaje en el libro Mi descubrimiento de América (1926). El periplo duró tres meses y se extendió de julio a octubre. En una de sus primeras anotaciones proporciona un itinerario completo y detallado del mismo: “Dos palabras. Mi último viaje: Moscú, Könisberg (por aire), Berlín, París, Saint-Nazaire, Gijón, Santander, el cabo de La Coruña (España), La Habana (la isla de Cuba), Veracruz, la ciudad de México, Laredo (México), Nueva York, Chicago, Filadelfia, Detroit, Pittsburgh, Cleveland (los Estados Unidos de América del Norte). El Havre, París, Berlín, Riga, Moscú”. Y a modo de declaración señala: “18 días de océano. El océano es fruto de la imaginación”.
En esas primeras páginas describe la rígida división de los pasajeros en tres clases. La resume de manera sarcástica: “La primera clase vomita donde la gana, la segunda, sobre la tercera, y la tercera, sobre sí misma”. A las personas que viajaban en primera clase les dieron permiso para desembarcar de inmediato y además tenían derecho a subir al vapor todo lo que compraran. Las de segunda, en su mayoría mujeres, bajaban de acuerdo al capricho del capitán. En cuanto a las de tercera, tenían prohibido bajar a tierra y debieron contentarse con mirar La Habana desde la cubierta del buque. Muchos de estos pasajeros compraron piñas a los vendedores ambulantes del muelle. Llegaban a su poder mediante el auxilio de un cordelito que sostenían con las manos.
Maiakovski viajaba en primera clase, de modo que pudo bajar sin problemas. Fue justo en ese momento cuando empezó a llover: “Me abrigo de la lluvia en un enorme edificio de solo dos pisos. Un packhouse que se encuentra lleno desde el suelo hasta el techo de cajas de whisky cubiertas con carteles que me parecen misteriosos: King George, Black and White y White House. Los letreros ennegrecidos sobre las cajas de alcohol, destinado, según parece, al contrabando que se efectúa desde La Habana a los Estados Unidos —país que está muy cerca y es prohibicionista”.
Detrás de los muelles ve almacenes, tabernas, prostíbulos y frutas podridas. En cambio, al salir de esa zona descubre “una ciudad de paz sumamente rica y limpia”, así como “un lugar completamente exótico”. Mientras pasea, ve tranquilos almacenes de azúcar y tabaco, donde laboran “miles de trabajadores negros, españoles y hebreos”. Y luego apunta: “En el centro de las riquezas un club americano. Edificios de diez pisos: Ford, Henry Clay and Bock, primeros signos palpables del dominio de los Estados Unidos sobre las tres Américas: del Norte, Central y del Sur”.// A ellos pertenecen, en su mayor parte, todos los edificios que se extienden a lo largo del lindo y extenso Paseo del Prado, semejante a un larguísimo puente, lleno de cafés, de anuncios y de focos lumínicos”. Aunque no menciona qué medio de transporte usa, Maiakovski se desplaza hasta el Vedado, pues acerca de ese barrio capitalino comenta: “Frente a todos los hoteles particulares rodeados de flores, los americanos conservan a los policemen sobre pequeños taburetes cubiertos con parasoles”. Asimismo hay otro detalle que llama su atención: “En el Vedado hay flamencos del color del alba que montan guardia sobre un pie”.
Califica de bellísimo y muy poético “todo lo que se refiere al antiguo y exótico folclor de Cuba”. Elogia el Cementerio [de Colón], “con los innumerables señores López y Gómez en mármol blanco, pero con sombreados y tupidos senderos de verde y tropical follaje”. Por la noche, a la una de la madrugada, se detiene frente al edificio de una empresa de cables y telegrafía. “Las gentes, a pesar del calor, escriben de pie, completamente inmóviles, apoyados en las mesas. Cerca del techo, por una cinta interminable, se desplazan sin interrupción una serie de cajitas de hierro, dentro de las que, muy apretados, van los mensajes, las notas y los recibos. La máquina inteligente recoge cortésmente los mensajes, llevándolos al telegrafista. Este, después de valorarlos y trasmitirlos, los devuelve a la señorita que los recibe y cobra, de acuerdo a la última cotización. En completa armonía con este movimiento continuo, marchan las hélices de los ventiladores eléctricos”.
Al regresar al barco, a Maiakovski le costó trabajo encontrar el camino. Únicamente recordaba un letrero donde estaba escrito Tráfico, que él dedujo era el nombre de la calle. Solo después de un mes, escribe en su libro, supo que esa palabra que vio “en las mil calles de La Habana, indica, sencillamente, la dirección que deben seguir los automóviles”. Una vez a bordo, bajó de nuevo a comprar periódicos. En el muelle un hombre se le acercó y le dirigió la palabra. De primera intención, el escritor no comprendió lo que quería. El hombre se mostró sorprendido de que no lo entendiera:
“—Do you speak English? ¿Habla usted español? Parlez-vous français? “Yo permanecí callado y por fin, para quitármelo de encima, ya que se le habían sumado algunos estibadores, le dije para deshacerme de él: “—¡Yo soy ruso! “Esta salida me resultó contraria a mis deseos. El hombre me cogió por ambas manos y gritaba en español: ¿Usted bolchevique? ¡Yo, también bolchevique! “Me escabullí, como pude, de sus manos, para evitar las miradas peligrosas de otros que miraban la escena.”
El barco zarpó de nuestra capital al anochecer, al son de las notas del himno de México. Esto hace que Maiakovski comente: “¡Cómo embellece un himno bélico a los pueblos!”. Apunta que en la cena a los pasajeros de primera clase les sirvieron alimentos adquiridos en La Habana, desconocidos para él, pero sabrosos: “una especie de nuez con cáscara verde, llena de una pulpa muy agradable y untuosa como mantequilla (se refiere al aguacate), plátanos verdes en rebanadas y una fruta llamada mango, una parodia del plátano, con un hueso grande y peludo”. Escribe que después se dedicó a mirar “con envidia una larga línea de luces eléctricas, muy lejos, a la izquierda del buque. Eran las luces de la ciudad florida que dejábamos atrás”.
Maiakovski narra asimismo la conversación que tuvo en la cubierta de la tercera clase con una joven mecanógrafa rusa, procedente de Odessa. Sentados sobre un rollo de cuerdas, junto a unos raíles amontonados, la muchacha, entre sollozos, le contó su triste historia: “Nos redujeron las raciones, cuando el bloqueo. Yo me moría de hambre y mi hermana, de necesidad. Nuestro tío nos llamó desde los Estados Unidos. Por fin, pudimos salir y hace un año que andamos de uno a otro país, de una tierra a otra tierra. Mi hermana tiene anginas y ántrax. Llamé al médico de a bordo y este se negó a bajar a nuestro camarote, pero mandó a decir que podíamos subir al suyo. Subimos. Estaba con otra persona. Nos mandó a desnudarnos y mientras, se reían a carcajadas… En La Habana no nos dejaron desembarcar. Cuando tratamos de hacerlo, nos volvieron a subir a empellones en los senos… ¡Nos trataron como en Constantinopla y en Alejandría! Imagínese, somos emigrantes en tercera. Semejante trato no lo experimentamos en Odessa. Tenemos que esperar aún dos años para poder entrar en los Estados Unidos, por México. Feliz usted que volverá a Rusia, dentro de seis meses…”.
Odio Nueva York los domingos. Alrededor de las diez de la mañana un oficinista, sin ponerse los pantalones, se sienta delante de la ventana con un diario de un centenar de páginas. Primero lee durante una hora la sección de anuncios publicitarios, después de la publicidad, hojea la sección de robos y asesinatos.
Vladimir Maiakovski, Mi descubrimiento de América
II
Las páginas dedicadas a la visita de Maiakovski a La Habana, a las cuales pertenecen los fragmentos anteriores, las hallé en una edición de 1968 del diario El Mundo. Estaban encabezadas por una nota introductoria, en la que no se aclara de dónde proceden, ni tampoco el nombre de la persona que las tradujo. Lo más probable es que hayan sido tomadas de Mi descubrimiento de América, que aparece en las Obras Escogidas que la argentina Lila Guerrero tradujo al español en la década de los 50. Recientemente, se ha publicado como libro bajo el título de América (Gallo Nero, Madrid, 2011, traducción de Olga Korobenko).
Antes de realizar ese viaje, Maiakovski había hecho varias tentativas de obtener la visa para ir a Estados Unidos. Es un dato que se conoce a través del pintor futurista ruso David Burliuk, quien vivía exiliado en ese país. Él mismo hizo gestiones para que autorizaran la entrada a su amigo, pero entonces era difícil dado que Estados Unidos aún no había reconocido a la Unión Soviética. De acuerdo a la respuesta que Burliuk recibió, en el caso del autor de El baño a eso se sumaban además “su espontáneo espíritu y la propensión a la amplia agitación”. Al llegar a Francia, Maiakovski solicitó una vez más el visado, pero al cabo de tres semanas no había tenido respuesta.
Cuando estaba en París fue recibido amablemente por el escritor Alfonso Reyes, quien entonces ocupaba el cargo de embajador de México, primer país de América Latina que reconoció al nuevo estado soviético. En París además el escritor ruso oyó hablar elogiosamente de la pintura y el muralismo mexicanos, lo cual lo animó a viajar allí. Conviene recordar que además de poeta, Maiakovski era un notable pintor. En tierras aztecas tuvo como cicerone al pintor Diego Rivera, quien a su vez se hospedó en casa del poeta cuando estuvo en la Unión Soviética en 1927. Sobre Rivera, Maiakovski escribe en su libro: “Diego resultó un hombre enorme, con una buena barriga, de amplio rostro y siempre sonriente. Relata, mezclando palabras rusas (Diego comprende perfectamente el ruso) miles de cosas interesantes, pero antes del relato advierte: Tenga en cuenta, y mi esposa lo confirma, que la mitad de lo que digo son mentiras”. Y agrega: “Su espíritu extravagante y su hospitalidad han hecho que me enamore de México”.
Tan pronto como llegó a ese país, le desilusionaron un tanto los indios, pues eran distintos a como él los imaginaba. Desde la infancia tenía la imagen de unos indios heroicos y bravos, pero el ver en el puerto a los portadores indígenas pelearse por las valijas, hace que ante sus ojos “los pavos reales se convierten en gallinas”. Asimismo sus ideas políticas lo llevan a destacar el contraste entre “el paraíso primitivo, con trabajo libre, con antiguas tradiciones, con las festividades del maíz”, del México precolombino, y el México moderno, con “el trabajo esclavo con los plantadores (todos con revólveres) que se mecen en las hamacas” y “la galería de revolucionarios fusilados”. Asiste a una corrida de toros, de la cual deja este comentario: “Experimenté el gozo supremo cuando un toro logró clavar una de sus astas entre las rodillas del hombre… Lo único que lamentaba era que no fuera posible instalar ametralladoras entre los cuernos de los toros y enseñarles a disparar”.
Dedica páginas muy simpáticas al ejército. En una de sus impresiones escribe: “El ejército mexicano es curioso. Nadie, ni siquiera el secretario de Guerra, sabe cuántos soldados hay en México. Los soldados obedecen a los generales. Si un general que apoya al presidente tiene mil soldados, se jacta de disponer de diez mil. Y cuando recibe recursos para diez mil, vende la comida y los pertrechos de los nueve mil que no existen. Si el mismo general está en contra del presidente, exhibe las estadísticas de un millar y, en el momento oportuno, saca a diez mil a combatir”. Igualmente humorístico es este otro apunte: “Durante las guerras internas, los enseres, las esposas y los hijos forman una especie de bandas anárquicas. Si un ejército carece de cartuchos pero tiene maíz y otro carece de maíz pero tiene cartuchos, paran el combate, las familias se dedican al comercio de trueque, unos se atiborran de maíz, otros llenan sus bolsas con los cartuchos, y vuelven a empezar la batalla”.
Maiakovski pasó tres semanas en México, y acerca de aquella experiencia escribió en su libro: “Todo lo que describí es hecho por gente extraordinariamente hospitalaria y extraordinariamente grata y amable. El espíritu de la singularidad y de la cordialidad me ha ligado a México. Quiero estar otra vez en México”. Estaba ya por volver a su país, cuando sorpresivamente le autorizaron la visa para viajar a “la tierra de las libertades”. Para entrar, sin embargo, le exigieron abonar una fianza en efectivo que él no podía pagar. Al final pudo hacerlo gracias a la ayuda de la embajada soviética en México, que asumió el importe. Al llenar el formulario de entrada, el poeta escribió que iba a visitar Estados Unidos como pintor.
