Prócer máximo argentino y libertador de la Argentina, Chile y Perú. Nacido en Yapeyú, Corrientes, el 25 de febrero de 1778.
En Buenos Aires organizó el famoso regimiento de Granaderos a Caballo que recibió su bautismo de fuego en 1813, en el combate de San Lorenzo contra los realistas, en el cual San Martín estuvo a punto de perder la vida.
Bandera de los Andes
Cruce de Los Andes
Liberación de Chile- Cruce de los Andes
Nombrado jefe del Ejército del Norte, propugnó su plan de libertar a Chile y utilizar la vía del Pacífico para llegar al Perú, base del poder realista. Nombrado gobernador de Cuyo, organizó el Ejército de los Andes en El Plumerillo (a 7 kilómetros de Mendoza), con el cual cruzó la cordillera en una operación de precisión matemática que le permitió dar una victoriosa batalla en la cuesta de Chacabuco (1817). El cruce duró 21 días. 5400 hombres guiados por baquianos atravesaron alturas superiores a los 4000 metros, llevando caballos y mulas.
Sable del General San Martín
Carreta con la que se desplazaba San Martín en El Plumerillo
Batalla de Maipú
Las fuerzas patriotas, una vez reorganizadas, derrotaron de manera rotunda al ejército realista cerca del río Maipú el 5 de abril de 1818. En ese momento, se aseguró la libertad chilena.
El 12 de febrero de 1818, luego de una consulta popular, fue declarada la Independencia de Chile.
El exilio en Europa
El 11 de febrero de 1824 el Libertador se embarcó a Europa para asegurarle una buena educación a su hija. Allí, siguió trabajando para asegurar la Independencia. El 4 de mayo se embarcó con su hija a Inglaterra. Poco después se radicó en Bruselas.
En 1825 escribió las famosas Máximas para su hija.
Máximas
Redactadas por el General San Martín para su hija Mercedes Tomasa.
Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos.
Inspirarla amor a la verdad y odio a la mentira.
Inspirarla a una gran Confianza y Amistad pero uniendo el respeto.
Estimular en Mercedes la Caridad con los Pobres.
Respeto sobre la propiedad ajena.
Acostumbrarla a guardar un Secreto.
Inspirarla sentimientos de Indulgencia hacia todas las Religiones.
Dulzura con los Criados, Pobres y Viejos.
Que hable poco y lo preciso.
Acostumbrarla a estar formal en la Mesa.
Amor al Aseo y desprecio al Lujo.
Inspirarla amor por la Patria y por la Libertad.
Retirado a la vida privada, regresó a Buenos Aires y en 1824 se embarcó para Europa, exiliado voluntariamente. Más adelante, se estableció definitivamente en la ciudad de Boulogne-sur Mer (Francia). Viejo y enfermo, falleció el 17 de agosto de 1850, en su casa de esa ciudad, rodeado de sus seres queridos.
Sus restos fueron repatriados en 1880 y, actualmente, descansan en un mausoleo contruido dentro de la Catedral porteña.
En casi todas las localidades argentinas hay una plaza, una calle, una escuela o un club con el nombre de San Martín. Y, en muchas, hay monumentos en su nombre (incluso, en 1951 fue inaugurada una estatua de él en el Central Park de Nueva York).
Sus restos descansan en la Catedral de Buenos Aires
El retrato de San Martín
Su imagen también está en billetes, monedas y estampillas.
Palabras dichas por el Gral. San Martín
"En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividarán su opinión; los hijos de estos darán el verdadero fallo."
José de San Martín
Libertador de Argentina, Chile y Perú
En los actos escolares, generalmente lo recordamos con esta canción:
San Lorenzo (marcha)
Febo asoma; ya sus rayos iluminan el histórico convento; tras los muros, sordo ruido, oír se deja de corceles y de acero. Son las huestes que prepara San Martín para luchar en San Lorenzo; el clarín estridente sonó y la voz del gran jefe a la carga ordenó.
Avanza el enemigo a paso redoblado, al viento desplegado su rojo pabellón. Y nuestros granaderos, aliados de la gloria, inscriben en la historia su página mejor.
Cabral, soldado heroico, cubriéndose de gloria, cual precio a la victoria, su vida rinde, haciéndose inmortal; y allí, salvó su arrojo la libertad naciente de medio continente, ¡Honor, honor al gran Cabral!
