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General: Recordando a mi maestro GERARDO MOLINA ....
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 31/08/2012 14:41 |
Biografía
Gerardo Molina, por Luis Ociel Castaño Zuluaga
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Ideólogo y político de izquierda antioqueño (Gómez Plata, agosto 6 de 1906 Bogotá, marzo 29 de 1991). Desde su infancia, Gerardo Molina Ramírez fue testigo de la injusticia social. Adolescente aún, se trasladó a Medellín y se matriculó en 1921 en el Liceo Antioqueño. En 1927, cuando se encontraba estudiando Derecho en la Universidad de Antioquia, en un medio conservatizado y escolástico, junto con otros compañeros realizó una huelga por la que fue expulsado de esta institución. Se trasladó a Bogotá, donde terminó sus estudios, en la Universidad Nacional, en medio de una atmósfera más liberal. El maestro Gerardo Molina constituyó una extraordinaria personalidad de mente prodigiosa y polifacética, en la que resaltó un elevado culto a la libertad y a la justicia social. Su temperamento se forjó con las grandes luchas políticas y sociales del siglo XX colombiano. Ideólogo, político, investigador e intelectual sensibilizado con la realidad del país, Molina fue un estupendo ensayista, con gran capacidad de síntesis y fina argumentación. Fiel a sus propósitos y leal a sus ideas, actuó como vocero de las clases populares colombianas, no sólo en el foro político y en la plaza pública, sino también en los sindicatos, en la tribuna de la prensa y de las revistas y en la Universidad, espacios que moldearon, al decir del profesor Gaviria Díaz, su inteligencia «haciéndola dúctil, abierta, sensible al cambio, al diálogo, a la confrontación permanente de lo que ayer parecía inconcuso con lo que hoy se atreve a desafiarla». En su larga trayectoria, su desempeño público fue siempre intachable y ejemplarizante, todo el tiempo manteniendo en alto las banderas de las reivindicaciones sociales desde la izquierda liberal. Tres veces representante a la Cámara (1933-1935, 1939-1941, 1962-1964); senador de la República en el período 1935-1939 y en 1982; personero de Bogotá entre 1942 y 1943; rector de la Universidad Nacional de Colombia entre 1944 y 1948; rector de la Universidad Libre en 1955 y entre 1960 y 1962; candidato a la Presidencia de la República en 1982; miembro del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos, durante la administración de Belisario Betancur; y miembro de las Comisiones de Paz nombradas durante los gobiernos de los presidentes Julio César Turbay Ayala y Belisario Betancur Cuartas.
Tempranamente, Gerardo Molina estructuró su pensamiento en torno a los grandes socialistas de su época, como Jean Jaurés y León Blum, sin desconocer a los clásicos, entre ellos a Carlos Marx. Por aquellos años entró en contacto con Jorge Eliécer Gaitán, primero como profesor universitario y después como jefe de la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR). También en la década del treinta se acercó a la figura de Alfonso López Pumarejo, con cuyas ideas y reformas se entusiasmó, dándole su respaldo y apoyo irrestricto porque su plataforma ideológica se aproximaba a los postulados socialistas. En 1942 se destacó como uno de los miembros más connotados de la Liga de Acción Política (LAP), que tendió a conformar el Partido Socialista de Colombia. En 1960 adhirió al Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), por el cual resultó electo a la Cámara de Representantes, aunque conservando su posición independiente. En los setenta se convirtió en el vocero de FIRMES, movimiento político socialista de corte nacionalista, por el cual fue candidato a la Presidencia de la República. Gerardo Molina hizo sus primeros ensayos periodísticos en Medellín, desde el Diario de Colombia, y en los treintas fue periodista de El Espectador. En 1943, como miembro de la Liga de Acción Política, publicó el periódico Acción Política, órgano difusor de las ideas socialistas. Escribió en La Calle, diario del MRL, y en revistas como Mito, Bolívar, Universidad Nacional, Universidad Libre y Horizontes, participando con ensayos de carácter social. Durante la violencia política de los cincuenta se exilió en París, donde efectuó un doctorado en Ciencias Políticas. Desde la revista Alternativa, vocero de FIRMES, criticó los gobiernos