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General: LA MALETA DE VUELTA ... TRISTE HISTORIA DE ALGUNOS " SUDAKAS "
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Da: Ruben1919  (Messaggio originale) Inviato: 11/06/2012 09:58
la maleta de vuelta

“Para vivir mal aquí, vivo mal en mi país”

Les costó años la reagrupación familiar en España; ahora la crisis vuelve a separarles

 

Un hombre llora inconsolable en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas desde hace dos horas. Tiene los ojos rojos, inflados como nueces. La gente le mira, pero él no mira a nadie más que a su hija y sus dos nietas, porque no sabe cuándo va a volver a verlas. “Nunca pensé que la vida pudiera ser tan cruel. La crisis en España me parte el corazón. ¡Me está separando de mi familia!”, grita Andrés Sammuesa, ecuatoriano, de 47 años. Su hija Neli, de 28, y sus nietas, Gisela, de 9 y Naidine, de 7, vuelven a Ecuador porque España, repiten, “ya no es mejor”. Él se siente obligado a quedarse porque conserva su trabajo de limpiacristales y con su sueldo (1.050 euros) tiene que mantener a los otros cinco hijos que viven con él. Se los fue trayendo poco a poco, con mucho esfuerzo. Ahora ha empezado a despedirlos en el aeropuerto porque el único dinero que tienen es el que les ha dado el Gobierno para marcharse, el del plan de retorno: 400 euros por persona y un billete sin vuelta.

“Yo llegué con 17 años, hace 11”, explica Neli. “He pasado casi la mitad de mi vida aquí. Durante mucho tiempo nos fue muy bien. Mi marido trabajaba en la construcción, sin parar, y yo en el servicio doméstico. Pero llegó la crisis y nos despidieron. Él lleva cuatro años sin trabajar y yo dos. La casa que compramos se la quedó el banco. Ya no podíamos pagarla. Nos volvemos con menos de lo que teníamos cuando vinimos. Hemos fracasado aquí”.

José, su marido, ya está en Ecuador. La menor de sus hijas, Naidine, ni siquiera conoce el país. Sin soltar a su muñeca, muestra su maleta, llena de gominolas para 15 primos a los que no ha visto nunca. “Te quiero, eh”, la abraza su abuelo, Andrés. “En cuanto me quede sin trabajo, no lo pienso dos veces y me vuelvo”, le repite. “Yo vine en el año 2000, cuando España aún era en pesetas. España era mucho mejor en pesetas. Vine con la ilusión de sobresalir, pero si llego a saber esto, mil veces me quedo en mi puto país”, dirá luego, tirado frente al control de seguridad del aeropuerto después de haberse despedido de su hija y nietas.

En ese mismo avión, Ana Carchipulla y su marido, Norberto, regresan a Ecuador sin billete de vuelta tras 13 años en España. Les acompañan sus hijas, Daiana, de 14, y Ana Cristina, de 11, y un perro, “lo más valioso” de su equipaje y de su estancia en España. Se llama Curro, fue un regalo y ladra inquieto en una jaula-maleta antes de ser facturado. “Vine con 18 años porque aquí había más oportunidades y me voy porque con la crisis ha dejado de haberlas”, explica Ana. Su caso es casi idéntico al de la familia Sammuesa. Ella, empleada en el servicio doméstico; él, enganchando una obra con otra hasta que estalló la burbuja inmobiliaria y dejó de haber trabajo en la construcción; un banco que les ofreció un crédito en cuanto entraron por la puerta; una casa embargada; nada que llevarse de España, más que recuerdos.

“Me vuelvo igual que me fui. Intento no pensar en el fracaso. Pero para vivir mal aquí,vivo mal en mi país”, zanja Ana. Cuando vino a España, dejó a su hija mayor en Ecuador. “Estuve dos años separada de ella. Era un esfuerzo inmenso, pero ganabas dinero. Ahora no vale la pena estar separado de tu familia”.