Poco antes de viajar, le sucedió una anécdota que también recoge en su libro: “—Moscú ¿eso está en Polonia?— me preguntaron en el consulado estadounidense en México. —No— contesté. Está en la URSS. Ninguna reacción. Me dieron el visado. Más tarde supe que si un estadounidense se dedica a afilar puntas de agujas, puede ser el mejor del mundo en su oficio sin haber oído siquiera hablar de los ojos de las mismas. Los ojos de las agujas no son su especialidad, y no tiene por qué saber nada de ellos”. Fue, en cierto modo, el preámbulo de la realidad que iba a encontrar en Estados Unidos.
Maiakovski tenía en su contra la barrera idiomática, pues aparte del ruso y el georgiano, no dominaba ninguna otra lengua. Él mismo se refirió a esa limitación, al apuntar: “Solo he visto América desde la ventanilla de mi vagón”. Debido a eso, se vio obligado a viajar a aquellas ciudades donde existían grandes colonias rusas. En ese sentido, también señala: “Al principio hacía un esfuerzo bestial para hablar inglés en un mes, y cuando mis esfuerzos empezaron a dar frutos, la gente a mi alrededor —el tendero, el lechero, el lavandero e incluso el policía— se puso a hablarme en ruso”. Asimismo sus conferencias fueron organizadas por agrupaciones obreras de Estados Unidos. No obstante, ese problema no le impidió captar aspectos paradigmáticos de aquella sociedad, algunos de los cuales conservan hoy una asombrosa vigencia.
Por ejemplo, al referirse a los norteamericanos resaltó el exagerado valor que para ellos posee el dinero: “¿Son tacaños? No. El país que gasta un millón de dólares al año tan solo en helados se merece otros epítetos. Dios es el dólar, el dólar es el Padre, el dólar es el Espíritu Santo. La actitud del estadounidense hacia el dólar tiene algo de poético. El estadounidense obtiene placer estético admirando el color verde del dólar, identificándolo con la primavera”. Y como si se estuviese refiriendo al Estados Unidos de nuestros días, comenta: “Los Estados Unidos (…) entregan créditos a quien sea. Ese dinero sale de todas partes, incluso de la cartera poco poblada de los trabajadores estadounidenses. Los bancos hacen una publicidad muy agresiva de depósitos para obreros. Poco a poco, esos depósitos crean la convicción de que hay que preocuparse por los intereses y no por el trabajo”. Asimismo advierte la gran hipocresía que se oculta detrás de la Ley Seca: “La ebriedad estadounidense, la ley seca también es el típico negocio y la típica mojigatería. Todo el mundo vende whisky. Si entras en la taberna más pequeña, ves cartelitos de ocupado en todas las mesas... ¿Adónde mira la policía? Vigila que no estafen a nadie durante el reparto de beneficios”.
Le llama mucho la atención la cantidad de autos que circulan en las ciudades (“Se ven muchos más coches que personas en las calles”). Y adelantándose a la preocupación que hoy suscitan el cambio climático y el deterioro del medio ambiente, expresa: “¿Qué tiene el automóvil de especial? Hay muchos: ha llegado el momento de pensar en qué hay que hacer para que no ensucien el aire”. La opulencia y la incesante vida de Nueva York las contrasta con el enérgico Chicago, a la cual ya había dedicado un poema en 1920, cuando aún no la había visitado. En su libro, deja un crudo relato de esa ciudad, en donde debido a la contaminación “uno de cada cuatro niños muere en este aire viciado antes de alcanzar la edad de un año”.
En Detroit queda impresionado tras su visita a la fábrica de automóviles Ford, cuya tecnología es muy avanzada. Pero no solo se fija en la precisión del proceso, sino que también se da cuenta de su costado inhumano: “A los cuatro de la tarde me quedé en la puerta de la fábrica, observando el turno que salía de trabajar: la gente subía a los tranvías y se dormía al instante, completamente agotada”. Maiakovski, no obstante, también halla en Estados Unidos aspectos que le parecen dignos de elogio. Así, adora Broadway y apunta que las estaciones de Nueva York son “una de las vistas más majestuosas del mundo”.
Ochenta y seis años después de su publicación, América es un libro poliédrico, rico en detalles y matices, que sorprende por la pasmosa modernidad de muchas de sus opiniones e ideas. Al reconstruir su trayecto vital, ético y estético por tierras americanas. Maiakovski supo combinar las impresiones paisajísticas y el ameno catálogo de curiosidades y costumbres, con las intuiciones sociológicas del testigo asombrado y sagaz
Yo emborronaré el mapa de lo vulgar vertiendo la pintura en un vaso. En un plato de gelatina mostré los pómulos oblícuos del océano.
En las escamas de un pez de hojalata leí la llamada de nuevos labios. Y usted ¿se atreve a tocar un nocturno en la flauta de los canalones?
Vladimir Mayakovski nació en 1893 en Bagdadi en la provincia rusa de Georgia; ruso y cosaco por parte de padre, ucraniano por parte de madre. En 1906, tras morir el padre, su familia se traslada a Moscú, allí pronto entrará a formar parte de partidos de ideología bolchevique, leerá a Marx y participará en diferentes actividades subversivas contra el zar que le llevarán a ser detenido en 1906 , con apenas 13 años... (será detenido otras dos veces y condenado en una de ellas a un año de prisión).Allí será cuando comience a concebir su pensamiento literario, su ideología poética .
ADOLESCENTE
La juventud tiene mil ocupaciones. Estudiamos gramática hasta atontarnos. A mí, me echaron del quinto año, y fui a apolillar las cárceles de Moscú. En nuestro pequeño mundo doméstico, para las camas aparecen poetas de pelo rizado. ¿Qué saben estos líricos anémicos?
A mí, pues,
me enseñaron a amar en la cárcel. ¿Qué vale comparado con esto, la tristeza del bosque de Boulogne? ¿Qué vale comparado con esto, los suspiros ante un paisaje de mar?
Yo, pues,
me enamoré de la ventanilla de la cámara 103, de la "oficina de pompas fúnebres". Hay gente que mira al sol todos los días y se enorgullece. "No valen mucho sus rayos" -dicen. Pero yo,
entonces,
por un rayito de sol amarillo, reflejado sobre mi pared, hubiera dado todo en el mundo.
Pronto tomará contacto con los movimientos futuristas. A los 19 años firmará el manifiesto “Bofetada al gusto público “(ligada con el futurismo italiano del que luego se desvinculará ) . Pero los primeros movimientos artísticos de Mayakovski se relacionarán más con la pintura que con la literatura; estudia arte en El Instituto de Pintura, Escultura y Arquitectura, pero, en contradicción, allí es donde se acercará a la poesía. Conocerá al pintor David Burliuk, fundador de el cubofuturismo , la escisión rusa del futurismo, a la que lleva al extremo:el concepto burgués y elitista del futurismo de Marinetti se convertía en otro creado para el proletariado, para ser convertido en objeto de relación y entendimiento con el pueblo llano, si no en principio sí con la intención de llegar a ella, alterando el sentido conformista y acomodado, social y literariamente hablando; sea a través de una estética y presencia agresiva de sus formas y postulados, sea a través de intentar llegar al pueblo desde la palabra, a veces la soflama. Visto desde ahora aquella inseparable blusa amarilla con la que mostraba su diferencia Mayakovski,, resulta casi infantil, pero era un golpe a las formas, un demostrar que él no era como aquello señores con levita y traje oscuro, que su historia estaba por venir, que los otros , oscuros y clásicos eran el pasado. La insolencia como mensaje
MI UNIVERSIDAD
¿Sabe francés, restar, multiplicar?
Declina maravillosamente! ¡Que decline! Pero oiga, ¿acaso usted podría cantar a dúo, con los edificios? ¿Usted acaso comprende el idioma de los tranvías? El hombre, a veces, apenas sale del cascarón y ya lleva libros bajo el brazo, y cuadernos escritos. Yo, aprendí el alfabeto en los letreros, hojeando páginas de estaño y hierro. Los maestros, toman la tierra, la descarnan, la destrozan, y enseñan: -Toda ella no es más que un globo pequeño, redondo. Pero yo, con los codos aprendí geografía. No en vano he dormido tanto sobre la tierra. Los historiadores se atormentan con
/importantes preguntas:
-¿Era o no era roja la barba de Barbarroja? ¡Que sea! No me gusta meterme en las mentiras con
/telaraña.
Yo conozco de Moscú, cualquiera de sus
/historias.
Hablan de Dobroliubov (para que lo odien) pero su apellido está en contra, protesta la familia. Yo, desde niño aprendí a odiar a los gordos, a los que se venden por una comida. Se sientan, charlan, y para gustarle a la dama, hacen sonar sus pobres ideas con sus frentes llenas de monedas. Yo, dialogaba sólo con los edificios, y las tomas de agua eran mis interlocutoras. Con la ventana del oído atento escuchando, los techos oían lo que les arrojaba al oído. Y luego, de noche, sobre una cosa o la otra nos pasábamos charlando, moviendo la "sin hueso".
. En 1915 ya había escrito “la nube en pantalones”, y en 1916 “La flauta espinazo” la más famosa y completa de todas sus obras, escrita para su amante y mayor amor de su vida, Lili Brik,
AMO
COMÚNMENTE ES ASI El amor le es dado a cualquiera pero... entre el empleo, el dinero y demás, día tras día, endurece el subsuelo del corazón. Sobre el corazón llevamos el cuerpo, sobre el cuerpo la camisa, pero esto es poco.
Sólo el idiota, maneja puños y el pecho lo cubre de almidón. De viejos se arrepienten.
La mujer se maquilla. El hombre hace ejercicios con sistema Müller, pero ya es tarde. La piel multiplica sus arrugas. El amor florece, florece, y después se deshoja.
Oigan
Oigan; si encienden las estrellas es porque alguien las necesita. ¿verdad? Es que alguien desea que estén, es que alguien llama perlas a esas escupitinas. Resollando entre tormenta de polvo al mediodía penetras hasta Dios, tema haber llegado tarde llora, le besa las mano carniseca, implora que pongan sin falta una estrella jura que no soportará ese tormento inestelar. Y luego anda preocupado, aunque aparenta calma. Dice a alguien: ¿ahora no estás mal, eh? ¿A que ya no tienes miedo? Oigan, si encienden las estrellas es porque alguien las necesita ¿verdad? Es indispensable que todas las noches sobre los tejados arda aunque sea una sola estrella.
Pero ya llegaba la Primera guerra mundial y es movilizado. La muerte y el horror le acercarán de nuevo a sus ideas bolcheviques por un tiempo olvidadas en su actividad literaria. La revolución Bolchevique de 1917 le sumirá en un sin fin de actividades y actos, había llegado el tiempo donde se podría reinventar en futuro, crearlo desde cero, se unirán así sus ideas políticas y artísticas. Lanzará proclamas para que se decoré las casas, los tranvías, los vagones, los rebaños... se pinten para el nuevo mundo que viene, , así los cubofututistas crearon el más curioso y grandioso museo al aire libre jamas visto en Rusia. Mayakovski , imparable, arrollador en su energía, incansable en su esfuerzo, tenaz en su lucha ,incluso proclamó la destrucción de la obra clásica. El partido frenó sus impulsos, Vladimir empezaba a aprender que todo y nada se pueden cambiar a la vez... Peros sus poemas seguían siendo gritos al mundo, exaltaciones de el pueblo, de lucha, de revolución de vida por cambiar, de formas que destruir, de grandes manifestaciones, de profundos gritos, de días rojos y noches soleadas..
¿A quién se lo da? Si yo soy inmortal, tu huésped es extraordinario. Los ojos ya no ven. Estoy mudo, cierro la puerta detrás de él, y bien, ¿qué hacer ahora? ¡No faltaba más, con un veneno perecer intoxicado! Una turbia suposición cruzó la mente del tonto boticario. En las ventanas, los curiosos. Se oyen voces. Y de pronto, asciendo a los aires, pasando los mostradores. El techo se abre solo, sin dificultad. Chillidos.
Ruido.
¡Sobre la casa hay uno colgado! Ya estoy sobre la casa. ¡Paso! Veo la iglesia al atardecer, la cruz iluminada. ¡Paso! La cima de los árboles y el bosque. Graznan los cuervos. ¡Paso! ¡Estudiantes! Todo lo que aprendimos es un cuento. Y también todo lo que enseñamos. La Física, la Química y la Astronomía son un
/cuento.