de su tiempo y la democracia restringida que vivía el país. El proceso histórico político colombiano lo sintetizó en sus libros Las ideas liberales en Colombia, Proceso y destino de la libertad, Breviario de ideas políticas y Las ideas socialistas en Colombia. Desde joven, Molina creyó que a la noción de Patria había que despojarla de su carácter exclusivista y exclusionista, para darle el que verdaderamente le correspondía, el de una categoría tan amplia como universal. En desarrollo de esta idea, trabajó arduamente por sacar adelante la reforma constitucional de 1936, que modificó la rígida Carta de 1886, acoplándola en lo posible a la realidad de su momento. Desde el Congreso trabajó por obtener derechos sindicales y de amparo a la clase trabajadora, conquistando los derechos de huelga, a la indemnización por despido injusto, a la remuneración de festivos, al servicio médico, al pago de vacaciones, a la indemnización por accidentes de trabajo en dinero y no en especie, y a la celebración del 1 de mayo como día internacional del trabajo. Incansable luchador por la educación y la cultura del pueblo colombiano, Gerardo Molina pregonó y defendió los fueros y la libre autodeterminación de la universidad pública. Concibió a la universidad pública como un mecanismo puesto al servicio de la Nación y de la democracia, animado por el propósito de contribuir a la liberación del pueblo. Ante todo, debía ser laica y nacional, en modo alguno confesional y privada; debía ser la «orientadora de la República». Molina puso en práctica estas ideas cuando ocupó las rectorías de la Universidad Nacional y de la Universidad Libre, lo que le valió el veto de la jerarquía eclesiástica y la recriminación de parte de los , sectores tradicionalistas, escandalizados con sus ideas sobre la Universidad como institución democrática y libre, taller de la nacionalidad, orientadora de la opinión pública y directora de la sociedad. Esencialmente, Molina creía en las virtudes de la cátedra abierta y en la autonomía de la inteligencia. Con su actividad política, Molina trabajó para sacar de las manos privadas la propiedad y el manejo de las actividades principales, para pasarlas a manos de la Nación. Su pensamiento era, ante todo, nacionalista. Creía en el socialismo pero compenetrado con la necesidad de «aumentar la riqueza nacional» y la defensa de la democracia y las libertades; un socialismo nacional, que no dependiera de ningún centro mundial, era el que podía dar las fórmulas para la reconstrucción de Colombia. Molina pretendió ganar el poder para colocarlo al servicio del pueblo colombiano. Su palabra y su acción nunca claudicaron para denunciar los recortes a la libertad efectuados por las dictaduras civiles, confesionales y militares, que sumergieron a la nación en un mar de violencia. Siempre libre e independiente en su posición liberal de izquierda, luchó contra todo lo que significara dogmatismo. Abogó por una democratización de la sociedad colombiana, partiendo desde las filas de la izquierda liberal, como factor aglutinador de las tendencias que bajo diversas orientaciones operaban en el país. Su sueño, hasta ahora inalcanzable, fue lograr la integración de los partidos de izquierda en uno solo que se llamaría: Partido Socialista de Colombia. El maestro Gerardo Molina pasó a la historia nacional como un social-demócrata, fiel a sus ideas, enamorado de su patria nacional y de su pueblo, y esperanzado en el porvenir. Su existencia, centrada siempre en la lucha por «volver a crear la democracia», fue un testimonio edificante en la búsqueda de la libertad y de la dignidad humanas. [Ver tomo 5, Cultura, pp. 32 y 260].
Bibliografía
ACEVEDO, DARÍO (Comp.). Gerardo Molina. Testimonio de un demócrata. Medellín, Universidad de Antioquia, 1991. MOLINA, GERARDO y otros. La crisis moral en Colombia. Bogotá, Tercer Mundo, 1975.
Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.
Tomado de: Biblioteca Virtual del Banco de la República. http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/moligera.htm
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JORGE ELIÉCER GAITÁN HEROE Y MARTIR COLOMBIANO BIOGRAFIA POR SU HIJA GLORIA FUNDACION RAYUELA ESPAÑA MUSEO CHE GUEVARA CHAUBLOQUEO TOTO
La Fundación Rayuela organiza en España una exposición donde incluirá a Jorge Eliécer Gaitán. Me han pedido una corta reseña de su vida.