Vladimir Paspuel, presidente de la asociación Rumiñahui, una de las 11 ONG que gestionan los programas de retorno, les da los últimos consejos. Ha despedido a muchos compatriotas en el aeropuerto. En 2003, cuando el Gobierno puso en marcha el plan de retorno voluntario de atención social, se acogieron a él 604 inmigrantes, la mayoría, colombianos (190) y ecuatorianos (175). El año pasado esa cifra subió hasta los 2.119 y solo en los tres primeros meses de 2012 lo solicitaron 480. Existe otro plan de retorno, el que el entonces ministro de Trabajo, el socialista Celestino Corbacho, puso en marcha en 2008 para los extranjeros que se hubieran quedado en paro: podían cobrar todo el subsidio de desempleo de una vez (el 40% en España y el resto una vez en su país) con el compromiso de no regresar a España en tres años. Al principio convenció a pocos, pero la cifra ha ido en aumento a medida que se agravaba la crisis. Desde noviembre de 2008 hasta abril de este año lo pidieron 18.265 inmigrantes, la mayoría ecuatorianos. Más de 2.500 se apuntaron en los últimos cinco meses.

“La situación es extrema”, explica Paspuel. “Vienen de deshaucios, de comedores sociales, incluso de la mendicidad, después de haber trabajado tanto; de haber ayudado a tantas españolas a reincorporarse al trabajo después de ser madres. Los inmigrantes han sido personas muy importantes en el desarrollo económico de este país. Y ahora, con la crisis se les lanza el mensaje de que sobran”.

Paspuel denuncia que los fondos del plan de retorno se han agotado justo cuando más solicitudes hay. Tras armarse de valor para reconocer el fracaso en España y pedir ayuda para irse, muchos de esos compatriotas están oyendo que tampoco pueden porque ya no hay dinero. El Ejecutivo prepara una nueva subvención para el año que viene pero vista la lista de espera, podría empezar a gastarse ahora, explican fuentes del Ministerio de Empleo. En Ecuador hay un programa de ayuda —Bienvenido a casa— para los retornados. “También se ha quedado sin fondos”, explica Paspuel. Y una vez allí, las cosas no son fáciles. “Hay familias que reciben a los retornados con mucha alegría pero al ver que vuelven sin nada, empiezan a verlos de otra manera. Siempre se ha asociado al emigrante a maletas llenas de dinero. Ahora vuelven con las manos vacías, ya no pueden ayudar a nadie. Son un problema más”.



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Da: Ruben1919 Inviato: 13/06/2012 12:16

“Vuelvo sin nada, pero no es un fracaso. He ayudado mucho a mi familia”

La crisis fuerza a Isabel Sierra a regresar a su país tras 17 años en España

 

Isabel Sierra, dominicana, de 54 años, muestra el objeto más valioso que meterá en su maleta de vuelta: un perfume francés, el primer capricho que se permitió en España. / BERNARDO PÉREZ

Isabel Sierra, dominicana, llegó a España hace 17 años. Hoy tiene 54 y, contra todos sus planes, va a regresar a su país. “Nunca me lo había planteado, pero ahora estoy decidida a marcharme. Durante muchos años mandaba 400 euros a mi familia todos los meses. Esa es la cantidad que gano ahora ayudando a personas mayores algunas horas. Y tengo que pagar un alquiler de 200, y el agua, y el gas...”, explica. “Para estar mal aquí, estoy mal en mi casa. Voy a volver con menos de lo que tenía. Más vieja, y con menos posibilidades. He dejado aquí los mejores años de mi vida”.

Durante mucho tiempo le fue muy bien. “Recuerdo que llegué un día 2 y el día 4 ya tenía trabajo. España me ha hecho sentir muy productiva. Trabajaba con personas mayores, que es un trabajo muy gratificante, y ganaba 1.500 euros al mes. Pero aquí, cuando pasas de los 45 y además hay crisis, se te cierran todas las puertas”, prosigue Isabel.

Cree que, además de la edad, le ha perjudicado su origen. “Yo tengo la nacionalidad española desde 1999. Pero solo soy española para la estadística. A la hora de la verdad, sigo siendo una negra, una extranjera. Y el trabajo que el español no quería ayer y que hacíamos los inmigrantes, exactamente igual que en mi país, donde los haitianos hacían lo que no querían hacer los dominicanos, ahora se pelean por él”.