(Letra: Carlos J. Benielli - Música: Cayetano A. Silva)
Anduve, San Martín, tanto y de sitio en sitio, que descarté tu traje, tus espuelas, sabía que alguna vez, andando en los caminos hechos para volver, en los finales de cordillera, en la pureza de la intemperie que de ti heredamos, nos íbamos a ver de un día a otro. Cuesta diferenciar entre los nudos de ceibo, entre raíces, entre senderos señalar tu rostro, entre los pájaros distinguir tu mirada, encontrar en el aire tu existencia. Eres la tierra que nos diste, un ramo de cedrón que golpea con su aroma, que no sabemos dónde está, de dónde llega su olor de patria a las praderas. Te galopamos, San Martín, salimos amaneciendo a recorrer tu cuerpo, respiramos hectáreas de tu sombra, hacemos fuego sobre tu estatura. Eres extenso entre todos los héroes. Otros fueron de mesa en mesa de encrucijada en torbellino, tú fuiste construido de confines y empezamos a ver tu geografía, tu planicie final, tu territorio. Mientras mayor el tiempo disemina como agua eterna los terrones del rencor, los afilados hallazgos de la hoguera, más terreno comprendes, más semillas de tu tranquilidad pueblan los cerros, más extensión das a la primavera. El hombre que construye es luego el humo de lo que construyó, nadie renace de su propio brasero consumido: de su disminución hizo existencia, cayó cuando no tuvo mas que polvo. Tú abarcaste en la muerte más espacio. Tú muerte fue un silencio de granero. Pasó la vida tuya, y otras vidas, se abrieron puertas, se elevaron muros y la espiga salió a ser derramada. San Martín, otros capitanes fulguran más que tú, llevan bordados sus pámpanos de sal fosforescente, otros hablan aún como cascadas, pero no hay uno como tú vestido de tierra y soledad, de nieve y trébol. Te encontramos al retornar del río, te saludamos en la forma agraria de la Tucumania florida. y en los caminos, a caballo te cruzamos corriendo y levantando tu vestidura, padre polvoriento. Hoy el sol y la luna, el viento grande . maduran tu linaje. tu sencilla composición: tu verdad era verdad de tierra, arenoso amasijo, estable como el pan, lámina fresca de greda y cereales, pampa pura. Y así eres hasta hoy, luna y galope, estación de soldados, intemperie, por donde vamos otra vez guerreando, caminando entre pueblos y llanuras, estableciendo tu verdad terrestre, esparciendo tu germen espacioso, aventando las páginas del trigo. Así sea, y que no nos acompañe la paz hasta que entremos después de los combates, a tu cuerpo y duerma la medida que tuvimos en tu extensión de paz germinadora.
Pablo Neruda Fuente: Extraído de: “Canto general”. Pablo Neruda; págs.98-100. Editorial Losada.1957
Gran Capitán que cruzas los Andes, sella en Chacabuco la utopía, haz de esta rebelión un canto de futuro por los que han sido maldescritos para echar sobre ellos culpa y martirio, desprecio y opresión. Ya fue más que suficiente el imperio de lo Informe, el Fatum, el Caos telúrico, la inmovilidad del vacío, suficiente es que se piense que la América es prohijada por ineptitudes intrínsecas, sin final y sin comienzo; haz que caiga la mentira de que es digna de ser avasallada por los centros de dominio del mundo; ya es suficiente la Doctrina que nos dice: «Falta racionalidad, falta espiritu, falta voluntad para lo auténtico». Lo que falta es lo que ellos no permiten. Lo que falta es que se vayan y devuelvan el espacio, el cuerpo libre, el aire y la salud del oprimido.
Gran Capitán, díles que hay un pueblo menos mezquino que la 'patria chica' que dilapidan los jerarcas en favor de sus codicias. Díles que los impulsivos e infantiles son ellos. Que el tutelaje europeo nos empobrece. Que no hay tales engendros inferiores, racialmente indeseables, anulados por la selva y la barbarie. No son apenas seres-almas, son la nación que gime en manos de verdugos criminales.
Comandante del Alto Perú, retoma lo que soñara Artigas, ese travieso muchacho criado en las haciendas, fugado hacia las bandas orientales con los gauchos, los indios y los negros, dále un sabor charrúa y consolídate en Maipú para que tiemblen los unitarios urbanos del desprecio, sea en Montevideo o Buenos Aires. Ya fue más que suficiente la América que Hegel imagina un caos.