En un discurso de 1962 titulado "El Deber del Revolucionario" Fidel Castro dijo,
El resumen de esta pesadilla que ha vivido América, de un extremo a otro, es que en este continente alrededor de cuatro personas por minuto mueren de hambre, de enfermedades curables o vejez prematura. Cinco mil quinientos al día, dos millones por año, diez millones cada cinco años. Esas muertes podrían ser evitadas fácilmente, pero sin embargo se producen. Las dos terceras partes de la población latinoamericana vive poco, y vive bajo la permanente amenaza de muerte. Holocausto de vidas que en quince años ha ocasionado dos veces más muertes que la guerra de 1914. Mientras tanto, de América Latina fluye hacia los Estados Unidos un torrente continuo de dinero: unos cuatro mil dólares por minuto, cinco millones por día, dos mil millones por año, diez mil millones cada cinco años. Por cada mil dólares que se nos van, nos queda un muerto. Ese es el precio de lo que se llama imperialismo. Mil dólares por muerto, cuatro veces por minuto.
En las casi tres décadas que han pasado desde esta valoración de Castro, para todos los países en Latinoamérica excepto Cuba, estas estadísticas han empeorado. En los años 80, los ingresos en Latinoamérica, excepto en Cuba, disminuyeron un 8 por ciento, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo. Este entredicho en el mismo discurso de Castro es por lo tanto tan oportuno hoy como entonces:
El deber de cada revolucionario es hacer la revolución. Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario. Cada año que se acelere la liberación de América significará millones de niños que se salven para la vida, millones de inteligencias que se salven para la cultura, infinitos caudales de dolor que se ahorrarían los pueblos.
Poco ha cambiado con respecto a quién y cuál es el principal enemigo o respecto a la magnitud de los crímenes que deberían rectificarse. Y por lo tanto poco ha cambiado con respecto a la urgencia de superar la dominación neo-colonial e imperialista.
¿Pero qué pasa con la "liberación?" ¿Han cambiado los objetivos básicos por los cuáles una revolución debe luchar? ¿Qué nos ha enseñado la experiencia de Cuba en este sentido?
Pese a décadas de terror provocado por la CIA y el embargo económico, Cuba supera ampliamente a sus vecinos latinoamericanos en logros intelectuales, culturales, sanitarios, educacionales y políticos. ¿Pero dónde está situada Cuba ahora que está en duda el apoyo del bloque soviético? ¿Qué ocurrirá con su política y economía ahora que el modelo político leninista y el modelo de planificación económica centralizada han sido abandonados en todas partes?
No importa como lo veas, una persona con todo el poder de decisión al frente de un partido burocrático jerarquizado es una dictadura, incluso cuando, como ocurre en Cuba, el líder es benévolo. Castro es el eje; el Partido Comunista Cubano es los radios de este eje. Las instituciones igualitarias de las bases que incluyen el poder popular representan una tendencia participativa que hasta ahora ha fracasado la manipulación del Partido.
A principios de la década de los 70, Castro proclamó:
Las fórmulas del proceso revolucionario nunca podrán ser fórmulas administrativas. Enviar a un hombre desde arriba hacia abajo para resolver un problema que afecta a 15 ó 20 mil personas no es lo mismo que los problemas de esas 15 ó 20 mil personas - problemas que tienen que ver con su comunidad - sean resueltos en virtud de la decisión de la gente, de su comunidad, la que está próxima al origen de los problemas... debemos deshacernos de todos los métodos administrativos y usar un método mediante el cual participen las masas en todas partes.
Cuba tiene un modelo de partido jerárquico leninista y el popular poder democrático popular. Pero, a pesar de las palabras de Castro, el primero ha dominado constantemente al segundo. Simplificando demasiado una abigarrada y compleja historia política, se deduce que los tres principales obstáculos que han impedido a las esperanzas de Castro sustituir la participación política por la administración política son:
- El Partido Comunista Cubano monopoliza todos los medios legítimos para ejercer el poder político y de ese modo asegura que sólo hay una vía política cubana, la del Partido y su líder. El primer problema es el leninismo.
- La omnipresencia de Fidel Castro deja poco espacio para que cualquier vía popular pueda conseguir un verdadero poder descentralizado desde las bases. El segundo problema es el Fidelismo.
- La buena voluntad de los Estados Unidos para manipular las diferencias políticas y destruir las revoluciones del tercer mundo (como demostraron ampliamente en las recientes elecciones nicaragüenses) justifica la estricta reglamentación. El tercer problema que encara Cuba es el "no tan benevolente" Tío Sam.
Que Cuba haya perdido su fe en el Este, que Castro afronte el problema de la sucesión y que la corrupción de la burocracia política ofenda cada vez más al pueblo cubano, han hecho surgir dos posibles rumbos políticos. Cuba puede volver a sus aspiraciones originarias y superar la "glásnost" pasando del leninismo y la dictadura a una democracia participativa basada en la participación de las masas, o en vez de eso, Cuba puede defender el autoritarismo y mantener los privilegios bajo la excusa de "Defender la Revolución."