Si se me antoja volar, vuelo por las nubes. Y voy a todas partes, y puedo estar donde quiero, asombrando la rutina de todas las baladas
/poéticas.
Cantad ahora al nuevo demonio con alas, de abrigo americano, y brillo en sus zapatos amarillos.
Su inagotable personalidad,que le hizo ser el portavoz, y no solo artístico, de la Revolución Bolchevique, le llevó a crear y escribir teatro, hacer cine, dibujar pasquines, escribir carteles, propaganda, hacer circo .. extender todas esas artes y actividades . Que el pueblo llano ruso entendiera por un lado sus formas artísticas y por otro lado apoyar la revolución siempre fueron sus metas vitales. Nada le paraba, ni las criticas, ni las depresiones, ni los amores perdidos; se levantaba de nuevo, encajaba el golpe y lanzaba , él por su parte, otro, cuanto más fuerte mejor... Para enfrentarse a los poetas realistas que comenzaban a denigrar las teorías literarias de Mayakovski, y agrandar su base dentro del partido comunista, que luego sería de obligatorio cumplimiento , fundó la revista LEF (Frente Artístico de Izquierdas )para atacar a las corrientes clásicas acusándolas de antirrevolucionarias y conformistas.
Cartel propagandístico de V. Mayakovski
NACIMIENTO
Que aprendan los contemporáneos a escribir, y también los historiadores imbéciles. "Un notable poeta vivió una vida mezquina y sin interés."
Yo sé,
no pronunciarán mi nombre los pecadores, asfixiándose en el infierno. Mi telón en el Gólgota, no se bajará con el aplauso de los popes. Mejor, me beberé mi café por la mañana, en este espléndido parque de verano. En el día de mi llegada, en el cielo de Belén, no encenderán ninguna señal. Nadie molestó las tumbas, donde duermen los magos de pelo rizado. El día de mi llegada, fue como todos los días, absolutamente igual,
EL intenso romance amoroso con Lili Brik , el viaje a París , conocer a Picasso, su viaje a Estados Unidos marcaran su vida y su poesía en sus años siguientes. Pequeños momentos felices -y amargos- entre la creciente animadversión de cierta parte de la sociedad rusa, y de los primeros desengaños en sus obras literarias, así sus obras de teatro como “Misterio bufo” primero y luego “ La chinche” o “Los baños “ -- no fueron ni comprendidas, ni apoyadas--.Estaba fuera de sitio y de tiempo- las críticas de Trosky hacia su obra, el suicidio del poeta Esenin, comenzaron a minar su, otrora, inquebrantable fuerza. El sentido de que su obra no era entendida, que incluso los comunistas se aburguesaban , se adocenaban en su estética, que no cambiaba el mundo tan rápido como él había querido y previsto, le fueron doblando su carácter. Aceptó cosas que nunca antes lo hubiera hecho. Mayakovski con Lili Brik
Conversación con el inspector fiscal sobre poesía
Ciudadano inspector:
perdone la molestia...
Gracias...
no se preocupe...
estoy bien de pie...
vengo a tratar
de un asunto
delicado:
el sitio
del poeta
en las filas obreras.
Junto a
los que tienen
tiendas y fincas
ha sido gravado
y debo pagar.
Usted
me exige
quinientos por semestre
y veinticinco
por no declarar.
Mi trabajo
es semejante
a cualquier otro.
Mire
mis perdidas,
los gastos
de mi producción
y cuánto se invierte
en los materiales.
Usted,
por supuesto,
no sabe qué es una “rima
Si la primera línea
pongamos
acaba en
“atún”
entonces
en la tercera repitiendo las sílabas,
ponemos
algo así como
“tacatún”.
Empleando su lenguaje
la rima
es un cheque.
Cóbrese el verso alternado-
dice la disposición.
Y buscas
la calderilla de sufijos y flexiones
en la caja exigua
de las declinaciones
y conjugaciones.
Intentas meter
una palabra
en la estrofa
y como no entre
las fuerzas y se rompe.
Ciudadano inspector:
le doy mi palabra,
el poeta
paga caras las palabras.
Empleando nuestro lenguaje,
la rima
es un barril.
Un barril de dinamita
la estrofa es la mecha.
Se consume la estrofa,
estalla la rima
y la ciudad
vuela
como un verso. ¿Dónde encontrar,
a qué precio,
rimas
que maten al primer estallido?
Quizá
sólo queden
unas cinco rimas
sin estrenar
en Venezuela.
Y me lanzo a viajar
haga frío o calor.
Me lanzo
trabado por anticipos y préstamos.
Ciudadano
tenga en cuenta el billete es de trasbordo.
-La poesiía
toda-
es un viaje a los desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio.
Un gramo de producto
por un año de trabajos.
Por una palabra
transformas
miles de toneladas
de mineral verbal
Pero, ¡qué abrasador
es el calor de esas palabras
comparadas
con el chisporroteo
de la palabra cruda!
Esas palabras
mueven
millones de corazones
durante milenios.
Claro
hay poetas de calidad distinta.
Algún poeta
con destreza de manos
saca
como el malabarista
el verso de la boca,
de la propia
y de la ajena.
¿Y para qué hablar
de los castrados líricos?
Pone un verso
ajeno
y es feliz.
Es
otro robo y despilfarro
entre los despilfarro que azotan el país. Estos
versos y odas
de ahora
que son aplaudidos
a rabiar
pasarán
a la historia
como gastos accesorios
sobre lo hecho
por nosotros
por dos o tres.
Consumes
una arroba de sal
y fumas un centenar de cigarrillos
hasta
extraer
la palabra preciosa
de las profundidades artesanas
de la humanidad.
Por eso baje
la suma del impuesto.
Quite
de la imposición
la rueda de un cero.
Uno noventa
cien cigarrillos,
uno sesenta
la arroba de sal.
En una encuesta
hay un cúmulo de preguntas:
¿Ha viajado
o no ha viajado?
Y si
en los últimos 15 años
reventé
una docena de Pegasos,
¿qué?
Usted
-`póngase en mi caso-
pregunta por criados
y bienes-
¿Y
si soy
caudillo popular
y a la vez
criado del pueblo
La clase
se expresa
con nuestras palabras
somos proletarios,
propulsores de la pluma.
La máquina
del alma
con los años se desgasta.
Te dicen:
-estás pasado,
fuera.
Cada vez amas menos
te arriesgas menos,
y el embate
del tiempo
golpea mi frente.
Llega
el más terrible de los desgastes-
el desgaste
del corazón y del alma.
Y cuando
este sol
cerdo cebado,
se levante
sobre el futuro
sin pobres ni tullidos-
yo
ya
estaré podrido
muerto en la cuneta,
junto
a una decena
de mis colegas.
Haga
mi balance mortuorio,
afirmo
seguro que no miento:
en medio
de los actuales
bribones y pelotilleros
seré
el único
con deudas impagables.
Nuestro deber
es tronar
como sirena de bronce
entre la neblina de filisteos
entre el bullir de tormentas.
El poeta
siempre
es deudor del universo,
paga por el dolor
intereses
y multas. Soy
deudor
de los lampiones de Broadway,
de vosotros
cielos de Bagdadi,
del ejercito rojo
de los cerezos de Japón_
de todo
sobre lo que
no tuve tiempo de escribir.
Al cabo
¿ Para qué
necesito este jaleo?
¿Para disparar rimas
y enfurecer el ritmo?
La palabra del poeta
es un resurrección
su inmortalidad
ciudadano burócrata.
Dentro de siglos,
en el marco de la cuartilla
cogerán el verso
y resucitarán el tiempo.
Y surgirá
este día
con inspectores fiscales
con brillo de asombros
y hedor a tinta.
Usted, habitante convencido
del presente,
saque en el Comisariado de Caminos
un billete para la eternidad
calcule
el efecto de mis versos
y reparta
mis ganancias
en trescientos años.
Pero la fuerza del poeta
no sólo está
en que le recuerden a usted
y les de un respingo.
No.
Hoy también
la rima del poeta
es caricia
y lema
bayoneta
y látigo.
Ciudadano inspector,
pagaré cinco,
quitando los ceros
detrás.
Yo,
por derecho,
reclamo un hueco
en las filas
de los obreros y campesinos
más pobres.
Y si
ustedes se imaginan
que mi trabajo
consiste en utilizar
palabras ajenas,
aquí tienen
camaradas
mi estilográfica y escriban
ustedes
si quieren.
La poesía de Mayakovski tiene ante todo la necesidad y búsqueda de la oralidad, estaba hecha para ser oída, hablada, cantada, gritada,. Buscaba ,que lejos de los planteamientos puramente literarios y en cierta forma elitistas del futurismo de Marinetti, encontrar la forma de que sus ideas y sus frases fueran escuchadas por el pueblo, de esta forma conjugaba sus dos pensamientos teóricos, el artístico y el político. Los ejemplos más claros, por la necesidad que tenía el poeta de llegar a la gente, a remover sus conciencias, a agregarlos a la revolución fue en 1917 sus poemas se llenan de palabras malsonantes , lejanas al concepto usual de la palabra poética. Se convierten en gritos y voces cercanas a la soflama populista, rayanas con la jerga del pueblo, así lo necesitaba, acercar la poesía al pueblo pero también la lucha... , Buscaba lo que creía posible y lo tenía delante. Lo barriobajero podía servir, y las metáforas hirientes contra el pasado, y las paradojas y las onomatopeyas, y los gritos, y las interjecciones ¿servían para mostrar la nueva poesía y para enseñar el nuevo mundo?...pues se usaban... La inmediatez de la poesía era su rasgo mas característico, estaba escrita a pie de calle, al momento, como un periodista armado de versos y poemas, como un soldado de lápiz y papel. Sin embargo en esa misma intencionalidad estaba su mayor contradicción, la no comprensión del pueblo de sus poemas no tanto , como he dicho, del lenguaje como de las las formas y la estética, que eran lejanas a la poesía clásica antigua y al realismo socialista del presente y futuro
Por todas las que me gustaron o me gustan, guardadas como imagen guardados en la cueva del alma, igual que la copa de vino en un brindis, alzaré mi cráneo colmado de versos.
Pienso más y más si no sería mejor poner un punto con bala a mi final. Hoy, por si acaso, doy un concierto de despedida.
¡Memoria! Junta en la sala de la frente los turnos incontables, mis amores. Trasiega la risa de un ojo a otro, adorna la noche con sartas de pasadas bodas. Que nadie olvide esta noche: hoy tocaré la flauta en mi propio espinazo.
1
Las lenguas de las calles aplasto con los pasos ¿Adónde ir, consumiendo este infierno? ¿Qué celeste Hoffmann te inventó, maldita?
A la borrasca del gozo las calles le quedan estrechas. Del día festivo salen y salen, acicalados todos. Yo pienso. Pensamientos, coágulos, malsanos, espesos, me escurren del cráneo.
Yo, obrador de todo lo festivo, yo no tengo con quien ir a celebrar. Ahora mismo me caeré de espaldas, me saltarán los sesos en las piedras del Nevski.
He blasfemado, sí, voceado que no hay Dios; pero Dios, de las honduras infernales sacó a la que estremecería las montañas subió y ordenó: ¡Quiérela!
Dios está contento. Bajo el cielo, en un candil, un hombre agotado , se apaga. Dios se frota las manitas. Piensa Dios: -¡Ya veras, Vladímir!
A él, sí, a él, para que no adivinase quién eras, se le ocurrió darte marido de verdad y en el piano poner humanas notas.
Si alguien se deslizara de pronto a la puerta de la alcoba, si hiciera el signo de la cruz sobre la colcha y tú y él, lo sé: olería a lana quemada, como azufre humearía la carne del diablo.
Pero en vez de eso, hasta que fue mañana, de horror, que te llevaban a quererte, anduve errante, y gritos en líneas tallaba, joyero loco a medias ya.
¡Jugar con los naipes! ¡Con vino enjuagarte el gaznate al corazón devuelto en un
¡No me haces falta! ¡No quiero! Da igual; sé que pronto me iré al carajo.
Si es verdad que existes tú, Dios, Dios mío; si la alfombra de estrellas por ti fue tejida; si este dolor multiplicado cada día es la tortura que mandas, Señor, cuélgate la cadena de juez. Espera mi visita. Soy puntual, no tardo nada. ¡Escucha, supremo inquisidor! Me sellaré la boca; ni un grito escapará de mis labios mordidos. Átame a cometas como a colas caballunas, y que me arrastren desgarrándome entre los dientes de las estrellas.
