Miguel Lozano Tello (in memoriam)
José Salguero Duarte
Domingo, 1 de julio 2012
Cuando a Juana Mari Moreno, mi distinguida amiga y polifacética artista de cabello negro y melodías profundas con sus corcheas y semicorcheas. Me comentó en unos de los viernes de mayo pasado en los bailes del Casino, que iba a organizar para el miércoles 13 de junio, un homenaje a la memoria del poeta y escritor Miguel Lozano Tello. Fui uno de los primeros en ser invitado para intervenir diciéndome: “Pepe, prepárate algo bonito de Algeciras”.
Y eso, preparar algo bonito y grande de Algeciras, con mis señas de identidad es lo que hice. Ya que él, Miguel Lozano Tello, se lo merece, porque fue grande hasta el último halo de vida en la tierra, y lo continúa siendo actualmente donde se encuentre, al haber sido y ser un escritor y poeta de los pies a la cabeza, brotándole sus muñones de palabras desde los nobles pilares de sus ideales. Que no eran otros que la libertad, la justicia, la democracia y la paz, así como, desde unos valores fundamentales morales y éticos, que hoy tanto escasean, como son el respeto, la dignidad, la honradez y la caballerosidad.
Causas, entre otras muchas más, por las que desde el primer momento, que tuve conocimiento de ese acto, no dudé en aceptar mi participación, para rendirle mi modesto homenaje a su memoria, a pesar de que, como bien saben los que me conocen, no me presto a participar en actos similares o parecidos, en los que hay mucha falsedad por parte de los organizadores y beneficiarios.
Pero si participé en el de Miguel es porque vivía, sentía y pensaba en todo momento en poeta y escritor del pueblo. Por eso le dolía el sangrar de nuestra querida Algeciras. Y esa Algeciras, por la que él se desnudó totalmente en cuerpo y alma, defendiéndola contra vientos, mareas y tempestades en sus escritos, poemas y exposiciones públicas. No me cabe la menor duda, que esa Algeciras, sigue llorando su pérdida.
Con Miguel, compartí más de una charla, en las que brotaron el dolor que nos producía las muchas atrocidades que se estaban cometiendo no sólo con la comarca del Campo de Gibraltar y su bahía, sino también, con Andalucía y con esta España cañí de charangas y panderetas. Siendo la última vez que coincidíamos, pocos días antes de marcharse, sin hacer ruido de esta vida, cuando se encontraba a media mañana, sentado en el banco de la izquierda (no podía ser en otro), que hay en la Plaza Alta, saliendo por la puerta principal del Casino. Diciéndome: “Muy bueno tu artículo -La Ciudad y los perros- dale fuerte a esos perros". Contestándole -eso es lo que hago, ¡pero no te puedes imaginar!, lo peligrosos que son esos perros y sus perreros, cuando babean traidoramente y echan sus bilis rabiosas. Por lo tanto, le dije, debo estar alerte, muy alerta, porque al menor descuido me fulminan.
Proseguimos charlando y os aseguro que Miguel no era --un poco poeta--, como lo calificara desafortunadamente, en una tribuna que le dedicó, en un diario, el catedrático Alberto Pérez de Vargas. No teniendo la menor duda que Miguel, hubiera puesto en su sitio con mucho talante y educación a este concreto Pérez de Vargas.
Pero como no lo puede hacer, lo hice públicamente por él el día 13 de junio de 2012 cuando le rendimos el homenaje en el Casino de Algeciras. Y lo hago hoy en el Diario Área, decano de los periódicos del Campo de Gibraltar, porque hay que honrar siempre a los muertos, sobre todo, si han sido personas honestas y de bien.
Y eso, honrar a su abuelo, es lo que hizo también una nieta de Miguel, la que el 13 de mayo pasado, en el artículo que le dedicara el referido catedrático, Alberto Pérez de Vargas a su abuelo. Ella le contestó al catedrático con el siguiente texto:
“Sr. Pérez de Vargas creo que no ha estado acertado refiriéndose a mi abuelo como “un poco poeta". Creo que para escribir sobre alguien es preciso hablar con propiedad y yo pensaba que usted lo conocía bien. Carecía de título académico pero lo que escribía tenía corazón, sentimiento y era un gran rapsoda. De todas formas, muchas gracias por su artículo. Le saluda atentamente, una nieta de Miguel Lozano Tello".
En fin… mis felicitaciones a esta nieta de Miguel, por defender la sangre que le corre a borbotones por sus venas y entrañas. Pero como es más que evidente, que hay de todo en la viña del Señor, una gran mayoría de los que nos dedicamos a escribir, vamos día a día creando como Miguel, digna y humildemente nuestra historia. Pero otros muchos van haciendo las suyas menospreciando la dignidad humana, en la menor oportunidad que se les presenta.
Pero allá ellos, porque a igual que escribiera mi gran maestro Antonio Machado, en el poema ‘He andado muchos caminos’, de su libro ‘Soledades’, yo también a igual que él: “He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares, y atracado en cien riberas. En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra, y pedantones al paño que miran, callan, y piensan que saben, porque no beben, el vino de las tabernas. Mala gente que camina y va apestando la tierra…
Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca, si llegan a un sitio, preguntan a dónde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja, y no conocen la prisa ni aún en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra".
Y eso, descansar, es lo que está haciendo nuestro amigo Miguel, porque repito, no era --un poco poeta--, sino un especial poeta. Y con él, con Saramago, con Miguel Hernández y con otros muchísimos autodidactas me quedo, antes que con el referido catedrático. Porque fueron y son grandes genios, que no necesitaron ni libros ni guía burros. Porque lo que han alcanzado en la cultura, las artes y humanidades, etc., es gracias a sus inteligencias innatas y a la universidad de la vida.
Por lo tanto, a Miguel Lozano Tello, quiero hacerle llegar, una vez más, a través de la blanca paloma de Alberti, mi agradecimiento por haber sido amigo leal de corazón y de sanos sentimientos.
Y mis más sinceros respetos, por supuesto, a cuantas eminencias tituladas o no, cuyo saber y entender es ejemplar en todo momento y lugar. Así como, a toda la gente digna de cualquier lugar del Planeta, como lo fue Miguel Lozano Tello en la Tierra y ahora en los altares de la Gloria.