Para quienes están interesados en saber quién fue Gaitán - y han sido muchos los que me han escrito en ese sentido- ahí va esa brevísima biografía, con las pinceladas básicas de lo que fue mi padre que, naturalmente, fue mucho más que éso. Espero que sea de su interés.
Cordialmente, Gloria Gaitán
JORGE ELIÉCER GAITÁN
Jorge Eliécer Gaitán nació en Bogotá (Colombia) el 23 de enero de 1903, hijo de una excepcional pedagoga y de un dueño de librería de libros usados.
Los oficios de ambos padres influyeron decididamente en su vida, además de las circunstancias económicas precarias que dominaron su infancia, adolescencia y juventud, lo que le hizo vivir y conocer de cerca la pobreza, alimentada por la esperanza de lograr una educación excepcional.
Desde muy joven se empeñó en graduarse como abogado, para luego obtener un doctorado en derecho penal bajo la orientación científica del profesor italiano Enrico Ferri.
Fue así como se graduó con honores en la Real Universidad de Roma, habiendo cambiado con su tesis el rumbo del derecho penal mundial con relación a la premeditación en el delito, bajo la premisa de que no existe el libre albedrío sino que el hombre actúa movido por su subconsciente que es quien, en primera instancia, le ordena a la razón, postulado que en el siglo XXI ha sido comprobado como cierto por los experimentos de punta aplicados por los más destacados neurocientíficos.
A pesar de haber logrado excepcionales laureles en el campo científico, optó por consagrar su vida a la redención de los oprimidos, encaminándose por los senderos de la lucha política en búsqueda de conformar un gran movimiento de unidad popular que se enfrentara a la oligarquía colombiana y al imperialismo norteamericano, a fin de instaurar en Colombia una Democracia Directa que sustituyera a la Democracia Representativa, para que fuera el pueblo quien orientara los destinos del país, derrotando el sistema capitalista, para imponer un régimen socialista, donde primara la democracia política incluyente, orientada por una economía equitativa y solidaria.
Gaitán siempre se proclamó socialista y logró, sin ninguna claudicación en sus ideales, conformar aquel movimiento que se había propuesto forjar, llegando a derrotar a los partidos de la burguesía, convirtiendo ese movimiento de masas en la fuerza política más importante del momento en Colombia.
Fue entonces cuando la oligarquía colombiana proyectó, en forma sistemática y generalizada, el genocidio al Movimiento Gaitanista, a fin de despojar a Gaitán de su inmenso poder popular. Paradójicamente, el movimiento se fortaleció y fue entonces cuando la CIA, en complicidad con las oligarquías colombianas, fraguó el complot que llamaron "Operación Pantomima" para asesinarlo, magnicidio que plasmaron el 9 de abril de 1948, incrementándose entonces lo que ha venido a llamarse "La Violencia" (con mayúsculas), dando inicio a la guerrilla como acto de defensa del pueblo, guerrilla que ha sobrevivido hasta hoy, después de más de medio siglo, en un proceso que ha ido modificando, poco a poco, su origen, transformándose hoy en día en un pretexto de los Estados Unidos para intervenir en las bases militares colombianas.
La historia reconoce a Jorge Eliécer Gaitán como el más importante dirigente de masas con que haya contado el país y guía espiritual profunda de las aspiraciones de cambio del pueblo colombiano, razón por la cual el gobierno nacional ha planteado, explícitamente, la necesidad de sepultar sistemáticamente su memoria como fase psicológica de la política de "seguridad democrática" que orienta el actual gobierno.