O sí no,: cuando mi alma se vaya pasmón enfurruñado, tú alza la Vía Láctea como una horca, préndeme y cuélgame: delincuente.
Haz lo que quieras. Si quieres, descuartízame. Yo mismo a ti, justiciero, las manos te lavaré.
Pero -¿me oyes?- ¡llévate a la maldita esa que has hecho mi amada!
Las lenguas de las calles aplasto con los pasos ¿Adónde ir, consumiendo este infierno? ¿Qué celeste Hoffmann te inventó, maldita?
2
El cielo, olvidando su azul entre los humos, las nubes, prófugas en jirones, amanecen en mi último amor, animado como el rubor de un tísico.
Gustoso acallaré el rugido de la multitud, olvidados hogar y bienestar. ¡Escuchad! ¡Salid de las trincheras! ya seguiréis luchando.
Aun si revolcándose en sangre, como un Baco, cunde la batalla ebria, aun entonces no están gastadas las palabras del amor.
Queridos alemanes! Yo sé que está en vuestros labios la Gretchen de Goethe. El francés sonriendo muere en la bayoneta, el aviador también sonríe y se desploma si recuerdan en el beso la boca tuya, Traviata.
.
Mas no estoy para esa pulpa de carne rosada que siglos han mascado. ¡ Rendíos Hoy a nuestros pies! A ti te canto, pintada, pelirroja.
Tal vez de estos días, dolorosos, como filos de bayonetas, cuando a los siglos les blanqueen las barbas, sólo quedaremos tú y yo, lanzado tras de ti de ciudad en ciudad.
Esposada más allá del mar, te ocultas en la madriguera de la noche, mis besos te llegaran entre las nieblas de Londres en los labios lucientes de los faroles.
En el ardor del desierto, donde acechan leones extenderás caravanas y tú, bajo el polvo que levanta el viento sentirás mi quemante mejilla de Sahara.
Envainada la risa en la boca mirarás: -¡Qué gran torero! Y yo de pronto te lanzaré al tendido los celos desde el ojo moribundo del toro.
Si te lleva al puente tu paso perdido y piensas que el río es hermoso, seré yo, que bajo el puente, disfrazado de Sena, te llamo con una mueca de dientes cariados.
EN el fuego de caballos trotones quemaras con otro la Strelka, el Sokol'niki: yo, desde arriba, encaramado seré como la luna atormentadora, impaciente y desnuda.
Soy fuerte; me necesitan para mandarme: -¡Muere en la guerra! Lo último será tu nombre cuajado en el labio deshecho por la bala.
¿Acabaré en un trono? ¿En Santa Elena? Montando las oleadas de la vida en tormenta soy, igual aspirante al dominio del mundo y al grillete.
Me tocará ser zar: tu perfil en el oro soleado de mis monedas ordenaré a mi pueblo: -¡Estampadla!
Pero allá, donde el mundo se disuelve en tundra, donde con el viento norte trafica con el río, en la cadena rgrabaré un nombre: ¡Lilia! para besarlo en la tiniebla del presidio.
¡Escuchen pues, los que olvidan que el cielo es azul, erizados como fieras! Éste, acaso, es el amor último del mundo, amaneciendo como el carmín de un tísico.
3
Olvidaré año, el día, la fecha.
Me encerraré a solas con este papel. ¡Nace con sufrimiento de palabras lúcidas, magia más que humana!
Hoy llegué de visita; sentí algo mal en la casa. Y qué ocultabas en tu vestido de seda. Olía a incienso en el aire.
-¿ Estás contenta? Tú, frío: ---”Mucho”. El muro de la razón turbada se derrumba, y yo, ardiendo en fiebre, acumulando angustia.
Escucha, da igual: no ocultarás un cadáver -¡atroz palabra, lava en la cabeza!- Da igual: cada músculo tuyo como por una bocina lo clama: ¡muerta, muerta, muerta!
No; contesta. ¡No mientas! (¿Cómo irme así?) los agujeros de dos tumbas abren los ojos en tu rostro. Escucha,
Las tumbas se ahondan. No llega allí la luz. Sin duda caeré desde el cadalso de los días. He tendido mi alma como una soga sobre el precipicio, con malabarismos de palabras me he columpiado en ella.
Lo sé, a él lo ha gastado ya el amor. Adivino tedio en tantos indicios. Vuelve a ser joven en mi alma, presenta el corazón a la fiesta del cuerpo.
Lo sé, cada quien paga por mujer. Qué importa si mientras tanto, en vez de la elegancia parisiense, te vistiera con humo de tabaco.
El amor mío, como un apóstol de aquellos tiempos, lo llevaré por miles y miles de caminos. Los siglos te conceden la corona y en la corona mis palabras, arco iris de espasmos.
Como los elefantes con juegos de quintales remataron el triunfo de Pirro, yo a paso de genio devasté tu cerebro. Para nada. No pude arrancarte..
¡Alégrate, alégrate! ¡Acabaste conmigo! Ahora con tanta tristeza. Correría al río a meter en el agua la cabeza y su mueca.
Me diste los labios: qué cruel con ellos. Al tocarlos sentí frío como si pusiera mi beso penitente en un monasterio labrado en roca helada.
Sonaron puertas. Entró él, calado de regocijo callejero. Yo, partido en dos por mi queja, le grité: -¡Está bien! ¡Me voy! ¡Está bien! Tuya quedará. Cósele con trapos, tímidas alas entre sedas: que engorden. Cuida, no se te vaya. Como piedra al cuello, cuélgale a tu esposa un collar de perlas.
¡Oh, aquella noche! Apreté la desesperación, más y más. Con los lamentos míos, con mi risa, el hocico del cuarto en se torció de miedo. Y la visión surgía, imagen de ti arrebatada, con los ojos la encendías en la alfombra, cual si soñara algún nuevo Byalik a la radiante reina del Sión hebreo..
Torturado, ante aquella a la que me rendí caí de rodillas. El rey Alberto, todas sus ciudades era, comparado conmigo, un obsequiado.
Dórense al sol flores y hierbas! ¡Primavera en las vidas de tantos elementos! Yo sólo quiero un veneno beber y beber versos.
Ladrona del corazón, todo te lo llevaste, atormentaste mi alma en delirio; recibe este regalo, amiga, tal vez nunca imaginaré más nada.
Pintad de fiesta la fecha de hoy. ¡Crea, magia o crucifixión! Miradme: con clavos de palabras clavado al papel estoy.
El mundo semántico que llena la poesía de Mayakovski está lleno de ideas utópicas, de búsqueda de un mundo futuro distinto , Su propia técnica literaria se basaba en dejar de lado cualquier forma de literatura, por tanto poesía, clásica, romper los cánones que encorsetaban el poema , sea en la forma o en el contenido, un concepto nuevo para un mundo nuevo, nada era ni sería igual al pasado, por lo tanto el pasado sobraba.
Habéis disparado contra los guardias blancos. ¿Y por qué no hacerlo también contra Pushkin y los otros generales clásicos?
La metáfora es alegre, humorística, muchas veces irónica, otras agresiva , combatiente, crítica con la sociedad y el entorno. Los juegos de palabras (por desgracia indefinidos en sus traducciones) La rima sobraba , al menos la rima clásica del final del verso, puesto que podía aparecer al principio, en el medio, entre dos interjecciones,saltando dos versos.... Y sobraba el metro, la cadencia,... Era el ritmo, y sobre todo la palabra. La palabra rotunda y alegre .La palabra con sentido...Así sus versos parecían ser principio y final en ellos mismos,. En ellos hay que buscar la composición de los poemas, la “trama” de sus poesías, las imágenes, y la desmesura de su sus composiciones y de su ego que arropaba y cubría todos sus libros, toda su vida... El amor, la guerra, el combate, la muerte, el suicidio, él mismo, el futuro, las maquinas, el futuro, el partido, la ironía, la risa, la crítica va circulando por sus poemas, entre poema y poema, alternándose, cambiantes como el mundo que le tocó vivir.
EL POETA OBRERO
Gritan al poeta: “quisiéramos verte al torno. ¿Los versos? ¡Bobadas! Eso es para no dar el callo” Tal vez para nosotros el trabajo es la tarea mas afín. Yo también soy fábrica, aunque sin chimeneas, pero quizá sin ellas se pasa peor. Sé-- odiáis la palabrería. Talar el alcornoque es vuestro quehacer. ¿Y nosotros? ¿No somos ebanistas' Transformamos el alcornoque de las cabezas humanas. Sin duda, pescar es cosa distinguida. Sacar la red y en ellas el pescado. Pero el trabajo del poeta es más delicado: pesca a gentes, que no a peces. Enorme trabajo arder ante el horno, el rojo hierro templar. ¿pero quién nos tilda de holgazanes? Con la lima de la lengua desbastamos los cerebros. ¿quién es mas-- poeta o el perito que al hombre el bien material? Iguales. El corazón es otro motor. El alma es otro ingenio. Somos parejos. Compañeros, dentro de la masa obreras. Proletarios de cuerpo u alma. Sólo juntos hermosearemos el mundo y lo impulsaremos con himnos. Pondremos un dique a los chorros verbales, ¡A la obra! El trabajo es vivo y nuevo. Y los oradores ociosos-- ¡AL molino! ¡Con los molineros! A girar las muelas con el torrente de las palabras.
Ya habían pasado 13 años desde la revolución y se sintió incomprendido, nada es lo que él hubiera querido, se sintió acosado por el mundo : “Cuando haya muerto, leeréis mis versos con lágrimas en los ojos”. Les dice a un masa de estudiantes que lo insultan y atacan. La depresión, la soledad, quizás un amor que no fue, le llevan a Mayakovski a decidir dar final a su vida :
Lo difícil no es morir, sino seguir viviendo.
Fue, acaso, preso de su personaje , de su personalidad, de su imparable fuerza , de sus ganas de cambiar las cosas, de moverse, de ver otro mundo...cuando eso pareció desvanecerse, prefirió poner un pequeño revolver español que usaba en una obra de teatro en la cabeza y disparar..
Jamás comprenderéis por qué yo, tranquilo, entre el vendaval de burlas. Llevo en un plato el alma al festín de los años futuros. Por el carrillo rasposo de las calles, resbalando como lágrima inútil, yo, quizá sea el último poeta. ¿Habéis visto? En las avenidas pedregosas se contonea la cara listada de la abulia ahorcada, y sobre la cerviz espumajosa de los ríos veloces retuercen los puentes sus brazos de hierro. El cielo llora desconsolado, sonoro; una nubecilla una mueca en la comisura de los labios parece una mujer que esperaba un niño y Dios le dio un idiota tuerto. Con dedos rollizos, cubierto de vello rojo, el sol acarició con la insistencia del tábano vuestras almas fueron esclavizadas a besos. Yo, intrépido, mantuve en los siglos el odio a los rayos de día; con el alma tensa, como nervios de cable, soy el rey de las lámparas. Vengan a mí los que rasgaron el silencio, los aullaron cuando el dogal del mediodía apretó, les mostraré, con palabras sencillas,. Como un mugido, nuestras nuevas almas, zumbantes, como arcos de lámparas. Apenas toque con los dedos vuestra cabeza os crecerán los labios para enormes besos y una lengua afín a todos los pueblos. Yo, con el lama renqueante, me retiraré a mi trono con agujeros de estrellas en las bóvedas gastadas. Me acostaré luminoso con ropas hechas de indolencia sobre el blando lecho de estiércol legítimo y silencioso, besando las rodillas de las traviesas me abrazará por el cuello la rueda de un tren.
