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General: Una vieja noticia ....EEUU utilizó HAARP para crear huracán Irene
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Da: Ruben1919  (Messaggio originale) Inviato: 02/09/2012 16:55

EEUU utilizó HAARP para crear huracán Irene


Líder parlamentaria sueca en la UE asegura que USA utilizó el HAARP para generar el huracán Irene


Maj Britt Theorin fue integrante del parlamento europeo entre 1999 y 2004 y es una reconocida política sueca. Theorin se encargó de elaborar un informe para la UE acerca del uso del HAARP y la modificación climática. La parlamentaria aseguró que el gobierno de Obama provocó el huracán Irene para tapar lo que sucede en Libia. La ciencia oficial y reconocida está a de lograr provocar lluvia a través del uso de lásers, por lo que la idea de que armas secretas produzcan tormentas no debería extrañarle a nadie.


Recorrido de la tormenta Irene


La sueca Maj Britt Theorin denunció ayer que probablemente USA indujo la creación del huracán Irene para desviar la atención sobre la invasión y bombardeo a Libia, según reporta la revista Sweden Tech.
Theorin, anciana política sueca e integrante del parlamento europeo entre 1999 y 2004 fue quien armó una comisión parlamentaria para estudiar los efectos del HAARP por parte del gobierno de los Estados Unidos. Ahora expresó que recibió información confiable señalando la coincidencia del huracán Irene y la invasión a Libia como “una creación del gobierno de Obama mediante HAARP”.

“Sin dudas hay interés en que la opinión pública estadounidense se ocupe del huracán en New York, antes que el bombardeo y genocidio de la OTAN en Libia“, dijo la ex parlamentaria.
Maj Britt Theorin lideró en la UE un sector que consiguió que en 1998 la Comunidad estudiase el programa. El resultado se publicó al año siguiente y afirmaba que “pese a los convenios existentes, la investigación militar sigue basándose en la manipulación medioambiental como arma“.
La ‘Moción para Resolución’ impulsada por Theorin y sometida por el Comité al Parlamento Europeo indicaba:
“Considera al HAARP… en virtud de su profundo impacto sobre el medio ambiente como una inquietud global y apela a que un cuerpo internacional independiente examine sus implicaciones legales, ecológicas y éticas… El Comité lamenta la repetida negativa de la Administración de los Estados Unidos… a prestar evidencia a la audiencia pública sobre los riesgos medioambientales y públicos del programa HAARP.”
De la misma manera que se hizo en la UE, un grupo de físicos rusos elaboró un detallado informe a petición de Putin, que estaba en ese momento sensibilizado por el escudo antimisiles norteamericano.
El huracan Irene ha causado 8 muertos a los que se suman, en Virginia, la muerte de una persona al caer un árbol sobre el vehículo en el que se desplazaba y un niño de once años perdió la vida a consecuencia de la caída de un árbol de gran tamaño sobre su residencia.
Además, un surfista en el estado de Florida murió al ser arrastrado por las corrientes; una persona murió en un accidente de tráfico en el condado de Pitt y otra que falleció como consecuencia de un ataque cardiaco cuando clavaba tablones para proteger su vivienda de la tormenta, según indicó la cadena de televisión NBC.
Horas antes, un hombre murió en la localidad de Nashville, cuando le cayó una rama de árbol de gran tamaño mientras caminaba en el exterior de su vivienda.
En días anteriores ya había causado seis muertos en el Caribe. El Centro Nacional de Huracanes (CNH) de USA anunció que se espera que el huracán Irene mantenga su fuerza hasta la noche del domingo cuando alcance las costas de Nueva Inglaterra.
Si se tiene en cuenta que el evento puede servir de argumento al gobierno de Obama para subir el presupuesto de FEMA (organismo que podría tomar el control de USA en caso de catástrofe), la noticia no resulta tan descabellada.
La idea del HAARP y la posibilidad de modificar el clima a voluntad ha sido denostada desde diferentes sectores en numerosas ocasiones. Sin embargo, la geoingeniería y la manipulación del clima son algo realmente tangible y actualmente aplicable.
Según informa The Guardian basado en un reporte de la revista Nature Comunications, un grupo de científicos de la Universidad de Ginebra logeraron desarrollar un laser ultra potente que puede desencadenar lluvias en lugares húmedos.
Un dispositivo del tamaño de un garage fue trasladado a orillas del río Rodano, cerca del lago Ginebra en Suiza, donde fue disparado durante 133 horas.
Los registros revelaron que los pulsos intensos de luz láser crean partículas de ácido nítrico en el aire que se comportaron como pegamento en la atmósfera: las moléculas de agua comenzaron a unirse en gotas y dejaron de evaporarse.
En cuestión de segundos, esto se volvió estable formando gotas de milésimas de milímetro de diámetro que, aunque demasiado pequeñas para caer como lluvia, son lo suficientemente grandes como para alentar a los científicos a seguir adelante con el trabajo.
“Todavía no hemos generado las gotas de lluvia -. Que son demasiado pequeños y demasiado clara para caer como lluvia Para que llueva, vamos a necesitar partículas un centenar de veces más grande, lo suficientemente pesadas para caer”, dijo Jérôme Kasparian, un físico de la Universidad de Ginebra.
Con mejoras al sistema, este rayo podría generar lluvia sólo con la humedad de las nubes