Gloria Gaitán - Bogotá, noviembre de 2009
La revolución es para llevarla en el alma y morir por ella y no para llevarla en los labios y vivir de ella. difunden: el 1er. Museo Histórico Suramericano "Ernesto Che Guevara", la Escuela de Solidaridad con Cuba "Chaubloqueo" y el Centro de Registro de Donantes Voluntarios de Células Madre Irene Perpiñal y Eladio González - directores calle Rojas 129 local (Caballito) Capital -AAC1405-Buenos Aires-República Argentina telefax: 4-903-3285 email: museocheguevara@fibertel.com.ar http://museocheguevaraargentina.blogspot.com/ colectivos 1 - 2 - 25 - 26 - 32 - 42 - 53 - 55 - 85 - 86 - 103 - 180 a solo 25 metros de la Estación "Caballito" del Ferrocarril Oeste y a cien metros de la Estación de Subterráneos "Primera Junta" de la vieja línea "A" doná sangre, doná órganos, doná células madre, sé solidario, SÉ VOS. ¡Salven a los argentinos! "las ballenas"
entrada de Eladio González Toto a las 10:49
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El fundador de la Unilibre amada ...
Biografía Benjamín Herrera
HERRERA, BENJAMÍN
Fotografía de la Colección José Joaquín Herrera. Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.
Jefe militar y político, nacido, al parecer, en Cali, el 18 de octubre de 1853, muerto en Bogotá, el 29 de febrero de 1924. Hijo de Bernabé Herrera y de Margarita Cortés, Benjamín Herrera quedó huérfano de madre desde temprana edad. Realizó estudios en la Universidad del Cauca, en Popayán, y durante la guerra civil de 1876 inició una brillante carrera militar, al lado del gobierno liberal del Estado Soberano del Cauca, presidido por Cesar Conto, cuyos ejércitos repelieron con éxito la invasión de las fuerzas conservadoras de Antioquia. Después del triunfo radical, Herrera permaneció en el ejército hasta 1885, año en que, afiliado al bando radical, se incorporó a las huestes liberales revolucionarias.
Combatió en las campañas de Santander, Cartagena y Boyacá, descollando por su actividad y desempeño; vencido el liberalismo, se estableció en Pamplona. No pudo participar en la revolución liberal de 1895 por encontrarse purgando pena de prisión, impuesta por el régimen a causa de sus ideas políticas. Salió de la cárcel convencido de que la única posibilidad que tenía la sociedad colombiana para respirar libertad y tolerancia política estaba en un cambio de dirigencia y que esa vía sólo la daba la guerra. Tal convencimiento político no fue sólo suyo, sino de la mayoría de sus contemporáneos, de los conservadores históricos y de los liberales radicales, excluidos del poder por el partido nacional, confesional, intolerante y absolutista. Partió para el extranjero con este convencimiento, y desde allí procuró canalizar y atraer recursos con el fin de preparar la revolución de 1899. Su papel protagónico en la historia de Colombia empezó, precisamente, durante esta guerra, la más devastadora de todas las contiendas bélicas de la historia nacional. Allí Herrera se perfiló como uno de los más grandes conductores y estrategas de la historia militar colombiana. De entre los revolucionarios liberales de la guerra de los Mil Días emergieron dos figuras, que aunque subordinadas a una jefatura única, indecisa y mediocre, colocada por debajo de las circunstancias, dieron mucho que hablar: una de ellas fue Rafael Uribe Uribe, por su ímpetu político y por sus desesperadas actuaciones heroicas; la otra figura de talla histórica fue el general Benjamín Herrera, por sus altas dotes y calidad de militar de rigor.