Es tiempo- comienzo el relato sobre Lenin. No porque no haya pena más grande, es tiempo porque la honda tristeza sea ya dolor claro y consciente. Tiempo, vuelve a flamear los lemas leninistas. ¿Es justo derramar lágrimas y lágrimas? Lenin sigue siendo el hombre más vivo entre los vivos. Es nuestra sabiduría. nuestra fuerza y el arma que blandimos. Los hombres son como barcas, aunque sin agua. Mientras vivimos se nos pegan a los costados muchos caramujos sucios. Y después, sorteada ya la tempestad furiosa, te sientas bajo el rayo del sol y te quitas la barba verde de las algas y la barba lila de las anémonas. Yo también me limpio para semejarme a Lenin y seguir remando por la revolución. ---------------------------------------------- De noche dormimos. De día hacemos las cosas. Nos gusta lo ilusorio. Cuando alguien es capaz de poner las cosas en su lugar, le llamamos «profeta», lo llamamos «genio». No tenemos grandes ambiciones, si no nos llaman no acudimos. Agradar a nuestra esposa ya es bastante. Pero cuando alguien diferente avanza con su cuerpo y su alma juntos, murmuramos «majestuosa figura», nos admiramos «don divino». Eso es lo que dice la gente ni demasiado ingeniosa ni demasiado imbécil. Las palabras aparecerán y desaparecerán como el humo. De esas cabezas huecas no sacarás nada más... Pero ¿cómo medir a Lenin con la misma vara? Lo vio todo y todo el que quiso ese «tiempo» no tuvo que agacharse para pasar bajo el dintel. ---------------------------------------------- Ayer, a las seis y cincuenta murió el camarada Lenin. Este año ha visto lo que no verán muchos otros. Este día entrará en la leyenda triste de los siglos. El horror hizo brotar un estertor de acero. Una ola de sollozos pasó sobre los bolcheviques. ¡Terrible peso! Nos arrastrábamos como una masa extraviada. Saber- ¿cómo y cuándo? ¡Saberlo todo! En las calles, en las callejuelas boga como una carroza fúnebre el Gran Teatro. La alegría es un caracol que repta. La desgracia es un corcel indómito. Ni sol ni brillo de espejo, todo tamizado por los diarios, salpicado con negra nieve. La noticia asalta al obrero delante de la máquina. Una bala en el alma. Y es como si se derramasen lágrimas sobre cada instrumento de trabajo. Y el mujik que ha pasado por todas y que, más de una vez, miró la muerte a los ojos, se aparta de las mujeres, pero se traiciona por los regueros negros que enjuaga con el puño. Aun los hombres más duros -de silex- se mordían el labio hasta sacarse sangre. Los niños quedaron serios como viejos, y los viejos lloraban como niños. Por toda la tierra el viento llevaba el insomnio sin pensar, soplando y volviendo a soplar, que allá en el hielo de un pequeño cuarto de Moscú, estaba el ataúd del padre y del hijo de la revolución. El fin, el fin, el fin. ¡Qué difícil creerlo! Un vidrio- y vemos lo que está abajo... Es a él a quien traen de la estación Paveletzki y llevan por la ciudad que arrebató a los amos. La calle parece una herida abierta... Aquí cada piedra pisada por los primeros ataques de octubre, conoce a Lenin. Aquí todo lo que cada bandera ha embellecido, fue comenzado y ordenado por él. Aquí cada torre ha oído a Lenin y lo habría seguido a través del fuego y del humo. Aquí cada obrero sabe quién es Lenin- exponed los corazones como ramas de abetos. Nos llevaba al combate, anunciaba las conquistas, y así el proletario es dueño de todo. Aquí cada campesino ha inscrito en su corazón el nombre de Lenin con más ternura que en las calendas de los santos. Ordenó devolverles las tierras con que sueñan los abuelos muertos bajo el knut. Y los comuneros -los de la Plaza Roja- parecían murmurar: «¡Tú, a quien tanto queremos! Vive pues tal es el más bello destino al que aspiramos- cien veces nos lanzaremos al ataque dispuestos a morir!» Si apareciese ahora un hacedor de milagros, y nos dijese: «Para que él se levante debéis morir vosotros!»- La esclusa de las calles se abriría y los hombres se arrojarían a la muerte cantando. Pero no hay milagros; inútil es soñar. Está Lenin, el ataúd, las espaldas encorvadas. Fue un hombre humano hasta el fin. Ahora, soporta el suplicio del dolor de los hombres. Nunca hubo flete más valioso llevado por nuestros océanos que ese ataúd rojo bogando hacia la Casa de las Uniones, sobre la espalda de sollozos y peldaños. Mientras hombres del temple de Lenin montaban guardia de honor, la muchedumbre esperaba desde hacía un rato apiñada a lo largo y Dimitrovka. En en alo diecisiete, el mismo con su hija en la cola para el pan- ¡mañana comeremos! Pero en esta glacial y terrible cola, todos se alineaban niños y enfermos. Las villas se alineaban al lado de las ciudades. El dolor tintineaba, infantil o viril. La tierra de trabajo desfilaba, vivo balance de la vida de Lenin. El amarillo sol bizqueando dulcemente, se levanta y lanza los rayos a sus pies. Como acosados, llorando la esperanza, doblados de dolor desfilan los chinos. Las noches venían a lomo de los días, confundiendo las horas, mezclando las fechas. Como si no hubiese noches ni estrellas arriba. sino negros de los Estados Unidos llorando a Lenin. Un frío antes nunca sentido escocía las suelas, pero cada cual permanecía en esa multitud apretada. Ni siquiera se atreven a frotarse las manos para calentarse un poco, no es conveniente. El frío atrapa y arrastra como si quisiera poner a prueba el temple del amor. Penetra a la fuerza en la muchedumbre. Presa de agitación la muchedumbre pasa por detrás de las columnas. Los escalones crecen, se vuelven arrecifes. De pronto no se oye ni canto ni respiración, y nadie se atreve a dar un paso más- bajo el pie, hay un abismo,- es el borde filoso de un abismo de cuatro escalones. Cortando la esclavitud de cien generaciones, tiempo en que el oro tenía toda la razón. El borde del abismo- el ataúd de Lenin, y más allá, en todo el horizonte, la columna. ¿Qué veremos? Nada más que su frente, y a Nadejka Konstanstinovna, detrás, de una bruma... Quizá ojos que no llorasen verían algo más. Pero no eran ojos como esos los que yo veía. La seda de las banderas flameantes se inclina, para rendir los últimos honores: «Adiós, camarada, has terminado tu honrado y valiente camino.» Horror. Cierra los ojos, no mires, como si andases sobre una cuerda de seda. Como si por un instante estuvieses a solas con una inmensa y única verdad. Soy feliz. El agua sonora de la marcha lleva su cuerpo sin peso. Sé que en adelante y para siempre, ese momento vivirá en mí. Feliz de ser una partícula de esta fuerza que tiene en común hasta las lágrimas de los ojos. Imposible que la comunión en el inmenso sentimiento llamado clase, sea más fuerte, más pura. ---------------------------------------------- Y la muerte de Ilitch fue un gran aglutinador del comunismo. Por encima de los troncos de un enorme bosque, millones de manos sosteniendo su asta -la Plaza Roja- la bandera roja se eleva, arrancándose con una terrible sacudida. De esa bandera, de cada uno de sus pliegues, nos llegam vivo de nuevo, el llamamiento de Lenin: -¡En fila, proletarios, para el último cuerpo a cuerpo! ¡Esclavos enderezad vuestras rodillas hincadas! ¡Ejército de proletarios, adelante y en orden! ¡Viva la revolución alegre y rápida! Esta es la única gran guerra de todas la que la historia ha conocido.
YO Y NAPOLEÓN
Vivo en la Gran Presnaia n.º 36/24 Un lugar muy tranquilo. Muy tranquilo. ¿Entonces? ¿Acaso es asunto mío que alguien en alguna parte de este tempestuoso mundo haya provocado una guerra?
Ha caído la noche. Buena. Insidiosa. ¿Por qué esas chicas se estremecen así, moviendo ojos tan inmensos como focos? La muchedumbre callejera humedece sus labios calientes en el agua del cielo, y la ciudad, agitando sus esposas enbanderadasm implora y vuelve a implorar a la cruz roja. Una iglesia despeinada se pega a la cabecera de la avenida -hatillo lleno de lágrimas- mientras que los parterres de la avenida pierden sangre, como un corazón desmenuzado por los dedos de las balas. La angustia aumenta, aumenta, devora la razón endurecida. Ya los invernaderos de Noev palidecen por un gas letal. ¡Decid a Moscú que se retenga! ¡Decidle que no tiemble! Un segundo más e iré al encuentro del rey de los cielos- ¡Si quiero, os mato al sol! ¡Mirad! Lava sus banderas en el cielo. ¡Allí está! Gordo y pelirrojo. Hace sonar el pavimento con sus cascos rojos, avanza sobre el cadáver de los techos. ¡A ti! que gritas: «Te destruiré, te destruiré»; a ti, que divides la noche en las cornisas sangrientas. te lanzo un desafío- yo, un alma sin miedo.
¡Avanzad, avanzad hombres estragados por el insomnio, hombres con la cabeza en llamas! ¡Qué importa! He aquí nuestro último sol- el sol de Austerlitz. Y vosotros, los dementes de Rusia, de Polonia, avanzad también: hoy Napoleón soy yo. Soy el jefe de los ejércitos y aún más. Comparadnos -a él y a mí- Él sólo se codeó una vez con la peste y venció, por atrevido, la muerte; yo, cada día visito a los apestados en miles de Jaffa rusos. Por uina sola vez que sin flaquear afrontó las balas, será honrado por los siglos de los siglos; pero yo, tan solo en julio he cruzado mil puentes de Arcole. Mi grito está tallado en el granito del tiempo. Mi grito retumbará y retumba porque dentro de un corazón devastado como Egipto hay millones de pirámides. Seguidme, hombres estragados por el insomnio ¡Subid! Con la cabeza en llamas. Yo te saludo último sol de mi vida, sol de Austerlitz! ¡Hombres! ¡Ya es bastante! Echaos sobre el sol ¡y adelante! Desteñidlo. En la catedral estrangulada de la garganta sube el estertor de una marcha fúnebre. ¡Hombres! Cuando canonicéis los nombres de muertos más famosos que yo,- acordáos: entre los muchos que la guerra mató está el poeta de la Gran Presnaia.
150.000.000
150.000.000 es el nombre del artífice de este poema. Su ritmo: la bala. Su rima: el fuego saltando de un edificio a otro. 150.000.000 hablan por mi boca. Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos, en el papel vitela del adoquinado.
¿Hay quién pregunte a la luna? ¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas? ¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor más genial de la tierra?
De igual modo este poema no tiene autor. Su única idea es brillar en el día naciente. Ese mismo año, en ese día y hora, bajo tierra, en la tierra por el cielo y aún más arriba aparecieron estos carteles, octavillas, afiches:
«A TODOS¡ ¡A TODOS! ¡A TODOS! ¡A todos los que ya no aguantan más! ¡Salid y marchad juntos!»
(firmas): La Venganza -maestro de ceremonias. El Hambre -administrador. La Bayoneta. La Pistola. La Bomba. (tres firmas: los secretarios)
¡Vamos! ¡Vamos, vamos! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Se caen! ¡Eh, Juanón! ¡Mete billetes en la alpargata! ¡No vayas descalzo al mitin! ¡Adiós, Rusia del alma! ¡Se acabó el pobre! ¡Ya encontramos otra Rusia! ¡La internacional! ¡Vamos! Sentado en sillón de oro toma té con bizcochos. Iré a verle, furioso. Iré a verle tísico. Iré a verle y le diré: «Wilson, oye Woodrow, ¿quieres un cubo de mi sable? Ya verás...» Llegaremos hasta el mismísimo hasta Lloyd George Y le diremos: «Oye, Jorgito...» -Hasta él no llegas. Hasta él hay océanos. Con esos no puede el jamelgo ruso No importa. Iremos a pata. Despertaba a la llamada de los bosques Fieras y fierecillas segregaban fuerza. Un lechón gruñía aplastado por un elefante. Los cachorros formaban hileras de cachorros. El grito humano es insoportable. Pero la fiera se exprimía el alma. (Os traduciré el bramido de los animales, si no conocéis la lengua animal): «¡Escucha, Wilson, bola de grasa! Si la culpa es del hombre, castígalo. Nosotros no hemos firmado el pacto de Versalles. Las fieras, sí, ¿pero por qué debemos pasar hambre? ¡Que sufran ellos nuestro dolor animal! ¡Quién pudiera hartarse una vez más! ¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas! ¡A las praderas americanas!» ¡Oh! ¡Oh-uh! Ya no cabemos en la jaula-bloqueo. ¡Adelante, automóviles! ¡Al mitin, motocicletas! ¡Lo pequeño, a la derecha! ¡Ceded el paso a los camiones! ¡Los caminos se pusieron en fila india! Escuchad loq ue dicen los caminos ¿Qué dicen! «Nos asfixiamos de tanto viento y polvo, retorciéndonos en los railes por estepas hambirentas. Por dóciles kilómetros sin empedrar, estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios. Queremos saturarnos de asfalto, ceder bajo el peso del expreso. ¡levantáos! ¡Basta de dormir carreteras mecidas por el polvo! ¡Vamoooos!» ¡Vamos a las minas! ¡A por pan! ¡A por el moreno! Sembrado para nosotros. Sin leña sólo los tontos pueden andar. ¡Al mitin, locomotoras! ¡Locomotoras, al mitin! ¡Rápiiiido! ¡Rápidorápido! ¡Eh, regiones, levad anclas! Tras Tula, Astrakán, una mole tras otra, inmóviles desde Adán, arrancaron y avanzan sobre otras, con ruido de ciudades. Llevando por delante la oscuridad rezagada, tropezando con las frentes de los faroles, iban al mitin legiones de luz, con las zancadas de postes eléctricos. Y por encima conciliando el agua y el fuego, pudriñendose de ahogados, fluían los mares. «¡Paso a las olas del Caspio!» ¡No volveremos a Rusia! No en el flaco Bakú. en las playas de la jubilosa Niza brincaremos con la ola mediterránea.» Y, por fin, tras el trueno de correr y trotar, respirando a pleno pulmón, en borbotones de nubes salieron por los agujeros los aires ya tormentosos de Rusia. ¡Vamo-o-o-s! ¡Vamosvamos! ¡Y todos los ciento cincuenta millones de gentes, billones de peces, trillones de insectos animales salvajes, animales domésticos, centenares de regiones, con todo lo que hay construido, lo que vive en ellas, todo lo movible, inamovible, lo que apenas se movía, reptando, arrastrándose, nadando. Marcho en avalancha ¡en avalancha! Y retumbaba el sitio donde estuvo Rusia. Lo importante no es comerciar con sacarina, ¡El corazón quiere ser campana que doble! Hoy al paraíso lanzaremos a Rusia más allá de los irisados pozos del crepúsculo. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Vamosvamos! ¡A través de la guardia blanca de las nieves! ¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades de los límites que por siglos les fijaron las autoridades? ¿Por qué aguzan el oído de los cielos? ¿A quién atalaya el horizonte?