Pese a todos sus logros, la economía cubana está lejos de la "liberación". Los planificadores, los burócratas estatales, los directores locales y los tecnócratas monopolizan las decisiones mientras los trabajadores simplemente cumplen órdenes. En la economía resultante, una clase coordinadora planifica el esfuerzo de los trabajadores y se atribuye para sí unas pagas convenientemente hinchadas, beneficios y un estatus privilegiado.
La coordinación de la economía de Cuba ha logrado que el pueblo cubano esté orgulloso de sus logros nacionales, y de las importantes mejoras materiales en sanidad, viviendas, alfabetización, seguridad y en todo el nivel de vida en conjunto. Por estas razones la revolución cubana es tan merecidamente popular. Pero a pesar de que éstos son éxitos admirables cuando se comparan con las condiciones existentes en Guatemala, El Salvador, o incluso con las de Watts, o el Bronx del sur, no significa que se pueda definir a Cuba como "libre" o "socialista". Para eso, no deberían existir clases dirigentes, y sí trabajadores que pudiesen administrar colectivamente sus propios esfuerzos, con solidaridad y equidad.
Sin embargo, como la política, la historia económica cubana no ha seguido una trayectoria sencilla. El modelo coordinador ha sido el dominante, pero ha existido siempre un espíritu de alternativa manifestado, a veces en la esperanza, a veces en experimentos actuales, pero desgraciadamente nunca dirigido a la liberación de las relaciones económicas.
En 1962 y 1963, impresionados por lo que habían visto cuando visitaron la Unión Soviética, y sin ver otras opciones, en Cuba se instaló un sistema económico imitando al tradicional modelo soviético. En 1964, el desencanto comenzó, seguido de un gran debate. En una carta de 1965 escrita desde África, resumiendo el espíritu de las recomendaciones que defendió en ese debate, Che Guevara escribió:
La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia.
En el debate, el Che desdeñó el uso de expresiones como "rentabilidad," "interés material," o "mentalidad comercial," prefiriendo enfatizar la moral, la colectividad, la solidaridad, y abogó por usar estos valores en las relaciones humanas. Sin embargo, ni siquiera defendió el aumento del control directo de los trabajadores sobre sus propios puestos de trabajo o sobre la toma de decisiones económicas en general.
Castro adoptó una postura similarmente humana pero incompleta diciendo que:
Nosotros nunca crearemos una mentalidad socialista... con un "símbolo del dólar" en las mentes y corazones de nuestras mujeres y hombres... aquellos que desean resolver los problemas apelando al egoísmo, apelando al esfuerzo individual, al olvido de la sociedad, están actuando de un modo reaccionario, conspirando, aunque estén inspirados por las mejores intenciones del mundo, contra las posibilidades de crear un verdadero espíritu socialista.
Castro admitió que sus deseos de equiparar los salarios y renunciar a la competitividad y a los incentivos individuales podrían ser incomprensibles para algunos. Él sabía que a los "cultos" y "experimentados" economistas "esto les parecería ir contra les leyes de la economía."
Para estos economistas una aseveración de este tipo parece una herejía y dicen que la revolución está destinada al fracaso. Pero ocurre que en este terreno existen dos tendencias especiales. Una es la ciencia de los economistas "puros". Pero hay otra ciencia, una profunda ciencia que es una verdadera ciencia revolucionaria. Es la ciencia de... la confianza en los seres humanos. Si creyéramos que la gente es incorregible, que es incapaz de aprender; si creyéramos que la gente es incapaz de desarrollar su conciencia- entonces tendríamos que decir que los economistas "inteligentes" estaban en lo cierto, que la Revolución estaría destinada al fracaso y que estaría en contra de las leyes de la economía...
El debate económico en Cuba ha oscilado a lo largo de los años entre dos polos: competitividad frente solidaridad, la maximización de beneficios frente a las necesidades de las relaciones humanas, el mercado frente a la economía planificada, y los incentivos individuales y no equitativos frente a los incentivos colectivos e igualitarios, todo ello con muchas oscilaciones entre ambos polos a lo largo de los años. Hay que considerar los siguientes comentarios de Castro cuando la izquierda estaba ascendiendo:
Un financiero, un economista puro, un metafísico de las revoluciones podría haber dicho, 'cuidado, los alquileres no deberían ser más bajos de un centavo. Considerad ésto desde un punto de vista financiero, desde un punto de vista económico, considerad la implicación del peso'. ¡Tales personas tienen el "símbolo de dólar" en sus cabezas y quieren que la gente lo tenga también en sus corazones! Tales personas ni si quiera habrían hecho una ley revolucionaria. En el nombre de esos principios habrían continuado cobrando a los agricultores los intereses mediante préstamos; habrían cobrado por la asistencia médica y sanitaria; habrían cobrado por la escolarización; habrían cobrado por los internados que son completamente gratis; todo ello en nombre de un enfoque metafísico de la vida. Nunca habrían conseguido el entusiasmo de la gente, el entusiasmo de las masas que es el factor principal, el factor básico, para una gente que avanza, para una gente que construye, para una gente capaz de desarrollarse. Y ese entusiasmo por parte de la gente que apoya la revolución puede ser estimado en términos incomparablemente superiores a los añadidos y sustraídos de la metafísica.