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Da: Ruben1919 Inviato: 03/09/2012 20:52
  • Ideas
  • Tecnología y comunicación
  • 30/03/12
  • El cazador invisible

    La ciencia genera técnicas antes impensadas que sólo producen guerras cada vez más sucias y mortíferas.

    POR Christian Ferrer

    DRONE. Un soldado en EE.UU. en Afganistán lanzando un avión espía.

    DRONE. Un soldado en EE.UU. en Afganistán lanzando un avión espía.

     

    Un tren puede transportar mercancías al puerto o soldados al frente. Un avión puede fumigar campos de siembra o esparcir gas venenoso sobre una ciudad. Un telégrafo o un teléfono pueden transmitir salutaciones u órdenes de combate. Un aparato gps puede orientar un taxi o un proyectil “autoguiado”. Así ha sucedido en el siglo XX, cuyas guerras se cobraron la vida de unas 150 millones de personas. Sin embargo, la semejanza entre fábricas que ensamblan bombas y las que lo hacen con electrodomésticos no suele ser asumida, aunque sepamos que ya nadie hace mucha distinción entre combatientes y no combatientes, que la producción de armamento es una industria muy próspera o que Internet tanto favorece la acumulación de amistades como la infección deliberada o el ataque anónimo coordinado.

    Están mucho más difundidas la viscosa creencia de que la tecnología es, en esencia, benéfica, y la suposición de que la guerra es una errata en la historia de la humanidad. Son salvaguardias que bloquean la toma de conciencia de una misma intimidad de origen y de suplementación. Quien se deja encandilar por lemas humanistas olvida que, en la Grecia antigua, los tan filosóficos ciudadanos de Atenas eran considerados los imperialistas de su época. Lo cierto es que no hubo un sólo año en el siglo XX sin conflagraciones importantes y ninguna innovación técnica “superadora” que no admitiera también usos mortíferos, comenzando por la conquista del aire y siguiendo por la del átomo. La sofisticación tecnológica no es antagónica de la voluntad de aniquilar y es por eso que la civilización es la barbarie que es la civilización.

    La actualización de la tecnología bélica responde al progreso del conocimiento. Así como en la Antigüedad un jefe guerrero era inútil si no contaba con un experto en metalurgia a su lado que le forjara espadas, no hay hoy ejército que pueda prescindir de científicos o de diseñadores de programas de computación. Hace tiempo que la ciencia, la empresa, los políticos y los ministerios correspondientes aúnan esfuerzos en pos del máximo desarrollo posible en el arte de destruir a un enemigo. El presupuesto es que la innovación técnica define la victoria. En 1898, en la batalla de Omdurman, murieron 11.000 musulmanes y apenas 48 británicos. En 2003, en la Guerra de Irak, los norteamericanos aplastaron todas las defensas iraquíes en pocos días perdiendo sólo dos aviones. En un caso, la ráfaga de ametralladora decidió la situación; en el otro, una apabullante superioridad aérea. El país atacado queda reducido a librar una guerra “asimétrica”.

