Las maestras de la República desempeñaron una labor impagable. Con su trabajo en las escuelas no solo vertieron su saber para que otros pudieran recogerlo, sino que su ejemplo personal como mujeres independientes, modernas y libres sirvió en sí mismo para dejar un legado en la memoria de miles de alumno y alumnas. El franquismo no les pagó mejor que a sus compañeros de aulas. Muchas fueron fusiladas a los pocos días del golpe de Estado, otras caerían avanzada la guerra. Las que tuvieron mejor suerte siguieron extendiendo sus conocimientos en las cárceles, en el exilio, con los niños de la guerra, o en el huerto de la casa, apartadas para siempre de uno de los pocos trabajos que la mujer había conquistado para su independencia y realización personal y profesional.
La Federación de Enseñanza de la UGT ha querido reconocer este año esta labor con uno de los premios 8 de marzo que concede el sindicato. Y rescatar sus nombres del olvido. Julia Vigre, Antonia Adroher, Pepita Uriz, Balbina Medrano, Veneranda Manzano, Palmira Pla, Regina Lago, Emilia Elías de Ballesteros… Ellas y cientos más fueron mujeres afiliadas a sindicatos, con activa participación política, pero, sobre todo, con una dedicación a las aulas que permitió extender un modelo pedagógico “basado en una educación publica, obligatoria, gratuita, activa, laica, bilingüe y solidaria que intentaba terminar con la discriminación por sexo o clase social”.
Ellas también fueron responsables, en buena medida, “de la construcción y difusión de la nueva identidad ciudadana, al educar a su alumnado en los valores de igualdad, libertad y solidaridad, tanto a través de la transmisión de contenidos en las aulas mediante la coeducación como, sobre todo, con sus vivencias personales”, dice la nota del premio.
“En las primeras décadas del siglo XX muchas maestras se sintieron atraídas por las corrientes de renovación pedagógica, participaron en organizaciones femeninas y feministas que luchaban por la reforma social y la igualdad de derechos de la mujer, así como formaron parte de partidos políticos y de sindicatos. Sindicatos como UGT, en el que militaron activamente, para conseguir un modelo educativo universal, la mejora de los derechos de los trabajadores y trabajadoras y luchando por la igualdad de la mujer”, explica el sindicato en la justificación de este homenaje.
Ellas y sus compañeros fueron el mejor activo de aquella República de los Maestros, que pretendía construir una democracia donde formar ciudadanos libres y solidarios. La terrible venganza que se desencadenó sobre este colectivo, quizá el más represaliado, dice mucho de la labor que desempeñaron. De las maestras molestaba especialmente al régimen franquista la imagen que proyectaron de mujeres liberadas de la sumisión que entonces imponían los usos sociales. Con la guerra llegó la oscuridad y después el nacional-catolicismo. Pero las ellas siguieron enseñando, aunque hubieron de pasar décadas hasta que España contara con una generación de docentes con una formación tan esmerada como la que hubo en aquel entonces