La tasa de paro es mayor entre las mujeres (24,86% frente al 24,09% de los hombres) y entre los extranjeros (36,95%, 15 puntos superior a la española). Y a más edad, más difícil encontrar trabajo. Y si baja la oferta, baja la demanda. España, que llegó a ser el país que más extranjeros recibía, por detrás de EE UU, perdió 85.941 extranjeros no comunitarios en 2011. Según las proyecciones del INE, dentro de diez años la población española será inferior a la de ahora, perderá medio millón de habitantes tras un periodo de intenso crecimiento y en eso tendrán mucho que ver los extranjeros que se van, sobre todo jóvenes, población activa.

Toda emigración es la historia de un sacrificio. Quienes abandonan su tierra y su familia lo hacen porque las oportunidades y el dinero que ganan en otro país se lo compensan. Separarse de la familia es, en determinados lugares, imprescindible para que la familia viva mejor, gracias a las remesas. El retorno se produce cuando ese sacrificio deja de valer la pena. “En septiembre hará cuatro años que me casé. A mi marido, dominicano, lo vi en tres viajes que hice, de 15 días cada vez. Mes y medio en total”, explica Isabel. “Lo que me espera en República Dominicana es una familia muy larga”, añade. Siete de sus 12 hermanos emigraron a España, pero dos han hecho ya el camino de vuelta por la crisis, ella está a punto, y los demás, si la situación sigue empeorando, también.

El sueño de Isabel era comprarse una casa. “Pero 17 años después, me vuelvo sin ella”, lamenta. Sí logró comprar un solar en su país, “pero me lo ocuparon. Una desgracia”, explica. “Pese a todo, no siento que he fracasado porque durante muchos años he podido ayudar mucho a mi familia, enviándoles dinero a mi madre, a mis sobrinos...”

Cuando se le pregunta qué es lo más valioso que meterá en su maleta de estos 17 años en España, responde: “Mi perfume”. Es uno francés que pudo comprarse por primera vez en España. Una de las primeras cosas que adquirió, no porque la necesitara, sino porque le apetecía. Un capricho. “Me costó 8.000 pesetas. Hoy no me lo podría comprar. Ana —una de sus tres compañeras de piso— quiere que se lo deje en herencia, pero ¡este se viene conmigo!”.


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Da: Ruben1919 Inviato: 14/06/2012 12:22

“Estoy perdiendo el tiempo. Ahora en mi país están mejor”

Andrieus Gusecimas regresa a casa diez años después para disfrutar de su hija, a la que ha visto solo dos veces

En la cola para facturar maletas a Varsovia (Polonia) en el aeropuerto de Barajas la víspera del España-Italia de la Eurocopa, repleta de españoles que van a ver el partido, desentona un hombre menudo, con el triple de equipaje que el resto. Se llama Andrieus Gusecimas, es lituano, tiene 42 años, y no va al fútbol. En realidad, va camino a su país, haciendo escala en Polonia.

“Me vine porque en mi país la situación estaba muy mal. Llevo diez años en España, pero aquí ya no hay nada. Antes siempre tenía trabajo en el campo, en las campañas de recogida de la fruta en Andalucía, en Cataluña... Ahora, o no hay o no te lo pagan. Estoy perdiendo el tiempo. Me vuelvo. Ahora en mi país están mejor”, explica.

La tasa de paro española, del 24,3%, es la mayor de la Unión Europea, mientras que la lituana experimentó en un año una de las mayores caídas: del 16% al 13,8 %. El país báltico lideró el crecimiento en la UE el año pasado, un 5,8%, según las estimaciones de Eurostat; esto es, casi cuatro veces la media de la eurozona, cuyo PIB creció apenas un 1,5%. Una espectacular remontada, ya que en 2009 el PIB lituano había caído un 14,8%.

Andrieus cuenta que todos sus amigos y compatriotas se han ido ya porque sin trabajo, en España no podían aguantar más. Él también se marcha, pero no se arrepiente de haber venido: “Este país ha sido muy bueno conmigo. Hay gente muy buena. Muchas personas me ayudaron cuando no sabía hablar el idioma”, dice en un castellano atropellado. “La Guardia Civil me ayudó a encontrar trabajo. Y aquí encontré a una mujer muy guapa y..., ¿cómo se dice?, aquí encargué a mi hija”, cuenta entre risas. Se refiere a que fue en España donde la concibió. “Después de encargarla, me casé”, aclara. “Gracias a España tengo una familia preciosa”.