Habiendo efectuado una carrera militar consistente con ascensos regulares, Herrera estaba dotado de genio para concebir y ejecutar complicados despliegues, operaciones bélicas, de habilidad especial para presentar batallas y concebir campañas. Su carácter de comandante metódico, frío, ortodoxo y rígido; la conducción de las tropas mando; su organización y disciplina en las batallas y en los campamentos; sus resonantes triunfos en Panamá y su voluntad tesonera hicieron que aun en los Estados Unidos de Norteamérica se le reputara como un los más notables estrategas suramericanos de todos los tiempos. Benjamin Herrera y Uribe Uribe se repelieron desde el principio, como ocurre con los grandes hombres de un partido cuando tienen poder e influencia pero parten de concepciones contrarias combatieron juntos desde los toldos de la revolución, ello se debió mas bien a la fidelidad y respeto por la idea liberal que a un entendimiento mutuo; siempre se mostraron reciproca antipatía. Si de Uribe se llego a decir que constituyó el alma revolución, de Herrera se pudo aseverar que fue el genio militar de la misma, por ser el general que mostró mejores dotes castrenses de toda la guerra. Eduardo Rodríguez Piñeres consignó un estupendo retrato de la personalidad del general Herrera: «Orgulloso y dominador, sabía imponer la disciplina en todo su rigor, de muy clara visión, que en ocasión oscurecía por los arrebatos propios de su genio, sólo por excepción admitía que lo contradijeran. Herrera, en suma, era un jefe, y como tal habría sido adecuado para dirigir la Revolución ; pero no podía tener a nadie por encima ni compartiendo el mando con él, y ni gozaba de la popularidad de Uribe Uribe, ni éste le habría dejado el mando supremo».
Cuando Herrera, invicto, ostentaba los títulos de director de la guerra y general en jefe del Ejército Unido Liberal en operaciones sobre Cauca y Panamá, se informó de la situación real del istmo y del grave peligro éste corría ante las intenciones del gobierno norteamericano, y pudo mas en él su nacionalismo que las ansias de victoria personal. Ante la presencia de tropas estadounidenses en Panamá, con violación flagrante de la integridad territorial nacional y la anuencia del gobierno colombiano, Herrera resolvió romper su espada, pactando la paz en el acorazado Wisconsin, el 21 de noviembre de 1902, en la bahía de Panamá, colocando « la Patria por encima de los partidos» . De esta manera pudo llegar a su fin la guerra de los Mil Días, que en realidad duró 1128 días, desde el 18 de octubre de 1899 hasta la fecha del tratado de Wisconsin. Después de la guerra, Herrera se constituyó, al lado de su émulo Uribe Uribe, en una de las máximas autoridades del partido liberal. Fue diputado y vicepresidente en 1905 de la Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa; senador de la República desde 1909 por Santander y Cundinamarca; representante a la Cámara por el Cauca en 1923; ministro de Agricultura y Comercio de la administración de José Vicente Concha. A partir de 1914 se erigió en jefe supremo e indiscutido del partido liberal, que bajo su orientación se mostró unido y compacto. Fue fundador de la Universidad Libre , sitio de formación intelectual y política de los cuadros liberales; adquirió El Diario Nacional como órgano de la dirección de su partido; y actuó como empresario bananero en la región de Aracataca (Magdalena). Benjamín Herrera fue uno de los forjadores del "Republicanismo"; coordinó a 16 liberales y a 6 conservadores para darle el triunfo a Carlos E. Restrepo en las elecciones presidenciales, en una reñida votación en la Asamblea Constituyente de 1910. Para el cuatrienio 1918-1922 apoyó al poeta Guillermo Valencia, contra la candidatura de Marco Fidel Suárez, porque miraba con recelo el acercamiento a los Estados Unidos de Norteamérica. Para las elecciones presidenciales de 1922 el liberalismo, cansado de verificar con los conservadores coaliciones que luego no cumplían enteramente, decidió acudir al debate con candidato propio, escogiendo el nombre del general Herrera. Obtuvo una votación muy por encima de la que en realidad contó el régimen conservador, en el poder desde 1886. Ante lo que se consideró un fraude electoral, que le dio la victoria a Pedro Nel Ospina, el liberalismo casi volvió a sumirse en una nueva revolución, pues la mayoría pedía la guerra.
En la Convención Nacional Liberal, reunida en Ibagué, el general Herrera se opuso rotundamente a las ideas belicistas de los liberales de espada, diciendo: «Jamás! Ustedes olvidan que yo he sido el candidato y que no puedo imponerle al país una guerra que pudiera interpretarse como fruto de ambiciones mías de mando. El liberalismo tiene que reconocer el triunfo de Ospina». Los liberales optaron, entonces, por la abstención integral de toda colaboración con el partido conservador, política que dio sus frutos en 1930.