    Piénsese en la historia de la aviación. Apenas ocho años después del primer vuelo y cuando ni siquiera existía la posibilidad de transportar pasajeros, ya se usaban aviones para arrojar bombas incendiarias y gas mostaza, particularmente en guerras coloniales. Ocurrió en 1911 con los italianos en Libia, en 1920 con los ingleses en Afganistán, en 1921 con los españoles en Marruecos y en 1923 nuevamente con los italianos en Eritrea. ¿Qué podían hacer el beduino, el negro, el asiático en general, contra el terror que llega desde el cielo? La superioridad tecnológica siempre instala una disimetría de poder, aunque no en el largo plazo. Una vez en el terreno, como se ha visto en Vietnam y en Afganistán, todo se vuelve menos claro. Incluso la tecnología bélica más poderosa y sofisticada es impotente para doblegar un país si no es acompañada por la clarividencia política. Y no se gana una guerra exclusivamente desde el aire, a menos que se lance una sola bomba, de las atómicas.

    Una vez finalizada la “Guerra Fría” la gran esperanza “blanca” de mantener la delantera se condensó en dos formas “high-tech”: el asperjado de misiles y las operaciones “quirúrgicas” de precisión. En un caso se perfeccionan los escarmientos a escala bíblica de la Segunda Guerra Mundial y en el otro se perpetran asesinatos selectivos sobre objetivos detectados por radares, cámaras de video o redes de información. Son acciones apenas encubiertas ensayadas antes por grupos terroristas y servicios secretos estatales. En la Guerra del Golfo, en 1991, todavía se usó el bombardeo por saturación, pero en 1999, durante el ataque a Yugoslavia, se desbarataron líneas de comunicación y de energía, una por una, en una suerte de tortura por rompimiento de huesos: puentes por fémures, emisoras de televisión por omoplatos, fábricas por costillas.

    Pero no existen “guerras limpias”, por más que a los arsenales se los tilde ahora de “inteligentes”, es decir más humanitarios, tal como supuestamente la guillotina lo fue con respecto a la horca. La bala, la bomba, el explosivo de fragmentación, el virus informático, la bacteria envasada en laboratorio, el avión transformado en ariete terrorista, todas son armas arrojadizas, caen sobre cualquiera, que pasan a engrosar el rubro “daño colateral”. Se puede adosar la cruz a la espada, la cimitarra al islam, la cañonera a los “valores universales”, la bomba atómica al “mundo libre” y el ajusticiamiento por control remoto a la “defensa de Occidente”, pero son subterfugios. La existencia de máquinas de matar responde a la voluntad de imponer nuestros intereses a los demás, de modo que les adosamos justificaciones gratificantes, en especial las que nos atribuyen una moral superior. La tecnología se adecua a esa voluntad, como si fuera el seudópodo siempre perfeccionable de una pulsión esencialmente injusta.

    Ya existen aviones no tripulados que descalabran talibanes mediante un clic de computadora y que pronto podrán ocuparse de detectar infractores del tránsito urbano. También cazabombarderos “sigilosos”, indetectables, como fantasmas que desparraman el pánico y el espanto. Pronto la robótica lanzará humanoides tecnológicos al campo de batalla, algunos del tamaño de insectos, y de picadura letal. Apenas más allá la neurociencia y la experimentación bacteriológica se aprestan a dar un paso más por sobre las pirámides de huesos dejadas por conflictos de los que ya no recordamos el nombre. Pero si la guerra es un factor fundamental del progreso tecnológico, no es la tecnología la que explica la existencia de la guerra. Eso responde a otras predilecciones, pues hay mucho dinero en juego y ni siquiera puede descartarse la sublimación de la frustración sexual cada vez que se eyacula un misil. En lo que respecta a las armas, las carga el diablo.

    El autor es sociólogo, ensayista y profesor titular del Seminario de Informática y Sociedad (Ciencias de la Comunicación, UBA). Su último libro se titula: “La mala suerte de los animales”.



     
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