Ahora viaja a Lituania para reunirse con ellas. No ha tenido mucho tiempo para disfrutar de su familia. “Mi hija tiene ahora tres años y medio y no sabe cómo es su padre. Su padre es ‘ese que manda dinero’. La he visto dos veces nada más, un mes en total. Se llama como yo, Adriana. Mi mujer me ha dicho que para lo que gano aquí, me vuelva para que la niña tenga un padre”.

Después de estar en su país, Andreius planea ir a pasar una temporada en Reino Unido porque amigos suyos que estaban con él en España le han dicho que allí hay ahora trabajo. “Al principio, iría yo solo y luego ya se podrían venir mi mujer y mi hija”, explica.

Andrieus Gusecimas, lituano, de 42 años, muestra el objeto más valioso en su maleta de vuelta: unas zapatillas de marca de regalo para su mujer. / BERNARDO PÉREZ

No habla inglés, pero no le asusta. “Al principio tampoco sabía hablar español. Me comunicaba por señas. Y ahora he aprendido bastante”.

Andreius está acostumbrado a ir saltando de país en país según las ofertas de trabajo. Antes de venir a España, ya estuvo en Alemania, trabajando de mecánico, y en Suiza, plantando árboles. Habla ruso, búlgaro, lituano y en español ya se hace entender sin señas.

Cuando le preguntan qué es lo más valioso que lleva en su maleta de estos 10 años en España, Andrieus saca unas llamativas zapatillas deportivas de marca que lleva orgulloso para regalarle a su mujer. Está convencido de que le van a gustar.

Factura todo el equipaje con una enorme sonrisa, entre aficionados al fútbol que van a la Eurocopa. En España ya no hay nada que a Andreius le duela dejar atrás


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Da: Ruben1919 Inviato: 15/06/2012 11:24

“He sido muy valiente. No vuelvo derrotado”

Sixto Rodas, va a montar una pollería en su país, Bolivia. Por primera vez en su vida no tendrá jefes

Cuando vino a Madrid, Sixto Rodas ya sabía que iba a volver a Bolivia. Tenía, con su mujer, un objetivo muy concreto: ganar el dinero suficiente para pagar una deuda de 10.000 dólares —por su coche y unos perfumes que había adquirido su esposa para vender— y para comprar una casa en su país. Eso fue hace seis años. Este mes, Sixto, de 38, hace el camino de regreso, antes de tiempo, habiendo conseguido solo la mitad del plan —saldar la deuda— y sin su mujer. “Aquí las cosas no nos salieron como habíamos pensado. Nos hemos separado”, explica mirando al suelo. Pero Sixto regresa con un proyecto nuevo y 1.500 euros de ayuda para hacerlo: montar su negocio, no tener jefe por primera vez en su vida.

Es la tercera modalidad que ofrece el Ministerio de Empleo para los inmigrantes que quieran regresar a casa. Se llama plan de retorno productivo y consiste en dar al extranjero que quiere volver, además del dinero del billete de vuelta, una ayuda económica y la formación necesaria para montar un pequeño negocio en su país. Es el programa más desconocido y el que menos beneficiarios tiene: 99 en 2010; 100 el año pasado, la mayoría, bolivianos, como Sixto. “Se va menos gente con este programa que con otros porque no todo el mundo encaja en el perfil. Tienen que ser emprendedores, tener alguna capacitación para poder trabajar por cuenta propia”, explica María Luz Valdivia, coordinadora general de la Asociación de Cooperación Bolivia-España (Acobe), una de las que gestiona este programa de retorno.

Sixto quiere montar una pollería en Santa Cruz. “Voy a llamarla La Kantuta”. El nombre, aclara, tiene mucha intención. La kantuta es la flor típica de Bolivia, pero justo en la zona donde él vive, no la hay. Su Kantuta será la única. “Y allí voy a hacer todo lo que he aprendido aquí. Aquí se hacen las cosas como es debido”.