LUIS OCIEL CASTAÑO ZULUAGA
Bibliografía
LUNA CÁRDENAS, ALBERTO. Un año y otros días con el general Benjamín Herrera en las bananeras de Aracataca. Medellín, Bedout, 1960. Rodríguez Piñeres, Eduardo. Diez años de política liberal: 1892-1902. Bogotá, Editorial Incunables, 1985. Rodríguez, Gustavo Humberto. Benjamín Herrera, en la guerra y en la paz. Bogotá, Universidad Libre de Colombia, 1973.
Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.
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Nuestra frontera llegaba hasta Costa Rica |
La pérdida de Panamá fue la tragedia más grande de la historia nacional. Cien años después ya no sentimos lo que significó aquella desmembración. Panamá lleva más de cien años como nación separada de Colombia. Pero su separación tiene que ver con el tema central de la conmemoración de 1810 y de la independencia nacional. Significa un punto de quiebre en las relaciones de Colombia con Estados Unidos y determina una modificación sustancial en el carácter de la nación norteamericana, cuando asciende al escenario de la lucha por la hegemonía mundial. Estados Unidos carece en ese momento de colonias y, para competir en el mundo como potencia, se abre camino principalmente en América Latina, gracias al poderío de su capital financiero, pero no pocas veces mediante intervenciones directas de sus fuerzas de ocupación y de apoyo a las dictaduras militares del continente hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se convierte en la primera potencia militar de la historia. Fue con ella, y no con Panamá, con la que negoció el gobierno colombiano de Carlos E. Restrepo la entrega de Panamá en el tratado Urrutia-Thompson de 1914.
Al menos ocho personajes que eran o llegarían a ser presidentes tuvieron que ver en la traición que condujo a la pérdida de Panamá. José Manuel Marroquín y Rafael Reyes son los principales, el primero porque miró pasivamente el atraco, y el segundo porque eludió su responsabilidad de retomar el Istmo con el ejército como se lo ordenó el Congreso y se lo exigió la protesta popular. Pero están también, José Vicente Concha, embajador en Washington que no protestó el atentado por consideraciones diplomáticas; Pedro Nel Ospina, miembro de la comisión Reyes que fue a mendigar la devolución a los traidores panameños; Marco Fidel Suárez, negociador del Tratado definitivo Urrutia-Thompson que terminó señalando a Estados Unidos como la “estrella polar” hacia la que debía orientarse este país; Miguel Abadía Méndez, ministro de guerra el impávido Marroquín; y Jorge Holguín y Ramón González Valencia, negociadores de la devolución de Panamá y del Tratado Urrutia-Thompson, respectivamente. Esta historia lamentable de los presidentes está por escribirse.
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El canal que pudo ser nuestro |
Estos son los presidentes, pero faltan los políticos. En la tragedia de Panamá la historia pudo ser diferente. Si el jefe del liberalismo Benjamín Herrera no se rinde en Panamá en 1902 cuando estaba ganando la guerra contra el régimen conservador; o si el ejército colombiano en Panamá defiende los intereses de la Nación; o si Reyes, como general en jefe del ejército, cumple la misión de dirigirlo para marchar sobre el Istmo; o si los negociadores plenipotenciarios de Colombia no entregan la soberanía en el tratado Herrán-Hay; lo más seguro es que Panamá hubiera seguido siendo parte del territorio patrio. La principal equivocación del Gobierno colombiano fue considerar que había que entregar el canal a cualquier precio a Estados Unidos, aún a costa de la soberanía territorial. Sin embargo, dos personajes son especialmente responsables de prolongar esa traición, Guillermo Valencia y Rafael Uribe Uribe. Ambos fueron enviados como delegados a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro en 1906, sólo a tres años del despojo. Ni protestaron allí por la presencia de Estados Unidos, ni utilizaron la diplomacia para unir a los latinoamericanos en la defensa de la soberanía colombiana, ni dejaron constancia alguna por el atentado cometido. Al contrario. El informe oficial de la delegación firmado por Uribe Uribe termina declarando su “amor” a la delegación estadounidense: “Contra los pronósticos pesimistas de