Por eso hoy ls ojos del mundo entero están puestos en nosotros y todos los oídos alertas captan el más mínimo sonido nuestro Para ver esto Para escuchar estas palabras: esto es la voluntad de la revolución, lanzada mñas allá de sus últimos límites esto es un mitin armazones de máquinas, gentes, y cuerpos de animales, esto son manos patas pinzas bielas levantadas aun donde el aire enrarecio prometiendo una misma cosa al unísono. Olvidad a los poetas que lanzan aullidos celestiales, olvidadlos, escuchad esta canción: «Vinimos a través de ciudades, nos abrimos paso en la tundra pisamos fango y charcos. Vinimos millones millones de obreros, millones de trabajadores y empleados. Vinimos de las casas, escapamos de los almacenes, de las callejuelas alumbradas por los incendios. Venimos millones, millones de objetos, destrozados, rotos, arruinados. Bajamos de las montañas reptamos por bosques y campos de cebada agostados por los años. Vinimos, millones, millones de ganado, cerriles, embrutecidos, hambrientos. Vinimos millones de impíos, paganos y ateos con la frente, el hierro oxidado, el campo Recemos todos a Dios, con fervosr. ¡Aparece, no de un mullido tálamo estelar, Dios de hierro, Dios de fiego Dios, ni Marte, ni Neptuno, ni Vegas, Dios de la carne, ¡Dios-Hombre! Baja de las estrellas que brillan en las arenas, liberado de las alturas, terrestre, ¡sal, aparece entre nosotros! No el que «estás en los cielos». Hoy a la vista de todos obraremos milagros, nuestros propios milagros. Nos encabritamos si en tu nombre hay que batallar en medio del humo en el fragor del turno. Nuestras hazañas serán más difíciles que las del Creador que llenaba de cosas el vacío. No sólo tenemos que construir con imaginación nueva, sino también dinamitar lo viejo. ¡Sed, danos de beber! ¡Hambre, aliméntanos! Ya es hora de llevar el cuerpo al combate. ¡Más tupida sea la descarga contra los cobardes! ¡Contra el montón, fuego de metralla!
¡Que todo venga del mismísimo fondo del alma! ¡A fuego, a llama, a hierro, a luz, abrasa, quema, corta, destruye!
Nuestras piernas son abanicos que aventan la polvareda. Nuestras aletas son naves Nuestras alas son aeroplanos. ¡Caminar! ¡Volar! ¡Cruzar! ¡Rodar! haciendo inventario del mundo entero. Si esa cosa es útil, bien, sirve. Si es inútil, ¡al diablo! Una cruz negra. ¡Acabaremos contigo, mundo romántico! Basta de fe en el alma, ¡electricidad, vapor! ¡Basta de mendigos! ¡Embolsad las riquezas de todos los mundos! ¡Matad cuanto es viejo! ¡De los cráneos haced ceniceros! Arrasadas las antiguallas, un mito nuevo se impondrá en el mundo. Romperemos con el pie la barrera del tiempo Miles de arcoiris colorearán el cielo.
En un mundo nuevo se abrirán las rosas y los sueños ensuciados por las rimas. Todo estará hecho para el placer de los niños grandes que somos. Inventaremos rosas nuevas, rosas de capitales con pétalos de plazas. Vosotros, los marcados con el estigma del suplicio, ved al verdugo de hoy. Y sabréis que los hombres pueden ser cariñosos, con el amor que la estrella trepa por un rayo. Nuestra alma será confluencia de los Volga de amor. Todo el que las aguas traigan -tú o cualquier otro- será bañado por una mirada luminosa. Por las arterias más finas boaremos las naves faéricas de los hallazgos poéticos. Y tal como lo escribimos el mundo será el miércoles y ayer y hoy y mañana y siempre, por los siglos de los siglos. Por el verano secular, lucha, canta: «En la batalla final» ¡Coreemos un himno común! ¡Más de un millón! ¡Multipliquémonos por cien! ¡Vamos, por las calles! ¡A los tejados! ¡Tras los soles! ¡En los mundos! ¡Gimnastas de la palabra! Y Rusia ya no es un pordiosero no es un montón de escombros, no es ceniza de casas Rusia Rusia entera es un solo Iván sus brazos son el Neva y sus pies las estepas del Caspio.
El siguiente fragmento narra el cuerpo a cuerpo que sostienen Iván, en harapos tras atravesar océanos y montañas, y W. Wilson, en Chicago.
Atrincherado en su palacio, Wilson resiste, acciona unos resortes dorados, y de inmediato se alarga la cadena de formaciones inhumanas. Más terrible que tanques, que aguerridos regimientos, el hambre se levanta, sin vientre, con cien bocas, con millones de mandíbulas, y sale de un salto. Muerde una ciudad -se rompe como una nuez. Atrapa una villa -y sus huesos crujen. A los hombres, a los animales, se los traga a puñados. Precediéndola, aguzado el oído, abre la marcha la ruina. La fábrica respira. la ruina la oye. La ruina oye. La fábrica respira. la ruina estrecha, la fábrica se desmorona. Ataca, blandiendo un trozo de vía férrea. Todo se convierte en polvo, declina, se hunde. ¡Prepárate! ¡Al ataque! ¡Trabaja! ¡Suda! La garganta del hambre, el morro de la ruina, ¡Las estrangularemos con el nudo corredizo de las vías férreas! Y cuando el país iba a quedar sin aliento -cortado por el hambre- entonces, blandiendo el ariete hidráulico de los trenes, el transporte se puso en marcha. Las locomotoras, con su blanca barba al viento, combaten, el hambre cede, y los trenes cargados de trigo, empezaron a pasar por encima de su cuerpo comiéndose los restos.
Estremecido de rabia, Woodrow ordena: «Aniquiladlo enseguida» y envía enjambres de guerreros jóvenes... Y todos avanzan protegidos por el fango, espiroqueta sobre espiroqueta, vibrión sobre vibrión. El veneno de los microbis, las patas de los piojos, ensucian la sangre, hacen cosquillas a los cuerpos. De una copa inédita surgen las enfermedades, de pronto, el hombre adormecido se llena de manchas se hincha, y estalla como un hongo. Entonces se ponen en marcha precedidos por cierta farmacia arcoiris, poniendo en las troneras botellas de fenol, lazaretosm clínicas, hospitales. Los piojos retroceden estrechando filas, perseguidos por el fuego de los microscopios. La cadena desinfectante los golpea y golpea. Los enemigos son puestos patas arriba. Y abajo blandiendo como bandera una receta, desfila triunfalmente el Narkomzdrav del mundo entero De Wilson sale un extraño sonido,- Enfermedades y penurias han sido vencidas, y envía su último ejército, el ejército envenenado por las ideas.
El 14 de abril de 1930, a las 10:15 de la mañana Vladimir Maiakovski se pegó un tiro en el callejón de Lubianski con el revólver que le había servido doce años antes para su papel en la película "No nací para el dinero".
Militante bolchevique, a los 13 años lo detienen por primera vez acusado de formar parte de la imprenta clandestina del Partido Comunista. Luego, será detenido otras dos veces, la última en 1909 por organizar una fuga de encarceladas, por lo que cumple un año de prisión: tenía 17 años.
Editó poesías, escribió obras de teatro, guiones cinematográficos, canciones para el Ejército Rojo y para las instituciones del obrero. Participó en las batallas teóricas de los formalistas, compuso el "Manifiesto Futurista Ruso", diseñó afiches y otros objetos molestos. Fue amigo de Shklovski y enemigo de Gorki y Marinetti. En 1948 los estadounidenses prohibieron la reedición de los poemas de Maiakovski en Alemania, que estaban ya traducidos, editados y dispuestos para la venta.
Contínuamente perseguido por la burocracia revolucionaria, el 9 de marzo de 1930 el diario Pravda realiza una dura crítica titulada "Sobre los caprichos del izquierdismo" en contra de su obra teatral Los Baños. Decía: "la intelectualidad pequeño-burguesa revolucionaria, que se unió al proletariado cuando ya se había definido y establecido firmemente su victoria, comienza a sentirse la sal de la tierra. Desconectada del pasado proletario, de su tradición de lucha, la intelectualidad tiende a considerarse como más a la izquierda, más revolucionaria que el proletariado mismo. No cabe duda de que oímos una falsa nota izquierdista en Maiakovski".
«Soy poeta. Eso es lo que me hace interesante.» Escribe Maiakovski en 1922. Veintiocho años antes nacia en un pueblo transcaucasiano, Bardad, que hoy lleva su nombre. Su padre era guardia forestal y solía llevar al pequeño Vladimirovich en sus rondas a caballo por el distrito. El trato íntimo con los campesinos, el conocimiento de sus problemas y de las injusticias que tenían que soportar, desarrolló en el niño sensible y apasionado que era entonces Maiakovski, un desgarrado amor por el pueblo, que llegará a convertirse en la nota dominante de la sinfonía multicolor de sus futuras composiciones literarias. Una tarde, la bruma se abre a los pies del jinete para dar paso a un «un brillo más claro que el cielo»: la electricidad. Padre e hijo estaban en las inmediaciones de una fábrica de duelas. Tras descubrir la electricidad -Sigue contándonos-, la naturaleza perdió interés, no le pareció lo bastante perfeccionada. La precisión aplicada, la invención técnica es el puente que, más tarde, le lleva al mundo moderno y lo vincula con el movimiento literario acaudillado por el italiano Marinetti y llamado Futurismo. La familia Maiakovski se muda a un pueblo más importante, Kutaissi, y Vladimir es admitido, tras los exámenes correspondientes, en la escuela local. También data una anécdota que, respetada muchos años después por la memoria autobiográfica, pone de relieve la índole iconoclasta y modernista de aquel iluminado por la electricidad, que, más adelante, le permitirá tutearse con la vanguardias literarias y politicas. Durante uno de los exámenes de admisión, un examinador le pregunta por el significado del vocablo «oko», a lo que el candidato contesta que es una medida de peso georgiano. Aunque correcta, su respuesta no es completa. En efecto, «oko», en antiguo eslavo religioso, significa ojo. Desde aquel momento -recuerda Maiakovski-, «odié todo lo que es viejo, todo lo que es eslavo, todo lo relativo a la iglesia». Es posible -agrega- que ello esté en el origen de mi futurismo, de mi ateismo y de mi internacionalismo.