Sixto ha recibido en Acobe, además de los 1.500 euros de ayuda, un curso de fiscalización, manipulación de alimentos, marketing... porque lo que va a hacer en Bolivia no tiene nada que ver con lo que ha estado haciendo en España. “Aquí he sido lo que llaman un manitas. Sobre todo, me he dedicado a la pintura, las reformas”, dice mientras juega con una espátula de pintor, el objeto más valioso en su maleta de vuelta.

Sixto cuenta que en España tuvo un año muy bueno, 2007, pero que a partir de ahí, con la llegada de la crisis, todo empezó a torcerse. “Antes trabajaba todos los días, sábados, domingos. Había muchos trabajos que los españoles no querían hacer. Ahora lo cogen todo. Tengo muchos amigos que han vuelto a su país por eso”.

Por ese motivo ha decidido Sixto regresar a Bolivia. “Las cosas no están bien aquí. No hay trabajo. Me costó tomar la decisión, pero tengo que hacerlo”. Decidirse fue difícil —lo hizo el pasado enero— porque marcharse supone separarse de dos de sus hijos, de 16 y 13 años, que se quedarán en España con su madre. “Las cosas no salieron como pensamos”, repite con tristeza. En Bolivia podrá reunirse con el mayor, que ahora tiene 19, al que ha estado enviando dinero estos seis años.

“No vuelvo como un derrotado”, aclara enseguida. “Vuelvo con la frente alta. He sido valiente”. En estos seis años, Sixto cuenta que ha pasado ocho noches en calabozos de una comisaría por no tener papeles. Una por cada vez que le detuvieron. “Como eres un indocumentado, te coge la policía y te trata como si fueras un delincuente. Eso le afecta mucho a uno”, explica antes de hacer una larga pausa. “He perdido trabajos por estar en un calabozo. Antes procuraba no salir mucho a la calle, evitar el metro... para que no me cogieran. Desde que sé que me voy, ya no tengo miedo. Además, ahora, el Gobierno ha dicho que eso que hacía la policía de detenernos y tratarnos como delincuentes ya no se puede hacer”.

En España, Sixto nunca ha tenido papeles. Tampoco vacaciones. El único momento de ocio que recuerda es una tarde en los toros, en Las Ventas. “Me gustan mucho, ¡pero la entrada es muy cara!”. De trabajo en trabajo ha conocido Valencia, Menorca, Benidorm, Murcia... Una vez le coincidió con las fallas. “Me gustaron, pero ¡al final lo queman todo


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Da: Ruben1919 Inviato: 17/06/2012 13:16

“Intento convencer a mis amigos de que no vengan. España ya no es el paraíso”

Logró tener papeles, pero no empleo; ahora Arnold Mangamba quiere volver a Senegal

 
 
 

Arnold Mangamba, senegalés, de 30 años, quiere volverse a su país por la crisis. / SAMUEL SÁNCHEZ

Arnold Mangamba, senegalés, de 30 años, pasó la mitad de los cinco y medio que lleva en España huyendo de la policía, con pánico a que lo detuvieran y lo devolvieran a su país. En noviembre de 2010 regularizó su situación en España por arraigo. “El día que me dieron los papeles fue el más maravilloso de toda mi vida. ¡Dejó de darme miedo salir a la calle! Yo pensaba que cuando los consiguiera iba a empezar una nueva vida para mí, pero no ha sido así, porque justo cuando me los dieron, vino lo peor de la crisis. Ya podía trabajar legalmente, pero no había trabajo”, explica. Ahora quiere volver a Senegal y está estudiando las posibilidades de hacerlo con alguna ayuda. “Quiero volver, pero con algo”.

“Aquí la vida es muy difícil. Antes de venir pensaba: España es Europa. Los africanos pensamos que aquí hay dinero por todos los sitios. Yo pensaba que en España iba a tener una vida de cuento, como Alicia en el país de las maravillas. Cuando vine pensé que solo volvería a Senegal de mayor, a jubilarme. Ahora, cuando me llaman amigos desde allí intento convencerlos de que no vengan por la crisis. Les digo que Europa no es el paraíso. Pero no me creen”.