muchos que auguraban una política egoísta, absorbente e imperiosa de los Estados Unidos de América en el seno de la Conferencia; contra el deseo acaso de los que en muchas partes la anhelaban, para salir verídicos en sus afirmaciones antiyanquistas, la conducta de los representantes de la república del Norte, ha sido inspirada en su conjunto como en el más insignificante de sus detalles, por el más elevado, noble y desinteresado amor al bienestar común. Por ninguna parte ha aparecido la más leve insinuación de imperio, el menor gesto de desdén hacia una nación débil, la más insignificante tendencia a beneficiarse desde el punto de vista comercial, con algún acto impuesto a la asamblea. Dando un hermoso ejemplo del más puro sentimiento republicano, nos han tratado a todos en el mismo pie de igualdad, han hecho uso de una exquisita tolerancia, y en casos en que habrían podido tomar iniciativas incontrastables, han preferido adherir modestamente a las fórmulas de conciliación. El gran trust panamericano, predicho por algunos, no ha aparecido por ninguna parte. La delegación americana ha dado esta vez el inesperado espectáculo de hacerse amar irresistiblemente, aun de sus adversarios naturales.” (Uribe Uribe, Por América del Sur, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, Editorial Kelly, 2 vols, Bogotá, 1955, t. I, pag. 135). Como premio, el gobierno de Carlos E. Restrepo lo nombraría negociador del fatídico tratado Urrutia-Thompson de 1914 y ese mismo año caería asesinado en la carrera séptima de Bogotá.
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Nuestro escudo nos recuerda lo que nos quitaron |
Pero muchos colombianos defendieron a Panamá con valentía y consecuencia. Hay que hacer honor a Juan Bautista Pérez y Soto, panameño y senador, que luchó sin descanso contra los gobiernos de Marroquín y Reyes por su traición; a Oscar Terán, panameño y representante a la Cámara, autor de la mejor obra sobre la pérdida de Panamá; a Miguel Antonio Caro que hizo una defensa impecable de los derechos de Colombia sobre Panamá en el Congreso de 1903; a los senadores que improbaron el Tratado Herrán-Hay; a los miembros de la sociedad La Integridad Colombiana fundada por Fabio Lozano Torrijos para defender la soberanía de Colombia sobre Panamá; a la Asamblea de Panamá que votó en contra de la separación; al general Diego Ortiz con su contingente listo en la aldea chocoana de Titumate a recuperar por tierra el territorio perdido; a los indígenas de San Blas en Panamá que se unieron al ejército de Titumate; a Diego Mendoza, nombrado embajador en Washington por Reyes, pero destituido y perseguido por defender los intereses colombianos. Y también honor a los 100.000 voluntarios que se alistaron en el ejército de liberación; a Pedro A. Cuadrado y Eleazar Guerrero, prefecto y alcalde de Colón que se negaron a colaborar con los nuevos amos; y al pueblo de Bogotá que se amotinó contra Marroquín; y a los de Barranquilla y Magangué que se levantaron a su paso contra todos los traidores: Pompilio Gutiérrez (general de la República que prefirió seguir a Cuba por unos novillos y no dirigir la tropa acantonada en Colón); Cortés (delegado por Reyes para firmar el tratado Cortés-Rooth); Vásquez Cobo (que como ministro de guerra de Marroquín persiguió a los manifestantes y buscó al delegado gringo a su paso por Barranquilla para congraciarse con él); Antonio José Uribe, Suárez y Uribe Uribe (negociadores del tratado Urrutia-Thompson que negociaron a Panamá por 25 millones de dólares y la entrega del subsuelo petrolero). El movimiento popular por la traición que sobrevivió a los gobiernos de Reyes, Concha, Suárez y Ospina, logró aplazar la aprobación de la entrega de Panamá hasta 1924, fecha de su reconocimiento como nación independiente.
Ya Panamá no es Colombia. Pero su robo por Estados Unidos inicia la historia de un país que se convirtió de vanguardia de la revolución democrática en 1784 con su independencia de Inglaterra, en un imperio que impone su hegemonía con el capital y la fuerza de las armas por todo el mundo. Y en Colombia, su pérdida progresiva de soberanía durante el último siglo. Por: José Fernando Ocampo T., Bogotá, agosto 5 de 2010 |
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