El problema ha sido que el polo de izquierdas, el cual ha abogado por el igualitarismo, la solidaridad, las necesidades de reunión y los incentivos colectivos, también ha abogado por una extrema planificación central en vez de por una planificación descentralizada y participativa, con una democracia directa en cada puesto de trabajo. Y la dificultad aquí no reside simplemente en que algo valioso no estuviese incluido en la parte izquierda del debate, sino que los objetivos positivos que defendía la izquierda - solidaridad, igualdad, colectividad - fueron derribados por la toma de decisiones coordinada y por la planificación central. Cuando la izquierda comenzó a ascender, la continua falta de poder y participación real por parte de los trabajadores supuso que su entusiasmo y talento no se desatasen de la manera en que se esperaba. De este modo, después de varios años de influencia de la izquierda sobre la política económica, la economía podría finalmente llegar a colapsarse y el giro a la derecha - siempre alentado por los asesores soviéticos autorizados en virtud de la dependencia de Cuba de la ayuda rusa - estaría legitimado.
Ante la perestroika, Cuba no subirá felizmente al tren del mercado libre. Preferirán cualquier alternativa a un resurgimiento de una economía de mercado y así claudicar ante el Oeste. ¿Pero qué alternativas tienen?
La posibilidad más probable y deprimente es que permanecerán en la actual dirección, defendiendo el modelo coordinador mientras intentan rectificar sus peores abusos, todo en nombre de la "Revolución." Esta opción tiene tres grandes problemas. Primero, a largo plazo, no permitiría a los trabajadores y consumidores administrar colectivamente sus propios asuntos. Por el contrario, perpetuaría el dominio de la clase coordinadora sin importar cuán exitosa fuera la batalla para limitar sus apropiaciones de privilegios materiales. Segundo, a corto y medio plazo, no sería suficiente para conseguir una mayor productividad y mayor lealtad del pueblo cubano en un esfuerzo para evitar la miseria que impondrá además el aislamiento económico. Y tercero, de nuevo a corto y medio plazo, serviría de poco para obtener el apoyo internacional de las bases populares, la única opción posible para aliviar las reducciones de la ayuda del bloque soviético. La ventaja, desde la perspectiva de las elites cubanas, es que bajo ese enfoque se mantendrían sus privilegios y no se arriesgarían a introducir cualquier desorden a corto plazo.
La otra opción para Cuba es aprovechar la actual oportunidad para volver a los ideales del Che Guevara y del joven Fidel Castro, unida a una nueva conciencia de la importancia de la participación económica. Esto supondría establecer un nuevo sistema económico acentuando la democracia en los puestos de trabajo, en las juntas de consumidores, el fin de la división entre trabajo manual y mental, y un procedimiento planificado de descentralización en el cual participen directamente en su formulación, revisión y decisión sobre sus propias actividades, los consejos de consumidores y trabajadores. El problema de esta opción es que cabe el riesgo de que se provoquen trastornos y de que se ofendería tanto al bloque del este como al del oeste, lo cual, visto desde la perspectiva de las elites cubanas, ciertamente produciría cambios, y finalmente se eliminarían sus privilegios. Por otro lado, además de ser el único camino para un socialismo real, el enfoque de la izquierda tiene la ventaja de elevar a Cuba de nuevo al papel de liderar el experimento de la liberación, y de ese modo conseguir una gran lealtad, energía, y el entusiasmo de sus gentes, y un substancial apoyo internacional de las bases de izquierdas de todo el mundo.
De vez en cuando los movimientos y los países se hayan frente a decisiones cruciales que pueden tener un impacto mundial histórico. Cuando Solidaridad comenzó a triunfar en Polonia tuvo la opción de mantener su composición de las clases trabajadoras y el énfasis de elevar a los trabajadores al poder de la toma de decisiones por medio de nuevas instituciones económicas, o de echar por la borda todo eso a favor de elevar a los intelectuales y aceptar los mercados, la competencia y la búsqueda de beneficios a pesar de sus obvias incapacidades. Hasta aquí, la opción liberal está en retroceso.
Cuando Jesse Jackson impulsó nuevas energías a lo largo de Estados Unidos, él y la 'Rainbow Coalition' tuvieron la oportunidad de desarrollar importantes organizaciones de base y movimientos democráticos o subordinar todo a las limitadas prioridades electorales. Hasta aquí, la opción liberal está en retroceso.
Ahora Cuba puede o adoptar una mentalidad cerrada y defender la burocracia, la dictadura, la planificación central y la jerarquía en los puestos de trabajo, o puede desarrollar una democracia participativa y una verdadera economía socialista consistente con las antiguas aspiraciones revolucionarias de Cuba. Con su puente hacia el bloque del este casi destruido totalmente, sólo podemos esperar que Cuba optará una vez más por "una revolución dentro de la revolución."