Arnold salió de Senegal hace cinco años y medio con un visado de turista para Francia. “Mi familia tuvo que vender parte de la tierra que tenía para comprarme el billete de avión. El visado de turista lo conseguimos a través de un amigo de mi padre que es alto funcionario y tenía un amigo que trabajaba en la embajada de Francia”, explica. “En París no conocía a nadie. Dormí dos semanas en la acera, frente a un supermercado. Hasta que no aguanté más y cogí un autobús a España. Fue como la noche y el día. Aquí, una ONG que se llama Accem me dio un sitio donde dormir, donde comer y clases gratis de español. ¡Me encanta el español”.Lo habla perfecto.

Estuvo trabajando algún tiempo en Sigüenza (Guadalajara) de jardinero. Luego, de pintor y de ayudante de cocina en un restaurante. Después de eso, nada. “Llevo cinco años y medio aquí y tengo 25 euros en mi cuenta. Esa es la triste realidad. Tengo suerte de vivir con unos congoleños que son como mis hermanos y no me hacen pagar nada. Se ponen tristes cuando les digo que me quiero ir. Me dicen que no me venga abajo, que aguante, que hay gente peor... Pero el objetivo de venirme era ayudar a mi familia y montar la mía propia. Tener una mujer, hijos, un trabajo, una casa. Y no lo he conseguido. Cuando pude envié dinero a mi casa —a su padre y a sus cuatro hermanos. Su madre murió cuando él era pequeño de un cáncer de útero— pero hace mucho que no puedo mandar nada porque aquí yo no tengo nada. Muchísimos amigos míos se han ido a Francia pero les va mal. Duermen en la calle. En toda Europa la situación ahora es muy difícil. Si no fuera así, me iría con ellos”.

Le va a costar despedirse de España. “Nunca he sentido racismo. Juego en un equipo de fútbol sala en el que soy el único negro. Cuando respetas a la gente, la gente te respeta”, explica. Es forofo del Barça y fan de Iniesta. "Es un ejemplo para mí". Su grado de integración es tal que asegura saber hacer paella. “Me encanta. Y no me sale del todo mal", dice entre risas.

Caroo Yanzambe, de la República Democrática del Congo, también quiere irse de España. Tiene 44 años y lleva cinco años aquí con cuatro de sus cinco hijos, de 16,15, 14 y 8 años. Tiene asilo político. “A mi país no puedo volver porque me matarían. Mataron a mi madre, a mi hermana y a toda la familia de mi marido, al que hace más de cinco años que no veo. Pero me gustaría ir a otro país de África. No tengo trabajo. No tengo futuro aquí. Mis hijos sí. Ellos ya hablan siempre en español y podrían estudiar. Por eso quiero que mi hija mayor, de 25 años, encuentre un sitio donde vivir y se venga para cuidar de ellos e irme yo”.

El padre Antonio Díaz, director de la ONG Karibu, que asiste a los subsaharianos en España,explica que ahora está atendiendo a inmigrantes que llegaron hace diez o quince años porque han perdido todo lo que tenían:el trabajo, la casa y los papeles."Y los que no los han tenido nunca", añade, "se están yendo a otros países donde creen que pueden trabajar perdiendo la opción a regularizarse por arraigo (a partir de vivir tres años en España). Oyen un rumor de que en Reino Unido están contratando gente por los juegos olímpicos, y se van. A Reino Unido, a Francia, a Alemania... Es decir, que hacen una segunda emigración y tienen que volver a empezar de cero. Es una apuesta muy fuerte. Yo no intento convencerles de que no se vayan, pero sí les explico muy bien cuál es la situación y los riesgos".

"Están desesperados. La mayoría vienen aquí para mantener a toda su familia en su país. Al ver que no pueden cumplir ese compromiso, muchos caen en depresiones. Estamos detectando muchos problemas psicológicos. Es algo que no habíamos visto nunca”, explica el padre Antonio.

Hay casos extremos. "Algunos, al ver que no encontraban trabajo, han aprovechado para irse a su país a ver a su familia una temporada y cuando han vuelto, se han llevado la sorpresa de que el Gobierno les reclama 7.000 euros porque cuando estás cobrando el paro no puedes salir del país mas de un determinado tiempo. Ellos no conocen la ley, pero en cualquier caso, me parece un castigo desproporcionado el que les ponen por incumplirla".