Entre los confines de su enorme país, donde la noche es también blanca, y particularmente la Georgia natal, patria chica, por lo demás, del entonces activista Stalin, se propaga la agitación revolucionaria. En la casa Maiakovski se reciben algunas revistas (Noticias rusas, La palabra rusa, la riqueza rusa) cuyo contenido y efervescencia, simultáneamente nacionalista y revolucionario, soliviantaban el espíritu ya brioso de Vladimir. Una de sus hermanas trae de sus viajes a Moscú ejemplares de octavillas antizaristas.
Estamos en 1905. Vladimir ya no tiene la cabeza para meras tareas escolares. Sus ojos le revelan los hechos que llaman a la acción. De pronto, descubre que todo es desafío y que habita un terruño sojuzgado por el centralismo moscovita. «Para mí -escribe-, la revolución empezó de la siguiente manera: mi compañero de escuela Isidoro, ayudante de cocina de la casa del cura, saltó de contento al frente al horno: habían matado al general Alikanov, jefe de la represión unitaria en Georgia. Manifestaciones y mitines. También yo asistía. Era algo hermoso de ver. Conservo impresiones de carácter pintoresco: los vestidos de negro, son los anarquistas; de rojo, los ess-er (social revolucionarios); de azul los ess-de (socialdemócratas); los otros colores correspondian a los federales...» Maiakovski pasa de la lectura de novelas (Cervantes, Julio Verne) a la de opúsculos de contenido político: Abajo los socialdemócratas. Charlas sobre economía, etc. Se siente atraido por la figura del socialista alemán Ferdinand Lassalle «probablemente porque no lleva barba. Parece más joven. Lassalle y Demóstenes se mezclan en mi mente. Pronuncio arengas ásperas y provocadoras». Como vemos, no es precisamente humor lo que le falta al joven agitador.
En 1906 muere el jefe de la familia y la señora Maiakovski, tras vender los pocos y modestísimos bienes que poeen, emprende viaje a Moscú con sus tres hijos, adonde llegará no sin pasar por algunas vicisitudes. La pensiñon de viudedad que recibe no es suficiente para alimentarlos a todos. «Mamá se vio obligada a aalquilar los cuartos restantes y a preparar comidas. Los cuartos son tristes. Los estudiantes que los alquilan son pobres. Socialistas. Todavía me acuerdo de uno de ellos, el primer bolchevique que conocí.» Para aumentar los ingresos familiares, Vladimir se inicia en la pintura decorativa, concretamente huevos de Pascua de madera. Sigue estudiando, a pesar de todo, y sus lecturas paralelas lo consolidan, políticamente, en su elección ética primitiva. «Ninguna obra de arte me apasionó tanto como el Prefacio de Marx y los escritos de Hegel.» Escribe por entonces sus primeros versos pero, un día, considera que eso es incompatible con su dignidad social.
En 1908 se adhiere al Partido socialdemócrata (bolchevique). Poco después es elegido miembro del comité juvenil moscovita. Acusado de redactar octavillas, lo arrestan y encarcelan en el penal de Presnia. Sale en libertad, aunque no lo estará por mucho tiempo. Unos huéspedes de su madre cavan un túnel para propiciar la evasión de unas mujeres detenidas en la prisión de Novinsk, cosa que logran. Vladimir es arrestado por supuesta complicidad con los autores del hecho y pasa once meses en la cárcel de Beutirki (que sin duda tienen relación con el paródico poema de la Cárcel de Reading que escribirá años después). Libre una vez más, Maiakovski se vuelve hacia la literatura y lee con avidez: la poesía de los simbolistas rusos, algunos «clásicos» como Byron, Shakespeare, Tolstoi y Puschkin. «La novedad formal me excitaba -recuerda en su autobiografia-. Pero lo sentía ajeno. Los temas, las imágenes de esos autores no pertenecían a mi vida. Sin embargo, traté de escribir del mismo modo, pero sobre otra cosa. Muy pronto comprobé que del mismo modo, pero sobre otra cosa era algo imposible de hacer.» A Vladimir le pesa, pura y simplemente, la falta de una base cultural «sólida»; le pesa su falta de «experiencia del arte». «Soy ignorante -confiesa-. Tengo que buscarme una escuela seria. Si me quedo en el Partido, deberé pasar a la ilegalidad.» En aquellos momentos le parecía que en la ilegalidad no podría aprender nada. ¿Qué le hubiera quedado entonces? Escribir octavillas toda la vida, exponer ideas extraidas de «libros justos» pero cuyo autor no era él mismo. «¿Qué me quedaría si me vaciasen de lo que leí? El método marxista. ¿Pero no había caido esta arma en manos de un chiquillo?» El problema tenía, por supuesto, su trasfondo vital para un espiritu artista como el suyo: «¿Qué puedo oponer a la estética de las antiguallas en circulación?» En definitiva está convencido de que la Revolución le exigirá haber pasado por una escuela seria; en consecuencia, da por terminado su trabajo de militante y se pone a estudiar. Maiakovski no está encandilado por sus dones; no se escatima la autocrítica: como los textos que escribe le parecen pobres comparados con los poemas de los autores que admira, decide intentar la pintura, el dibujo (para lo cual muchos contemporáneos coinciden en que estaba dotado). Tras frecuentar los talleres de un paisajista y un realista, y siempre con la certidumbre de que es imprescindible «dominar el trazo» (cosa que puede también entrelíneas), ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de Moscú, único establecimiento educativo donde no se exigía al alumno un certificado de «lealtad política». En esas aulas conoce un buen día a David Burliuk, un joven algo mayor que él, atrevidamente vestido, burlón, iconoclasta e inteligente, sino brillante. Congenian pronto. Juntos se aburren escuchando una tarde, por obligación, un concierto de Rachmaninov; juntos vagabundean por las calles y avenidas moscovitas; juntos critican y se mofan de la rigidez académica de la Escuela, «David, con la ira del maestro que ha superado a sus contemporáneos; yo, seguro de que el pathos del socialismo demolerá todas esas antiguallas.» De esta estimulante y osada camaradería nace, en opinión de Maiakovski, el futurismo ruso. ¿Curioso? A primera vista lo es. Pero a sólo a primera vista. La tecnología y sus creaciones, el aerodinamismo y la fascinación burbujeante del proceso rápido, musa del futurismo italiano, por un lado, y la insurrección reivindicatoria bolchevique, tenían un origen común: la certidumbre de que el progreso sacaría a la masa humana de su alienación animal y al individuo civilizado de su anacrónica torre de marfil. Claro está que Marinetti y otros vanguardistas no hacían mucho hincapié en la condición social del hombre ultrajada por las variadas formas del despotismo; pero se alzaban contra el pasado, en bloque: el continente de la opresión; su rebeldía positiva entroncaba insidiosamente con ciertas energías optimistas del naciente siglo XX. La nueva belleza de las formas nuevas entrañaba una modificación de sus contenidos sociales. El optimismo y el arrojo. El manifiesto para los unos, la cárcel para los otros. Pero ambos estaban luchando por la supervivencia de su juventud en marcha, de sus ideales rápidos, genuinos y filosos. El dios interior es el impulso, ese movimiento hacia afuera que, como el pelñicano, se alimenta de sus entrañas. En fin, de esa camaradería nace también la celebridad prematura de maiakovski. En efecto, un día, tras haberle leído a Burliuk un poema de reciente data, Vladimir le oye exclamar: «¿Eres tú quien ha escrito esto? ¡Pero eres un poeta genial!» Al día siguiente, Burliuk presentaba a Maiakovski a uno de sus conocidos de esta manera: «¿No lo conoce usted? es mi genial amigo, el célebre poeta Maiakovski». Y después, una vez a solas con él, le dice con la delicadeza soberbia de su exigencia: «Ahora, tienes que ponerte a escribir. O me pondrás en una situación absurda». Así pues, Burliuk resulta un visionario, un futurista en el sentido menos comprometido del término. Pero Burliuk no se limitó a tamaña desmesura; leía a los poetas franceses y alemanes de su elección, le hablaba sin cesar con la voz inolvidable y aguijoneante del que no necesita pararse a pensar en lo que desea. Y, por si fuera poco, le daba 50 kopeks cada día, para que pudiese escribir sin morirse de hambre... Poco más tarde publican juntos un manifiesto en el que exponen sus planteamientos futuristas «sui generis», La bofetada que quiere el público. Vladimir Maiakovski pasa a ser pues un personaje en el ambiente literario juvenil moscovita; no tanto por lo que escribe, todavía poco seguro de su expresión, como por sus modales y declaraciones, producto de la influencia de su amigo pero también de su genio personal. Su ancha camisa amarilla, su desparpajo y su fluidez verbal producen un impacto que hará historia, y dará paso a los calumniadores de siempre. Pero Vladimir se ha tomado en serio a si mismo. Aquellos años -escribirá- estuvieron dedicados a trabajar la forma, a dominar el lenguaje.
A principios de 1914, Vladimir se siente literariamente seguro, capaz de «dominar un tema», tema que, claro está, debe ser revolucionario. La consigna puede ser una fuente de inspiración. De aquél período ha quedado su poema La nube en pantalones.
En 1915, es enrolado en el ejército soviético, pero se las arregla para no ir al frente. Conoce a Ossik y Lili Brik, una pareja que tendrá un papel protagonista en su vida. Ossik, bnuen amigo y mecenas, le compra los poemas que escribe y publica La flauta de las vértebras y La guerra y el universo, textos que Maiakovski escribiera entre 1915 y 1916. Lili se convertirá en su amante.
Estamos en 1917. La revolución toma el poder. El partido bolchevique se afianza. Como tantos otros intelectuales y artistas, Vladimir exalta y anima los nuevos viejos valores de la cruzada humana. Cree poder consolidar, ahora a la luz del día, una estética revolucionaria. En esa época empieza sus giras de conferenciante y recitador, ininterrumpidas hasta el fin de su vida. En el podio alterna charlas del estilo Los bolcheviques y el arte con poemas ofensivos como Orden nº 2 al ejército del arte, dirigidos tanto a los literatos todavía aferrados a las tablas de la salvación de la retórica aceptada como a la muchedumbre de anarquistas y semi-místicos tan abundantes en la vieja Rusia, todos ajenos al torbellino polifacético entonces, pero cada vez más embridado, de la revolución social:
¡Acabad de una vez! ¡Olvidad!, haced a un lado rimas y romanzas, roseledas y tantas otras merdancolías ....................................... Hoy necesitamos maestros, no predicadores melenudos... Camaradas, haced un arte que saque del fuego a la República.
Claro está, ningún verdadero poeta necesita de tales exhortaciones, sencillamente porque son pronunciadas por los labios empeñosos del irrealismo de fondo. Pero también es cierto que un hombre dotado como Maiakovski pueda haber creído vivamente que su arenga ayudaría a conjurar una vez por todas las diversas formas de tradición y de sabotage literarios que años después serían radicalmente substituidas por el monumentalismo estaliniano. Por el momento, la revolución se kerenskisa. Maiakovski no tiene necesidad de preguntarse si debía o no adherirse al partido: lo que está viviendo «es su propia revolución» (cosa que también se sienten los otros futurustas soviéticos). ¿Qué diferencia hay entre la mágica textura de un aeroplano y la imagen granítica de un obrero pisando fuerte y mirando al horizonte? El futurismo y la revolución rusa tienen, ya se ha dicho, un enemigo común: el inmediato pasado. En la capital proliferan todavía los cafés literarios, los salones ddonde Vladimir fascina con su ardiente oratoria e ilustra con imágenes rápidas, leves y optimistas aquellas jornadas que poco a poca entrarán en las sombras de su personalidad. Escribe su primera pieza de teatro, Misterio, representada en una sala céntrica y en muchas fábricas con el éxito suficiente para aumentar su prestigio, sobre todo entre los intelectuales comunistas... pero también le granjea nuevos impugnadores.
En 1920 termina de escribir 150.000.000. Un año después, abriéndose paso «a codazos a través de la burocracia, la envidia, el papeleo y las estupideces», logra llevar a la escena una variante de Misterio, que será representada durante el III Congreso del Komintern.
