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De: Quico º  (Mensaje original) Enviado: 17/07/2012 22:43

No es nuevo aunque lo parezca. Eso de la clase política viene ya de lejos y tiene su razón de ser. Cuando el régimen franquista se tambaleaba allá por los años 60-70, muchos, deseosos de satisfacer su ego pensaban pertenecer a una supuesta clase superior; la política. Y se sentían orgullosos de que los demás los vieran como un político. Su ego estaba satisfecho. Otros, más ladinos, dejaban caer eso de clase política porque no era en absoluto el sistema político que deseaban; ellos añoraban lo que acaban de perder: El control férreo de las CLASES POPULARES, un régimen en el cual los partidos políticos fuesen proscritos, por lo tanto, si habían de aceptarlos, mejor desprestigiarlos. Y los ególatras, los trepas, los chorizos, los maleantes de guante blanco, se transformaron en políticos ¿Quién no recuerda al insigne pepero, Eduardo Zaplana y su conversación telefónica cuando el caso Naseiro? Sí, cuando dijo aquello de que él estaba en política para forrarse. Ese es el problema y no otro. Corren correos a diestro y siniestro abominando a la clase política “¡¡Hay que reducir a la mitad a los políticos!!” sí, sí, y después a la otra mitad, ¡ya puestos! Y se nos pone como ejemplo Alemania ¡¡hombre!! si fuera otro país, pero precisamente Alemania que tiene el dudoso honor de habernos enfrascado en dos guerras mundiales y no precisamente para imponernos la democracia, cierto que en la segunda tuvieron mucho que ver las burguesías del mundo entero: engrasaron al Doberman para que se zampara a la URSS, solo que le salieron mal los cálculos. Ya puestos podrían ponernos como ejemplo a Israel o a los Estados Unidos de Norteamérica. Claro que estos ya dan demasiado el cante. Los primeros, los ególatras… ya van encontrando, aunque cueste, “la horma de su zapato”. Según se dice, si los Diputados del PP encausados quisieran, podrían formar grupo parlamentario propio; el de los chorizos. Los segundos, los ladinos, esos, por el momento tienen muchos apoyos, tanto en la burguesía como en la supuesta izquierda de todo pelaje, esos que siempre están “al lado del sol que más calienta” y hay que decir que en ese batiburrillo de “gente cara al sol” hay mucho traidor escondido.

Cuando me refiero a ese palabro de clase política, repito, es una invención con malas intenciones. Allá en los albores de aquello que se llamó la transición recuerdo que solamente algunos comunistas criticábamos esa denominación, pues políticos hay en todas las clases sociales del país. Los políticos no pertenecen a clase alguna; hay personas que se dedican a la política, mala o buena, pero a la política, que a su vez es una ciencia.

Los seres humanos somos animales sociales y en ese conglomerado hay gentes de todas índoles; hay personas honradas, gente que se da a los demás; cada uno a su manera y entre estos últimos se encuentran los políticos (me refiero a los sanos) hay sinvergüenzas que se dan a ellos mismos y entre ellos también hay que se dedican a la política. Y aquí no estoy ablando de izquierdas o derechas, liberales o neoliberales, carcas o progresistas.

Los políticos son aquellos que mediante la política quieren llevar las reformas necesarias para que el pueblo viva según ellos creen que es lo mejor.

Los que viven de la política son aquellos que se sirven de las buenas intenciones del pueblo para sacar a éste el máximo provecho en su beneficio propio.

Pretender reducir la representación de los representantes del pueblo, es pretender escaparse del control al que a través de ellos, puede ejercer el pueblo en las instituciones públicas, y aunque sí que habría que ver la cuestión salarial y la partida destinada a los emolumentos de los cargos electos, esencial para mí, lo que el pueblo debe pretender es que haya suficientes representantes para controlar a esa masa ingente de personal improductivo que bulle en ministerios, consejerías, diputaciones, cabildos, consorcios, ayuntamientos… Un ejemplo. Recordaremos la frasecita de Fabra que dijo que cuando no quería que alguien lo molestara, lo hacia su consejero. Tenía una treintena ¿Sería cambiar treinta consejeros particulares por treinta representantes del pueblo, entre ellos, es un suponer, al mío?

Pues que conmigo no cuenten



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