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Da: Ruben1919 Inviato: 19/06/2012 12:22
maleta de vuelta. ARGENTINA / 6

“Allí nos llaman vendepatrias porque no nos quedamos a pelear la crisis”

Vinieron a miles cuando estalló el corralito y ahora se marchan a miles ante el temor de que ocurra lo mismo aquí. En 2002 había 56.714 argentinos en España; en 2003, 109.445; en enero de 2012, 108.390, un 10% menos que el año anterior. En Argentina no tienen ayudas porque parte de la sociedad no entendió que se fueran

 
 

Normando Ortega, con su esposa y sus tres hijos, en Lucena (Córdoba).

En 2002, el año del corralito, las colas de argentinos ante los consulados para emigrar eran de tal calibre que la policía tuvo que intervenir ante las peleas que se formaban. Cerca de 250.000 personas salieron del país entre 2000 y 2005. España e Italia eran los destinos favoritos porque los padres o abuelos de los que querían emigrar eran de allí. Ahora regresan. Porque la crisis y el fantasma del corralito están aquí.

“El momento que está viviendo España se parece muchísimo al momento anterior al corralito en Argentina: problemas con los bancos, falta de trabajo, protestas en la calle... Yo vine con la crisis argentina y al ver esto aquí empiezo a pensar que es el momento de volverse”, explica Luis Alberto, que prefiere no figurar con sus apellidos. Dirigía cursos de paddle. Lleva tres años en paro.

El de los argentinos es “un retorno silencioso”, explica Matías Garrido, secretario general de Casa Argentina de Madrid, porque el éxodo que provocó el corralito fue muy polémico. “Hay una parte importante de la sociedad argentina que piensa que somos unos vendepatrias porque nos fuimos, no nos quedamos a pelear la crisis. Te dicen: ‘Te fuiste de tu país, ahora no pidas ayudas para volver”. En Argentina no hay ayudas para los retornados. Los consulados no disponen de fondos para repatriaciones. “Si no tiene rédito político instaurar estas ayudas porque no está del todo bien visto, es más difícil. Pero necesitamos las subvenciones. Hay mujeres con niños y sin un solo ingreso que necesitan esa ayuda ya porque si no, se quedan en la calle”, explica Garrido. En el último trimestre de 2011, una media de 57 familias al mes regresó a Argentina. “Estamos desbordados”.

Normando Ortega, de 45 años, llegó a España en marzo de 2006 con su mujer y sus dos hijos, de 8 y 5 años y la tercera en camino, para “sacar el máximo jugo” a sus estudios. Es técnico químico y el trabajo le llevó de Buenos Aires a Lucena (Córdoba). “Trabajo en una empresa que recupera residuos industriales, pero con la crisis la gente no quiere gastar en gestión de residuos. Ahora tengo un contrato de tres horas. Mi mujer, que es técnica superior de laboratorio, nunca llegó a encontrar trabajo aquí. Si hay dos buscando, se lo dan al español”. Normando recibe un subsidio de 257 euros y una ayuda de 280 de la Junta de Andalucía. “Cada 15 días voy a recoger la bolsa de alimentos que nos da Cáritas”, relata.

“En Argentina están mejor. No me arrepiento de haber venido. Si me hubiera ido bien, no volvería a mi país. Pero estar lejos de mi familia para no hacer nada aquí no tiene sentido. En Lucena había unas 40 familias argentinas, y han regresado la mitad. En este pueblo, de 41.000 habitantes, había más de 500 talleres de carpintería. Vivía de la construcción”.

Mónica Daly, de 53 años, también pensaba jubilarse en España. Ahora busca ayuda para el retorno. “Vine hace tres años con la ley de nietos de Zapatero [que concede la nacionalidad española a descendientes de exiliados]. Mi abuelo vino huyendo de la Guerra Civil y nunca quiso hacerse argentino”, explica. “Me instalé en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), con mi madre. Tiene 81 años y problemas de salud. Yo aún conservo mi trabajo, cuidando a abuelos, pero no puedo pagar a nadie que la cuide a ella”.



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