En 1923 funda, con otros colegas, la revista Lef (Frente Izquierdista del Arte), que dirigirá hasta 1925. su propuesta estética está impregnada de la ética revolucionaria: tratar un tema social con los medios del futurismo. Una de las consignas del grupo que se nuclea en torno a Lef, una de las «grandes conquistas de esa publicación, es la de desestización de las artes aplicadas, el constructivismo. Su suplemento poético es el poema de agitación económica... La técnica europea, el industrialismo, y las tentativas de unirlas con la vieja Rusia todavía encenagada, tal ha sido siempre la idea primordial del futurismo-lefovista.» La revista tira pocos ejemplares pero se lee y comenta. El problema mayor parece ser el de su distribución, dada «la simple y burocrática falta de interés por determinadas revistas de parte del gran plácido mecanismo de las Ediciones del Estado». Maiakovski viaja al exterior. En París vuelve a encontrarse con su antigua amiga, Elsa Triolet -hermana de Lili-, conoce a Luis Aragón, el pintor Robert Delaunay. Lo triste del caso es que la comunicación con varios de los principales vanguardistas europeos debe hacese medianamente un intermediario, ya que Vladimir no habla otro idioma que el suyo. Para una persona tan oral como él, fue una prueba muy dura. Su ira callada al sentirse incapaz de expresarse le confiere, a los ojos de los extranjeros, un aire atractivamente bárbaro. Además no olvidemos, los europeos estaban ávidos de noticias sobre la revolución de octubre, sobre todo de boca de un auténtico soviético. En efecto, escribe en las Izvestias, su aparición causaba sensación, «una sensación matizada por la sorpresa, la admiración y el interés... Uno es de inmediato blanco de la curiosidad y del interés de la gente: he notado cierta tendencia a hacer cola delante de mi persona...» Pero no todos se interesaban de esa manera por el viajero moscovita. Más de un comunista le preguntó por qué no se había afiliado al Partido. En realidad, la pregunta era plausible desde el punto de vista político, ya que, dentro y fuera de su patria, Maiakovski actuaba en nombre de la revolución institucionalizada por el Partido. Es evidente que, a pesar de las declaraciones citadas más arriba, mantenía en reserva una decisión que un «arribista» o un espíritu gregario no hubieran vacilado en tomar desde un principio. Todo lo que se mueve, paree pensar Vladimir, pertenece a la vida; pero lo que se mueve sin soltura, es peligroso. ¿Por qué no estoy en el Partido?, se pregunta por fin. «Los comunistas trabajaban en diversos frentes. En arte y educación eran conciliadores. Me habrían mandado a pescar a Astrakán.» Recuerda quien nunca comprendió que arte y educación no tuviesen que ser la vanguardia de la revolución. Pero tampoco se trataba de echarse atrás porque unos cuantos burócratas y fiscales voluntarios le mirasen con creciente desconfianza.
En el año 1924 Maiakovski comienza un nuevo ciclo de conferencias a través de la URSS, cuyo tema es Lef. Escribe y luego lee en público "Aniversario", dedicado a Puschkin. Termina su "Lenin", que lee en varias reuniones obreras; tema delicado, si lo hay, sobre todo por la facilidad con que podía caerse en la mera narración política. Pero «la reacción de los auditorios obreros me reconfortó y me afirmó en la certidumbre de que ese poema era necesario». El futurismo imaginista que, aparente o soterrado, estaba en la base del poema maiakovskiano no era fácil de ser transmitido a un público inculto. Ese poema, sin embargo, tenía la peculiaridad, en boca de su autor, de presentarse eficazmente a su oralidad. Y oral era el conocimiento que esos auditorios tenían de la cultura autóctona, tradiciones y leyendas; en una palabra, un público familiarizado con la audición. «La tribuna y el estrado serán continuados, desarrollados por la radio. La radio es el camino (uno de los caminos) de la palabra, de la consigna, de la poesía. La poesía ha dejado de ser solamente eso que se ve con los ojos. La revolución ha dado la palabra que se oye, una poesía que se oye... Con todo, la dificultad de «comunicación» habría persistido de no ser que en los textos la expresión directa de estados de ánimo e ideales alternan sabiamente con imagenes más creadas. No es nada curioso, puesto que Maiakovski ejercía su inspiración también en el periodismo, en la octavilla. «En mi trabajo me encauzo intencionadamente en el periodismo. El articulo, la consigna. Los poetas aúllan, pero no saben hacerlo y la mayor parte de ellos colaboran en publicaciones irresponsables. A mi, sus elucubraciones líricas me dan risa, ¡es tan fácil y tan poco interesante para cualquiera que no sea tu esposa!» La poesía debía ser como el viento: oírla y sentirla; un acto verbal público, claro, rico -¡en la medida de lo posible!- que diese ese placer justo que merecían sus fuentes de inspiración: la revolución, el pueblo en marcha, los trovadores y los ministriles. Voy de ciudad en ciudad y digo mis versos.» Y esas ciudades no son pocas ni siempre soviéticas: Novotcherkas, Karkov, París, Rostov, Tifflis, Berlín, Kazán, Tula, Praga, Leningrado, Yalta, Eupatoria... Maiakovski tiene un público que cada vez se parece más al que quiere. Un nuevo viaje, en el que pensaba dar la vuelta al mundo, le lleva a los Estados Unidos, en el enemigo fascinante. Naturalmente, le reciben con euforia y con espanto. «Tengo la impresión de que, embrujadas por mi acento, arrebatadas por mi ingenio, conquistadas por la profundidad de mi pensamiento, las mujeres, con sus piernas kilométricas se quedan pasmadas, mientras que los hombres enflaquecen a ojos vista y se ponen pesimistas ya que les resulta imposible rivalizar conmigo». De este viaje data, entre otros textos su "Puente de Brooklin" donde, bastante sumariamente, se admira y se conduele del país de los rascacielos.
Lef, que había dejado de ser publicada en 1925, reaparece dos años más tarde con el nombre de Nuevo Lef. Su posición es considerada fundamental por Maiakovski: contra la ficción, contra el esteticismo y la psicología del tres al cuarto; a favor de la obra de agitación, del periodismo de calidad, de la crónica. Mi trabajo principal está en el Komsomolskaia Pravda (diario del Komsomol (Juventudes Comunistas), en él colaboró hasta su muerte); hago horas suplementarias para escribir ¡Qué bien! Vladimir está convencido de que este poema es un manifiesto. Su método de composición: limitación de los procedimientos poéticos abstractos (hipérboles, imágenes en viñetas válidas de por sí) e invención aplicada a un material de crónica y agitación. Otro elemento: la ironía patética para describir detalles que en sí mismos son insignificantes, pero que representan un paso en la buena dirección... Casi a continuación de ¡Qué bien! (entre varios guiones cinematográficos y libros para niños), Maiakovski escribe otro poema cuyo título no es ni más ni menos que la contrapartida del anterior: ¡Nada bien! Además, prepara un nueva pieza de teatro y su biografía literaria. Como siempre a lo largo de su corta vida, la canalla oficial y semioficial le salen al paso: «Su biografía no es muy seria que digamos» amenazan. Vladimir tiene una respuesta coherente con su vida pública: «Todavía no me academicé, y no tengo por costumbre tratarme con damasiado respeto. Por lo demás, lo que hago me interesa cuando encuentro en ello un poco de alegría.»
Por eso, quizá, para no verse obligado a trabajar sin ganas, dos años después, exactamente el 14 de abril de 1930, Vladimir Maiakovski se dispara una bala en el corazón. Su extraordinaria fibra vital, cuenta Elsa Triolet, le impedía estar en un movimiento entre comillas cuando éste tendía a estancarse o a degradarse; así por ejemplo, el antiguo constructivista, hoy poeta proletario, critica duramente a los constructivistas de 1930. Sobre todo, lo que más le enervaba era ver cómo por distintos caminos, los reaccionarios, los unos adoradores de la técnica, los otros de la burocracia literaria y política, intentaban a toda costa separar su poesía de la revolución, su voz tonante del pueblo. El suyo era un idealismo encarnado.
Antes de suicidarse escribió:
¡A todos! No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor, nada de chismes. Lili ámame. Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y Verónica Vitaldovna Polonskaya. Si se ocupan de asegurarles una existencia decente, gracias. Por favor den los poemas inconclusos a los Brik, ellos los entenderán. Como quien dice la historia ha terminado. El barco del amor se ha estrellado contra la vida cotidiana Y estamos a mano tú y yo Entonces ¿para qué reprocharnos mutuamente por dolores y daños y golpes recibidos?
Obra
Su obra poética, aunque vinculada a la Revolución Rusa, supera con creces el estigma de la poética revolucionaria que, algunos críticos, le asignaron por esta relación emotiva y por la búsqueda de una nueva forma de poetizar, henchida de impresiones y emociones sensuales.
En su obra teatral La chinche (1929), ridiculizó la falsedad de la burguesía de su época, sin embargo su Hablando a gritos (1930), la gran obra épica que dejó sin concluir, se califica como su legado idealista.
Al final de su vida se desengañó de la vida soviética, los pequeños burgueses soviéticos no le comprendieron y le acosaban con crítica acerada.
Maiakovski se suicidó de un disparo en el corazón el 14 de abril de 1930 sin que se hayan podido dilucidar, con claridad, las causas de esa determinación; probablemente intervinieron factores emocionales, así como algunas críticas severas por su expresivo «individualismo».
En 1918, Maiakovski escribió el guión de la película "Закованная фильмой" (Atrapada por la Película) e interpretó el papel del gamberro en la película Bárishnia i juligán (Una señorita y un gamberro).
Las obras más destacadas
* Yo mismo, colección de versos, 1913 (Я!) * ¡Vea Ud.!, 1913 (Нате!) * Vladímir Maiakovski, 1914 (Владимир Маяковский) * La Nube en Pantalones, 1915 (Облако в штанах) * La Flauta Vertebral, 1915 (Флейта-позвоночник) * Guerra y paz, 1917 (Война и мир) * Hombre, 1918 (Человек) * Misterio bufo, 1918 (Мистерия-буфф) * 150 000 000, 1920 * Amo, 1922 (Люблю) * Acerca de Esto, 1922 (Про это) * Vladímir Ilich Lenin, 1924 (Владимир Ильич Ленин) * ¡Bien!', 1927 (Хорошо!) * La chinche, 1928 (Клоп) * El baño, 1929 (Баня) * Hablando a gritos, 1930 (Во весь голос)
Obras traducidas
* Misterio bufo, Cuadernos para el Diálogo, 1971 * Yo mismo, Alberto Corazón, 1971 * El baño: Drama en tres actos, con circo y fuegos artificiales, Escelicer, 1972 * La rebelión de los objetos, Fundamentos, 1972 * Poemas 1913–1916, Alberto Corazón, 1972 * Poemas 1917–1930, Alberto Corazón, 1973 * La chinche; El baño, Edaf, 1974 * Poesía y revolución, Península, 1974 * Hoja tras hoja, un elefante o una leona, Progreso, Moscú, 1978 * Vladímir Ilich Lenin, Akal, 1978 * Poesía, Akal * Poemas (1912–1920), Laya, 1984 * La nube en pantalones, Mondadori, 1999 * ¿Qué está bien y qué está mal?, Hiperión, 1999 * Poemas, Ediciones 29, 2002 * España; Dos monjas, Editorial Límite, 2004 * Mi descubrimiento de América: 1925: en 12 poemas, Euskoprint, 2005 * Yo mismo. Cómo hacer versos, Traducción Agustín García Tirado y Eulalia Soldevilla, Editorial Alberto Corazón * Conversaciones con el inspector fiscal y otros poemas, Ediciones 29, Barcelona, 1997
Poemas
EL POETA ES UN OBRERO
Se le ladra al poeta: «¡Quisiera verte con un torno! ¿Qué, versos? ¿Esas pamplinas? ¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!» Sin embargo es posible que nadie ponga tanto ahínco en la tarea como nosotros. Yo mismo soy una fabrica. Y si bien me faltan chimeneas, esto quiere decir que más coraje me cuesta serlo. Sé muy bien que no gustáis de frases vacías. Cuando aserráis la madera, es para hacer leños. Pero nosotros qué somos sino ebanistas que trabajan el leño de la cabeza humana. Por supuesto que pescar es cosa respetable. Echar las redes. ¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión! Pero el trabajo del poeta es más beneficioso: la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor. Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos, donde se forma el hierro chisporroteante. ¿Pero quién se atrevería a llamarnos holgazanes? Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua. ¿Quién es más aquí? ¿El poeta o el técnico que procura a los hombres tantas ventajas prácticas? Los dos. Los corazones son también motores. El alma es también fuerza motriz. Somos iguales. Camaradas de la clase trabajadora. Proletarios del cuerpo y del espíritu. Solamente unidos solamente juntos podremos engalanar el universo, acelerar el ritmo de su marcha. ante una oleada de palabras, levantemos un dique. ¡Manos a la obra! ¡Al trabajo, nuevo y vivo! Y a los que discursean que se les mande al molino. ¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!